Durante la edad moderna y contemporánea en la villa de Reinosa, como en otras localidades, se crearon y desarrollaron diferentes fundaciones que dieron lugar a instituciones cuya labor se ha prolongado en ocasiones hasta la actualidad.
Uno de los mas ilustres y desconocidos personajes nacidos en nuestra comarca es el Conde de Revillagigedo, virrey de Nueva España. Su nacimiento en Reinosa está fuera de toda duda ya que se conserva en el Archivo diocesano de Santander la partida de bautismo que lo acredita. Sin base documental alguna se han señalado como su lugar de origen, Gijón (donde se asientan sus descendientes ya en el siglo XIX), Sevilla o Bilbao.
EL POETA DEL PUEBLO:
APROXIMACIÓN A LA POESÍA DE RODRIGO DE REINOSA
A finales del siglo XV la invención de la imprenta y el consiguiente abaratamiento de la edición permiten que se impriman y distribuyan gran cantidad de libros y también que la literatura culta -hasta entonces difundida sobre todo entre la nobleza y el clero a través de los códices manuscritos- y la literatura popular -declamada por juglares y recitadores por plazas y pueblos- experimenten un cierto acercamiento.
El año 1895 se inauguró en Reinosa y su comarca con un gran temporal de nieve que batió la villa durante los meses de enero y febrero; en palabras de Ramón Sánchez Díaz era "tan grande la friura, ha bajado tanto el barómetro, que se han helado los ríos, las capas de nieves y las epidermis".
La importancia que en Reinosa ha tenido la gran industria, especialmente siderúrgica y del vidrio, ha hecho que pasara más bien inadvertida la de la industria alimentaria y mas concretamente la industria quesera, lo cual parece lógico por su relativamente pequeño tamaño, pero no por la gran trascendencia que la instalación en Reinosa de las primeras queserías industriales tuvo en la región y en el país.
No es habitual en Reinosa, a finales del presente siglo, reparar en la actividad ganadera del municipio. De una parte, porque el número de propietarios de ganado es tan escaso, -seis en total- que representan un porcentaje mínimo, y desdeñable en cualquier estadística, en relación con los habitantes dedicados al resto de actividades productivas. Por eso, tanto el visitante como el residente sólo podrán observar algunas decenas de vacas y caballos en sus paseos por la ciudad y únicamente si se desplazan a ciertas zonas de las afueras.
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