Vida y negocio en la Plaza de Abastos

Mª Encarnación-Niceas Martínez Ruiz


Una vieja arquitectura industrial

A finales del siglo XIX la entonces villa de Reinosa ve crecer sus equipamientos públicos. Cuando en 1882 la corporación municipal acomete La construcción de la plaza de abastos elige como emplazamiento un altozano en la esquina noreste del casco urbano, no lejos del arroyo de las Fuentes, en cuyos aledaños ya se instalaba el concurrido mercado semanal.

La nueva plaza cerrada, que inauguró el alcalde G. Belmonte, ofrecía mejoras higiénicas en la exposición y venta de productos perecederos, facilitaba la supervisión y control sanitario, de consumo -las medidas- y recaudatorio por parte de los empleados municipales de abastos. Lo atestiguaban los libros diarios de contabilidad de abastos, los padrones o los pormenorizados apuntes de los cupones entregados por los puestos.

Forma y función se aúnan, siguiendo los modelos de la arquitectura industrial. El rectángulo, de unos 1.550 m² de superficie y netamente reconocible en las fotos aéreas y la cartografía, consta de tres galerías de gran altura que crean dos lucernarios. Los materiales son modestos, teja árabe en las cubiertas, mampostería revocada y madera; la sillería se reserva para los esquinales y los vanos.

El hierro forjado conforma los tímpanos que coronan y cubren los arcos de medio punto de las cuatro puertas - tres al oeste y una al este -, y en todos ellos figura la fecha de 1882. Aunque deformados, han sobrevivido al reciente incendio del día de San Juan y debieran ser conservados. Altos y opacos portones de madera cerraban cada noche el acceso al interior.

Las fotos antiguas están sin duda hechas el día punta comercial, la mañana de un lunes de mercado. Las paredes blancas de fondo enmarcan una protegida plazuela que ve el trasiego del público local y comarcal, los acarreos de mercancías y caballerías, los puestos de venta ambulante, los, espectáculos callejeros, los corrillos comentando los últimos sucesos, antes o después de adentrase s en la plaza y acudir al puesto y caseta de confianza.

En 1987 la Escuela Taller rehabilita el edificio, con otro acabado e interior más luminoso, según el proyecto del arquitecto José María Pérez, ‘Peridis’. La reapertura no prosperó. En las dos últimas décadas se aceleró la decadencias de la plaza, afectada por deficiencias en la gestión y por el cambio en los hábitos de consumo.