De la pandereta al rock

Museo Etnográfico El Pajar

Cien años de música de baile en Campoo
 
La villa de Reinosa a finales del siglo XIX ya tenía banda de músi­ca y esta deleitaba a los lugareños tanto de la villa y a sus visitantes mientras compartían los bailes domingueros como los de socie­dad que se celebraban por moti­vos de fiestas patronales y carna­valescas. Los valses, pasodobles y boleros eran parte del repertorio. Algunos componentes de la ban­da de música sienten nuevas in­quietudes por los ritmos que se imponían en el nuevo panorama musical y estos se agrupan crean­do orquestas donde poder inter­pretar nuevos ritmos de baile más acorde con la sociedad que venía instalándose en esta emergente villa industrial y comerciante.

Una historia de barquilleros

Museo Etnográfico El Pajar

El juego de la ruleta entretenía a niños y mayores
 
El oficio de barquillero como el de heladero fue una actividad ambu­lante, dentro del gremio de la re­postería, que favorecía el sosteni­miento económico de las familias. Ambos oficios siempre estuvieron ligados, por ser el barquillo el re­cipiente en forma de potes o cucu­ruchos. Por eso, eran también bar­quilleros los heladeros menciona­dos en la publicación anterior.
 
Los barquillos se fabricaban du­rante gran parte del año en las es­pecialidades de barquillo y galle­ta. También se elaboraban ricos canutillos que se servían de ape­ritivos en los cafés más importan­tes de la cuidad de Reinosa, como el Victoria.

Helados mantecados

Museo Etnográfico El Pajar

El primer heladero pasiego se estableció en Reinosa hacia 1920
 
La historia de los helados es la historia de la civilización: para pasar del sorbete a una crema congelada más compacta y compuesta con leche tuvieron que transcurrir casi dieciséis siglos, hasta que un chef francés de Carlos I, rey de Inglaterra, sirviera en la corte el resultado de su receta innovadora con un producto de mucho más alimento, rico y digestivo.
 
La popularidad de esta fórmula se extendió por el reino de Francia y España siendo los reyes, la alta burguesía y personas privilegiadas los que disfrutaban de este placer durante los siglos XVI y XVII, partiendo su proliferación hacia la nueva burguesía y llegando al siglo XIX al consumo de los ciudadanos como producto de carácter festivo para los calurosos días de verano.

El tiempo de las mayordomas

Museo Etnográfico El Pajar

Pequeña historia de una figura perdida de la religiosidad popular
 
Dentro de los numerosos roles sociales tradicionalmente encomendados a las mujeres en el ámbito rural es digno de destacar a las que eran nombradas mayordomas de la Iglesia Parroquial, ya que esta es una referencia físico-simbólica de la integración de la comunidad local.
 
El párroco hacía la selección entre las mozas solteras de la comunidad buscando su buena apariencia, recato en la vestidura y buena conducta cristiana, pues serían las encargadas de las labores de mantenimiento y decoro del templo.
 
Destaca entre esas labores como muy principal la de vestir, ornamentar y mantener cuidadas las tallas de imágenes sacras que estaban vestidas en los altares. Muy especialmente la de la Virgen, ya que ésta para los fieles tiene ese especial carisma de lo intocable, lo divino, lo puramente celestial que las manos humanas no se atreven a tocar. Estas tallas son a su vez representaciones de diosas-madres o madres tierra, reminiscencia de antiguos cultos a la fertilidad.

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