Haciendo uso de una expresión actual, podríamos decir que los Carnavales han sido siempre muy controvertidos. Es evidente su origen pagano, pues entre otros precedentes, todos similares, se le asigna el de las
Saturnales romanas. Su introducción en las costumbres de los pueblos europeos es bien patente y las religiones, digamos el cristianismo, trataron de hacer desaparecer, o al menos desfigurar, el carácter lascivo de sus prácticas, lo que dio lugar a la curiosa y aparente incoherencia de hacer coincidir, en alguna forma, sus calendarios. La etimología de la palabra
carnaval nos lleva a la expresión "quitar la carne", que es como si se tratara de una despedida a los goces de la carne por la llegada de la Cuaresma, siguiendo un criterio católico; pero es evidente que el Carnaval significa, de algún modo, admitiendo las acepciones que se le han atribuido tradicionalmente: "fiesta de la locura y jarana", "fiestas de libre albedrío" y, también, "del desahogo sensual".
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