El fracaso relativo de la cartilla de racionamiento, impuesta desde 1939 hasta 1952 para garantizar el suministro básico de alimentos a las familias sin el habitual y obligado recurso al estraperlo, para cubrir las necesidades cotidianas, está detrás de la creación en España de los economatos. Nacieron como una imposición del Gobierno a las empresas, que debían facilitar los locales, pagar los gastos y llevar la administración y gestión de su funcionamiento diario. Estos establecimientos, sin ánimo de lucro y sin aportación económica por parte de los trabajadores, tenían como fin conseguir para la economía familiar, las mejores condiciones posibles de calidad, peso y precio de los productos de consumo más usuales y necesarios.
Los "vecerus" eran los encargados de guardar por turnos el ganado
En nuestra Merindad de Campoo, desde el Medievo hasta mediado el siglo XX las comunidades vecinales permanecieron ancladas en ancestrales estructuras económicas y sociales rigiéndose en concejo público, donde se dictaban las normas de convivencia vecinal y aquellas que incidían en el aprovechamiento de los bienes del común, como eran el monte y los pastos. Se trataba de un modelo primitivo, basado en la subsistencia, donde el dinero apenas circulaba y las familias eran autosuficientes y con una prole muy numerosa para hacer frente al pastoreo y las faenas agrícolas.
Los toques marcaban la vida cotidiana de los pueblos
La campana era y es en la sociedad rural tradicional la voz de Dios que reúne al pueblo y al clero, que atrae todo lo bueno y expulsa todo lo malo. En ocasiones llama a alegría y fiesta, otras a dolor y pena, e incluso da la señal de alarma por algún peligro. Todas las iglesias parroquiales tienen, o tuvieron, como mínimo en sus espadañas o torres dos campanas con distinta sonoridad: la grave, denominada popularmente macho y la aguda, denominada hembra. Se identifican también dos tipos de campanas: las romanas y los esquilones.
Hacer la colada era una de las labores domésticas propias de la mujer y era una tarea ingrata y agotadora. Tenían que pasar horas lavando en las riberas de los ríos, arroyos, lavaderos públicos o privados, en los desvacíes de los molinos o en charcas de desagües de las fuentes del lugar. Todo ello a la intemperie y con las condiciones climatológicas que todos conocemos. Se les cortaban las manos de frío, lo que provocó numerosas enfermedades asociadas a esta labor.
De mina de magnesita a piscina ciudadana y lugar de encuentro
De los paseos que realizaban los vecinos de Reinosa, uno de los que gozaba de mayor belleza y encanto natural se encontraba en el vecino pueblo de Fresno del Río: parajes como Monasterio, la Dehesa y sus alrededores o la pradera de Santa Ana, formada por una inmensa alfombra verde, en cuyo alto se encuentra su ermita. En los meses de agosto y septiembre se recogían allí las aromáticas y beneficiosas manzanillas. La tarde finalizaba con una agradable merienda y los jóvenes en el tardío alargaban la estancia para comer las patatas asadas, para lo cual preparaban una hoguera con los palucos de los arbustos y los moñigos secos de la pradera. En el rescoldo de sus brasas se metían las patatas enteras, en muchos casos procedentes de los patatales cercanos, sacadas tras la ‘cata del pie’ para que nadie notara su falta. Una vez asadas, se pelaban y untaban al tiempo de comerlas con la sabrosa mantequilla campurriana.
Los panaderos rurales han logrado ganar mercado en los últimos años
La industria del pan en Campoo ha tenido un desarrollo cíclico. A partir de los años 20, el incremento demográfico propició el desarrollo de la panadería industrial para dar servicio a los nuevos vecinos. Nacieron nuevas empresas y se debilitó hasta casi desaparecer la costumbre de cocer pan en casa mientras las masas industriales copaban el mercado. Pero en los últimos años ha habido un fuerte desarrollo de las pequeñas empresas en los pueblos que, apostando por un pan artesano, han logrado hacerse con una cuota apreciable del mercado.
El crecimiento de la población por la llegada de La Naval revolucionó el sector
A principios del siglo XX había un dicho popular sobre Reinosa que decía que sus lugareños comían pan de Hierro, carne de Gato y bebían vino de Pozo. Estos eran los apellidos de tres prestigiosos comerciantes de los muchos que se iban instalando en la floreciente villa, que se encontraba en pleno desarrollo por la creciente industrialización propiciada por pequeñas fábricas y artesanos.
La giraldilla de la torre apunta con su flecha de hierro hacia el Sur. La barrena ingente de elevadísima montaña no logra contener el ímpetu de los pardos nubarrones, que vuelan sobre ellas en alas potentes y ligeras de un viento huracanado. La nieve de los glaciales se deshace rápidamente; es un arroyo cada sendero del monte, y el hilo de agua de los regajales, que se mueren de sed en el estío, se ha convertido en torrente vocinglero y avasallador. Inundáronse los ansares; de los altos taludes de las hoces se desprenden con la nieve grandes masas de tierra y piedra, que los turbiones arrastran hasta lo llano de la vega. Rásganse a intervalos los vellones grises de las nieblas en las asperezas de los picachos, dejando entrever un jirón de cielo de un azul pálido, dando paso a un haz de rayos mortecinos, que hacen brillar por un momento las gotas de las reciente llovizna, como perlas engastadas en las briznas de la pradera.
La hornera, una construcción vitalen el Campoo de otra época
El pan constituía un elemento básico y primordial en la dieta diaria de los hogares con una economía precaria. Antes de la colonización por los romanos, impulsores del cultivo del cereal, Estrabón narra en sus relatos sobre la tierra de los cántabros que con la harina de bellotas elaboraban tortas de pan.
La venta por los caminos de Castilla en un carro de vacas
Lantueno, a la vera del Camino Real de Castilla a Santander y con estación de tren desde la construcción del ferrocarril de Isabel II, fue un lugar de residencia de carreteros y gentes dedicadas a la venta ambulante, los viejos buhoneros.
Sus mercaderías eran variadas. La garauja y el laurel venían a venderlos los artesanos montañeses, principalmente de los pueblos de Los Tojos, Bárcena Mayor, Saja y Cabuérniga. Los carpanchos y garrotes se les compraba a los vecinos de Santiurde, los cestos con asas para sembradura y garrotas a los de Somballe, las albarcas a los de Rioseco y Santiurde de Reinosa, los palillos para mangos de escoba se hacían en Lantueno. la piedra de sal se compraba en la mina de Cabezón, las patatas campurrianas se adquirían en el mercado de los lunes y la paja en Castilla. Estas fueron las principales mercancías a vender.
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