Principal Cuaderno Nº 42 Índices

El trabajo de un herrero campurriano: Antonio Martínez, el herrero de Espinilla

VV. AA.


 

INTRODUCCIÓN

Con la finalización del siglo XX no sólo terminó la vigésima centuria de nuestra era sino que, además, certificó lo que se iba produciendo en los últimos años: la desaparición de formas de vida, actividades y oficios en el medio rural de la comarca de Campoo. Es el caso de los herreros: ya no quedan en los pueblos ni en Reinosa. Unos abandonaron la profesión por otra mejor remunerada en la industria; otros se jubilaron y, en todos los casos, principalmente porque a partir de la mecanización del campo y la decantación mayoritaria por la ganadería en todos los municipios, el oficio de herrero se hizo prescindible.

Sin embargo, el herrero a lo largo de la historia ha sido necesario en la vida tradicional de los pueblos porque de él dependía la reparación y la fabricación de herramientas y utensilios para la actividad doméstica y productiva.

El herrero de los pueblos era también cerrajero y herrador: por eso junto a la fragua era frecuente hallar el herradero necesario para calzar con callos (bueyes y vacas) y herraduras (caballos y yeguas) a los animales de labor.

Aunque en la zona hay costumbre de un aprovechamiento especial de la madera para la fabricación de instrumentos de todo tipo por la abundancia de bosques, el trabajo del herrero sirve para complementar diversas herramientas agrícolas, así como fabricar las de otros oficios: leñadores, carpinteros, canteros, etc.

Al herrero, desde la más remota antigüedad -Edad del Hierro- se le ha considerado y estimado socialmente, tratándole incluso como un semihéroe, con el carácter mítico de descendiente de los dioses por su dominio sobre el fuego -la fragua-, el uso del agua -el temple de las herramientas- y la fabricación de utensilios que sirven para la guerra -armas para la defensa y para la conquista- y para la paz -aperos de labranza principalmente-.

Aunque en la Merindad existieron varias ferrerías (de las que se ha escrito en algunos números de Cuadernos de Campoo) no se conoce que haya habido extracción de mineral de hierro, aunque se documente alguna mina. Sí se sabe, sin embargo, de la existencia de fraguas desde la Edad Media. En el siglo XVIII hay constancia del trabajo de los herreros en el Catastro del Marqués de la Ensenada. En el vaciado de las respuestas generales realizado para este artículo por Encarnación Niceas Martínez Ruiz, aparece el siguiente número de profesionales de la fragua: 3 en Campoo de Yuso, 6 en la Hermandad de Campoo de Suso, destacando 3 en Villacantid; así mismo, hasta Abiada se desplazaba un herrero de Reinosa; 3 en Marquesado de Argüeso, 4 en Reinosa, uno en San Miguel de Aguayo (estaba en Santa María), dos en Santiurde de Reinosa (radicados en Lantueno), uno en Pesquera, 4 en Valdeolea (aunque algunos atendían varias localidades, como el Mata de Hoz que también servía a los vecinos de Espinosa, La Loma, Santa Olalla, Hoyos y San Martín de Hoyos, el de Castrillo del Haya que se desplazaba a Camesa, e incluso a Matarrepudio acudía un herrero de otro municipio -de Hormiguera-), uno en los Carabeos y 12 en Valderredible; aquí también algunos pueblos eran atendidos por un herrero de otro lugar al que le pagaba una iguala, generalmente en especie: centeno o trigo.

Aldaba gitanaDe estas fraguas los propietarios eran en unos casos los propios herreros -hecho generalizado ya en el siglo XX- o bien los concejos que las sacaban a subasta entre los del oficio para un periodo determinado de tiempo.

En Reinosa, según los datos de una guía de 1890 recogidos por Paco Altuna en su libro Del Reinosa y Campoo de ayer había en esa fecha tres herrerías, todas en la calle del Puente, probablemente porque en ese lugar paraban los carreteros transportistas que necesitaban herrar sus animales de tiro. Así mismo se constata la existencia, con nombres y apellidos, de cinco herreros, número muy significativo para la población de la villa en esa época.

En un anuario del principios del siglo XX se documentaron 23 personas que se dedicaban al oficio de herrero o herrador en el resto de la Merindad. Con la economía autárquica que se desarrolla después de la Guerra Civil (1936-1939) el número de herreros se mantiene o aumenta ligeramente. En cada municipio solía haber alguno que destacaba del resto y cuyo nombre alcanza los recuerdos actuales.

Como pequeño homenaje a todos, famosos o no, nos centraremos en la vida y obra de un herrero de Espinilla, para destacar la relación de su actividad con la vida cotidiana de la sociedad rural.

EL PERSONAJE

El primer herrero se llamaba Antonio Fernández Martínez. Nació en Villacantid en 1855 y murió a los sesenta y cuatro años de edad en Espinilla (2- 11-1919).

Según los datos ofrecidos por su hija Carmen hace algunos años, primeramente tuvo una fragua en Villacantid. De esa época podrían ser obras suyas: la verja del portal de la escuela (no así la rejería de la vivienda de la maestra -1890-), portadas de hierro de 1880 y unas puertas que actualmente se hallan en casa de Benjamín Castañeda.

La construcción de la carretera de Palombera y la anunciada Espinilla a Piedras Luengas le animaron a edificar una fragua con su vivienda en Espinilla hacia 1895. Su hija comentaba que el herrero se lamentaba a veces de esa decisión y consideraba que hubiese sido más oportuno establecerse en Reinosa. Sin embargo tuvo trabajo suficiente y su familia disfrutó de una vida desahogada. Esto se deduce no sólo de las palabras de su hija, sino también de los registros que se hallan en los "Libros de apuntes, de Fragua" (1895-1916) que cuidadosamente rellenó día a día y que actualmente conservan su nuera y sus nietos en la primitiva casa y que amablemente me permitieron consultar.

Antiguo banco enfrente de la Iglesia de Reinosa. Plaza Juan XXIIIComenzó poniendo un potro de herrar para trabajar mientras construía la casa, y  poco a poco fue haciéndose su clientela. Los últimos años de su vida sufrió de asma con lo que la actividad se redujo a la décima parte, corroborado con el número de callos que colocó el año 1900 y los de 1915 (1.978 contra sólo 203).

A su muerte, su hijo Antonio Fernández Salces tuvo que hacerse cargo de la fragua con 17 años. (Nació en Espinilla el 21 de marzo de 1902). Como no dominaba aún el oficio se fue a Madrid como aprendiz durante dos años a los talleres Jareño. A la vuelta reabrió la fragua y poco a poco se ganó la fama de excelente herrero y de buena persona, que era capaz de no cobrar al que venía muy apurado y sin recursos.

Con él se modernizó la fragua utilizando taladros mecánicos, soldadura autógena, etc. A partir de 1954 se dedicó con preferencia a arreglar y vender maquinaria agrícola como máquinas de segar hierba, bravanes, beldadoras...

Falleció en 1966 y la fragua se cerró. Las herramientas, el fuelle, el fogón, los yunques, etc., han permanecido hasta ahora como estaban en aquel momento.

Además de todo el trabajo realizado en Campoo de Suso, cabe destacar dentro de la forja por ser más conocido, las verjas y el balcón del chalet de Peña en Reinosa y los balcones, veleta y rejas del colegio Concha Espina (información oral). Ambos edificios muestran balcón corrido con barras altas fijadas a la pared para mejorar la sustentación, modelo típico de esta época.


LA OBRA

Por desarrollarse en una época de plena vigencia de la agricultura y por trabajar con unos medios y métodos totalmente artesanales vamos a detenernos en la obra de Antonio Fernández Martínez, teniendo como referente para algunos trabajos el cambio de siglo -año 1900- por estar ya asentada la fragua y disponer de una clientela fija.

Este año atendió a un total de 609 clientes, los cuales requirieron una o varias actuaciones en cada visita. Su procedencia mayoritaria era del propio Valle, aunque se constatan 18 de Bárcena Mayor, 6 de Reinosa y una de Fontecha. Como se puede apreciar en el mapa prima, lógicamente, el criterio de proximidad.

Detalle de bancoTambién tenemos para el mismo año la serie de callos fabricados y vendidos (callos "nuevos", ya que a veces también herraba con callos usados que aportaban los propios vecinos).

Se refleja en el cuadro de la página 29 distribuidos por meses, lo cual nos permite concluir que el mayor número de callos se colocaba en el mes de septiembre de modo que las vacas estuviesen preparadas para sacar las patatas, abonar, arar y sembrar durante el otoño. Igualmente los primeros meses del año arrojan cifras muy bajas porque coinciden con el invierno y las condiciones climatológicas adversas no permiten realizar tareas agrícolas importantes.

El calendario agrícola marca significativamente el trabajo del herrero en su fragua. Así, en marzo se produce de modo especial el arreglo de azadillos necesarios para excavar el trigo; en junio se calzan las azadas para excavar y apodar las patatas; en julio se estiran los dalles y se echan bocas a los martillos; en agosto se dedica a dentar las hoces para la siega del cereal y en verano arregla las ruedas de los carros que se estropean con el continuo trajín de las faenas y el mal estado de los caminos.

El resto de las operaciones llevadas a cabo por el herrero son muy variadas y el número de objetos y herramientas sobre las que trabaja es casi inimaginable. Sin ánimo de ser exhaustivo, pero con la necesaria exposición para hacerse una pequeña idea de la vida de nuestros paisanos hace cien años, pasamos a enumerarlas.

El herrero "calzaba" multitud de herramientas, añadía hierro nuevo para reponer la parte gastada con un procedimiento llamado "a la calda"; templaba y picaba hoces; arreglaba cadenas, ganchos, anillas, etc.; herraba ruedas y apretaba llantas; soldaba llaves; componía parrillas y trébedes; aguzaba rejas de arado; estiraban picos; alargaba y roscaba tornillos, chapaba puertas de bocarón; echaba arquillos y hierros a las albarcas, fabricaba rejas, prisiones... y cualquier utensilio que se le encargarse.

En cuanto a la fabricación totalmente nueva de objetos la lista sería interminable; pero como muestra señalaremos algunos relacionados con los distintos ámbitos de actuación.

Para el hogar fabricaba llaves, paletas, tenazas de chimenea, morillos, calzos de pucheros, parrillas, trébedes, candiles, chapas, etc.

Para el resto de la casa se le encargaban cerraduras, llaves, fallebas, bisagras, cerrojos, aldabas, clavos, tornillos, alguna romana..., y como elementos decorativos de la construcción, balcones, antepechos y cancelas.

El catálogo de herramientas utilizadas como aperos de labranza es extenso: azadas, azadones, azadillos, hachas, horcas, horcones, rozones, rejadas, cadenas, rejas, picachones, hoces, llantas, etc.

Relacionados con el ganado y la cuadra, los utensilios más frecuentes eran: rodillos, prisiones, herraduras, callos, clavos, badajos de campanos y campanillas, carlancas, escalerillas de pesebre y marcos de letras iniciales para marcar el ganado que subía a los pastos de los puertos. Estos marcos eran encargados por los concejos de los pueblos o por propietarios particulares. Como curiosidad, indicar que en una ocasión dejó registrada la fabricación de un marco para las "ovejas de ánimas".

Para los canteros preparaba los llamados "hierros de cantero": cinceles, trinchetes, templadores, punteros, bujardas..., así como macetas, escuadras, barretas, mazas y picos.

Los carpinteros también encargaban la fabricación de algunas herramientas, como barrenos, legras, gubias, azuelas, escoplos, formones y barriletes.

Pero con esto no se acaba la variedad de útiles de hierro que el herrero de Espinilla fabricó. Entre sus obras consta un caño para la fuente, una veleta, llaves de sepultura, así como varias cruces y verjas para las sepulturas del cementerio.

Portilla en VillacantidAdemás, el avance tecnológico del siglo XX se aprecia por los trabajos realizados: en 1902 arregló la cadena de la bicicleta de Aurelio Setién de Espinilla, en 1904 forjó un pasador para otra bicicleta de N. N. de Naveda. Si se considera el año 1888 como definitivo para que la bicicleta aparezca como la conocemos (fecha de incorporación de los neumáticos), debemos considerar que en un breve periodo de tiempo ya llegó a Campeo este medio de transporte. Lo mismo cabe decir del automóvil, puesto que en 1908 coloca un par de abrazaderas en el coche de Paulino Martínez de Celada, así como hace una reparación (no se especifica) en el auto de José Rábago, también de Celada.

De esa fecha es igualmente la reparación de un "árbol" de una máquina de coser, y en 1915 fabrica una pieza para una máquina de coser de Celada. A principios de siglo también arregla una cocina de hierro y en 1916 repara un arado de vertedera y un triciclo.

Como puede resultar interesante para algunos lectores la descripción de actuaciones concretas pasamos a enumerar varias de ellas. Comenzando por las iglesias tenemos que para la de Bárcena Mayor fabricó cuatro peanas para las andas (1898); para Celada el pueblo encargó el herraje de las andas; en Espinilla arregló el badajo de una campana y fabricó cuatro escuadras; para la ermita de San Miguel, dos palomillas y un tirante; para Camino unos hierros de hacer hostias; unas rejas para las iglesias de Serna, Entrambasaguas, Fontibre y Abiada, y un badajo para Villar.

La colegiata de Cervatos también se benefició de su buen hacer como herrero; para ella fabricó una cancela o verja de separación del presbiterio, que ya no está en su primitiva ubicación, pero que sí se conserva almacenada en una dependencia de la Colegiata. Este verja fue vista por el párroco de la localidad burgalesa de Cuevas de Amaya y como le gustó mucho encargó al herrero una similar por carta que se conserva en el archivo familiar. Antonio, a pesar de encontrarse ya muy delicado de salud, cumplió el encargo en 1916.

: Generalmente para echar bocas a las azadas, muchos camineros acudieron a él. Así, los de Salces, Fontibre y Tajahierro y los peones camineros de Gustandrán, Arroyopesebre, Paracuelles, Soto y los del puente de Espinilla.

Para herrar caballerías, acudieron en alguna ocasión los responsables del puesto de sementales de Espinilla, del de Villar y de la Sociedad de la parada de Proaño.

También realizó trabajos para la escuela de Salces: en 1906 puso dos postigos de hierro, y en 1913 una verja para la estufa, para la escuela de La Lomba fabricó cuatro rejas en 1907.

De forma así mismo aislada, realizó trabajos para el carretero de Soto, los tejeros de Villacantid, el molinero de Paracuelles, el contratista de la carretera de Espinilla a Piedraluengas (1915), el contratista de la casa Ayuntamiento (1916), para la fábrica de Salces y para la mina de Soto. Para el "meritero" del puerto de Llanos hizo y colocó unas herraduras (1911) y para el "meritero" de la Cuenca fabricó unas carlancas. Igualmente preparó seis barras para el frontón de Celada y dos bojes para el reloj del pueblo de Soto (1903), entre otras muchas actuaciones.

 

TRABAJOS EN REINOSA

La fama del herrero de Espinilla llegó a Reinosa, a donde acostumbraba a bajar a buscar el material que le llegaba por tren desde Santander, y por ello recibió diversos encargos. El más antiguo se remonta al 29 de julio de 1900 y se trata de un pedido de catorce tramos de verja para jardín. El 6 de junio le hace entrega a Juan R. puertas y verjas por un importe de 693,20 pesetas y un peso de 69 arrobas. Al año siguiente para el mismo contratista prepara un pedido de cinco tramos de verja que pesan 290 kilos y tienen un precio de 223,30 pesetas.

Luis García encarga en noviembre de 1907 puertas y cinco tramos de verja, y en 1908 realiza dos pedidos: uno a primeros de junio de un tramo de verja y otro a finales de mes de cinco tramos. En 1913 vuelve a encargar otros seis tramos más.

También Faustino García hace sus pedidos a Antonio Fernández; en 1911 solicita cuatro tramos de verja y dos postigos; en 1913 cinco tramos de verja; en 1914, cinco antepechos y en 1915 dos antepechos más.

Para algunos particulares también realizó trabajos de forja: para Tomasa Martínez hizo un balcón; otro para José N. en 1908 (52, 20 pesetas) y un balcón y un antepecho para el mismo tres años más tarde, un antepecho para Agustín García y otro para Julián Salas (1912).

El Ayuntamiento de Reinosa le encarga en agosto de 1910 dos puertas de hierro, pero se desconoce su destino. En fecha indeterminada encarga igualmente un trabajo de forja destinado a servir de respaldo para unos bancos de piedra que se construyen en el parque de Cupido. Además del tramo longitudinal llevan unos adornos perpendiculares en los extremos y a ambos lados que sirven de apoyabrazos y que enmarcan unos discos metálicos con el escudo de Reinosa en relieve. Según testimonio de Carmen, que por entonces no llegaba a los diez años, los círculos o medallones son de plomo porque recuerda cómo fundían el plomo en grandes sartenes puestas al fuego de la fragua, para echarlo a continuación en los moldes preparados al efecto.

Estos bancos aparecen en Cupido en una postal antigua de los jardines. Posteriormente fueron sustituidos por otros, pasando algunos a colocarse en la zona delantera del cementerio, donde han permanecido hasta la remodelación del Paseo San Francisco, y depositados en instalaciones municipales actualmente. Otros fueron colocados en los jardines existentes delante de la iglesia parroquial de San Sebastián, donde hoy en día cumplen con su misión y pueden ser utilizados y admirados por los viandantes. Hay dos bancos largos con asiento por ambos lados y ocho cortos con asiento a un solo lado y distribuidos en dos zonas.

Pruebas de marcosEn el aspecto artesanal y artístico estos bancos, al igual que muchos tramos de verja de los chalés o villas existentes a lo largo de la calle Castilla que es a donde fueron a parar los trabajos señalados anteriormente, muestran una técnica específica y diferencia- dora cual es la utilización de aros o abrazaderas para unir y sujetar varias piezas largas de los barrotes verticales, que vienen a ser las señas de identidad del herrero de Espinilla. En apariencia se puede considerar una forja rústica al recargar los elementos y usar los remaches únicamente en piezas pequeñas, pero resulta una obra fuerte, recia y resistente como ha demostrado el paso del tiempo, a la vez que estéticamente produce un impacto visual muy agradable al semejar el conjunto de semicírculos y abarcones una serie de arcos de herradura.

Para finalizar tenemos que dejar constancia de la capacidad de trabajo de Antonio Fernández Martínez reseñando algunos datos cuantitativos de su obra. Aparte del trabajo diario para dar salida a la demanda de los vecinos de la zona, en el periodo analizado (1898-1916) fabricó 207 rejas de ventana, 33 antepechos, 8 balcones, 24 puertas de hierro, 17 postigos y 107 tramos de verja. Para sacar adelante esta producción contó con la ayuda de uno o dos operarios (dependiendo de la carga de trabajo) que trabajaban en la fragua hasta que él enfermó.

Fragua. Foto Moreno

 




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2007, Jose L Lopez