El Marquesado de San Miguel de Aguayo y su obra indiana

Manuel García Alonso

   
En un artículo anterior en esta misma publica­ción (GARCÍA ALONSO 1999) ya pusimos de manifiesto que la villa de San Miguel de Aguayo y su barrio de Santa Olalla fue durante la Edad Moderna un señorío jurisdiccional, concreta­mente un marquesado. Ahora volvemos sobre esta cuestión porque aún es menos conocido el papel protagonista que los marqueses con ese título tu­vieron en el Nuevo Mundo, concretamente en la conquista y colonización del enorme territorio de frontera entre la Sierra Madre Oriental y el Seno Mexicano, por entonces los confines del imperio hispánico.

Vinculación del título a la villa de San Miguel de Aguayo

    A partir de la baja Edad Media el poderío de los se­ñores locales en estas tierras del pequeño valle de Aguayo fue en aumento, siendo ya indiscutible en el siglo XIV el dominio de algunos linajes en las tres aldeas que lo conforman (GARCÍA ALONSO 2001). En la mayoría de las ocasiones se instituyen mayorazgos conforme los señores adquieren el su­ficiente nivel económico -tierras y dineros- y la precisa influencia en la corte. Así don Hernando de los Ríos, vecino de Paracuelles de Campoo, en 1486 consigue la formación de un gran mayorazgo con numerosos bienes en casas y tierras de la merindad, entre las que se encontraban las rentas de la iglesia de San Miguel, y debió hacer levantar, él o su hijo mayor Don Juan, la casa-torre del barrio de La Bárcena en que se halla su escudo de armas.
 
    Ya durante la Edad Moderna y el Antiguo Régi­men son los grandes propietarios de tierras, con o sin mayorazgos, quienes enseñorean los barrios y las villas. La mayor parte de los campesinos llevan tierras o ganados suyos en renta o, más habitualmente, en aparecería. Al tiempo que dominan los Obregón en Santa María del Valle, en San Miguel de Aguayo descuella la familia de La Llana, con casa solar en el lugar de ese nombre en el barrio de La Bárcena. En 1663 Don Martín de la Llana Terán es abad de la Cofradía de Nuestra Señora de las Nieves y en 1670 ya es cura beneficiado en la parroquial, en donde funda la Capilla de la Concepción en 1680. Y será él el que adquiera el señorío de la villa al rey en 1668 por más de un cuento de maravedís. Se dividió así el valle en dos jurisdicciones de seño­río, una a favor de los Obregón, la villa de Santa María del Valle, y otra a favor del linaje de los De la Llana, la villa de San Miguel de Aguayo con sus barrios de Somavía, La Bárcena y Santa Olalla.
 
    En el año 1682 se reúne el Concejo de la villa, con el Alcalde y Juez don Diego de Obregón a la cabeza, como dueños del "Señorío Basallaje y Juris­dicción civil y criminal" que había sido adquirido al realengo tras un litigio con Don Martín de la Llana. Este lo había comprado en una de tantas crisis eco­nómicas de la Real Hacienda y el Concejo pleiteó por el derecho de tanteo. En 1670, finalmente, tomó la villa posesión del señorío previo pago de precio y costas, para lo cual hubo de endeudarse con dos censos tomados a Don Juan de la Llana y a don Lope de Terán precisamente. Ante la imposibilidad de pagar la deuda el Concejo, "principalmente con las calamidades que se experimentan en los tiempos presentes", decide entonces su venta. En 1685 el señorío, con permiso del monarca y su Consejo, es adquirido por Don Agustín de Echeverz y Subiza, Caballero de Santiago, natural del reino de Navarra y primer Marqués de San Miguel de Aguayo.
 
    Este personaje era por entonces Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de León, en el norte de México. De hecho este personaje y sus des­cendientes jamás tomaron personalmente posesión de la jurisdicción de la villa ni tampoco ejercieron las prerrogativas que tenían en las vistas porque no hay constancia de las mismas. La vinculación de los marqueses con su villa, como se puede suponer, fue siempre lejana.
 
    Conocemos y hemos publicado el documento íntegro de compraventa del señorío y título (GAR­CÍA ALONSO 2001). En él se recogen sendos pode­res para representar y gestionar la transacción, uno del concejo y representantes de la villa y otra del caballero indiano don Agustín de Echeverz. En el poder del concejo se dice que "juntos de un acuerdo de mancomún avoz de uno, y cada uno insolidun con renunciación de Leyes de la mancomunidad, y demás del caso otorgamos y decimos que por quanto el dicho Concejo y vecinos de esta dicha villa y Barrio nos hallamos y somos Dueños de dicho Señorío Basallaje, y Jurisdicción civil y crimi­nal alta y vaja mero misto Ymperío de esta dicha Villa, y Barrio sus términos y Jurisdicción por tan­teo que de ella hicimos enla Compra que de dicho Señorío y vasallaje havia fecho a S. M. el Licen­ciado Don Martín déla Llana Theran Párroco; Cura, que fue de esta dicha Villa ya difunto sobre cuio tanteo litigamos pleito ante los Señores del Real y Supremo Consejo de Castilla y por Real ejecutoría que en el ganamos senos adjudico el tanteo dedicho Señorío vasallaje, y demás pertenencias de dicha Villa y Varrío su termino, y Jurisdicción, y senos dio la posesion actual enque hemos estado, y esta­mos según y en la forma y con las mismas calidades y prerrogatibas quese havia vendido al dicho Don Martín de la Llana y en el mismo precio y paga y desmpeño se tomaron a censo por este dicho Concejo las cantidades de maravedís que importo el precio principal y gastos de dicho pleito de tanteo, con cuia carga nos hallamos oprimidos e imposibi­litados de poder soportar y pagar sus réditos con los quales no solo sevan consumiendo los vienes comunes sino estambien los de dicho concejo y ve­cinos particulares dedicha Villa y varrio, principal­mente con las calamidades que se experimentan en los tiempos presentes por cuios motivos nos es ya todo el Concejo común pobres viudas y huérfanas de notoria y concocida utilidad el vender dicho Se­ñorío y demás derechos que por razón deel nos tocan para ponerlo en ejecución otorgamos, y cono­cemos por esta presente carta que damos todo nues­tro poder cumplido tan bastantemente como de de­recho se requiere y es necesario y mas pueda y deva valer asu merced dicho Señor Don Diego de Obre­gón Castañeda Alcalde y Juez ordinario deesta dicha Villa y a el Licenciado Don Juan de Obregón Castañeda Cura y Benefíciado en ella y a Josef de Mantilla délos Ríos vecino de esta dicha villa no obstante que los dichos Señores Don Diego de Obre­gón, y Josef Mantilla sean otorgantes y del Licen­ciado Don Tomas del Corral abogado de los Reales Consejos y residente en lavilla de Reynos".
 
    Luego se produjo la sustitución de don Juan de Obregón por el vecino de Reinosa don Pedro Gon­zález Rubín para las negociaciones en la corte. Por la otra parte se dio poder a "Don Justiniano Justiniani mi hermano vecino déla Villa de Madrid y su experiencia, certificado demi derecho por el pre­sente y su tenor en la mejor forma que hacerlo puedo y devo".
 
    Con dichos poderes se llevó adelante la nego­ciación de compraventa, incluyendo la deuda con­traída por el concejo con don Martín de la Llana, que incluye la Real Cédula que, como resultado re­conocido por el rey, se precisaba en estos casos. Así: "eldicho Joséf de Mantilla délos Ríos en nombre déla dicha Villa deSan Miguel de Aguayo y Varrio deSanta Olalla y el dicho Señor Don Justiniano Justiniani en nombre de dicho Señor Don Agustín de Echeverz y Subiza Marques de San Miguel de Aguayo sean convenido y conceñado y por la pre­sente se convienen y conciertan enesta manera que eldicho Josef Mantilla délos Ríos en nombre dela dicha Villa de San Miguel Miguel de Aguaio y va­rrio deSanta Olalla usando déla dicha facultad Real y poder vende y da en venta Real por juro de here­dad para ahora y para siempre jamas al dicho Señor Don Agustín de Echeverz y Subiza Marqués de San Miguel de Aguaio para suesposa y sus herederos y subcesores y quien en qualquier manera subcediere ensu derecho la dicha Jurisdicción Señorío y vasallage deladicha Villa deSan Miguel de Aguaio y va­rrio deSanta olalla conlos vasallos que al presente tiene y con los demás que adelante tubiere y se acrecentaren endicha villa y varrio y sus términos con Jurisdicción civil y criminal altay vaja mero mixto imperio penas de Camara, y desangre calum­nias mostrencos y escrivanias si fueren anejas ala dicha Jurisdicción y contodas las demás rentas Ju­risdiccionales al Señorío y vasallaje anejas y pertenecientes en qualquier manera desde la oja del monte hasta la Piedra del Rio y desde la Piedra del Rio hasta la oja del monte". La venta de la villa y ju­risdicción se hizo "por precio y quantia deocho mil quinientos ducados de vellón quevalen tres cuentos ciento y setenta y nueve mil maravedís" Lo que se hizo y firmó a 7 de noviembre de 1682.
 
    El nuevo señor de la villa tendrá a partir de en­tonces el poder de nombrar Alcalde Mayor que ejerza justicia civil y criminal, el cual tendrá asiento preferente en el ayuntamiento y concejo, sin que se pueda proceder en su ausencia; tendrá también el señor poder de cobrar las penas y las rentas juris­diccionales, nombrar juez de residencia cada tres años, tener silla y sitial preferente en la iglesia pa­rroquial de San Miguel, delante del altar mayor, re­cibir el saludo y la paz de los cargos y vecinos del concejo, así como las visitas de pascuas si estuviera presente, colocar sus armas en la Casa del Concejo, así como gozar de los pastos y aprovechamientos de sus términos propios y concejiles con sus ganados.
 

Procedencia y encumbramiento del linaje Echeverz

    Se trata de un linaje procedente del antiguo reino de Navarra. Pero la vida de los miembros del mismo se mantuvo a caballo entre España y México, a donde les llevaba alternativamente la necesidad de atender sus asuntos profesionales, económicos y familiares.
 
    Su casa principal, un verdadero palacio barroco que aún se conserva, se la hace construir don Agus­tín en Pamplona en 1698 y la obra no se rematará, con su fachada principal, hasta 1709, con la inter­vención de su hija. Estos Echeverz son originarios de Barrioplano, en Ansoain, localidad de la Merindad de Pamplona, aunque don Agustín nacerá y será bautizado en Asiain en 1646.
   
    Don Agustín de Echeverz es un notorio ejemplo de la nobleza de servicios a la corona que se enri­quece como hombre de negocios y hacendado y, como remate necesario, consigue un título señorial. No debemos olvidar que un título de nobleza y se­ñorío representaba entonces la culminación de la carrera de todo hombre de empresa de su tiempo en Castilla. Y él decide pasar a Indias, a territorio me­jicano, precisamente para hacer carrera.
 
Pero su capital y riquezas provienen, en un principio, de la familia de su mujer. Nos cuenta Alessio Robles (1938) que don Francisco de Urdiñola era natural del valle de Oyarzun (Guipúzcoa), soldado y hombre emprendedor de la frontera, había sido el fundador de San Esteban de Nueva Tlaxcala, contiguo a Santiago del Saltillo e inme­diato a Mazapil, al tiempo que gobernador de Nueva Vizcaya. Una de sus hijas, doña Isabel de Urdiñola, se casó con don Luís de Alcega teniente de gobernador de Nueva Galicia. Dejó extensas hacien­das, la de San Francisco de los Patos y la del Rosa­rio de las Parras, ambas contiguas, la de San Gre­gorio de Bonanza, al norte de Mazapil, y la de Santa Elena en Sombrerete. Este enorme latifundio, como otros, se fue extendiendo y consolidando a costa de los naturales a los que tomó pastos y aguas para sus reses, alcanzando pronto desde Mazapil en el sur hasta Monclova en el norte. De esta casa y linaje era doña Francisca de Valdés Alcega y Urdiñola, he­redera por tanto de todas estas haciendas como bis­nieta de don Francisco, por tanto una "ricahembra" que se casó, ya en segundas nupcias, precisamente con nuestro don Agustín de Echeverz y Subiza, el que será el primer marqués de San Miguel de Aguayo. Por entonces era protector de los indios tlaxcaltecos y huachichiles en San Esteban de Nueva Tlaxcala (Saltillo) y Capitán de Guerra de la fortaleza de Mazapil, un cargo acorde con su cali­dad de procedencia, la pequeña nobleza.
 
    El matrimonio con doña Francisca le dio pues capitales y renombre y le condujo a acrecentar sus ambiciones. Le impulsó, por una parte, a conseguir en España un título acorde con su nueva situación y, por otra, a empresas mayores en las haciendas de su esposa, en plena frontera de colonización, al norte del virreinato de la Nueva España.
 
    Con su encumbramiento pues marchó a España, donde consiguió el mayorazgo y el título de nobleza que deseaba. Le daba igual cual fuese puesto que no tenía intención de administrarlo personalmente, y al final lo consigue, como dice Ortega y Pérez Ga­llardo (1910) "en Castilla la Vieja, Montañas de Bur­gos"1, en San Miguel de Aguayo. Es entonces cuando consigue también hacerse ordenar como ca­ballero de Santiago.
 
    Regresó entonces a México, ahora ya como go­bernador del Nuevo Reino de León y Teniente Ge­neral de la frontera de Nueva España, e impulsó las expediciones de Alonso de León para expulsar a los franceses de la costa de Texas. Pero la base de su ri­queza y empresas estaba en las haciendas, que eran sobre todo ganaderas, con pequeñas porciones de­dicadas a la agricultura y cultivadas con peones o arrendadas a campesinos. No se trataba propia­mente de un encomendero, puesto que no había in­dios sedentarios, pero se practicaba la captura de indios nómadas en aquellas zonas áridas para obli­garlos a trabajar en las haciendas.
 

La obra indiana del título originario (1682-1836)

    La historia de los actuales estados mejicanos de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila y del estado de Texas, del norte del virreinato de Nueva España en general (lo que fueron Nueva Vizcaya, Nueva Gali­cia y Nuevo León), está muy ligada con este mar­quesado y con sus detentadores en los siglos XVII y XVIII. Como se ha señalado, todos los ricos y no­bles hacendados de este periodo, los Echeverz se­ñaladamente, basaban su poder, su patrimonio y sus empresas en el latifundio y los servicios a la corona española. Concretamente consolidaron y acrecen­taron el mayor latifundio de que se tiene noticia en México. Su aportación más notable fue la coloniza­ción y consolidación de la frontera norte de la Nueva España, identificando unos límites que ya no serán rebasados por la corona española y que luego, tras la pérdida de la colonia, formarán parte del nuevo estado mejicano, república o imperio. Aquí este linaje, y otros, consolidaron un modelo de ocu­pación basado en los colonos, los presidios milita­res, la reducción de indios nómadas y las misiones, con escasa presencia demográfica, sobre todo de naturales de la península. Por tanto una auténtica tierra de frontera en la que, con valentía y sin de­masiados escrúpulos, se podía hacer fortuna. Pero también se preocuparon los marqueses de introducir y extender los sistemas agrarios europeos, como el regadío y la trilogía de cultivos mediterránea (trigo, vid y olivo), en una tierra sin tradición agraria; con el consiguiente incremento de los rendimientos de las tierras en que cifraban sus rentas y beneficios principales. Pero vamos a seguir sus actividades a lo largo del tiempo.
 
    Conocemos que el núcleo edificado de su mejor y mayor hacienda, la de los Patos (hoy General Ce­peda), tenía forma rectangular y se rodeaba de una pared aspillada para su mejor defensa de los indios e impedir la huida de los peones indígenas. Este sis­tema de reducción de indios seguiría haciendo la ri­queza de los marqueses durante mucho tiempo. En 1713 la marquesa ganó una provisión de la Real Audiencia de Guadalajara que le permitía matar a lanzadas a los ganados que penetrasen en sus ha­ciendas, ya que los vecinos de las colonias y misio­nes estaban muy constreñidos en sus ejidos, preci­samente por estar rodeados de las posesiones de los marqueses. El padre Morfi nos dice en su "Viaje de Indios" (1967) que "la hacienda de Arriba con todo el inmenso terreno, con pocas interpolaciones hasta el Rio Grande del Norte (es) del Marqués de San Miguel de Aguayo, quien en sola la mediación de Pa­rras al Saltillo, posee una extensión de treinta le­guas de largo y desde cuatro hasta cinco de ancho". El amojonamiento de estas propiedades fue dirigido, en 1714, por don Fernando Pérez de Almazán, Ca­pitán General de Texas, quien les asignó de manera aproximada unas dimensiones menores a las reales, siendo apoderado del marqués y administrador de estas haciendas don José Codillos y Rabal. Ambos habían acompañado al segundo marqués de San Miguel de Aguayo en su expedición tejana.
 
     Sigue informando Alessio Robles (1938) que el pueblo de San Francisco de Coahuila fue fundado por colonos indígenas llevados allí desde San Este­ban de Nueva Tlaxcala y, a muy corta distancia, se fundó la misión de San Miguel de Luna en 1675. Don Agustín Echeverz, ya como primer marqués, aumentó esta población con indios tlaxcaltecas y lo denominó San Miguel de Nueva Tlaxcala; y por fin Alonso de León, que sustituyó a D. Agustín como Gobernador del Reino de Nuevo León, le cam­bió el nombre por el de San Miguel de Aguayo en su honor. Eran inicialmente 246 tlaxcaltecos y es de destacar que este proceso colonizador inicial, a falta de contingentes suficientes de colonos españo­les, se hizo principalmente con estos indios que ha­bían sido aliados de los españoles en la conquista, y ahora desplazados con este fin al lejano norte. Esta fundación se trata del actual San Miguel de Bustamante (Nuevo León, México).
 
    Don Diego de Villarreal dio fe del acto de fun­dación, pero los tlaxcaltecas guardaron las distan­cias pues deseaban hacer suyas las tierras que el po­deroso marqués les había autorizado disponer como propias. Para lograr la propiedad y el control de la colonia los tlaxcaltecas adujeron que ayudarían a evangelizar a los nómadas alazapas con apoyo de los frailes franciscanos que establecieron una mi­sión en las cercanías, la de Nuestra Señora de los Dolores. Los frailes tenían además el objetivo de proteger y librar a los indios de los encomenderos y hacendados. Estas fundaciones permitieron asen­tar en bases firmes la penetración española al norte del Río Grande.
 
    Don Agustín de Echeverz había comprado la gubernatura de Nuevo Reino de León en 1684, aprobando el 8 de Junio de 1686 la fundación de la colonia, la cual se amplió y creció con el nuevo ba­rrio de San Antonio. Este estuvo primero poblado con indios alazapas sedentarizados y, a partir del siglo XVIII, con gentes foráneas que, tras la inde­pendencia pasó a dar origen a otra fundación, la de Valenzuela, así llamada hasta 1851, luego Llanos y Valdés entre 1851 y 1864, para integrarse de nuevo en San Miguel de Bustamante, como se había re­bautizado San Miguel de Aguayo en 1832.
 
    El citado Morfi (1967) nos dice que en el lugar de Parras el marqués poseía dos casas, la propia y la del administrador, en tono a una plaza, separadas del pueblo por una zanja, con capilla y una huerta con olivos, emparrados y nogales. Según lo que le informó el administrador se cosechaban doce mil canastos de uva, cinco mil cargas de maíz, setecien­tas de trigo y ciento cincuenta fanegas de frijoles. En su libro Los Palacios Nobiliarios de la Nueva Es­paña Luis Ortiz Macedo (1994), afirma que los Aguayo en sus vastas posesiones norteñas intro­dujeron el cultivo de la vid, para lo cual importaron de España varias especies y técnicas para garantizar la fabricación del vino, así como novedosos sistemas de irrigación controlada.
 
    En 1714 desempeñó el cargo de gobernador de Coahuila el hermano de don Agustín, don Pedro de Echeverz y Subiza, que era propietario de la Mesa de Cartujanos, cerca de San Bernardino de la Can­dela, aunque fue asesinado en ese mismo año. Tam­bién en ese año se iniciaron las diligencias para otorgar los títulos de aguas, muy importante, y tie­rras, así como sus deslindes y extensión, que acaba­ron con la expedición del título correspondiente a favor del marquesado en 1717 (139 caballerías de tierra, 33 sitios de ganado mayor y menor, 5 ejidos de molino, 5 suertes de huerta, con todas las aguas). Pero puede decirse que las tierras comprendidas entre los deslindado eran casi veinte veces más ex­tensas. Posiblemente por las mismas fechas le serían otorgados por merced 28 sitios más de ganado mayor.
 
    Pero todo ello no se hizo sin resistencia de los naturales. La rebelión de los indios apaches Tripas Blancas había comenzado en 1713 y el segundo marqués, don José de Azlor cooperó en la campaña militar para reducirlos.
 
    En 1719 se declaró la guerra contra Francia que se extendió a la frontera tejana. Los franceses se adueñaron entonces de las misiones y presidios más orientales del Seno Mexicano, abandonada por re­ligiosos y soldados. Don José de Azlor, que se había casado con la heredera del marquesado y así dis­puso de su patrimonio y bienes, se ofreció también a acudir al rescate de aquellas tierras para el rey de España y recibió el encargo junto con el nombra­miento de gobernador de Texas y Coahuila en el mismo año. Reclutó una fuerza importante en Sal­tillo, Celaya, Zacatecas, San Luís Potosí y Aguascalientes, en total unos seiscientos soldados, cuatro mil caballos, novecientas ovejas y seiscientas mulas cargadas de equipo, armas, pólvora y seis cañones.
 
    La expedición se preparó en 1720 en Monclova y Saltillo (BUCKLEY 1911 y JACKETT 1945). Mientras, el virrey aprobó la autorización para fundar las misiones de San José y San Miguel de Aguayo. Dividió el marqués la fuerza en ocho compañías de infantería y un batallón de caballería, y adelantó a su lugarteniente Pérez de Almazán con la fuerza expedicionaria. La marcha fue lenta, cruzaron el Río Bravo en balsas el 20 de Diciembre. Envió al capi­tán Domingo Ramón a tomar posesión de la Bahía del Espíritu Santo y el grueso siguió hacia Béjar a donde llegó el 4 de Abril de 1721, el mismo día que don Domingo tomó de nuevo posesión de la Bahía del Espíritu Santo, desde donde se avituallaría la columna principal. Siguió a partir de Mayo el mar­qués el viejo Camino Real de Texas encontrando va­rias partidas de indios tejas y conociendo noticias inquietantes de los franceses. Al oeste del río Natchez recibió un mensaje de Saint Denis para parla­mentar sobre su misión en Texas. Se reunieron y Azlor aceptó guardar una tregua y el francés se comprometió a no estorbar la reocupación española de sus misiones y presidios anteriores. Saint Denis con sus tropas se retiró luego a Natchitoches.
 
    El 3 de Agosto de 1721 se volvió a establecer la misión de San Francisco de los Texas y el día 8 la de Purísima Concepción. Azlor fundó seguidamente el pueblo de San Francisco de Valero. Siguió ocu­pándose de fundaciones y repoblaciones y como primer resultado de su acción se refunda bajo su patronazgo una de las misiones con el nombre de San José y San Miguel de Aguayo, antes conocida como San José de los Nazonis. También fundó las de Nuestra Señora de los Dolores con un fuerte cua­drado y bastiones, Nuestra Señora de Guadalupe de Nacogdoches, Nuestra Señora de los Ais, San Mi­guel de los Adaes y Nuestra Señora del Pilar, presi­dio finalizado el 1 de Noviembre. Y emprendió el regreso a Béjar el 17 de Noviembre de ese año. Debido a las inclemencias del tiempo, lluvias y nieves, aunque la empresa fue bastante incruenta, se hizo con grandes pérdidas de equipos y bastimentos. De regreso se trazaron las líneas del futuro fuerte de Nuestra Señora de Loreto en Bahía del Espíritu Santo del cual fue nombrado comandante Domingo Ramón. Regresando a Béjar y Monclova licenció a sus hombres el 31 de Mayo de 1722.
 
    Esta fue la célebre campaña tejana de D. José de Azlor. Como resultado dejó diez misiones, cuatro presidios, doscientos sesenta y ocho soldados y, con ello, asegurará de nuevo el dominio español en Texas. El marqués de Aguayo a partir de entonces solicitó el envío de doscientas familias españolas de Galicia, Canarias y La Habana y de otras tantas fa­milias de indios tlaxcaltecas para colonizar Texas. La mayoría de los colonos llegaron finalmente de Canarias y se enviaron a la villa de Saltillo.
 
    La visita a los presidios realizada por el coronel don Pedro de Rivera, en su inspección realizada entre 1724 y 1727, hizo una descripción desconso­ladora de las condiciones que prevalecían entonces en Texas, pues a muchos soldados se les empleaba como mayordomos o capataces de las explotaciones de los latifundistas y las misiones, redujo las guar­niciones de algunos de los presidios y recomendó la supresión de aquellos que estaban situados en las cercanías de las misiones a cargo de los misioneros de Santa Cruz de Querétaro. Con ello se deshizo parte de la obra colonizadora del marqués de Aguayo.
 
    Con los éxitos expedicionarios se acrecentaron sus posesiones por concesión. En 1731 se concedía nuevo título de propiedad al marqués sobre 115 si­tios y un cuarto de ganado menor. En 1740 nueva adjudicación de 101 sitios de ganado mayor. En 1744 se hizo merced al marquesado de 98 sitios y tres cuartos de ganado mayor en la región norteña de Cuatro Ciénagas (Nuestra Señora de los Dolores y San Juan de Cuatro Ciénagas). En estas tierras, pronto abandonadas y despobladas por el marqués a causa de los continuos ataques de los apaches, el gobernador Cordero y Bustamante dispuso la erec­ción de una villa de nueva fundación en el lugar. En 1760 el marqués adquirió en la región de La La­guna 27 sitios y tres cuartos de ganado mayor. Todas las tierras de su propiedad en este lugar se calcularon en 226 y medio sitios de ganado mayor, pero en el plano de San Lorenzo de la Laguna, re­alizado tiempo después, se midieron 299 sitios y 747 milésimos.
 
    A partir de 1750 los beneficios de todas estas grandes haciendas declinaron hasta su completa bancarrota y las propiedades hubieron de hipote­carse. En un plano de 1828 se señalan incluidos en el enorme latifundio 66 poblados y 9.185 habitan­tes. En 1834 el gobierno de Coahuila y Texas de­cretó la venta de los bienes y en 1844 la mayor parte fueron para el licenciado D. Carlos Sánchez Navarro. Aquí acabaron sus propiedades de tierras en el norte del territorio, aunque conservará algu­nas sobre todo en Ciudad de México.
 
    Pero es que el nombre de San Miguel de Aguayo estaba también, por otra parte, presente en el norte mejicano. En su artículo Marchena (1996) nos dice, aunque no cita sus fuentes expresamente, que don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, natural de Reinosa y virrey de Nueva España desde 1746, se había casado con la andaluza doña Antonia Ceferina Pacheco de Padilla, procedente de un linaje de Aguayo. En su honor se bautizó con ese nombre una de las fundaciones coloniales en el norte meji­cano, la actual Ciudad Victoria y capital del estado mejicano de Tamaulipas. Este virrey apoyó la obra colonizadora de don José de Escandón, conde de la Sierra Gorda, en el Nuevo Santander, en el corazón del citado Seno Mexicano, lo que incluye alguna expedición a Texas en 1747. Según otras informa­ciones, como la de Canales (1985 y 1990), el 6 de Octubre de 1750 es precisamente don José Escan­dón quien funda la villa de Aguayo, a la que nos hemos referido, y le puso este nombre como home­naje a su protector.
 
    Y así llegamos al momento de la independencia de la colonia, y vemos que en el Acta de Indepen­dencia del Imperio Mexicano (28 de Septiembre de 1821), entre los 38 individuos que don Agustín Itúrbide nombró para elegir la Junta Provisional Gu­bernativa y que firmaron tal acta figura don José María Echevers (sic) Valdivieso Vidal de Lorca, mar­qués de San Miguel de Aguayo y Santa Olaya (sic).
 
     Es en esta última etapa cuando los marqueses adquieren propiedades en la propia capital y se hacen construir su casa-palacio de Ciudad de Mé­xico, extendiéndose aquí sus propiedades por lo que hoy es la Ciudad Universitaria en el sur de la ciu­dad. Capitalina de los marqueses de Aguayo es hoy la Casa Talavera, en el lugar donde corría el canal que venía desde Chalco, en una zona que en esos primeros momentos era el arrabal, denominado en­tonces despectivamente como "barrios de indios". Fue en el siglo XVIII cuando los marqueses de Aguayo rehicieron su primitiva casa para construir la gran casa-palacio que ha llegado hasta hoy. En sus tiempos de gloria, la edificación fue visitada va­rias veces por los mismos virreyes y su séquito cor­tesano. Pero vinieron tiempos difíciles y, a medida en que se fue agotando el dinero de su estirpe los Aguayo fueron habilitando espacios dentro del pa­lacio de Ciudad de México para servir como casa de alquiler y taller de los más diversos oficios. Charles J. Harris, en su libro sobre las haciendas de Sánchez Navarro (1975), nos dice que al princi­pio de la Guerra de Independencia mejicana (1820-1821), don Pedro Ignacio de Valdivielso y Azlor, cuarto Marqués de Aguayo, murió y su extenso la­tifundio lo heredó su hijo el citado don José María Valdivielso y Vidal Lorca, quinto Marqués de Aguayo, y que estaba económicamente quebrada debido a cuantiosas deudas. Su principal acreedor era don Francisco Manuel Sánchez de Tagle, otra familia procedente de Santillana del Mar. Con la in­fluencia de dicho señor, el Congreso de México aprobó una ley por la que se reconocía la abolición de los mayorazgos en México, aplicando la ley es­pañola de 1820. Entonces los acreedores confisca­ron la propiedad del marquesado (más de 16 millo­nes de acres, como dos terceras partes de todo Portugal). Le dieron al marqués 350.000 pesos y éste se retiró a la capital del país, donde falleció en 1836. El título y el mayorazgo dejaron de existir al tiempo con la enajenación de la propiedad, primero a una compañía inglesa y luego a Carlos Sánchez Navarro, quien lo perdió todo en la Guerra de Inter­vención Francesa de 1862-1867.
 

El título rehabilitado (1884-1969)

    Tras un largo tiempo en que el título está vacante, va a ser rehabilitado en el año 1884. Se inicia así un nuevo periodo del marquesado que conduce hasta momentos contemporáneos y que se caracteriza por consolidar un linaje basado ahora ya en los nego­cios coloniales, con dos bases de actuación, las plantaciones de productos tropicales en Cuba y las inversiones industriales y financieras. Es decir, en esta fase el título será ornato para una familia de la alta burguesía capitalista y neocolonial, puesto que era un elemento de prestigio en los círculos próxi­mos a la corte alfonsina española del periodo de la Restauración.
 
    Así, el nuevo Marqués de San Miguel de Aguayo, el sexto marqués, don Luis Diez de Ulzurrun y López de Cerain era propietario, según consta documentalmente, de la hacienda azucarera Arco Iris del Partido de Bolondrón, provincia de Matan­zas (Cuba) con 244 esclavos en 1887. Por tanto fue gran hacendado en Cuba (RUIZ DE AZÚA 1992) y compró el vacante título de marqués por 16.000 re­ales. Por tanto el título le ayudó a hacer carrera po­lítica (GARCÍA. SANZ MARCOTEGUI 1992). Había participado como candidato liberal independiente en varias elecciones del Sexenio en Navarra, siem­pre enfrentado a candidatos carlistas en Estella y Olza. Fue, finalmente elegido diputado a Cortes por la circunscripción de Pamplona en 1881 y finalmente, cuando se hizo con el derecho al título, se­nador por la provincia de Navarra de las Cortes Es­pañolas entre 1884 y 1886. En 1891 fue elegido di­putado a Cortes por Colón (Matanzas, Cuba). Su hermano Miguel Diez de Ulzurrun era militar y había tomado parte en la sublevación de Santoña y en la Revolución de Santander en 1868, por lo que fue nombrado Gobernador Civil de Santander y en 1883 fue diputado a Cortes por Pamplona.
 
    Esta familia formó parte de los círculos alfonsinos, sobre todo de la corte veraniega de San Se­bastián. En la localidad guipuzcoana de Zarauz tenía don Francisco Javier Azlor de Aragón e Idiáquez, marqués de Narros y Grande de España, un palacete en donde estuvo hospedada la reina Isabel II y el rey Alfonso XII en alguna ocasión. Y, en la misma localidad el marqués de San Miguel de Aguayo, entonces don Eduardo Diez de Ulzurrun y Alonso, era propietario del Hostal Duque y donde, según se cuenta, durante la guerra ondeaba la ban­dera cubana.
 
    En 1918, después de regresar de España a Cuba el sexto marqués, don Eduardo, ejecutivo de la Ma­natí Sugar Company y propietario de la hacienda azucarera Manatí en la provincia de Oriente (Cuba), la más extensa de la isla, había puesto en marcha su idea de un coche de ferrocarril privado que contara con todas las comodidades para su uso como casa rodante que permitiese la visita y control de sus seis centrales azucareras. El vagón se realizó en New Cork (EE. UU.) y fue trasladado a Manatí, donde prestó servicio desde 1920 hasta 1935 el conocido como "Coche del Marqués". El entierro de este per­sonaje resultó un relevante eco de sociedad en la mañana del sábado 6 de Julio de 1901 y así lo re­cogió la prensa de Madrid de entonces. Y su her­mano, don Ramón Diez de Ulzurrun, era Superintendente de la línea privada de la compañía azuca­rera Manatí y había sido jefe de ferrocarriles en los Ferrocarriles del Norte, en España.
 
    Como anécdota añadiremos que los padres de don Manuel Fraga Iribarne, su padre era gallego de Villalba y su madre vasco-francesa de Ostabat-Asme, trabajaban para este séptimo marqués de San Miguel de Aguayo en su hacienda de Manatí; su padre como encargado de un comercio de bebidas y su madre como institutriz y dama de compañía.
 
    Y para concluir, en los años convulsos del neo-colonialismo norteamericano en Cuba, los últimos miembros conocidos de esta familia y título -don Luís Diez de Ulzurrun y Alzugaray, octavo marqués cuando heredó el título en 1935 y unido en matri­monio con doña María Patricia de O'Shaughnessy, y don Luís Felipe Diez de Ulzurrun y O'Shaughnessy, su hijo y noveno marqués de San Miguel de Aguayo desde 1963- pasan, finalmente, a Florida.
 

Anexo
 
Añadiremos aquí, para la mejor comprensión del texto precedente, unos someros datos biográficos del linaje y título.
 
1er. marqués: Don Agustín de Echeverz y Subiza era descendiente de la casa de Echeberz de Berrioplano, en Ansoaín. Nació en Asiain (Navarra), casó en 1667 con Da Francisca de Valdés y Alcega, Rejano y Urdiñola, rica hacendada de la zona, bauti­zada en Santa María de las Parras, en Durango (Nueva Vizcaya) que, después de viuda, fundó el rico mayorazgo de Echeverz. Tuvieron a Ignacia Javiera de Echeverz y Valdés que nació en su ha­cienda de Patos.
    Don Agustín fue capitán protector de los tlaxcaltecos y huachichiles, en San Esteban de Nueva Tlaxcala (Saltillo), Capitán de Guerra de la fortaleza de Mazapil, Teniente-general de las fronteras del vi­rreinato del Nueva España, gobernador y capitán general del Nuevo Reino de León. Le sucedió su yerno.
    Doña Ignacia Javiera de Echeverz y Subiza, su hija y heredera fue bautizada en la parroquia de Santa María de las Parras (Durango) en 1673 e hizo testamento en Pamplona en 1710. Casó tres veces, la última de las cuales en Pamplona con el futuro se­gundo marqués.
 
2o marqués: Don José de Azlor y Virto de Vera, por su matrimonio con la heredera. En México se decía por entonces que en la casa de los marqueses "la marquesa era él y el marqués era ella".
    Don José de Azlor, nacido en Huesca en 1672, era Gentilhombre de Su Majestad y Mariscal de Campo de su ejército y gobernador al servicio de la corona española. En 1712 él y su mujer llegan a México a vivir en una de sus haciendas de Coahuila. Se ofrece, en 1719, a financiar y dirigir la expulsión de los franceses del área reclamada por España en las misiones del este de Texas y para ello fue nom­brado gobernador y capitán general de Coahuila y Texas. Fue, por tanto, responsable de la coloniza­ción española de Texas. Murió en su estancia de los Patos en 1734 y fue enterrado en la capilla de Santa María de las Parras junto a su esposa. Este matrimo­nio tuvo dos hijas, doña Ma Josefa y doña María Ignacia de Azlor Echeverz. Don José testó en Santa María de las Parras en 1734, pero antes fundó nuevo mayorazgo sobre sus inmensas heredades en Nueva Galicia y Nueva Vizcaya, así como sobre sus propiedades en Navarra. Le sucedió su yerno.
    Doña María Josefa de Azlor Echeverz casó, pri­mero por poderes, en su estancia mejicana de San Francisco de los Patos, con don Francisco Valdi­vieso (o Valdivielso) y Mier, natural de Santillana del Mar, conde de San Pedro del Álamo, y luego en 1735 en el santuario de Guadalupe de Parras. Rafael Nieto dice de ella que era natural de Pamplona y que su marido fue el primer conde de San Pedro del Álamo desde 1733.
    Doña María Ignacia, la segundona, pasó a Es­paña donde se internó en un convento de Tudela. Luego regresó a México donde fundó el convento de la Enseñanza Antigua en 1754, que a su muerte pasó a pertenecer a sus sobrinos, el cuarto marqués de San Miguel de Aguayo y el segundo conde de San Pedro del Álamo, hijos de su hermana la mayorazga (POLO SÁNCHEZ 2000).
 
3er. marqués: Don Francisco Valdivieso (o Valdi­vielso) y Mier, conde de San Pedro del Álamo, por matrimonio con la heredera. De la riqueza del conde da idea la concesión de 4 millones de reales a Felipe V durante la Guerra de Sucesión y el préstamo sin interés de 13 millones más. En 1734 reci­bió de este rey el título, todo ello según cuenta Pe­reda de la Reguera (1968). Este matrimonio significó la unión más espectacular de las mayores riquezas de la época en la Nueva España (CANALES RUIZ 1985). Como su primogénito José Francisco prefirió heredar el título de segundo conde de San Pedro del Álamo le sucedió en el de cuarto marqués su otro hijo.
 
4o marqués: Don Pedro Ignacio Valdivieso (o Valdi­vielso) y Azlor. Cuenta Rafael Nieto que había na­cido en Ciudad de México en 1744 y bautizado en su catedral. Fue Gentilhombre de Cámara del rey y hermano del segundo conde de San Pedro del Álamo. Estaba casado primero con doña Ana de Ba­sarte y Aiza, después con doña Gertrudis Sánchez de Tagle, hija de la segunda marquesa de Altamira, y por último con doña Ana-Gertrudis Vidal de Lorca y Martínez de Pinzón, natural de León (Nica­ragua), con quien tuvo trece hijos. Fue acusado en 1811 de tratar de secuestrar al virrey Venegas, aun­que fue absuelto por el virrey Calleja. Se le vincula con una organización criolla independentista, "Los Guadalupes", y se declaró en quiebra en 1815 de­bido a los gastos de la Guerra de Independencia, muriendo en 1820. Le sucedió su hijo.
 
5o marqués: Don José María de Valdivieso y Vidal de Lorca, hijo del último matrimonio de su padre. En Septiembre de 1821 fue uno de los signatarios del Acta de Independencia y en 1824 sus enormes propiedades se empiezan a desmembrar. En 1825 se firmaron las escrituras de venta de las haciendas de Patos, Bonanza, Cuatro Ciénagas, los 127 sitios de La Laguna y la Viña del Rosario de Parras.
Rafael Nieto (1954) nos dice que nació en Ciu­dad de México y bautizado también en su catedral en 1787. Fue designado Mayordomo Mayor de D. Agustín I (Itúrbide) tras la independencia mejicana. Se casó dos veces, la primera con Da María Teresa de Lagaurrieta y García Galván en 1807 y la se­gunda con Da Antonia de Villar-Villamil y Rodrí­guez de Velasco, "la Güera Rodríguez", en 1812, esta última dama de honor de la Emperatriz meji­cana. De su primer matrimonio tuvo distinguida descendencia mejicana que enlazó con los linajes Adalid y Gómez de la Cortina, pero abandonada la reclamación del título por sus sucesores la dignidad fue declarada caducada. Le dieron al marqués 350.000 pesos y se retiró a la capital del país donde falleció en 1836.
 
6o marqués: Don Luis Diez de Ulzurrun y López de Cerain, natural de Asiain (Navarra) nació en 1826 y falleció en 1901. Desde 1870 fue caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, caballero de Malta. En 1884 obtuvo la Real Carta de rehabilitación de este marquesado en su condición de ser cuarto nieto, por vía de su abuela paterna, de una hermana del beneficiado, doña Francisca de Echeverz y Su­biza. Nos cuenta Rafael Nieto que estaba casado con Da Eladia Alonso y Morales de Setién, de la casa de los marqueses de Colomo, nacida en Tafalla (Nava­rra), desde 1852. Se trata de una poderosa familia de hacendados y políticos, los Alonso: Alonso Colmenares, Alonso y Ruiz de Conejares, Alonso y Mo­rales de Setién. Entre otros hijos tuvo a la XVIa mar­quesa de Montesclaros (Talavera de la Reina), cuyo hijo emparentó por matrimonio con la rica y pode­rosa familia Zulueta, procedentes de Álava y establecida en La Habana (SANTA CRUZ Y MALLEN 1943; RUIZ DE AZÚA 1992). Le sucedió su hijo.
 
7o marqués: Don Eduardo Diez de Ulzurrun y Alonso, bautizado en Corella (Navarra), estudió en Madrid y luego en La Habana, fue caballero de la Orden de Calatrava. Nos dice Rafael Nieto que se casó con doña María Hortensia del Carmen del Monte y Varona, natural de la Habana y que no le dio descendencia. Fue diputado a Cortes por Tudela y Caballero de Calatrava. En Cuba puso en explota­ción el ingenio azucarero de "Manatí Sugar y Co.". Fue sucedido por su sobrino.
 
8o marqués: Don Luis Diez de Uzurrun y Alzugaray heredó el título en 1935. Rafael Nieto nos dice que está casado (cuando escribe su libro) con Da María Patricia de O’Shaughnessy y Coroalles (Corvalls). Fue sucedido por su hijo.
 
9o marqués: Don Luis Felipe Diez de Ulzurrun y O'Shaughnessy recibe el título en 1963, pasa a re­sidir en Florida -se recoge su nombre en 1969 en el "Elenco de Grandezas y Títulos nobiliarios españo­les"- y desaparece ya en la edición de 1990. Es el actual marqués.
 

Nuevo anexo
 
Datos enviados por D. Luis Diez de Ulzurrun López
 
Excelente articulo, pero he de hacer una corrección en el Anexo donde se relacionan los datos biográficos de los Marqueses de San Miguel de Aguayo: 
7º Marqués: D. Eduardo Diez de Ulzurrun y Alonso, sin descendencia, le sucede su hermano. 
8º Marqués: D. Luis Diez de Ulzurrun y Alonso, que cede el título a su hijo. 
9º Marques: D. Luis Diez de Ulzurrun y Alzugaray, al fallecer le sucede su hijo. 
10º Marqués: D. Luis Felipe Diez de Ulzurrun O'Shaughnessy, que cede el título a su primo. 
11º Marqués: D. Luis de la Plaza y Diez de Ulzurrun, actual Marques, que el 28 de abril de 2009 obtiene Real Carta de Sucesión (BOE adjunto
Como descendiente de los mencionados y como Diez de Ulzurrun, le puedo asegurar la veracidad de los datos que aporto ya que son mi abuelo, tío y primos respectivamente. 
 
Atentamente, Luis Diez de Ulzurrun López
 

Fuentes archivísticas:
 
ARCHIVO HISTÓRICO DEL COLEGIO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA en Parras de la Fuente, Coahuila (México), Sección Marquesado de San Miguel de Aguayo y Santa Olalla, Exp. 534-533
ARCHIVO DE LAS CORTES ESPAÑOLAS, Expediente personal del Senador Marqués de San Miguel de Aguayo, D. Luis Diez de Ulzurrun y López de Cerain, por la provincia de Navarra, Exp. HIS-0414-03
 

Fuentes bibliográficas:
 
FERNÁNDEZ FLÓREZ, J. A.: Colección diplomática del Mo­nasterio de Sahagún (857-1300), vol. IV, León.
GARCÍA ALONSO, M.: "Anexos: Compraventa del marquesado de San Miguel de Aguayo", en Aguayo y los Aguayos. La cre­ación del paisaje en la divisoria cantábrica, Santander 2001.
Libro Becerro de las Behetrías. Estudio y texto crítico, vol. I, León 1981.
Elenco de Grandezas y Títulos nobiliarios españoles, BIBLIOTECA NACIONAL, Madrid 1969.
Nobiliario Osuna, BIBLIOTECA NACIONAL, Madrid 1969.
 

Bibliografía:
 
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SANTA CRUZ Y MALLEN, F. X. DE: Historia de familias cubanas (8 tomos), La Habana 1943.
 
Agradecimientos: A D. Jesús Montero Hernández, de ascendencia aguayesa, que se ha tomado un gran interés en el tema y me ha facilitado una muy útil y cuantiosa información. Y a D. José y Dª Magdalena Aguayo, de Denver (Colorado), que con gran amabilidad y desprendimiento me dieron algunas orientaciones de valor sobre el particular.
 
 
1 Este autor, refiriéndose a este primer marqués, dice exactamente: “Don Agustín de Echeverz Zubiza y Espinal, Señor de la Villa de San Miguel de Aguayo y su barrio de Santa Olalla en Castilla la Vieja, Montañas de Burgos, Señor de los Palacios de Esparza, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de León de la Nueva España, Alguacil Mayor perpetuo y hereditario del Reino de Navarra, casó con doña Francisca de Valdés Alcega y Urdíñola, hija mayor de don Luís de Valdés y Rejano…” En esta obra se reproduce también una lámina litografiada a color del escudo del  Marquesado que se describe así: “De oro el sotuer de los gules, cargado en el corazón de una estrella del campo, que es de Echeverz”. Este escudo está tomado del que se describe en el Nobiliario de Navarra donde dice: “las armas del Marqués de San Miguel de Aguayo, son de plata y el roble de sinople apeado de un lobo rampante de sable”).