Las neveras de Reinosa y Fombellida

Luis Ángel Moreno Landeras

Reciben el nombre de neveras aquellos pozos cons­truidos en sierras o montes elevados que sirvieron para almacenar nieve durante los meses invernales para su utilización, preferentemente, en los meses veraniegos.
 
La nevera de Reinosa
Localización de la antigua nevera en la calle Ciudad Jardín.Esta nevera se encontraba instalada en la ac­tual calle Ciudad Jardín. Se cedieron los terrenos de La Nevera para la construcción de casas para empleados de la Sociedad Española de Construc­ción Naval. En ese montículo, con una altitud de 857 metros, latitud= + 43° 00 '05", longitud= - 4o 08' 14', y acceso por el Camino Real (actuales Ave­nida Castilla y Avenida del Puente de Carlos III) se conservan la Travesía La Nevera y la calle La Ne­vera. Esta última termina actualmente en la Plaza de la Libertad, llegando anteriormente hasta la ac­tual Ciudad Jardín. Toda esta zona ha sufrido una fuerte urbanización y no quedan restos visibles de la nevera. Permanece tan sólo en el recuerdo de los más mayores haber visto el pozo y una nevera de farmacia, donde se guardaban los medicamentos preparados por los farmacéuticos, y la práctica de tirarse con el trineo por la ladera del Gurugú hacia la fuente de Sorribero (actual Parque de Cupido).
 
La escasa documentación encontrada cons­ta de un legajo, el n° 4199 del Archivo Provincial de Cantabria, sobre remate del abasto de "Elados", pago por su recogida y precio de venta:
 
Manuel Gutiérrez Navamuel, se remata en 1.807 el abasto de "Elados" para el público de la Villa, desde el 1 de mayo hasta el 1 de octubre.
En mayo de 1.808 Manuel Gutiérrez Navamuel, botillero, arrendatario de la nieve que tiene el pozo o nevera de esta villa, se compromete a pagar 345 reales por el costo que ha tenido recoger la nieve que tiene dicha nevera, y que ha de vender la li­bra de nieve a 4 maravedís a todos los vecinos... Comprometiéndose Juan López Acereda, también botillero y vecino de Reinosa a traerla del puerto y surtir al público de la que necesite a dicho precio.
 
 
La nevera de Fombellida
Este pozo de nieve se localiza en el paraje de­nominado con el topónimo de la Zarzosa, junto al alto de Pozazal, perteneciente al Ayuntamiento de Campoo de Enmedio.
 
Pozo la Zarzosa.Está instalada en la ladera de la sierra, apro­vechando la orografía del terreno para cumplir los requisitos de la construcción para el perfecto man­tenimiento de la nieve almacenada. Su altitud es de 948 metros, su latitud= + 42° 55' 00", su longitud= - 4o07' 00", y se encuentra en el primitivo camino de acceso al mar Cantábrico desde la meseta cas­tellana.
 
Posee una planta circular excavada en piedra caliza, con corrimientos de piedra en su embocadura, con unas medidas Norte-Sur de 8,5 m por Este- Oeste de 8 m. Alrededor de la boca tiene excava­da una zanja de drenaje, utilizada en parte como trinchera, para protección ante las aguas de lluvia; carece de muro de contención en su parte visible; no se puede medir con exactitud la profundidad del pozo, por haberle sido dado antiguamente el uso de vertedero de basuras, siendo desde la cota más alta desde la boca al contacto del basurero sobre 8,2 m. Lo que sí se observa es su desagüe en la ladera sur. Una limpieza del pozo y posterior excavación nos podría llevar a sus primitivas medidas.
 
 
¿Qué son las neveras o pozos de nieve?
Las neveras eran pozos donde se depositaban la nieve de los montes y sierras para convertirla en hielo; se encontraban generalmente en las afueras de la población.
 
Existen dos tipos de neveras: naturales y arti­ficiales o arquitectónicas.
 
Las naturales son aquellas en las que la nieve se almacena en relieves orográficos, hoyos o cue­vas.
 
Las artificiales o arquitectónicas, se construían siempre hacia el norte o en el lado más sombrío, en altitudes entre los 400 y 1400 metros.
Una nevera artificial es un pozo horadado en el terreno o excavado en roca, de planta circular con muros de contención y techumbre, que dispone de una abertura para la introducción de la nieve y posteriormente para la extracción de hielo.
 
Interior del pozo la Zarzosa. Este pozo se adapta perfectamente a los ya localizados en Cantabria y otras comunidades que se realizaron de acuerdo con el Tratado de Ingeniería y Obras Públicas en la época de Felipe II.Su finalidad era la de recoger y guardar la nie­ve durante el invierno para utilizarla a lo largo de los meses siguientes, sobre todo en el estío. Llegó a ser una actividad que creó una industria tradicio­nal que generó trabajo, comercio, y sus arriendos generaron beneficios económicos para los munici­pios, concejos y particulares.
 
El trabajo en las neveras era un oficio duro, desarrollado en gran parte en los rigores del in­vierno y durante las noches de verano, pero era mantenido por gentes con notable cualificación para realizar correctamente su cometido. En definitiva, trabajadores con conocimientos que se per­feccionaban a lo largo de los años, lo que permitía elegir acertadamente los emplazamientos idóneos para construir los pozos y mejorar las técnicas de empozado y almacenamiento.
 
La nieve se convirtió durante varios siglos en un verdadero negocio gestionado por un "admi­nistrador de la nieve". Los ayuntamientos solían adjudicar este negocio al mejor postor mediante remate. Los horarios de venta eran severos, excep­to en casos de enfermedad, para los que se podía vender a lo largo de las 24 horas del día. El adju­dicatario debería comenzar a vender la mercancía a las cinco de la mañana y tenía que tener abierto el negocio hasta las diez de la noche en verano, y entre las ocho de la mañana y las siete de la tarde en invierno.
 
 
¿Para qué sirven?
A partir del siglo XV, el consumo de nieve co­mienza a ser común entre la nobleza, las clases ele­vadas y el clero; es la fase inicial de un importante comercio que tuvo su auge a finales del siglo XVI manteniéndose a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX.
 
La conservación de los alimentos se realizaba gracias a la salmuera, los ahumados, los adobos, las conservas y el aprovechamiento de la nieve.
 
En España fue la cultura islámica la que poten­ció el almacenamiento y uso de la nieve para con­servar carnes y pescados, para refrescar bebidas, fabricar helados y para usos medicinales. Los grie­gos y los romanos comprimían la nieve en pozos y posteriormente la nieve comprimida se convertía en hielo para ser usada en época de mayor calor.
 
Los protocolos de arrendamiento de la nie­ve indicaban fuertes multas que recaían sobre los abastecedores en el caso de que faltase. Servían de abastecimiento al hospital y al centro distribuidor de la nevería.
 
 
¿Cómo se construían?
Las neveras naturales se encuentran en las co­tas más altas. El llenado de sus grietas profundas y umbrías en el transcurso de las frecuentes nevadas invernales las convertía en un lugar idóneo de al­macenamiento de nieve, la cual se conservaba allí durante buena parte del año. Este tipo de neveras eran aprovechadas como suministro y abasteci­miento de otras artificiales.
 
Las neveras artificiales o arquitectónicas se si­tuaban en zonas orientadas al norte para conseguir la mayor sombra y aireación posible que garanti­zase una temperatura interior constante. El terreno debía ser fácil de excavar, seco, elevado y no per­meable para evitar filtraciones de agua que fun­diese la nieve. Alrededor del pozo se realizaba una zanja para drenaje y protección de las aguas flu­viales y desnieves, habilitando una explanada para las labores de carga y descarga. Su proximidad a un talud facilitaba la realización del canal de des­agüe que realizaban desde el fondo de la nevera al exterior para permitir la salida de las aguas que re­sultaban del inevitablemente deshielo. El pozo ex­cavado se cubría con un muro circular de paredes verticales con piedra de mampostería enripiada y normalmente no solían tener escalera para bajar, se utilizaban de mano. Los pozos tenían un diámetro de entre tres y diez metros y una profundidad de entre tres y doce metros (unos siete metros la ma­yoría de las veces); casi todas tenían cubierta, que en pocas ocasiones se ha conservado. Esta era unas veces en forma de cúpula de piedra, otras con te­chumbre cónica o a dos aguas recubierta de ramas o tejas, o bien taponada con vigueta y tablones sellados con terrones de tierra o lajas de piedra.
 
El suelo, ligeramente inclinado hacia un de­sagüe, se halla enlosado y sobre éste se asienta un elevado entarimado de madera, separado del suelo por poyos de piedra, que dejan un espacio por el que discurre el agua que resulta del deshielo de la nieve acumulada en el pozo. Esa agua, perjudicial para la conservación de la nieve, saldría al exterior por el correspondiente desagüe.
 
Las neveras de mejor construcción permitían una mayor limpieza del hielo, que no se contami­naría con tierra y materiales vegetales o animales, prolongando a su vez la conservación del frío in­terior. Los pozos en formas redondeadas eran más fáciles de recubrir y tenían menos capacidad de emisión de calor radiante y conductivo, por care­cer de esquinas y disponer de menos superficie en relación a un volumen dado.
 
Las neveras de "distribución" eran las construidas en los cascos urbanos y su función era guardar la nieve bajada de los pozos productores para su conservación y posterior venta al ciudadano.
 
Las neveras o pozos de nieve se encontraban en las afueras de la población y conservaban el hielo durante meses.
 
Las inversiones en la construcción de pozos de nieve eran afrontadas con recursos municipales, estatales y también por comunidades religiosas, que se garantizaban su propio suministro.
 
 
¿Cómo se llenaban?
En otoño se recogían elementos vegetales como las hojarascas del monte, ramas o cañas y se cor­taban helechos que serían utilizados en las neveras como elementos aislantes.
 
Se recogía la nieve, en el entorno más inmedia­to a la nevera, a finales del invierno y comienzos de la primavera. Los obreros especialistas en su lle­nado cortaban la nieve con palas y la transporta­ban hasta la boca del pozo en cestos, trineos o en bolas, si la inclinación del terreno lo permitía. Aquí comenzaba el trabajo duro: en el interior del pozo se iban depositando las cargas de nieve, donde se machacaba y apisonaba con los pies, palas y pi­sones de madera hasta formar una masa de hielo compacta y sin huecos, lo más homogénea posible, para disminuir el volumen ocupado y conservarse durante más tiempo sin licuarse. Normalmente se hacía en capas sucesivas para facilitar la labor de extracción del hielo. Dichas capas, de 30 a 50 cm de espesor se alternaban con otras de hojarasca, helechos o paja, cuidando de no dejar huecos en el relleno y de no colocar demasiada paja para evitar que esta fermentase desprendiendo calor. Las pare­des eran forradas por cañas o ramas de hojas secas a medida que se iba llenado el pozo, evitando el contacto directo con la pared de piedra.
 
La dureza del trabajo debía de ser impresionan­te. Los trabajadores de la nieve no disponían de las prendas de abrigo ni calzados adecuados a las condiciones del frío acumulado en el interior del pozo. Cuanto más grande fuera la nevera mejor se conservaba el hielo; se necesitan 5.000 kilos para formar un bloque mínimamente perdurable, calcu­lándose unos 500 kilos por metro cúbico. Se trataba de llenarlo y mantenerlo sólido hasta el verano.
 
 
¿Cómo se repartía la nieve?
El hielo, cortado en pequeños bloques con ha­chas o sierras en el interior del pozo, se desempoza­ba extrayéndolo con una polea hasta la superficie. Se embalaba en cajas de madera o se cubría con telas y envolvía en sacos. Tales bloques de hielo eran trasladados por los trajineros, una vez cubier­tos con helechos y terrones para evitar su deshielo, sirviéndose de caballerías con serones o de carros, a diversas poblaciones con destinos tales como ta­bernas, posadas, hospitales o casas señoriales. En estas últimas el hielo se utilizaba preferentemente para suministrar las primeras neveras domésticas donde conservar los alimentos (carnes y pescados), así como refrescar el agua y otras bebidas. Cuan­do llegaba a su destino, se vendía -limpio de ele­mentos vegetales- por libras o arrobas pesadas con balanza y comprobaban las condiciones de calidad y limpieza. En las épocas calurosas, el hielo era trasladado preferentemente de noche, para evitar el calor del sol.
 
 
¿Para qué se usaba?
Durante los siglos anteriores a la era industrial disponer de hielo o nieve en la época estival fue una necesidad tan básica como es hoy disponer de una nevera en el hogar.
 
Fue usado principalmente con fines terapéuti­cos, así como para la fabricación y conservación de fármacos y recetas.
 
Eran aprovechadas sus propiedades curativas en usos como:
Sedante: La adición de hielo en baños fríos o su aplicación sobre la piel en bolsas elabo­radas con vejigas de cerdo calmaba cefaleas, dolores producidos por traumatismo de hue­sos, quemaduras o desgarros y sobre todo rebajaba la fiebre en múltiples afecciones (meningitis, escarlatina, gripe, peste, fiebres tifoideas y amarilla...).
Anestesiante: Era utilizado con este fin en la práctica de la cirugía.
Astringente: Detenía hemorragias al tiempo que las higienizaba.
Excitante: Para estreñimientos, dolencias de vejiga o de abdomen.
 
El hielo era también aprovechado en el área de la alimentación para conservar carne, leche, frutas y pescados; elaborar bebidas y refrescos, granizados y helados de varios sabores; transportar alimentos perecederos hacia núcleos rurales o urbanos.
 
 
¿Por qué se produce su decadencia?
Coto Redondo, pozo de nieve rehabilitado. Cohicillos.Los principios de la industrialización tecnológi­ca de finales del siglo XIX, descubren rudimentos para la fabricación industrial del hielo mediante el éter y dieron con su fabricación en barras elimi­nando un comercio muy importante que se había mantenido durante siglos y ha pasado al olvido generacional quedando tan sólo su reflejo en la toponimia de los lugares como "la nevera" y esca­sos restos de una arquitectura rural que es parte de nuestro patrimonio historie o-cultural y que debe protegerse.
 
Interior del pozo de Cohicillos.El 17 de septiembre de 1920, el Real Decreto sobre condiciones que deben de reunir los alimen­tos, exige que sólo "debe administrarse como hielo alimenticio el fabricado artificialmente que dé por su fusión un agua potable y pura. Esto dio acce­so a más personas a tener a su alcance la refrige­ración y conservación de alimentos en primitivas neveras de zinc y las fresqueras rudimentarias eran abastecidas por bloques de hielo procedentes ya de pequeñas industrias. Con los avances tecnológicos se desarrollaron neveras domésticas capaces de ser autónomas para fabricar hielo y conservar alimen­tos. Todos tenemos en casa nuestra "nevera", cuyo nombre es heredado de esos pozos excavados por nuestros antepasados.
 
Sirva este artículo como recuerdo de la impor­tancia de la utilización de la nieve en nuestra Merindad. En los últimos años hay un cierto interés no sólo a nivel de conocimiento general, sino tam­bién por parte de los organismos oficiales en la conservación de las antiguas neveras. Como con­secuencia de ello, son varios los pozos de nieve que se han descubierto y rehabilitado en todo el territorio nacional, habiendo sido ya inventariados en Cantabria uno en el Puerto de Alisas (Riotuerto), dos en La Anguinzas (Mieras), uno en la sierra colindante del Dobra (San Cristóbal) y otro en Coto Redondo (Cohicillos). Se trata de actuaciones que deben continuar realizándose en nuestra comuni­dad con el objetivo de ofrecer una protección ofi­cial y catalogación descriptiva y documental tanto de las neveras localizadas como de las que pueden ir apareciendo.
 
Luis Ángel Moreno Landeras
MUSEO ETNOGRÁFICO "EL PAJAR"
 

Bibliografía:
Nevero artificial - Wikipedia, la enciclopedia libre. Publica­ción electrónica http://www.wikipedia.org, consultado a 21-8-2007.
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Ayuso Vivar, Pedro A., Las neveras y el uso de la nieve y del hielo en la comarca Hoya de Huesca/Plana de Uesca. Publi­cación electrónica http://plan.aragob.es, consultado a 12-03-2007.
San Miguel Briongos, Marta, Felipe II. Los ingenios y las má­quinas. Ingeniería y obras públicas en la época de Felipe II. Los pozos de nieve. Lugar de edición: Madrid, editora, SOCIE­DAD ESTATAL PARA LA CONMEMORACIÓN DE LOS CENTE­NARIOS DE FELIPE II Y CARLOS V pp. 332 - 335, año 1998
Pozos de hielo. Neveras de Aragón. Publicación electrónica http://html.rincondelvago.com, consultado a 12-8-2008.