Carlismo y bandidaje. Episodios de violencia política y social en Campoo en el s. XIX

Encarnación-Niceas Martínez Ruiz

LA REACCIÓN CARLISTA.
En el siguiente artículo queremos fijarnos en algunos fenómenos violentos derivados de factores diversos (avatares políticos y desequilibrios sociales) y su incidencia en la comarca campurriana entre 1821 y 1941. A raíz del triunfo liberal (1820-23) se produjeron una serie de reacciones conservadoras, cuya manifestación más clara fueron las guerras civiles Carlistas. Vicente Fernández Benítez, que ha estudiado el tema en Cantabria, apunta varios aspectos y fases de estas respuestas contrarrevolucionarias.
Se acuñó así en los escritos de la época el término "facciosos", usado por los liberales para designar a quienes se oponían a la legalidad vigente, por extensión "gente amotinada o rebelde que procede con violencia". Lo mencionamos aquí en este sentido, ajeno a la ambigüedad del uso y significado actuales. De mantener esa legalidad y el orden público se encargaron las Milicias Nacionales y los Voluntarios locales; los de Reinosa tuvieron entonces bastante trabajo que realizar. Tropas voluntariasHaciendo un breve recorrido por el contexto socio-político de la época se observa que mientras la burguesía se acomodó con pragmatismo al nuevo régimen, pronto aparecieron signos de oposición: una primera reacción involucionista fue liderada por un sector del clero. Luego se desarrolló el carlismo político, que sostuvo el infante Carlos María Isidro -hermano de Fernando VII- frente a los derechos de su sobrina, la futura Isabel II. Fernández Benítez afirma que el carlismo no tuvo en Cantabria "entidad suficiente como para promover por sí mismo la insurrección armada". No obstante "el movimiento reaccionario organizado, dirigido por algunos elementos privilegiados, daría cobertura necesaria para una insurrección popular rural, que sí tuvo fuerza y dinámica propia". Durante la primera guerra carlista (1832-1839) los ataques se organizaron y generaron en las provincias limítrofes, Vizcaya y norte de Castilla -Burgos, Palencia-, desde donde penetraron en Cantabria, haciendo de Campoo un escenario conflictivo, tierra de paso donde se produjeron abundantes escaramuzas. En otras palabras, la fachada carlista sirvió de cobijo a una serie de "marginados móviles" absorbidos por la coyuntura militar, que derivaron más adelante hacia la simple delincuencia, el bandolerismo. (1)
 
OPOSICIÓN ACTIVA AL RÉGIMEN: ALGUNOS SUCESOS CARLISTAS.
Al comienzos de los años 20 las incursiones protagonizadas por los "facciosos" en la comarca campurriana fueron especialmente activas. El 5 de Enero de 1821 la partida del "Farolero", originaria de Herrera de Pisuerga, fue apresada en el Convento de Montes Claros, incluyendo a un fraile (2). Se tiene noticia de la actuación del grupo ese mismo año por Valderredible y Reinosa. Al año siguiente, en agosto de 1822, varias partidas de facciosos dirigidas por Francisco Barrio y "Santiaguillo de Cuyás" entraron en la Hermandad de Campoo, "saldándose con algunos robos, pero nunca representó un serio problema" pese a que las batidas de las autoridades locales y las milicias de defensa no pudieron disolverlas por completo. La banda de Barrio se internó en Valderredible (se cuentan sus andanzas por San Andrés de Valdelomar) procedente del norte de Burgos. Perseguidos por la milicia de Reinosa y de Santander fueron finalmente alcanzados el 25 de octubre en Respenda de Valdáliga; del total de "veintitrés que componían la partida solo ocho se libraron, inclusos dichos cavecillas".(3)   El otoño observó el recrudecimiento de las ofensivas. Algunos movimientos respondían a estrategias militares: así, el 22 de noviembre, "cien infantes y treinta de caballería facciosos han bajado de los Aguayos al Ventorrillo de Pesquera y han tomado el Camino Real para Bárcena de Pie de Concha". Hemos de imaginar la atmósfera de violencia que todas estas acciones conllevaban. Dice Fernández Benítez que "todo parece indicarnos que las fuerzas realistas no pretendían la ocupación efectiva y permanente del territorio, sino hostigar a las fuerzas constitucionales" a la vez que logran un botín sustancial con métodos expeditivos.(4) En este sentido, una de las acciones de mayor calibre tuvo lugar el 6 de Diciembre de 1822, cuando Reinosa fue atacada por sorpresa y saqueada por una partida de unos cuatrocientos hombres dirigidos entre otros cabecillas por el Cura Merino (Jerónimo Merino y Cob, desde su base de operaciones al norte de Castilla), Antolín Salazar e Ignacio Alonso (alias) Cuevillas, antiguo guerrillero de la Guerra de la Independencia que actuaba desde el valle de Mena. La cuadrilla fue incrementándose por el camino con la incorporación de más hombres y la confiscación de caballos. Se adivina la diferenciación social entre los mandos y la tropa, alimentada por un campesinado descontento,"movilizado prioritariamente por el deterioro de sus condiciones de vida" con una "actitud de no sumarse al carlismo y enfrentarse al nuevo gobierno". Rastreando la documentación observamos que en principio se habla de ciento veinte hombres; en Renedo de Bricia se calculan ya trescientos. Uno de los que se añadieron sobre la marcha fue Fernando Luis, "pastor de ovejas residente en Villanueba La Nía", quién en el interrogatorio del juicio celebrado en Palencia menciona a dos compañeros más de Susilla, apellidados Bustamante y Peña Mantilla. Al final, en los sucesos de Reinosa había unos cuatrocientos. (5) De estos "extraordinarios acontecimientos... durante la ocupación de los facciosos" los contemporáneos sintieron un grave "estado de consternación y abandono", aunque nosotros no guardemos apenas noticia de ello. La gruesa columna se internó por Quintanilla de Rucandio y Quintanilla de Bricia, según declararon sus Justicias, con la intención de "dar un golpe" en Reinosa. El alcalde interino de Reinosa, Manuel García del Barrio, cuenta como convocó al comandante de la Milicia Nacional, Josef María Barona Alpaneque "a pesar de que los facciosos se hallaban a cinco leguas de distancia (... para que...) se distribuyere en las casas mejores situadas para proporcionar una defensa, y en las cuales hacía ya tiempo que pecnoctaban los milicianos (...). El ayuntamiento levantó la sesión a la una de la tarde y apenas habían tenido tiempo sus individuos de llegar a sus casas cuando el vigía que constantemente se mantenía en la torre de la iglesia dio dos o tres gritos de alarma y bolteó la campana, abisando que por la parte de Matamorosa, pueblo que no dista un cuarto de legua, benía un fuerte grupo de caballería a todo escape por el camino Real; una nobedad tan inesperada introdujo la confusión en el pueblo, la cual se aumentó con el toque (...) de los tambores de la milicia, y se acabó de completar con la circunstancia de que cuatro o cinco de los de caballería Nacionales que repentinamente salieron en la dirección de Matamorosa (...) se encontraron con los facciosos que venían por el camino Real, y observaron que por las praderas de ambos costados de éste destacaron dos fuertes columnas de caballería para rodear la villa; la guerrilla de los facciosos se introdujo en el pueblo, persiguiendo a los Nacionales hasta el puente, dónde habiendo buelto cara el sargento de ellos D. Josef del Hoyo, bastó para contenerlos y salbó la vida de uno de los nacionales que al vadear el río cayó de su caballo, en el cual volvió a montar. En tan apurado estado me dirigí a la plaza de la Constitución, donde encontré al capitán retirado de infantería y teniente de la Milicia Nacional D. Inocencio de Obregón, el cual había tomado la acertada providencia de hacer entrar en una casa a todos los milicianos". Más adelante señala que ordenó a un sargento y doce hombres "armar la bayoneta, y con ellos se dirijió a practicar un arriesgado reconocimiento hacia la calle del Puente, tratando de entrar en ella por una de las callejas que miran al conbento de San Francisco (...). Al pasar por la plazuela de la iglesia parroquial, desde donde se descubre de frente la cabezera del puente, advirtió que un grupo de facciosos, como de cuarenta hombres, lo estaban pasando a galope y al berle, lebantaron los sables en alto, prorrumpiendo en los gritos y amenazas". El grupo de la milicia nacional se replegó y se hicieron fuertes en la plaza, donde soportaron el primer ataque de los facciosos, con un grupo con cuatro lanceros, y después otro de la infantería, aunque "hacían fuego infructuoso a nuestra casa fuerte. (...) Las bandas, enconadas con la impotencia de sus esfuerzos, recurren al medio rastrero y bajo de incendiar las casas". Insiste el texto que "recurrieron al ardid más bárbaro e inhumano que les sugirió su deprabación, éste fue, horroriza el decirlo, hacer salir a todas las familias, sin distinción de sexos ni edades, y a sablazos las encaminaron a la plaza, para que escudados en lo que más precioso podría ser a los milicianos pudiesen sin riesgo posesionarse de ello. (...) estas infelices víctimas, poniendo sus lastimosos ayes en el Cielo, se postraron delante de la casa que ocupábamos, y por todos los medios que les sujería la humanidad, procuraban inclinarlos a que mirásemos por sus vidas amenazadas por nosotros y por los imbasores". Como se ve, un asalto en toda regla. Planteado así el conflicto, los defensores liberales negociaron la rendición y capitularon. Los asaltantes recogieron como botín "armas, municiones, fornituras y bestuarios". En el balance de víctimas por parte de los reinosanos "no hubo más desgracia que un miliciano contuso y dos honrados vecinos y padres de familia asesinados por los vándalos entre los facciosos, "nueve muertos, incluso un comandante, durante la acción, y una gran porción de heridos, de los cuales murieron cuatro". En la retirada, hacia Medina de Pomar, en medio de "copiosa lluvia y nieve", se capturaron más de veinte prisioneros. (6) Las acciones e incursiones continuaron durante la primera guerra Carlista. Algunos ejemplos: en 1836, una expedición cruzó el Ebro por los Riconchos; en noviembre de 1837, el cronista liberal Agüera Bustamante menciona que columnas carlistas dirigidas por Santiago Villalobos se hicieron con el control del camino de Reinosa y el del Escudo. Entre 1838-39 sólo se registraron actividades esporádicas de bandas en Reinosa y Enmedio. (7)
 
EL FENÓMENO DEL BANDOLERISMO.
Con el tiempo, la delincuencia rural llegó a convertirse en un problema endémico. La instalación del bandolerismo sería pues "producto de la miseria" que refleja las tensiones sociales existentes. Muestra la réplica extremadamente rebelde y heterodoxa de un sector campesinado acosado por la penuria (casi la mitad de la población subsistía como jornaleros del campo, es decir, sin tierra en propiedad), seriamente perjudicado por la desamortización, sujeto al reclutamiento militar o "quintas" (deber eludible mediante pago -solución solo apta para las clases pudientes- o emigración), entre otros males.  Esta situación se agravaría en las postguerras (de Independencia, carlistas). Se propició así la reconversión forzosa de antiguos guerrilleros en bandoleros como una de las salidas de algunos ex-combatientes, que al encontrarse a su regreso a la vida civil sin ingresos económicos, inadaptados a las nuevas circunstancias, se decantaron por el robo, el secuestro y el pillaje como forma de subsistencia.(8) Un análisis de estas bandas revela que "actuaban a la sombra de la guerra, que ofrecía una apreciable cobertura a sus delitos, a la vez que colaboraban en ocasiones con las fuerzas carlistas". Sus asaltos carecían de intención política: "no elegían a sus víctimas por sus ideas, por ser o no ser liberales, sino por ser simplemente propietarios, no importando, incluso, que éstos fueran elementos del estamento eclesiástico, personas que se encontraban entre sus víctimas favoritas".(9) La frecuencia y tamaño de algunos ataques creó un sentimiento de desprotección e inseguridad en los pueblos, reflejo de la falta de un poder político firme, que a la larga no favoreció el afianzamiento de los liberales.
 
EPISODIOS DE BANDIDAJE EN CAMPOO.
En diciembre de 1836 sabemos que "por el valle de Sedano y otros pueblos a tres o cuatro leguas de distancia de aquel bagaba una partida de facciosos compuesta por diez o doce, todos montados". Un capitán del batallón de carabineros de la Hacienda Pública, establecido en Reinosa desde el día dos, D. José Ruiz de Quevedo, salió "con cuarenta carabineros y los caballos de la compañía de cántabros". Logran coger un prisionero mientras el resto huye. Poco después es capturado uno de los bandidos más conocidos; de este modo lo cuenta El Argos: "El día cuatro a primera hora de la noche recibió el alcalde de esta villa parte confidencial de que el faccioso llamado Gregorión (que actuaba por la zona de Reinosa) se hallaba en un molino a tres leguas de aquí bastante satisfecho de su seguridad. Inmediatamente dispuso dicho alcalde con el celo y puro patriotismo que le distingue proporcionar por sí mismo y con la mayor reserva una partida de Nacionales para que saliesen a capturar a éste. Reunida ésta en número de 12, de acuerdo con el comandante de armas, salió bajo las órdenes de la guardia Nacional D. Críspulo Collantes; y después de haber andado toda la noche bajo una crudísima helada por mil charcos y lodazales, consiguió sorprender al referido Gregorión, que fue conducido el día cinco a la cárcel de esta villa. La captura de este bandido es muy interesante, pues además de los muchos escesos que ha cometido como aduanero, era uno de los espías que tenían aquí los apasionados del beato Rey (o sea, los carlistas). Dícese que será pasado por las armas luego que se le substancie la causa; yo no lo descreo, por que sólo se le ha encontrado la insubstancial cantidad de 21 cuartos, con los cuales no podrá ser muy empeñada su defensa...". Como se puede comprobar, resulta interesante no sólo el contenido sino también el tono de encendido elogio a los poderes públicos. Apunta la idea de las infiltraciones y doble juego del carlismo y el bandidaje, a la vez que nos proporciona la noticia del final legal (pena de muerte) de uno de estos bandoleros.(10) En 1837, se conocen las andanzas de Lorenzo a través de Valderredible. Años más tarde, el 9 de abril de 1841, otros ladrones asaltan Villaescusa de Solaloma. Según el periódico El Vigilante Cántabro: "como a las ocho de la noche sorprendió una gavilla de ladrones el pueblo de Villaescusa, distante tres cuartos de legua de esta villa; cogieron a la mayor parte de los vecinos en la Iglesia y los encerraron en la sacristía sacando al cura y a un particular llamado D. Enrique García del Barrio, a quienes robaron dinero, alhajas de plata y otras prendas después de haberles maltratado, particularmente al cura y a la esposa de D. Enrique, que se hallaba bastante enferma. Unos seis o siete fueron los que entraron en el pueblo y otros se quedaron en sus alrededores; nadie ha podido decir con certeza el número de ellos aunque la voz general es que son dieciocho, todos muy bien armados". Aprovecha la ocasión el cronista para denunciar el clima de inseguridad existente: "Hay general recelo de que estos atentados se repitan si no se toman otras disposiciones que las de emborronar papel con circulares, la mayor parte de ellas impracticables en su ejecución y despreciables porque llevan consigo el sello de inadvertencia como otras muchas disposiciones que tienen el mismo resultado." (11)

 

CONCLUSIONES.
Desde 1820 y durante la primera guerra carlista, la posición geográfica de Campoo favoreció la existencia en nuestra comarca de frecuente trasiego y enfrentamientos entre los partidarios del liberalismo y sus opositores, en acciones dirigidas en las regiones limítrofes. El ayuntamiento de Reinosa permaneció fiel al régimen liberal instaurado; la Milicia Nacional y los Voluntarios defendieron el orden público frente a las "bandas de facciosos", entendido el término como cualquier oposición al poder liberal. Las guerras sirvieron para tapar y absorber desajustes socieconómicos, que en parte desembocaron en el posterior auge del bandolerismo. Éste era un comportamiento alternativo y marginal, al que optó un grupo deprimido (hombres solteros, campesinado pobre), sin que presentara implicaciones ideológicas.
Las repetidas incursiones de estos malhechores denotaban el vacío de poder y falta de control efectivo del territorio.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES.
- BIBLIOTECA MENÉNDEZ PELAYO. FONDOS MODERNOS. (BMP.FM.) Manuscritos (Ms.) 394, 395. "Papeles varios referentes a sucesos ocurridos entre los facciosos y los milicianos nacionales de Santander y su provincia en los años 1822 y 23". Colección E. de la Pedraja. - FERNÁNDEZ BENÍTEZ, Vicente. "La primera guerra carlista en Cantabria", pp. 32-38, en Historia 16. nº 138. Madrid: Octubre, 1987 - FERNÁNDEZ BENÍTEZ, Vicente.(1988). Carlismo y rebeldía campesina. Torrelavega: Ayuntamiento; Madrid: Siglo XXI. - HERRERA ALONSO, Emilio. "Vida militar del lebaniego don Antonio Díez de Mogrovejo y Gómez, teniente general carlista", pp. 197-244. en Altamira, Vol. I. Santander: Institución Cultural de Cantabria, 1978. - "El Argos de Santander", Nº 20, 9 de Diciembre de 1836.
- "El Vigilante Cántabro", Nº 18, 15 de Abril de 1841.

NOTAS.
(1) FERNÁNDEZ BENÍTEZ, V.,(1988) pp. 1-2; Historia 16, pp. 38, citando a Hobsbawm.
(2)
RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, A. (1979) en su libro Los Carabeos. Historia, economía y sociedad en un concejo rural de la merindad de Campoo apunta dos párrocos que fueron a la cárcel de Reinosa por carlistas. FERNÁNDEZ BENÍTEZ, V.,(1988) pp. 6.
(3)
BMP.FM.Ms. 394, pp. 35. Conservamos en la trascripción los errores ortográficos originales. El presbítero Francisco Barrio se había levantado en Burgos en el verano de 1820.
(4)
BMP.FM.Ms. 395, pp.90. FERNÁNDEZ BENÍTEZ, V.,(1988) pp. 14.
(5)
BMP.FM.Ms. 395, pp. 92; Ms. 394, pp. 42.
(6)
BMP. Fondos Modernos, Ms. 394, p.36. Recogen documentos que detallan el asalto a Reinosa con gran detalle y un cierto aire épico. Constituyen una crónica de los hechos narrada por los defensores liberales para solicitar los correspondientes certificados en que conste su participación en los hechos. Es la tónica general de las fuentes, en su mayoría documentación oficial y legal. Una legua equivale a 5.572 m.
(7)
FERNÁNDEZ BENÍTEZ, V. (1988), pp.24, 51.
(8)
Conviven en diferentes zonas una mezcla de actividades delictivas que constituían un "modus vivendi", como el contrabando. FERNÁNDEZ BENÍTEZ, V. (1988), pp. 163.
(9)
Op. Cit., pp. 163.
(10)
El Argos de Santander. Nº 20, 9 de Diciembre de 1836. pp.3-4.
(11) El Vigilante Cántabro. nº 18, 15 de Abril de 1841. pp.3-4.