Ana Belén Lasheras - Mª Eugenia Escudero - Isabel Cofiño
Lugares tan distantes geográficamente, como Couillet (Charleroi, Bélgica) y Campoo, acabaron acercándose por los avatares de una historia cuyos protagonistas fueron los hermanos Ernest y Alfred Solvay. En la localidad belga se estableció, en 1863, la primera fábrica de sosa Solvay, mientras que en la comarca campurriana se puso en práctica una iniciativa filantrópica a través de la fundación, en 1929, de una casa de reposo en Soto para los empleados de la fábrica de Solvay en Barreda.
Fue Ernest, el hermano mayor, quien descubrió el proceso de fabricación de carbonato sódico al amoniaco o sosa al amoniaco a mediados del Ochocientos. Hasta entonces, y desde antiguo, se había utilizado la sosa natural, extraída de plantas o de unos yacimientos de carbonato sódico estadounidenses, y la sosa artificial, obtenida a partir de la sal común por un procedimiento inventado por el químico francés Nicolás Leblanc en 1798. El proceso creado por Ernest mejoró considerablemente la invención de Leblanc, abaratando e incrementando la producción de sosa.
El próximo mes de abril, el colegio "Concha Espina" cumplirá setenta y cinco años. Construido en los últimos tiempos de la dictadura de Primo de Rivera -las obras comenzaron a mediados de 1928-, fue oficialmente inaugurado el 14 de abril de 1931- (1) En una breve nota, el corresponsal de El Cantábrico en Reinosa escribía:
"Hoy han comenzado las clases en las escuelas de reciente construcción para niños. Se componen de seis grados, con un profesor por cada uno. Para cada grado se ha abierto matrícula de cincuenta niños, que hacen un total de trescientos. Mañana enviaremos detalles con el nombre de los profesores". (2)
A lo largo de los primeros veinte años del siglo XX se constata una realidad: no hay suficientes escuelas en nuestro país. Dejada su construcción en manos de los Ayuntamientos, la falta de recursos o la dejadez de sus dirigentes habían impedido la construcción de las escuelas necesarias y para solventar tal situación la única solución que se apreciaba era incrementar la intervención estatal.
Hay un libro de homenaje a Ramón Sánchez Díaz que muchos de Uds. conocerán, editado por la Diputación Provincial de Santander allá por 1970, para conmemorar el centenario de su nacimiento, que recoge en su parte final algunas fotos del Reinosa antiguo. Allí aparecen tres fotos de tres escuelas reinosanas de fines del XIX: una de la casa donde estuvo ubicada la escuela de Carlos de Hoyos en la calle Colón a la que asistió Sánchez Díaz, otra en la que se recoge una vista de la Fuente de la Aurora y de la Escuela de la Villa, y por último la escuela de las Eras. Tres escuelas que ilustran, de alguna manera, la evolución del edificio escolar.
El 12 de diciembre de 1904, cinco Hermanos de la Instrucción Cristiana iniciaron las clases en el colegio Municipal de la villa de Reinosa. Hará pues, este año de 2004, un siglo que la enseñanza menesiana comenzó a impartirse en Reinosa.
Os hablo aquí del tiempo en que, siendo muchachos, íbamos a la escuela; del tiempo que querríamos volviese, pero que es imposible. De las ilusiones, de las esperanzas que llevábamos en el corazón; de nuestra inocencia; de las luciérnagas, que creíamos estrellas, porque era muy pequeño nuestro mundo y estaba muy bajo nuestro cielo.
El escritor italiano Giovanni Mosca ponía estas palabras al comienzo de un bello y poco conocido libro escrito a mediados del siglo que ahora termina, cuyo título original, "Riccordi di Scuola", he querido poner al frente de estas pocas líneas evocadoras de lo que fueron las escuelas y la educación por tierras campurrianas hasta hace no más de un par de generaciones.
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