La arquitectura moderna en Campoo

Jesús Ángel Allende Valcuende

La arquitectura de las cuatro últimas décadas tiene una importantísima presencia en nuestras vidas: habitamos ciudades con una fisonomía muy distinta a la que tenían en la primera mitad de siglo; residimos en viviendas construidas o reformadas en los últimos cuarenta años; trabajamos, estudiamos, nos ocupamos de la administración, practicamos deporte, disfrutamos del ocio y el tiempo libre ..., nos relacionamos, en definitiva, en lugares cuyos valores estéticos no siempre conocemos aun cuando su evidencia resulta abrumadora. Con frecuencia se sabe más de lo pasado que de lo actual. Suele ocurrir que no nos cuesta entender estilos muy lejanos a nosotros en el tiempo como el románico, el gótico, o incluso las construcciones del antiguo pueblo cántabro o de la ciudad romana de Julióbriga, sin ir más lejos, y sin embargo, a veces somos incapaces de digerir los productos creados bajo los valores de nuestra cultura contemporánea.

Cooperativa San Sebastián. Polanco y DíezNinguna publicación de ámbito local se ha dedicado hasta el momento de la arquitectura moderna. El Catálogo Monumental de Reinosa, publicado en 1995, tiene la virtud de analizar, al menos, determinados edificios construidos a lo largo de la primera mitad del siglo, pero excluye de su análisis obras posteriores. Con todo, demuestra un talante distinto a la hora de valorar nuestro patrimonio y abre vías de investigación hacia estilos tradicionalmente apartados de los estudios artísticos. Mayores miras contienen determinadas publicaciones impulsadas desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria durante la última década en las que se demuestra un verdadero interés por el conocimiento de la arquitectura contemporánea a escala regional, aunque en contadísimas ocasiones hagan referencia a obras del ámbito campurriano.

Tratar un tema de actualidad todavía no cerrado, como el que es objeto de este estudio, puede resultar polémico. Máxime cuando el rechazo popular e incluso institucional hacia "lo moderno" es manifiesto. Con el presente artículo se pretende un acercamiento crítico a la arquitectura moderna en Campoo, intentando resaltar los valores artísticos de los lenguajes arquitectónicos contemporáneos ampliando el margen de posibilidades de estudio de nuestro patrimonio.
 
LA ENTRADA EN LA MODERNIDAD

Desde finales de los cincuenta se asiste a una recuperación económica que tiene implicaciones en lo arquitectónico en donde se experimenta un boom constructivo centralizado fundamentalmente en torno a Reinosa ya que, paralelo al crecimiento de los núcleos urbanos, se produce la despoblación del medio rural, más dramática en los valles más alejados como Valderredible, Valdeprado del Río, Valdeolea y Las Rozas de Valdearroyo. En Reinosa crece la demanda de vivienda obrera y se tiene que dotar a la ciudad de distintos edificios públicos que el crecimiento de población exige, como centros educativos, culturales, edificios públicos y administrativos, comercios, etc. Las preocupaciones en el medio rural se limitarán apenas a consultorios médicos en las cabeceras de ayuntamiento y, en casos muy concretos y localizados en Campo de Suso, a edificios de carácter turístico, como los complejos de Brañavieja y Fontibre.

En términos generales los sesenta y los setenta se caracterizaron por la especulación y el crecimiento desorganizado del casco urbano de Reinosa, Mataporquera y sus poblaciones circundantes como Matamorosa y Nestares. En el caso de Reinosa, el Plan Urbanístico de 1957 y su posterior revisión de 1978 (1) se convertirían a la postre en un arma mortífera con el que se cometieron toda una serie de tropelías arquitectónicas y urbanísticas que deterioraron considerablemente la imagen de nuestra principal población. En tan sólo dos décadas se consiguió acabar con las valiosas perspectivas del centro histórico, desaparecieron jardines y se demolieron edificios singulares de nuestro patrimonio artístico para ser sustituidos por bloques de viviendas desproporcionados en relación a la escala de los edificios de su entorno, crecieron sin solución de continuidad grandes barriadas sin zonas verdes y con una bajísima calidad arquitectónica, la despersonalización e incluso el mal gusto se convirtieron en moneda corriente... En el ámbito rural este fenómeno se produjo en menor medida, aunque en no pocas ocasiones se introdujeron tipologías de edificios inadecuadas, se acometieron torpes formas y añadidos y brotaron modelos de segundas residencias sin ningún respeto por el lugar.

En el aspecto puramente formal, sólo desde finales de la década de los cincuenta podremos empezar a hablar de verdadera arquitectura moderna completamente liberada de referencias historicistas. El largo periodo regionalista (2) y los coletazos de la arquitectura oficial del franquismo mantuvieron al margen los preceptos de una modernidad que se empezaba a superar en el resto de Occidente. Ni siquiera en la década de los treinta se notó acercamiento alguno a la arquitectura racionalista, aun en sus variantes menos arriesgadas como el estilo decó que, aunque con muy pocos ejemplos, al menos dejaría alguna obra significativa en la ciudad de Santander como el emblemático edificio Siboney (Marrero Regalado, 1931) o el Club Marítimo (Gonzalo Bringas, 1934).
De esta negativa valoración global que hacemos de la arquitectura de los 60 y 70 en Campoo, se van a salvar, sin embargo, un pequeño puñado de obras de indudable calidad, fieles a unos ideales estéticos maltratados con bastante frecuencia, pese a su cercanía en el tiempo y a nuestra cotidiana convivencia con ellos.

El verdadero introductor de esta nueva arquitectura en Campoo va a ser el arquitecto de origen extremeño Ángel Hernández Morales (3), quien ganó la plaza de arquitecto de la entonces Diputación Regional de Santander en el año 1944. Desde su puesto de funcionario renovará el lacónico panorama arquitectónico de la Cantabria del momento de una manera decidida pero silenciosa y lo hará demostrando una gran capacidad de adaptación a los diferentes contextos y tipologías que la diversa geografía cántabra proponen. La principal virtud que encontramos en su arquitectura al día de hoy es su increíble capacidad para pasar desapercibida, porque demuestra saber leer el entorno en el que se inserta, porque busca el diálogo con lo cercano y se acomoda en el terreno sin imposiciones ni protagonismos. Abundando más en este aspecto crucial diríamos que Hernández Morales nos legó toda una lección de paisajismo muy poco tenida en cuenta en nuestros días por determinados defensores de la "apariencia" formal, sea ésta urbana, rural o natural, favorables al disfraz antes que a la sinceridad y al disimulo antes que a la autenticidad.

Una de sus primeras obras en nuestra comarca (4) (quizás por ello la más polémica en su momento) fue la ampliación de la Casa de Cultura "Sánchez Díaz" de Reinosa en 1958, donde ya encontramos todos los elementos definitorios de la modernidad, como la racional distribución de los espacios, el recurso a nuevos materiales de construcción como el hormigón armado o el hierro para las carpinterías, la cubierta ligera que permite mayores atrevimientos estructurales y una escasa ornamentación general ubicada tan sólo en las fachadas principales a base de repeticiones de formas geométricas elementales. El edificio causó en la tradicionalista sociedad reinosana de hace cuarenta y dos años no poco estupor como refleja esta queja de un lector del semarario "Fontibre":

... No se explica uno que frente a un bello edificio del más puro estilo montañés, y sirviendo de ampliación al mismo, se construya otro de estilo funcional cuando en realidad debió hacerse subordinado al trazado de la antigua casa...

La respuesta del propio Hernández Morales, es una auténtica declaración de principios de la nueva arquitectura, de la que reproducimos tan sólo un fragmento (5):

...En cuanto ala solución estética de la nueva construcción, consideramos que la mejor manera de demostrar un gran respeto por las formas del pasado, es admitirlas como son, admirándolas si son buenas, pero sin tratar de imitarlas. Por ello, nuestro criterio es clarísimo en este aspecto. Resuelto el edificio para que cumpla lo más racionalmente posible la función a que ha sido destinado, ha de responder en cuanto a sus formas a las preocupaciones estéticas del momento en que se edifica. Sólo así seremos sinceros...

En el medio rural lo más relevante de su producción son los consultorios médicos que construye en torno a 1960 en las localidades de La Costana, Las Rozas, Espinilla, así como la casa del secretario en esta última localidad. Son edificios sencillos, de escala pequeña, diseñados con un criterio racionalista que no niega determinados elementos de la arquitectura local como la cubierta a dos aguas o el recurso a los materiales y texturas tradicionales como la piedra, el ladrillo, la madera o la pizarra, buscando formas y volúmenes de clara geometría -triángulos/frontón en las paredes laterales, paralelogramos en hastiales y partes destacadas de la fachada principal, valoración de la superficie limpia y laminar de lo tejados-. En otros edificios de pequeño formato, como el matadero de Espinilla o "la Báscula" de Reinosa interpreta con mayor plasticidad la cubierta y apuesta por la ortogonalidad de las superficies acristaladas.

Pero donde nuestro arquitecto se muestra más atrevido y consigue sus mayores logros artísticos es en los nuevos centros turísticos de Fontibre y Brañavieja.

El parador de Fontibre (1966) es una obra que podríamos calificar de magistral tanto por su perfecto sentido de la orientación como por lo bien que se inserta en el terreno, una pequeña colina desde la que se domina visualmente la superficie del parque del nacimiento del Ebro. Es un edificio alargado de marcada horizontalidad con lo que se consigue restar importancia a su ubicación en altura. El garaje semienterrado y la sabia adaptación de los muros de carga y la escalera a las curvas de nivel logran una simbiosis perfecta con lo natural y suma valores a un espacio ya de por sí cargado de ellos. Interior y exterior se relacionan por la apertura al paisaje a través de las grandes cristaleras, por la amplia terraza y por la reiteración de la mampostería regularizada de los muros.

En Brañavieja construye el hotel en 1966 fiel a los mismos principios: volumen único, cubierta a dos aguas de pizarra y madera en basto recubriendo la fachada recordando a la arquitectura nórdica. De un año antes datan cuatro pequeños refugios a la entrada del nuevo poblado en el que se siguen repitiendo las máximas de su arquitectura en esta época, aunque evoluciona hacia una mayor movilidad de planta y cubierta.

A medio camino entre la década de los sesenta y los setenta edifica sus dos edificios más espectaculares, también en Brañavieja. En la cafetería "El Chivo", junto a la carretera de acceso al Mirador de La Fuente del Chivo y al pie de las principales pistas de esquí de la estación invernal, observamos un giro estilístico hacia posiciones organicistas sin prescindir del todo de las preferencias materiales que dominan su obra nuevamente pizarra, madera y hormigón La cubierta pierde la regularidad que había tenido hasta ahora y se quiebra en angulosidades contradictorias y voladizos sorpresivos. La terraza nos recuerda la horizontalidad aún no perdida en la fachada sur, pero rompe con la simetría en las dos fachadas laterales.

Sede Social. Brañavieja. Ángel Hernández MoralesEn el centro de Brañavieja construye un complejo edificio multiusos como sede social de la nueva población. El conjunto lo forman dos cuerpos claramente diferenciados unidos por una galería corredor en forma de L, así mismo encargada de cerrar los dos lados de la plaza de acceso. El cuerpo situado al sur concentra oficinas en el piso bajo y apartamentos en el alto. La unidad aparente que se logra hacia la plaza se pierde en la resolución de las fachadas: en la norte nos encontramos con una sucesión de franjas y formas de diferente textura y precisa horizontalidad; en la sur, los dos pisos se descomponen en un juego de entrantes y salientes que crean un fuerte claroscuro; la de saliente descubre el escalonamiento de la sección, la asimetría, la movilidad. El cuerpo norte lo forma la capilla que destaca por la expresividad que cobran sus volúmenes a partir del juego que se establece entre la planta cuadrada y el cierre en triángulo rectángulo de la fachada de poniente. Se potencia con ello la forma triangular de la cúspide del edificio, insistiendo así en la simbología tanto al exterior como al interior, en donde la luz desciende por una vidriera oculta desde la nave que concentra toda la tensión a la altura del altar. La luz y la madera de la techumbre convierten en acogedor a un espacio por lo demás totalmente desnudo de decoración y con un brutalista tratamiento de los muros en hormigón visto.

El arquitecto de mayor carácter en el panorama arquitectónico de Cantabria durante estas dos décadas fue Ricardo Lorenzo (6). jugó un papel fundamental en la introducción del Movimiento Moderno en la región y a lo largo de tres décadas de hacer profesional dejaría una obra muy personal, siempre atenta a los debates nacionales e internacionales, sin la cual resultaría imposible entender la evolución de nuestra arquitectura. En nuestra comarca proyecta el conjunto de hotel y discoteca Vejo de Reinosa en el año 1969. En ambos edificios se nota la inclinación organicista por la que se decantó su arquitectura a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta, cuando le vemos proyectar obras tan significativas como la iglesia de los Pasionistas (1969) o la Estación Marítima (1971), ambas en Santander. En el complejo hostelero de Vejo, Lorenzo repite las mismas constantes estilísticas de estos edificios: plantas curvadas; uso generalizado del ladrillo marrón con el que juega plásticamente en rehundidos y fajas verticales que rompen la monotonía superficial de los paños murales provocando fuertes claroscuros; preferencia por los volúmenes blandos; expresionistas cubiertas y remates que, como en el caso de la discoteca, se acaban convirtiendo en su principal argumento compositivo.

Más allá de las figuras fundamentales de Ángel Hernández Morales y de Ricardo Lorenzo nos cuesta reconocer arquitecturas de interés en estas dos décadas enfermas de banalidad y carentes por lo general de calidad estética y constructiva. Podemos destacar, no obstante, la iglesia de los Padres Carmelitas de Reinosa (José Antonio Olano Moliner, 1966) -fiel exponente de la planta de salón teatro que caracteriza a la arquitectura religiosa surgida después de Concilio Vaticano II- , la capilla de la Virgen del Carmen de Mataporquera, el mercado de ganados de Reinosa (Fernando Aguirre Iturregui, 1973), la nave KUMER en Matamorosa (Emilio María de la Torriente Castro, 1963), el edificio de viviendas del n° 32 de la Calle Mayor de Reinosa (1957), la escuela de niñas junto a la Fuente de la Aurora (1959) o el caso de edificios que repiten esquemas utilizados a nivel nacional como el instituto de Enseñanza Secundaria, el Colegio Menor o el grupo de casas de Obras Públicas de Reinosa. Todas ellas son obras de marcada funcionalidad, resueltas bajo las más puras premisas racionalistas y fieles exponentes del llamado Estilo Internacional.
 
AÑOS 80. ACTUALIDAD. CONTEXTO
La arquitectura de los años ochenta y noventa ha evolucionado por caminos distintos a los de las dos décadas precedentes. En los ochenta el nuevo marco político surgido tras la dictadura, junto a la regeneración artística y cultural de la sociedad dentro de un escenario de crisis económica. supusieron un nuevo contexto propicio al cambio al que no será ajeno la arquitectura. La enorme influencia ejercida por una nueva generación de arquitectos extranjeros y nacionales involucrados en la superación del Estilo Internacional, junto a una conciencia distinta a la hora de proyectar en la que se valorarán aspectos como la interpretación de lo próximo y el respeto por lo histórico, marcan las pautas de una arquitectura diferente muy rica en orientaciones estilísticas.

En el caso de Campoo los ochenta son sinónimo de crisis industrial y económica y por tanto de descenso de la actividad constructiva. La arquitectura se repliega al encargo público y a la rehabilitación, dentro de un cambio de orientación marcado por la sensibilización hacia el patrimonio arquitectónico y por el encauzamiento de los principios que rigen los planes urbanísticos.

Algunos síntomas de este cambio son: las declaraciones de Bien de Interés Cultural de monumentos -la iglesia de San Sebastián en 1983, La Casona en 1979, o la mayor parte de las iglesias románicas, torres medievales, casonas o yacimientos arqueológicos de la comarca- ; la redacción del Plan General de Ordenación Urbana de Reinosa de 1985, ampliado en 1994. con el que se consigue frenar la edificación desproporcionada en el casco urbano y proteger a un número de edificios significativos del patrimonio local; las ayudas a la rehabilitación de arquitecturas en el medio rural con programas como el Leader; la valoración del patrimonio historico artístico; los cursos de verano sobre el Patrimonio.
 
EL PASADO COMO REFERENCIA. LA REHABILITACIÓN

Teatro Principal. ReinosaLa primera muestra de cambio se experimenta en la conservación y rehabilitación de los principales edificios de nuestro patrimonio histórico. En este capítulo se abre una de las páginas más interesantes de nuestra arquitectura reciente ya que veremos trabajar a arquitectos de reconocido prestigio nacional plenamente al corriente de las últimas tendencias en materia de rehabilitación de monumentos. La primera intervención se lleva a cabo en el Teatro Principal de Reinosa, que se acoge al programa de recuperación de teatros públicos promovido por el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, junto con el Ministerio de Cultura en 1985. El proyecto del arquitecto Antonio Riviere Gómez, mejora fundamentalmente la parte de escena y devuelve al edificio la estructura de teatro a la italiana que tuviera tiempo atrás (7). Estilísticamente el nuevo teatro descubre analogías formales con el clasicismo, lo que le hace aproximarse a planteamientos cercanos al postmodernismo sin llegar a las reproducciones clásicas más o menos literales que, a modo de ejemplo, adoptara en el mismo año Sáinz de Oiza en su proyecto para el Palacio de Festivales de Santander. Un año después comienza la rehabilitación del Mercado de Abastos de Reinosa con la ayuda de la Escuela Taller. El encargado del proyecto fue el arquitecto José hfaría Pérez González, el popular "Peridis", natural de Aguilar de Campoo, donde rehabilitó de manera ejemplar el Monasterio de Santa María la Real reconocido con el Premio Europa Nostra a la defensa del Patrimonio. En el mercado las tareas que se ejecutan son básicamente de restauración ya que, aunque el edificio mostraba una imagen deteriorada, se reconocían a la perfección sus principales valores arquitectónicos, influidos en el Mercado del Este de Santander. Quizás lo mejor de la intervención haya sido respetar el ambiente del viejo mercado teniendo gran cuidado en la elección de los materiales y en la gama cromática utilizada, tanto en el interior como en el exterior, además de la mejora del entorno inmediato del edificio. En el mismo año 1986 se acomete la rehabilitación de La Casona de Reinosa. En principio el mismo José María Pérez levantó planos y aportó distintas ideas, pero el encargado final de su rehabilitación fue el arquitecto local Fernando Gutiérrez Polanco. Su propuesta se centró en la dignificación de los valores perdidos del edificio en fachada y la recuperación de elementos originarios apenas reconocibles en el interior, como el largo corredor abovedado, determinadas molduras y algunos arcos. Por lo demás, se actuó acoplándose a lo que la propia estructura casi perdida del edificio pedía, consiguiendo de esta forma amplias salas polivalentes susceptibles de adaptarse a las más diversas funciones. Los nuevos elementos decorativos introducidos evocan formas del pasado reinterpretadas, que se inspiran en la figura de Aldo Rossi y los arquitectos de la llamada "tendenza" italiana de los años 70 y 80.

El mismo arquitecto, junto a Emeterio Díez (8), interviene en otros dos edificios de la ciudad. El primero de ellos, el Molino de los Obeso, se comienza en 1992. Aquí la solución por la que se opta es más libre e innovadora que en el caso anterior. Los volúmenes diferenciados tanto en la forma como en la función del molino les sirve de hilo conductor a la hora de encarar el proyecto. Esto les permite mostrarse respetuosos en los dos cuerpos laterales cuya estructura cerrada, al modo de las construcciones tradicionales de la comarca, se valora como tal, actuando según un criterio más libre y actual en el cuerpo vertical que encubre la escalera y en la parte aérea del edificio.

En el segundo de ellos, los Torreones de Navamuel y Manrique y Navamuel y Calderón, se parte de un trabajo de consolidación previo de José María Pérez González de finales de los ochenta, aunque las obras se han prolongado hasta la actualidad. La apariencia exterior de los torreones se ha respetado impecablemente, centrándose los esfuerzos en el interior donde se ha buscado la funcionalidad exigida por el programa de ampliación de las dependencias municipales. Del año 1989 data el proyecto de rehabilitación de la Casa del Pueblo de la UGT firmado por Javier González de Riancho Marinas. Su actuación ha tenido una triple vertiente. Primero se rehabilitó el chalet regionalista donde se ubican las principales dependencias de la sede sindical, desnudando a la fachada de añadidos pesados que entorpecían la visión de la depurada estructura pétrea, con especial cuidado en la sustitución de las carpinterías de los vanos por elementos vidriados más limpios. Después se rehabilitó la pequeña casa-cochera lateral, también regionalista, con mayor desparpajo, sin dejar que la arquitectura histórica negase un diálogo con las tendencias contemporáneas de la arquitectura. En la misma orientación se rediseña el jardín, completando un variado conjunto en el que se ha tenido en cuenta la revisión de lo histórico desde lo actual. Un caso aparte a los anteriormente expuestos ha supuesto la rehabilitación del Castillo de Argüeso, por distintos motivos (9). En primer lugar, resulta preocupante que se ejecute en los tiempos actuales una costosísima obra sin saberse de antemano qué función se le va a dar al edifico en el futuro, máxime cuando se trata de un ejemplar único y valiosísimo del patrimonio histórico-artístico de Cantabria. La intervención sigue, además, criterios desechados hace ya décadas por la crítica de la restauración que se han demostrada peligrosos para la integridad estética del monumento. Los distintos añadidos almenas, edificio de la cafetería, portada, fantasiosas lámparas del interior, etc. falsean la esencia del castillo, buscando el efectismo folclórico y una trasnochada idea de "lo medieval".

La interpretación acrítica de lo histórico parece caminar de la mano en los últimos años de la igualmente acrítica interpretación de lo rural regionalista, extendiéndose como una plaga inevitable y fatal un sinnúmero de actuaciones repartidas a lo largo y ancho de nuestra geografía. Este movimiento, que parece surgir como reacción ante una vaga idea del feísmo y el desarraigo de la arquitectura moderna, no implica sino grandes dosis de ignorancia arquitectónica y no consigue sino provocar el efecto contrario al buscado. El culto a la "piedra vista", la apertura de huecos reproduciendo arcos románicos o arcos góticos, la introducción de elementos decorativos prefabricados cierres de balcones y terrazas, esculturas, remates diversos , el uso abusivo de la madera torneada y barnizada o los contraplacados de imitación, son sólo una pequeña muestra de los despropósitos cometidos tanto por particulares como, lo que es peor, por ayuntamientos, instituciones, asociaciones e incluso por supuestos defensores de lo vernacular.
 
EL PANORAMA ACTUAL. DE LO PUBLICO A LO PRIVADO

En el campo del urbanismo de los ochenta y los noventa se nota también un cambio de actitud con respecto a las décadas precedentes, aunque conviene puntualizar que el cambio se ha notado especialmente en Reinosa, siendo el resto de los municipios, por lo general, menos receptivos a la renovación de su imagen arquitectónica. José María Pérez González, de quien ya hemos hablado anteriormente, es el primer arquitecto a destacar. A finales de los ochenta acomete la reforma de la Plaza de España y la renovación de las aceras de la arteria principal de la ciudad. En la primera de las obras entiende que el valor primordial de la plaza lo tiene la valiosa arquitectura que la cierra, de ahí que apueste por una discreción rayana en el minimalismo y valora, como ya hiciera en el Mercado de Abastos, la calidad cromática de los materiales que armonizan con los que dominan el espacio circundante.

De finales de los ochenta también data la Plaza de la Constitución de César Cubillas y José Ayuso. El mayor logro de esta obra es la correcta adecuación a su función, garantizando el tránsito en todas las direcciones de manera natural, a la vez que facilita la visión entre las distintas partes de la plaza en un lugar en el que el juego social de mirar y dejarse ver es importante. La inspiración en modelos históricos reconocibles -el teatro clásico, la calle columnada- no hacen sino reforzar esta idea, y de paso evocar otras imágenes reconocibles -el hemiciclo, los dos pilares- que remiten al nombre de la plaza. Esta rebuscada complejidad iconográfica, resuelta sin embargo con simplicidad formal, convierte a esta obra en un buen ejemplo de la arquitectura surgida tras la revisión del movimiento moderno a lo largo de los años setenta y ochenta.

En la última década resulta fundamental en urbanismo la aportación de los arquitectos Fernando Polanco y Emeterio Díez. Destacamos de entre sus numerosas obras el conjunto de paseos que rodean la antigua finca de los Obeso -Paseo del Quintanal, Paseo de San Francisco, paseo sobre el antiguo canal del molino- en los que practican un eclecticismo formal en el que se reconocen aportaciones tanto de la modernidad, como de las inmediatas revisiones de ésta, planteándose los proyectos desde el respeto a los valores que el lugar ya contiene. Algunas de sus aportaciones, como las losetas del paseo del Quintanal, los diseños del mobiliario urbano, el templete, el pequeño puente sobre el Ebro, la rotonda-cartel del paseo de San Francisco, etc., son elementos de diseño que aportan calidad y frescura a nuestra imagen urbana.

La conquista de nuevos espacios de esparcimiento de la ciudad de Reinosa, fundamentalmente en las márgenes del río Ebro, parece configurarse como nuevo escenario en donde experimentar propuestas nuevas desde lenguajes actuales. El último ejemplo, aún por concluir y en una línea parecida a la abierta por Polanco y Diez es la reforma del Campo Colorado y su prolongación hasta el puente de Carlos III, elaborado por DIRSUR.

Las distintas tendencias de la arquitectura de las dos últimas décadas también se han dejado ver en construcciones públicas con una marcada finalidad social. La mayor parte de estas obras se ejecutan a lo largo de los noventa, aunque en algún caso todavía no se haya terminado su construcción.

Retomamos nuevamente la figura de Polanco y Diez, quienes en este campo construyen dos obras de interés. La primera de ellas, el edificio INSERSO, soluciona un problema de difícil resolución urbana con aparente naturalidad, ya que encaran el proyecto desde la propia irregularidad del solar y desde la diversidad de funciones que el edificio habría de tener, lo que les lleva a diseñar cada una de las fachadas de manera autónoma. En la prolongación de la calle de la Nevera, la parte residencial del inmueble, dividen la fachada en fajas verticales que evocan conceptualmente modelos de la arquitectura residencial. En la trasera del edificio el elemento vidriado se convierte en protagonista, como una interpretación moderna de las tradicionales galerías acristaladas. La fachada principal, la que da a la plaza de la Libertad, se despega del edificio como un elemento casi autónomo que hace las funciones de pórtico con el que se juega con cierta ironía con elementos reinterpretados de la historia de la arquitectura el vano termal, la columna .

En el edificio de la Cooperativa San Sebastián, posiblemente su mejor obra, tienen que dar sentido a un problema de cierre urbano mucho más complejo. El solar donde se ubica planteaba varios problemas de compleja solución. En la calle Duque y Merino el cierre de la manzana remataba con una altísima medianera de un edificio de seis plantas de los años setenta, mientras que en su lado contrario, la Plaza de las Casetas, la altura la marcaban viviendas tradicionales de dos y tres alturas. El mayor reto, con todo, lo planteaba la nueva calle que se abría enfocando a la fachada trasera de La Casona, el principal monumento de Reinosa, que ellos conocían perfectamente, tras su rehabilitación. Se tenía que tener en cuenta, además, que desde la propia Casona se debería evitar en lo posible la visión degradada de las traseras de los edificios de los setenta, y que el diálogo entre los dos edificios no negase la esencia arquitectónica ni de uno ni de otro. El resultado final es admirable desde este punto de vista, aunque también desde lo puramente formal donde les vemos practicar de nuevo un eclecticismo estilístico con algunos elementos tomados del post -referencias a los entablamentos dóricos- , junto a otros de planteamientos neomodernos -la torre- o de tipo conceptual.

Central de Telefónica en Reinosa. Clemente Lomba y Eduardo ManzanaresLa otra gran obra de los noventa, y no juzgamos arriesgado decir que posiblemente la más interesante del último medio siglo, es la Central de Telefónica de Reinosa, de Clemente Lomba Gutiérrez y Eduardo Manzanares Campo. El edificio -reconocido en los premios Antonio Ortega Fernández/José González Alloza, convocados por el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria del año 1994, dentro del apartado de edificación pública o singular- (10) surge como remate a una degradada manzana en un entorno de casas de diversa procedencia estilística y en algunos casos con una tipología más cercana a lo rural que a lo urbano. La elección del material, la irregular alternancia de los volúmenes y unas proporciones análogas a lo circundante insertan ejemplarmente al edificio en su entorno, a la par que se abre sin estridencias a muy diversas perspectivas desde ángulos dispares. Acorde con la finalidad, el edificio se cierra en sí mismo y potencia la idea de seguridad y solidez, a partir de tres compactos volúmenes cúbicos. Formalmente el edificio es fiel a ciertos principios del Movimiento Moderno matizados por una esencialidad de raíz minimalista en los que no se niegan determinados valores de la tradición. La Central de Telefónica, dada la escasez de buena arquitectura moderna en nuestro ámbito de estudio, nos enseña que la calidad, independientemente de su vinculación a corrientes más o menos vanguardistas, no está reñida con el respeto a la tradición constructiva y enriquece, como en cualquier otra época de la historia, nuestro bagaje artístico.

Cementerio nuevo d Reinosa. DIRSUR Proyectado en 1996, aunque inacabado al día de hoy, merece nuestra atención el nuevo cementerio de Reinosa, de la empresa DIRSUR (Javier Leonardo Martín/Antonio Martínez Alonso/Luis Sáiz González). El principal valor del cementerio es su clara separación de espacios y ambientes, la adaptación a la inclinación del terreno y sus constantes referencias simbólicas, con citas conceptuales a la arquitectura funeraria tanto histórica como moderna.

En el campo de la vivienda las realizaciones fueron menores en los ochenta y primeros noventa, aunque en los últimos años se ha desatado un boom, difícil de entender, cuando la comarca y más en concreto la ciudad de Reinosa, donde más se aprecia este fenómeno, pierde paulatinamente población. La calidad arquitectónica va por detrás del resto de los tipos analizados, pese a que los proyectos partan en ocasiones de arquitectos, que como Polanco y Díez, tienen una experiencia profesional destacada en otros campos. La aprobación social y la adecuación a los intereses de los promotores condicionan buena parte de los proyectos cargados de localismos y guiños regionalistas sin que, por el momento, se experimenten otras fórmulas igualmente válidas.

En el caso de la vivienda unifamiliar existe alguna honrosa excepción, como la casa del arquitecto Polanco, de 1996. La casa se diseña con gran claridad de planta y alzado, perfectamente orientada y cargada de influencias diversas como las casas en pabellón de César Portela en Galicia, aunque las referencias materiales y la distinta concepción de los vanos formen parte tanto de la tradición local como de su personal mirada hacia la arquitectura.

Otras casas que repiten esta estructura de pabellón las encontramos en la parte alta de Mazandrero (Miguel Álvarez de Eulate,1999) o en la casa de Francisco Calderón en Arroyo (Raúl Fernández Calderón, 1983). También de interés, aunque con una orientación distinta a las anteriormente citadas, resulta la Casa de Ángel García Hacha en Villaescusa de Solaloma, proyectada por A. Ortega y L. Pedraz.

Un último ejemplo que vale la pena destacar es la tasca "Camesa" en la localidad de Olea, de Eduardo Ruiz de la Riva. Las aportaciones teóricas de este arquitecto resumidas en su "Casa y aldea en Cantabria" de 1991, son una referencia obligada para entender la complejidad de la arquitectura en el medio rural. Así mismo, sus aportaciones profesionales en este campo son imprescindibles dentro del panorama de la arquitectura reciente en Cantabria. Parte de su manera de entender la arquitectura se resume en este edificio que saca el máximo partido a su privilegiada ubicación, a la correcta utilización de los materiales y a la división de funciones en volúmenes reconocibles.

Por último, en el campo del diseño de interiores tenemos que hacer referencia al trabajo de Luis Manuel Gálvez, quien diseña a lo largo de la última década numerosas obras de muy distinta concepción entre las que sobresale el bar "Flous", la cafetería "Clay", la discoteca "No-lo-sé", el disco bar "Latino", o la tienda de modas "Cuesta".
 
 
CONCLUSIÓN
La arquitectura del siglo XX en Campoo se despide como empezó, con una indefinición estilística de base ecléctica en la que se funden las distintas tendencias experimentadas a lo largo de la centuria. La calidad de los proyectos debería ser el único argumento a defender de cara al nuevo siglo, superando la estrechez de miras de los diferentes disfraces neorurales y neorregionalistas que, bienintencionados o no, condicionan de manera excesiva la actividad arquitectónica y urbanística de nuestro tiempo en detrimento de la autenticidad y la libertad creativa. En palabras de Ruiz de la Riva:

"Es deseable antes un alto nivel de calidad arquitectónica con variedad de estilos, que un bajo nivel de arquitectura con alto nivel de coherencia estilística casas montañesas por ejemplo . (...) El valor de los buenos edificios permanece a lo largo de la historia por encima de modas y estilos, pero la mala arquitectura se ignora o desaparece por su endeblez constructiva. La calidad intrínseca de la obra es lo que la sostiene más que su, filiación estilística" (11).
 

NOTAS

(1) LEONARDO MARTÍN, Javier."Desarrollo y evolución urbana en Reinosa" Cuadernos de Campoo, n° 19, pág. 12. PÉREZ SÁNCHEZ, J. L. y otros: Catálogo Monumental de Reinosa. Reinosa, 1995. Pág. 20.
(2) Todavía en algunos edificios de la década de los cincuenta, como la Escuela de Fontibre (1955) o el Colegio Rodríguez de Celis de Paracuelles (1957), se recogen algunos elementos característicos del estilo, como la solana entre muros cortafuegos.
(3) La figura de Hernández Morales está empezándose a valorar en los últimos años en distintos artículos y publicaciones de ámbito comarcal. De hecho, en el último año, el arquitecto ha sido galardonado por el Colegio Oficial de Arquitectos en reconocimiento a su larga trayectoria profesional.
(4) En realidad la primera aparición de Hernández Morales en nuestra comarca la realiza como arqueólogo en 1946. HERNÁNDEZ MORALES, A.: "Julióbriga, ciudad romana en Cantabria". Santander, 1946.
(5) Semanario "Fontibre", n° 26, pág. 2.
(6) Sobre Ricardo Lorenzo se puede consultar:
PORRAS, Fernando; RORIANO. Federico. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, 1990.
GARCÍA GÓMEZ, Constantino y FERNÁNDEZ ABASCAL TEIRA, Eduardo/SANTAMARÍA. Pío Jesús en "La búsqueda paciente", Componente Norte, n° 2, 1997.
(7) Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Folleto informativo de la Rehabilitación del Teatro Principal de Reinosa.
(8) Toda la información sobre estos dos arquitectos se obtuvo por entrevista directa con ellos. Agradezco su colaboración y sus comentarios sobre el tema que nos ocupa.
(9) Para conocer la filosofía de esta rehabilitación y los protagonistas involucrados en ella se pueden consultar los prólogos al libro: "El Castillo y el Marquesado de Argüeso", de PÉREZ BUSTAMANTE, R. Santander, 1987.
(10) II Premios Antonio Ortega Fernández/Julio González Alloza 1990/1992/1994. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria. Santander, 1996.
(11) RUIZ DE LA RIVA, Eduardo: Casa y aldea en Cantabria, pág. 391.
 

BIBLIOGRAFÍA

BALDELLOU, Miguel Ángel/CAPITEL, Antón: Arquitectura española del siglo XX. Madrid, 1995.
CAPITEL, Antón: Arquitectura española, años 50-años 80.
PÉREZ SÁNCHEZ y otros: Catálogo Monumental de Reinosa. Reinosa, 1995.
RUIZ DE LA RIVA, Eduardo: Casa y Aldea en Cantabria. Santander, 1991.
Semanario FONTIBRE.
VV.AA.: Guía de arquitectura de Santander. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria. Santander, 1996.
VV.AA.: La casa en Cantabria. 1920-1995. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria. Santander, 1997.