Reinosa se conoce y menciona ya desde la Edad Media como lugar habitado y con personalidad propia, aunque no se debe olvidar que mucho antes en nuestro valle sucedieron acontecimientos importantes para la historia de nuestra región, sin embargo en este artículo sólo se va a hablar de Reinosa como una entidad de población diferenciada de otras, y que como tal se la nombre, y únicamente a través de escritores, comentaristas y personajes ilustres que dejaron páginas escritas donde poder rastrear una imagen o un esbozo de nuestra ciudad, de su paisaje o del carácter de sus gentes.
Se trata aquí de señalar algunas de las citas y manifestaciones que a lo largo de varios siglos hicieron los que por aquí pasaron o que de alguna manera quedaron anotadas; este escrito no es evidentemente exhaustivo y nos dejaremos probablemente muchas noticias tal vez más interesantes que las que a continuación mencionamos.
Es hacia el año 1000 cuando comienza a encontrarse el nombre de Reinosa en algunos documentos, el primero de ellos es el Fuero Apócrifo de Cervatos (999) donde figura como Renosa ( in Renosa quotuor solares) y a partir de este momento aparece mencionado en varios pleitos y escrituras. Una descripción más pormenorizada se puede leer en el Becerro de Behetrías de 1352, aquí se le cita como un lugar con 30 solares con sus respectivos dueños, en el que existen dos tipos de jurisdicción: de behetría y de abadengo dependientes de las Abadías de Santillana y de Santa María de Aguilar. En 1402, Reinosa figura en un pleito entre Diego Hurtado de Mendoza y Gonzalo Ruys por la venta que hizo éste al Almirante de una casa y torre que tenía en Reinosa. En el Apeo de 1404 se declaran tres regímenes jurisdiccionales: behetría, abadengo y solariego, y Reinosa se perfila ya como centro de la comarca donde se realiza un mercado incipiente; más adelante en el Pleito de los Valles (1439, 1440, 1441) se alude a Reinosa como cabeza de la Merindad de Campoo y un poco después en 1465 Enrique IV le concede Fuero Real, confirmado posteriormente por los Reyes Católicos.
Así vemos como Reinosa comienza a desarrollarse y adquirir importancia a lo largo del siglo XV, momento en el que se establece su supremacía dentro del extenso territorio que constituye la Merindad de Campoo. Sin embargo, el número de habitantes es escaso, unos 120 en el siglo XIV y no más de 700 tres siglos más tarde. En pleno siglo XVIII experimenta como consecuencia del comercio y del auge de los transportes, un importante aumento de población, contabilizándose a finales de ese siglo unos 1.500 habitantes. Durante el siglo XIX se mantiene un crecimiento constante que se convertirá en espectacular en las primeras décadas del siglo XX, como resultado de la implantación de una gran industria que convirtió Reinosa en una próspera ciudad a la que vinieron casi todos los jefes de estado y de gobierno del primer tercio del siglo XX.
Después de este pequeño bosquejo sobre la evolución de Reinosa desde sus orígenes hasta el siglo XX, trataremos de reflejar las impresiones que sobre ella han tenido, en los diferentes periodos históricos, los hombres que la visitaron.
LA EDAD MODERNA
Será a partir de los Reyes Católicos y sobre todo debido a la política matrimonial que desarrollan, uniendo la Corona española a las monarquías de Centroeuropa, cuando se inicien las travesías que los monarcas realizan por Cantabria tomando como punto de partida los puertos de nuestra región, por considerarlos los más adecuados para sus viajes hacia el principal punto de destino y retorno: Flandes. Así será como estas comitivas reales comienzan a andar nuestros caminos por ser Reinosa uno de los pasos más fáciles, en esta tierra montañosa, para acceder a la costa desde Castilla.
El encuentro de Juan y Margarita
Para comenzar este pequeño itinerario por las páginas de historiadores y escritores, debemos mencionar en primer lugar la tan comentada cita del Padre Mariana sobre el matrimonio de Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos, y Margarita de Austria y su relación con Reinosa.
Este jesuita nacido en Talavera en 1536, en su Historia General de España, nos narra un brevísimo episodio de nuestra historia.
Dejando aparte las acusaciones que al Padre Juan de Mariana se le hacen de mezclar la verdad objetiva con la fábula, la tradición con la historia y por otra parte los comentarios, que como consecuencia de la interpretación de este breve fragmento, designan Reinosa como el lugar donde se prometieron, se desposaron o tuvo lugar la boda de estos personajes, el padre Mariana, al relatar el acontecimiento que ha dado pie a tantas y tantas especulaciones dice textualmente “ en la misma armada que llevó a Flandes a la infanta Doña Juana vino a España, aunque con algunas dilaciones la princesa Margarita, hermana del archiduque, para casar como tenían acordado, con el príncipe Don Juan. Aportó al puerto de Santander por el mes de marzo. Saliéronla a recebir el rey y el príncipe con grande acompañamiento. Viéronse en Reinosa, do los desposados se tomaron las manos. Veláronse en Burgos, principios del mes de abril, con las mayores fiestas y regocijos que jamás se vieron en España.” Juan y Margarita se tomaron las manos en Reinosa, lo que equivale a decir que después de estar firmados en Flandes todos los acuerdos matrimoniales y haber desembarcado Margarita y su séquito en Santander, su prometido Juan, acompañado de su padre el rey Fernando, se adelantaron a recibirla por el camino después de haber dejado a la Reina Isabel en Burgos, ciudad donde en esos momentos estaba instalada la corte y donde se celebraron las ceremonias. En Reinosa se encontraron ambos cortejos y es probable que hubiera una recepción en la casa que llamamos de las Princesas, como dice Ángel de los Ríos y reproducen casi todos los estudiosos de la historia de Reinosa, y que como consecuencia de este acontecimiento sea llamada así, también cabe suponer que el sobrenombre de la casa sea resultado de un error de interpretación, tal y como aparece en el Catálogo Monumental de Reinosa, donde se menciona la casa de la Princesa refiriéndose a lo que el P. Mariana dice a continuación “no quiso la reina que se hiciese alguna mudanza en la casa de la princesa, sino que tuviese sus mismos criados que traía y se sirviese a voluntad”, sin embargo este párrafo hace referencia a la buena disposición de Isabel I hacia su nuera, que permitió a la princesa flamenca conservar a las personas que traía como séquito desde su país, sin introducir en su entorno servidores españoles de la confianza de la reina.
En la Historia de España dirigida por Menéndez Pidal, en el tomo dedicado a la España de los Reyes Católicos, con relación al casamiento de Juan y Margarita se dice que se vieron por primera vez en el valle de Toranzo, junto a Reinosa (sic), en esto coincide también José Luis Casado Soto que sitúa el acontecimiento en Villasevil (Toranzo). Así mismo, José María de Cossío, en el libro “Rutas literarias de la Montaña”, apoyándose en un relato del doctor Toledo, médico de Isabel la Católica, pone de manifiesto que el matrimonio se realizó en Villasevil. Como se puede observar existe una cierta disparidad en cuanto a la ubicación del lugar donde se encontraron el heredero del trono español y la princesa Margarita y sólo si atendemos a la mención del P. Mariana y a la posterior ratificación del hecho por Ángel de los Ríos podemos creer que se produjo en Reinosa este evento, y que si ciertamente ocurrió, sería desde luego recordado por los vecinos del pequeño pueblo que entonces era Reinosa como algo digno de relatarse.
El primer viaje de Carlos V a España
La narración de este primer viaje de Carlos I a España escrito por su ayuda de cámara Laurent Vital se publicó por primera vez en 1881 en la “Collectión des voyages des souverains de Pays Bas” de Gachard y Piot, la primera traducción completa al castellano se debe a García Mercadal en 1953.
Es una crónica muy descriptiva que nos permite hacernos una idea de cómo se encontraba España en los primeros años del siglo XVI. El viaje se realizó en 1517 cuando el joven monarca contaba 17 años, llegó acompañado de un gran séquito, y rodeado de los hombres que en Flandes formaban su consejo. El narrador nos explica con todo lujo de detalles las impresiones que recibió a lo largo de este periplo, describe el itinerario desde Tazones donde desembarcaron, comentando las fiestas y homenajes que se le hicieron a Carlos I en su camino hacia Castilla. Nos cuenta Vital que el rey se puso muy enfermo en San Vicente de la Barquera donde permaneció 14 días.
Los médicos que atendían al monarca, al ver que no mejoraba, le aconsejaron salir de San Vicente y continuar su viaje, (parece que la idea primitiva del rey era ir a Burgos desde Santander, pero al recibir noticias de que en esta ciudad se había declarado un brote de peste cambió de idea y envió recado al resto de sus hombres que le esperaban en Santander, donde parte de la flota había desembarcado, para que salieran hacia Aguilar de Campoo donde se reunirían para continuar a Valladolid.) haciendo pequeñas jornadas hasta llegar, después de muchas penalidades debidas al mal tiempo y la falta de buenos alojamientos, a Reinosa el día 15 de octubre y cerca de esta población el rey se encontró con Juan Sauvage, su consejero, que había hecho el trayecto por tierra y se adelantó al resto de la comitiva para encontrarse con su soberano y ponerle al corriente de las noticias y rumores que corrían por el Reino.
Al llegar a Reinosa, el rey y su hermana Leonor fueron hospedados en casa de un caballero, que comenta el cronista que era descendiente de “marranos”, la propiedad de este señor estaba al lado del convento de San Francisco que se estaba construyendo entonces. El caballero que alojó al rey era al parecer muy devoto y llevaban, tanto él como su familia, los hábitos de la orden franciscana, siendo ellos quienes habían fundado este monasterio, extrañando mucho a Vital que incluso la hija del caballero que estaba embarazada vistiese del mismo modo. Después aclara, en el único comentario jocoso que existe en este párrafo, por demás escueto, que los dichos señores habían obtenido una dispensa del Papa para poder acostarse los maridos con sus mujeres tres veces a la semana y añade “si tal dispensa era agradable a la madre con mucha mas razón tenía que serlo a la hija”.
Aquí no se menciona que hubiese ningún festejo para agasajar al rey como en otros lugares que habían visitado (en San Vicente se celebraron bailes, corridas de toros, etc.) esto hace suponer que en Reinosa no se recibió al rey de la misma manera que en los demás pueblos del recorrido, quizás por venir enfermo o bien porque los habitantes de Reinosa no eran dados a las celebraciones como los de la costa, debido a un carácter más austero, o es posible que esta ausencia de fiestas fuese debida al hecho de que el soberano permaneciese durante su estancia en Reinosa en la casa de un descendiente de conversos que se aplicaba con gran esfuerzo a demostrar con actos piadosos y un cierto desapego hacia la riqueza, su nueva fe, dado que en la España de entonces existía mucha desconfianza hacia los descendientes de los judíos y moriscos expulsados poco antes de la Península por los Reyes Católicos. La casa estaba, además, constantemente visitada por los religiosos que aún no tenían en el monasterio adyacente habitaciones y otras dependencias, por lo que comían en la casa del señor que edificaba el convento, y este ambiente tan alejado de las celebraciones profanas y el hecho de que parte del séquito permaneciera en Reinosa, bastante alejado de su señor, quizás impidiese que se mostrara más alegría en el recibimiento del futuro emperador.
Carlos V estuvo en Reinosa hasta que se curó de su enfermedad, unos 9 días, y el 24 de octubre el cortejo se encaminó hacia Aguilar de Campoo donde le esperaba una representación de la nobleza castellana para rendirle honores.
Sin embargo, Fray Prudencio de Sandoval, cronista regio que aspiraba a continuar la labor del Padre Mariana en la Historia del Emperador Carlos V, no menciona la enfermedad del rey ni tampoco Reinosa, y achaca el retraso de la comitiva en dirigirse hacia Castilla (tardaron casi mes y medio) al interés de los flamencos en que el rey no se encontrase con Cisneros, que estaba muy enfermo, tratando de que el cardenal muriese antes de entrevistarse con Carlos I, cosa que por otra parte consiguieron. Fray Prudencio insinúa que la camarilla del monarca tenía miedo de que Cisneros les arrebatara el poder en favor de los Grandes de Castilla.
El segundo viaje de Carlos V
Este segundo viaje está contado por un interventor del emperador, Jean de Vandenesse. Carlos V después de ser nombrado emperador regresa a España en 1522, tras hacer una escala en Inglaterra de donde sale la flota con destino al puerto de Santander. El rey volverá en esta ocasión a visitar Reinosa permaneciendo un día, pero esta vez su paso por la pequeña villa será más espectacular.
Llegó a Santander el 16 de julio de 1522 y comenzó el camino el día 27 quedándose en Molledo para ascender hacia Reinosa al día siguiente. Aquí murió Mota, obispo de Palencia y capellán mayor.
Suponemos que la impresión que produjo en los reinosanos este segundo viaje por nuestras tierras tuvo que ser mayor que la de la anterior visita, ya que en esta ocasión no era una comitiva de cortesanos rodeados de esplendor y lujo, sino que la procesión consistía en un gran arsenal rodante, que según nos cuenta Fray Prudencio, traía el emperador para armar al Reino de Castilla y que constaba de 1.074 hombres que guiaban los tiros formados por más de mil parejas de mulas que transportaban la artillería: 28 falconetes, 18 cañones, 16 serpentinas, 1 bombarda, 2 trabucos de cuatro palmos de largo y 9 piezas de gran tamaño cada uno con nombre propio, como el “Gran Diablo”, del que tiraban 38 pares de mulas, además de otros muchos hombres que llevaban las provisiones y se encargaban de allanar los caminos para facilitar el paso de la ingente expedición.
Viaje de Zuyer
Después de estos viajes reales merece la pena destacar, debido a que refleja cómo era Reinosa a mediados del siglo XVII, el itinerario del canónigo suizo, Pelegrino Zuyer, que fue encargado por el nuncio papal de elaborar un informe del estado de las iglesias y la atención espiritual que recibía la región, para establecer si fuera necesario, como solicitaba el rey Felipe IV, un obispado independiente del de Burgos (lugar de donde dependía Cantabria entonces). Fue en 1566 cuando Felipe II comenzó a realizar gestiones en Roma para conseguir este fin, pues debido a la gran extensión de la diócesis de Burgos, la Montaña se consideraba desatendida en materia religiosa. Según Casado Soto, como consecuencia de los viajes de los soberanos por Cantabria, tenían éstos un conocimiento directo de la situación y por otra parte muchos hidalgos montañeses se incorporaron, en este momento, a tareas de gobierno en la corte y tratarían de mejorar las condiciones de su lugar de origen. Después de muchas dilaciones, en octubre de 1660, la expedición de Zuyer salió de Burgos regresando en diciembre del mismo año.
En el informe se describe Reinosa diciendo que “está situada en llano, en lugar ameno”, que el Ebro la atraviesa y añade que el pueblo tiene buenos edificios y muchas casas solariegas, siendo una población pequeña, 130 fuegos. Aquí se menciona la ya desaparecida iglesia de San Esteban que estaba situada donde se encuentra actualmente el cementerio, fuera del casco urbano que se extendía en esa época por los alrededores de la plaza y hacia el río Ebro y terminaría en la calle Ronda donde existía desde la Edad Media una casa torre. Se dice que esta iglesia era la más antigua y que ambas parroquias, ésta y la de San Sebastián estaban unidas para mayor comodidad (esto puede suponer que las dos iglesias sólo tenían un párroco o bien que se llevaba a cabo una labor religiosa conjunta). Asegura Zuyer, que las iglesias estaban atendidas con mucha decencia, no describe, sin embargo, ni el tamaño ni las características de ninguna de las dos, aunque sí sabemos, que la iglesia de San Sebastián no se parecía a la que ahora contemplamos, ya que se acometieron importantes reformas en el siglo siguiente hasta adquirir su aspecto actual. En 1660 la iglesia sólo tenía una nave y no existían ni la torre ni la fachada como ahora las conocemos. Su fábrica era renacentista, cubierta por bóvedas de crucería y con una cabecera rectangular.
En este documento se habla también del convento de San Francisco, que contaba con 30 religiosos y cuya fundación consideraba Zuyer antiquísima, cuando en realidad no va más allá de un siglo, que ni entonces ni ahora parece tanto tiempo. Así mismo, se menciona la costumbre de enterrar en el claustro y en las capillas de la iglesia a los nobles de Reinosa, ya que en aquel momento y hasta 1833, año en que se edificó el cementerio, no existía nada más que el suelo de iglesias y capillas para este menester.
Saliendo de Reinosa hacia Burgos, cayó una nevada, y Zuyer comenta que el camino era en su mayor parte llano y fácil, pero que les costó cierto trabajo recorrerlo debido a la nieve que había estado cayendo durante dos días.
Otros viajes
En 1689 pasó por Cantabria el cortejo que venía a recibir a Mariana de Noeburgo segunda esposa de Carlos II, pero después de esperar bastante tiempo en Santander, la reina arribó finalmente a España por el Ferrol. Uno de los cortesanos que esperaban en Santander la llegada de la futura reina, Diego Alonso de Paredes, compuso unos versos en los que nuestra región quedaba muy mal parada y la entrada a Cantabria por Reinosa la describe así: “Aquí empezó la mísera Montaña / antigua seña del honor de España / mas al mirar tan bronca su rudeza / se embarazó el discurso en la aspereza / y de ellas sólo te daré por señas / robustos epitafios de las peñas / donde se lee con letras aparentes: / aquí yace la vida de las gentes…"
Y continúa diciendo despropósitos de las mujeres de esta zona “…al ver vivientes que con nombre de ellas / salían al camino, a que el cuidado / quedase en lo que veía equivocado / pues al buscar mujeres solo hallaba / los sexos tan trocados que dudaba / si era al revés allí la naturaleza /o si abortaba monstruos la aspereza / con que sólo encontraron los placeres / brutos con apariencia de mujeres” y finaliza la estrofa “… y no he de confesar aunque te asombres / que son mujeres de que nacen hombres”, como vemos su opinión sobre la belleza de las mujeres de Cantabria, en la que se incluyen lógicamente las reinosanas, no es precisamente halagadora.
EDAD CONTEMPORÁNEA
El viaje de Jovellanos
Jovellanos nos dejó testimonio de su paso por Reinosa en sus Diarios, concretamente en el diario de 1797 que describe un viaje desde Asturias al País Vasco realizando una comisión secreta a La Cavada, donde existía una fábrica de cañones. Poco tiempo después de pasar por Reinosa fue nombrado ministro de Gracia y Justicia.
De una manera escueta, casi telegráfica este escritor y político español, empeñado en modernizar España y en tratar de encontrar las causas por las que el pueblo español había perdido su protagonismo en la escena europea, analiza y registra todo tipo de datos, económicos, artísticos, comentarios sobre las personas con las que trata, estado de los caminos que recorre y otras muchas opiniones que este observador sagaz constata a través de los muchos viajes que emprendió, unas veces en comisiones oficiales y otras llevado por su curiosidad.
Las impresiones que se desprenden de sus escritos sobre Reinosa son, por un lado, que existían buenas posadas donde hospedarse y descansar, debido seguramente a la demanda de este tipo de instalaciones que, como resultado del intenso tráfico carretero que se desarrollaba en el pueblo a finales del siglo XVIII, estaba convirtiendo Reinosa en una ciudad de servicios donde se vivía del comercio que a través del Camino Real, se desarrollaba entre Castilla y los puertos de Santander.
Comenta Jovellanos que gran parte de la villa era nueva- es el momento en que se urbanizaba la calle del Puente siguiendo el trazado de la carretera- el núcleo urbano se extendía desde el primitivo emplazamiento en torno a la Plaza y la Iglesia de San Sebastián hacia el sur. Otro importante dato que nos aporta este “ilustrado”, es que existía en los alrededores de la villa, un pequeño yacimiento minero que daba carbón de gran calidad siendo explotado por el teniente corregidor de la villa, caballero que trabó amistad con nuestro personaje y a quien éste consideraba un hombre de interesante personalidad, gran conversador, culto y emprendedor. Por otra parte, la recién reformada iglesia le pareció a Jovellanos, entendido en arte, grande, decente y correcta, sin detenerse en más comentarios, sin embargo, describía la Casona detallando su estructura y resaltando el gran escudo que la adornaba, y añade que Luis de los Ríos y Velasco la hizo para cortejar a su mujer.
En el momento que llegó Jovellanos parece que los caminos estaban bastante maltrechos, ya que critica el estado de la calzada que venía de Madrid por Aguilar y que tenía relleno de machaqueo “¿teniendo el morrillo a la mano?”. Ya una vez en Reinosa asegura que la carretera que atraviesa el pueblo tiene el firme pésimo, “relleno con morrillo grueso no pasado por el rollo; llenos de baches y molestísimo”. También nos da noticia de la población asentada en la villa; afirma que hay 334 vecinos y es de notar que entonces Aguilar de Campoo tenía 500.
Debido a un contratiempo con una de las mulas que traía en su viaje, se tiene que quedar un día más de lo que pensaba, y en este día extra es cuando conoció a Luis Collantes, el teniente de corregidor al que nos referíamos antes, con el que después de entablar relación paseó hasta las Fuentes y visitó la Casa de Educación de Niñas fundada por José Quevedo, donde Jovellanos dejó un donativo. A la mañana siguiente salió con dirección a Vizcaya, pero regresará por Reinosa a la vuelta y pasará la tarde con personajes importantes de la villa que le acompañan en una excursión a pie hasta el nacimiento del Ebro. De nuevo en Reinosa y bastante fatigado es invitado a beber en la casa de Rafael Villegas donde se encuentra con su conocido Luis Collantes. Aquí se acaba la estancia de este ilustre escritor que no deja de reseñar, cuando se aleja, la falta de cultivos en las fincas que rodean Reinosa y la abundancia de ganado.
Viajes en el siglo XIX
El escritor inglés Richard Ford, gran amante de España, país en el que residió durante tres años de 1830 a 1833, y que obtuvo mucha fama con el libro “The handbook for travellers in Spain”, (en el que existe una pequeña alusión a Reinosa) donde muestra una imagen de nuestro país más real y objetiva que la que había puesto en circulación el movimiento romántico. Menciona Reinosa diciendo que es una ciudad de montaña, con una buena calle y un buen puente, con una población de 1.500 habitantes y que es un lugar con mucha actividad, frecuentada por carreteros. Debemos de tener en cuenta que ahora es el auge de la carretería y la época dorada de Reinosa, que se había convertido en una ciudad pequeña pero con una gran vitalidad, que andando el tiempo se frenará como consecuencia del establecimiento del ferrocarril.
Cuando se inauguró el trayecto del ferrocarril Alar del Rey-Reinosa, en 1857, se realizó una gran fiesta en Reinosa, con la asistencia de la reina Isabel II, cuyo nombre llevaba la primera locomotora que llegó hasta aquí y en los periódicos de la época se describe el gran banquete con el que se convidó a las autoridades que asistieron al acontecimiento.
Alrededor de 1860, Pedro Antonio de Alarcón hizo un recorrido de Madrid a Santander, incluido en el libro “Viajes por España” donde nos relata su viaje en ferrocarril desde Alar del Rey hasta Reinosa, final de etapa, ya que la línea férrea sólo llegaba hasta aquí. El tren iba casi vacío lo que le permitió, según dice, disfrutar del paisaje que describe como soberbio y donde se acumulan los detalles tanto de la naturaleza: las montañas y los bosques, como de las grandes obras que se habían realizado para trazar la vía: puentes, desmontes o túneles. Sin embargo, apenas estuvo en Reinosa el tiempo suficiente para tomar una diligencia hacia el Valle de Buelna donde se alojó, por lo que no tuvo tiempo de pasear, observar el pueblo, ni hacer apenas un comentario.
Otro viaje fallido fue el de Emilia Pardo Bazán, que estando en Santander fue invitada por Ángel de los Ríos a conocer Reinosa y Campoo a través de una carta a Menéndez Pelayo, pero sin embargo, la escritora gallega no se acercó a visitar al célebre cronista de la provincia que la esperaba dispuesto a mostrarle toda la belleza de Campoo y los restos arqueológicos, que asegura en dicha carta eran “célticos, romanos y aun fenicios y cartagineses”, que iban saliendo, según dice, al hacerse una iglesia nueva en Espinilla, y quizá, a raíz de este desprecio, el Sordo de Proaño comienza a atacar a la escritora en diversas cartas publicadas en el periódico El Atlántico.
El siglo XX
Como consecuencia de los veraneos del rey Alfonso XIII en Santander, varias veces pasará éste por nuestra ciudad, de camino hacia el palacio de la Magdalena o de vuelta hacia Madrid, y en otras ocasiones para participar en alguna cacería en los montes de Saja, noticias de su estancia se pueden leer en los periódicos de ese momento.
Cuando en Reinosa se establece una gran fábrica de fundición y forja, “La Naval”, las visitas de personajes importantes se hacen más frecuentes, sobre todo hasta el final de los años treinta; aquí estuvieron Primo de Rivera, Alcalá Zamora y Franco. Reinosa comienza a aparecer en las páginas de los diarios nacionales y extranjeros en algunas ocasiones debido a su creciente industria- en “The Times” del 10 de agosto de 1926 se publicó un extenso artículo sobre la Sociedad Española de Construcción Naval, mencionando la erección en Reinosa de un gran taller metalúrgico para la elaboración de aceros especiales, con lo que se permitió a esta empresa realizar importantes contratos con el Estado, fundamentalmente porque este tipo de productos antes no se fabricaban en España- y también por los planes para crear en la zona un gran embalse lo que suscita muchas opiniones de políticos, funcionarios y multitud de personas que emprenden una cruzada particular a favor o en contra de la realización del pantano del Ebro.
Algunos periodistas, sobre todo de la prensa regional, como J. Montero por encargo del director de El Cantábrico, se acercan hasta la ciudad para realizar reportajes sobre la Comarca. Este periodista recoge las impresiones de bastantes vecinos de Reinosa, representantes de todos los sectores económicos y sociales, sobre el proyecto del pantano.
También a principios de siglo, nuestro pueblo se pone de moda como lugar de veraneo de las clases acomodadas que huyen del calor de las capitales, movidos por las opiniones de ilustres médicos sobre las ventajas del aire de la montaña.
Durante el siglo XX importantes escritores, algunos de ellos caídos en el olvido actualmente, reseñaron en sus libros diversos aspectos de esta zona, entre ellos destaca Rafael Sánchez Mazas, escritor falangista que en una desenfadada poesía sobre el Ebro dice:
Por no llenarme de frío
y de hastío
en Reinosa, origen mío,
he dado en meterme a río…
Más tarde otros escritores en libros de viajes, como Víctor de la Serna en “Nuevo viaje de España : la ruta de los foramontanos” habla del Ebro, de su nacimiento y de su renacimiento en el pantano, que augura que se convertirá en uno de los circuitos turísticos más importantes de España, se detiene en los alrededores sin comentar nada de Reinosa, lugar desde donde escribió este artículo titulado “La tercera cuna”.
Quien sí habla de Reinosa es Dionisio Ridruejo en “Castilla la Vieja 1: Santander, Burgos, Logroño”, libro incluido en la serie Guías de España de la Editorial Destino, en el que dedica un capítulo a Campoo, y de Reinosa asegura que “es ya muy norcastellana, aunque todavía se ve aquí y allá alguna casona que no difiere mucho de las de Potes, e incluso recuerda algunas de Laredo”, y que representa bien la capitalidad de la comarca, habla de la industrialización de la ciudad que antes se dedicaba al comercio, mencionando las fábricas que existen y destaca las galletas campurrianas y añade que en Reinosa se come muy bien en un par de restaurantes y que sus dulces son notables.
También Pedro de Lorenzo en el libro “Viaje de los ríos de España” de 1968, escribe con un lenguaje más literario que Ridruejo: “ata Reinosa los cables de la meseta y el mar; los montes la rodean; la cruzan los ríos; contrastan la vaca de leche y la metalurgia de los aceros, la roca lindera de las nieves y la sima acogedora del pantano”.
Aquí terminan las referencias y noticias que sobre nuestra ciudad hemos seleccionado, ya que en la actualidad y como efecto del desarrollo de los medios de comunicación, los datos y comentarios sobre Reinosa son tan abundantes y conocidos por todos, que no parece necesario incidir sobre ellos, ya que cualquier persona puede acceder a toda la información que desee en los diferentes tipos de soporte que actualmente existen y que no se limitan a los textos escritos sobre papel u otros medios tradicionales.
BIBLIOGRAFÍA:
ALTUNA, Francisco. Del Reinosa y el Campoo de ayer. Reinosa, Ayuntamiento, 1994
CANTÓN, Ramón. Reinosa y la Merindad de Campoo. Santander, Estudio, 1992
CASADO SOTO, José Luis. Cantabria vista por los viajeros de los siglos XVI y XVII. Santander, Institución Cultural de Cantabria, 1980
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel. Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal, tomo XVIII: La España del emperador Carlos V. Madrid, Espasa-Calpe, 1966
JOVELLANOS, Melchor Gaspar de. Obras publicadas e inéditas de Don Gaspar Melchor de Jovellanos, tomo tercero. Madrid, Atlas, 1956
LORENZO, Pedro de. Viaje de los ríos de España. Madrid, Editora Nacional, 1969
MARIANA, Juan de. Obras del Padre Juan de Mariana, tomo segundo. Madrid, Atlas, 1950
PARDO, Lorenzo. El pantano del Ebro. Zaragoza, Heraldo de Aragón, 1918
PARDO BAZÁN, Emilia. Desde la Montaña. Santander, Tantín, 1997
PÉREZ BUSTAMANTE, Rogelio. ORTIZ REAL, Javier. Los orígenes del territorio de Campoo y la historia de Reinosa. Reinosa, Ayuntamiento, 1987
PÉREZ SÁNCHEZ, José Luis (et al.). Catálogo Monumental de Reinosa. Reinosa, Ayuntamiento, 1995
PRUDENCIO DE SANDOVAL, Fray. Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V. Madrid, Atlas, 1955
PUENTE, Julio G. De la. Reinosa y el Valle de Campoo. Santander, El Pueblo Cántabro, 1916
RIDRUEJO, Dionisio. Castilla la Vieja, I: Santander, Burgos, Logroño, Barcelona. Destino, 1973
SERNA, Víctor de la. Nuevo viaje de España: la ruta de los foramontanos. Madrid, Prensa Española, 1976
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel. Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal, tomo XVII: La España de los Reyes Católicos, volumen II. Madrid, Espasa-Calpe, 1969
Comentarios recientes