Estos ingenios de molturación, a medio camino entre la artesanía y la ingeniería industrial, surgen sobre las corrientes fluviales del valle, ya sean permanentes o estacionales, de la necesidad forzosa de transformar en harina los cereales y ciertas leguminosas. El trigo, el centeno y la cebada sólo son panificables si previamente han sido sometidos a molienda y convertidos en harina. Lo mismo sucede con determinados piensos (yeros, ricas y habas) destinados a la alimentación animal. Las comunidades campesinas de Valderredible, con una economía agropecuaria y un sistema alimentario basado en cereales panificables, hubieron de dotarse, por tanto, desde los tiempos remotos, de estos ingenios hidráulicos conocidos como molinos harineros.
El desarrollo de Reinosa fue lento, con altos y bajos, con variaciones notables, según las causas que originaban su crecimiento. Si encabezar una Merindad fue consecuencia de un primer despegue en el que influyó una mayor actividad de la agricultura y la ganadería de la comarca, le siguió el asentamiento de sus ferias y mercados y, posteriormente, las instalaciones artesanas que abastecían a la Merindad. Ya en el siglo XVIII, el tráfico carretero y la minería de la comarca abrieron nuevas posibilidades a la expansión, como se abrieron también nuevas vías al exterior.
Si pretendemos reconstruir el pasado histórico de cualquier civilización, resultará imprescindible contar con los restos epigráficos que han llegado hasta nuestros días. La incisión de palabras en piedra o en cualquier otro soporte duro con fines de exposición y constancia, ha desempeñado un papel importante en casi todas las culturas (1).
En ocasiones, las inscripciones constituyen los únicos testimonios para conocer aquellos periodos donde escasean otras fuentes. Su carácter primario y directo nos garantiza que han llegado hasta nosotros sin transformaciones de ningún tipo desde el momento en que se grabó el texto.
Este artículo es continuación del publicado con el mismo título en el N° 27 de esta revista, en esta ocasión nos ocuparemos de los restantes topónimos campurrianos de origen vegetal.
LOS CARABEOS
Formas antiguas documentadas: Carabeo en 1119 y Caraveo en 1168, según el libro "Los Carabees" (Santander, 1979) de Agustín Rodríguez Fernández (al que aquí citaré con la abreviatura "Car." y la indicación de la página). Puede suponerse que Carabeo, en singular, sería el nombre primitivo de toda la zona; al establecerse allí varios barrios (1), es lógico que se formase el plural "Los Carabeos" para referirse al conjunto de los mismos.
Comentarios recientes