ANTECEDENTES
Entre 1844 y 1928 se produce en la comarca de Campoo la mayor concentración de fábricas de vidrio que se ha conocido en España. Comienza en 1844, en Las Rozas, con la fábrica de La Luisiana y en los años posteriores se va extendiendo aotros pueblos de la comarca. En 1870 se abre La Cantábrica, en Arroyo; en 1871, la fábrica Santa Clara en Reinosa; en 1905, Nuestra Señora de Guadalupe en Mataporquera y, en 1906, la vidriera de Arija. Pero su importancia no se debe sólo al número de fábricas y la excelente calidad de su vidrio, sino que en algunos momentos destacaban éstas también por la cantidad producida: en 1881, La Luisiana y La Cantábrica generaban más de una tercera parte del total del vidrio nacional; en 1884, la producción de Santa Clara equivalía a más de la mitad de las importaciones de Francia y Bélgica.
Este complejo se localiza en un entorno rural, lejos de la costa, de las ciudades y los mercados. Sin unos medios de transporte adecuados y muchas veces interrumpidos por las fuertes nevadas, ya que el transporte se hacía en carros. La decisión de instalar aquí la primera fábrica de vidrio se debe a los hermanos Luis y Antonio Collantes Bustamante, y parece obedecer a que poseían unos yacimientos de carbón en la Las Rozas, a la proximidad de las arenas de Arija, a la disponibilidad de arenas refractarias en los alrededores y a la propiedad de unos yacimientos de sosa en Cerezo del Río Tirón. Esto hace que en la campaña de 1845-1846 comience a funcionar en las Rozas La Luisiana (llamada así en honor a Luis Collantes Fonegra, padre de Luis y Antonio), con una docena de obreros franceses y treinta obreros procedentes de Gijón y Avilés, algunos de los cuales era también extranjeros.
Este complejo industrial llegó a tener un pequeño ferrocarril que llevaba el carbón directamente de las minas de Las Rozas a
La Luisiana. Por iniciativa de Telesforo Fernández Castañeda, gerente de las fábricas, se construyó la carretera de las Rozas a Reinosa que unía
La Luisiana,
La Cantábrica y
Santa Clara para que por ella circulasen los carros con carbón, arena. cajas de vidrio, etc.
La aparición de esta industria en la España del siglo XIX va a suponer un vuelco en la comarca. Con la explotación de las minas y las fábricas se crea empleo, se desarrollan nuevos oficios, aparecen los núcleos obreros, se desarrolla la burguesía y aumentan las comunicaciones y el comercio. Pero, sobre todo, hay un hecho destacable: la llegada de obreros extranjeros, suizos, belgas, franceses, alemanes e italianos, que se caracterizan por ser una mano de obra altamente cualificada, especialmente los manchoneros, que eran el eslabón más importante de la cadena de fabricación.
El procedimiento de soplado de vidrio plano en cilindros o manchones se remonta al siglo X. Para ello, el manchonero cuenta con dos ayudantes, los levantadores menor y mayor, que son los encargados de formar en el extremo de una caña de hierro la posta (una bola de vidrio incandescente), que el manchonero sopla para ahuecarla a la vez que balancea la caña sobre un foso para que se estire por su peso, vaya tomando forma cilíndrica y se forme el manchón. Una vez terminado, se cortan los extremos dejando solamente la pared lateral del cilindro formando un tubo o manguito (el manchón). Para cortar los extremos, el recortador cogía un poco de vidrio del horno y, al ser éste muy dúctil, lo estiraba hasta formar una especie de cuerda fina con la que rodeaba el extremo del manchón, el cual, por la diferencia de temperatura, se rompía por la zona de contacto; a continuación hacía lo mismo con el otro extremo. Después, el abridor lo cortaba a lo largo para llevarlo al departamento de aplanación donde, a la temperartira conveniente, se aplanaba con unos tacos de madera remojados en agua hasta dejarlo convertido en unas hojas que, más tarde, los cortadores reducían a la medida deseada. Las hojas más grandes iban destinadas a espejos o grandes ventanales.
Por este procedimiento se han obtenido hojas de 2 metros por 0,75 metros, lo que supone el soplado y manejo de manchones superiores a los cuarenta kilogramos de peso, lo que puede dar una idea de las especiales cualidades físicas y de destreza que debían de tener los manchoneros. En 1923, en la Exposición Universal de Sevilla, se expuso un manchón que superaba los 2,5 metros de altura, procedente de la fábrica de vidrio de Lamiaco (Vizcaya).
Los manchoneros trabajaban por campañas que duraban de 9 a 10 meses, tras lo cual había que parar el horno (four mort) para hacerle la reparación anual que duraba unos meses, durante los cuales dejaban de trabajar o iniciaban la campaña en otra fábrica. Los aprendices empezaban con 14-16 años y tardaban entre 8 y 10 años en aprender el oficio. Por esa itinerancia y por la dificultad en el aprendizaje, el oficio se transmitía de padres a hijos o a personas próximas lo que, además, les permitía mantener ciertos privilegios, y suponía una dificultad para el empresario cada vez que tenía que sustituirles. Por eso, en 1878
La Cantábrica se constituye durante un tiempo en escuela para enseñar el oficio a obreros españoles. Esto solo fue posible por la escasez de trabajo en Francia ya que en un principio los obreros que habían venido del extranjero se opusieron al ver peligrar sus privilegios. Esto supuso que en los años siguientes hubiese obreros españoles cualificados para trabajar en las fábricas no solo de Campoo, sino de otros lugares como Lamiaco (Vizcaya), donde, entre los primeros obreros españoles cualificados, los hay de Las Rozas, Arroyo, La Aguilera y Mataporquera que, junto con los belgas, llegaron a trabajar cuando allí se abrió en 1892 la fábrica de Vidrios de Lamiaco.
TÉCNICA
El instrumento de trabajo del manchonero es la
caña. Fue empleada por primera vez hace más de veinte siglos y apenas ha cambiado a lo largo del tiempo. Consiste en un tubo hueco de hierro que mide algo más de metro y medio de largo con una embocadura para soplar por un extremo, cerca del cual está cubierta de madera para poderla coger sin quemarse; y un ensanchamiento, en el otro extremo, que es el que se introduce en el vidrio fundido para tomar una pequeña cantidad la posta que se queda adherida a la caña, produciéndose el
levantado del vidrio. La
caña de soplar vidrio parece que se inventó en Sidón, en el siglo II de nuestra era, por vidrieros fenicios y su uso supuso una mejora en la calidad del vidrio en la antigüedad al poder así trabajar con temperaturas más altas, poder hacer las paredes más delgadas y por ser un método más rápido que permitía una fabricación a mayor escala.
Otro oficio especializado era el de
cortador de vidrio a mano con diamante. También se transmitía de padres a hijos, y la habilidad consistía en saber preparar el diamante. Vestían con un mandil y unas muñequeras de lona para protegerse de los cortes. Como los manchoneros, en algunas fábricas también tenían derecho a casa y carbón.
Debido a la dureza del trabajo, los manchoneros tenían una jornada más reducida que el resto de los obreros, y trabajaban en turnos de día y noche. La vida laboral del manchonero era muy corta, debiendo retirarse prematuramente, casi siempre con enfermedades profesionales. En la fábrica había médico y botiquín. Debido al calor y al esfuerzo, su alimentación era especial ya que requería de alimentos que, además de nutritivos, fuesen variados y apetitosos.
LA VIDA
Por su carácter itinerante, carecían de propiedades y dependían de las viviendas que les alquilaba la fábrica, que a veces carecían de agua y aseo pero solían tener luz eléctrica procedente de la fábrica.
Estaban escolarizados hasta los 10-12 años, y solían conservar una afición a la lectura que se transmitía de padres a hijos. Solían suscribirse a revistas y compraban el periódico con que luego hacían unos pliegos que empapados en agua utilizaban en su trabajo.
Introdujeron una serie de palabras nuevas que quedarían incluidas en su vocabulario técnico, aunque a veces españolizadas: machón, gamin, gobeletería, four mort...
Conocían otras provincias españolas, casi todos trabajaron en la fábrica de La Granja de Segovia, y en otros países donde había fábricas de vidrio.
Debido a que la mayoría de ellos procedían de Francia, un Estado laico, donde se habían proclamado los Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano, sus ideas sociales, religiosas y laborales eran muy avanzadas. Y como hicieron otros obreros de la industria, también formaron mutualidades, montepíos o socorros mutuos que fueron los precursores de los modernos seguros sociales.
Pero al iniciarse el siglo XX, y tras haber superado diversas crisis debido a unos elevados costes de fabricación por escasez y carestía de la mano de obra, a las dificultades y carestía del transporte y la fuerte competencia de los vidrios extranjeros con unos bajos aranceles aduaneros, lo que inicia el declive es el proyecto de incluir a La Luisiana en el área anegada del pantano del Ebro, por lo que, en 1913, ésta apagará definitivamente sus hornos. Además, la imposibilidad de competir con los nuevos métodos de fabricación mecánica, hace que en 1924 cierre Santa Clara en Reinosa y, en 1928, La Cantábrica en Arroyo y también Nuestra Señora de Guadalupe en Mataporquera, instalándose en el lugar de esta última Cementos Alfa, y utilizando los ladrillos refractarios en una nueva fábrica instalada en Vioño, cerca de Torrelavega, que había incorporado el sistema de laminación continua de vidrio, lo que suponía la desaparición del oficio de machonero.
El cierre de las fábricas también supuso el cierre de las minas, salvo las de Arroyo, que siguieron abastecimiento a la fábrica de Arija hasta que, unos años más tarde, la trasladaron a Avilés. Esto supuso la emigración de gran parte de los obreros, entre ellos los hijos de aquellos pioneros de la industrialización. Y así, es posible ver en cualquier lugar de España, o en Brasil, Argentina, Londres, Moscú, Leningrado, Portugal o Australia, nombres y apellidos de personas cuyo lugar de nacimiento es un pequeño pueblo de Campoo donde hubo fábricas de vidrio. Pero eso, es otra historia que a veces se mezcla con los acontecimientos más horribles ocurridos en Europa en el siglo XX.
Agradecimientos. A los vidrieros, a los mineros y a los descendientes que han conservado las imágenes y los recuerdos del esplendor.
BIBLIOGRAFÍA
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VV.AA.: Real Fábrica de Cristales. Tecnología y arte del vidrio en el siglo XVIII. Fundación Centro Nacional del Vidrio.
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