José Aja ha derivado desde una pintura abstracta gestual hasta una poderosa determinación figurativa en la que mantiene un mismo tono violento: " [...] desde sus pinturas muertas (
dead painting), abandonadas en el caldo primigenio de la indiferenciación, por medio del sacrificio del fauno, de la tensión con lo dionisíaco, a este renacer de un principio ordenador como esencia de lo vital". Se pasa de una comprensión de la pintura como cuerpo que se deshace en la serie inspirada en el desollamiento de Marsias de Tiziano, a una figuración cruda, gracias a la recuperación de la experiencia de su entorno, esto es, en un proceso elemental pero complejo que supone aprender a mirar lo cercano y, al mismo tiempo, tratar de emplazar los acontecimientos con los que los
mass-media nos bombardean. El tema funciona como impulso de la pintura, como detonante de un gesto nuevo. Ángel Gabilondo señaló, en torno a la pintura de José Aja, que pintar es un acto peligroso, "un gesto aún raro, extremo, una violencia que para empezar, se ejerce sobre uno mismo. Se trata más bien de un sumergirse en esa línea en la que necesariamente se juegan la muerte y la vida, la razón y la locura, una línea en la que uno se halla ya implicado".
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