La escasa romanización que se produjo en nuestra región tras las guerras cántabras -fruto posiblemente de que la ocupación romana fue exclusivamente militar- permitió la conservación de una cultura tradicional indígena a la que apenas se superpuso la romana. Sólo esta comarca meridional de la actual Cantabria, que fue sin duda la más romanizada, permitió, a través de sus calzadas, una mayor relación con la meseta y la temprana relación de Campoo y Valderredible con las culturas tardorromanas y visigodas.
Se considera histórica la evangelización de esta comarca por San Millán, durante la segunda mitad del siglo VI, como relata su Crónica y se recoge plásticamente en su arqueta de reliquias, en uno de cuyos paneles de marfil se representa la predicación a los cántabros y la premonición de la invasión del Leovigildo. La "villa romana" de
Camesa-Rebolledo aporta datos de enterramientos y la planta de una iglesia, quizás visigoda, antes del año 720.
La invasión musulmana cortaría de raíz esta implantación cristiana, que hubo de trasladarse a lugares más seguros, como la Liébana, donde surgirán los primeros monasterios y se iniciará la repoblación de apoyo a la Reconquista.
Este es el momento en que nuestra comarca cobra de nuevo un especial protagonismo, por constituir la cabeza de puente hacia Castilla y la Rioja, a través de los valles del Ebro y el Pisuerga. Se crean pequeñas comunidades religiosas que excavan las ermitas rupestres -Valverde, Campo de Ebro, Cadalso, Arroyuelos, Villaescusa...- quizás anteriores al siglo X.
El reciente descubrimiento de un capitel mozárabe en Cuena, que sigue el modelo utilizado por los de Lebeña y Santiago de Peñalba (León), nos permite plantear la hipótesis de un poblamiento prístino en el entorno del valle de Valdeolea, espacio claramente abierto hacia Castilla, con edificios religiosos, de estilo mozarabe, de cierta prestancia, que constituirían importantes focos de repoblación (en Elines se conservan igualmente las arcadas de la antigua iglesia mozárabe, también del siglo X). Por otra parte, aunque el principal contingente de población sea de origen mozárabe, emigrada desde Al-Ándalus desde mediados del siglo IX, no es determinante para considerar que la utilización del arco de herradura sea exclusivamente musulmán, ya que sabemos que los mozárabes se consideraban herederos de la tradición visigodo-católica, de donde procede dicho tipo de arco.
Muchos pequeños monasterios de los siglos X y XI, de los que tenemos constancia documental a través de los cartularios de Cervatos y Santillana del Mar, están aún por localizar o se han encontrado restos aislados, como el tenante de altar del primitivo monasterio de Santa María en Servillejas (Museo Diocesano).
A partir de finales del siglo XI se introduce el arte románico desde Castilla de forma paulatina, al amparo de dos grandes monasterios benedictinos que ejercen y consolidan un amplio dominio monástico en la comarca: San Martín de Elines, más relacionado con las tierras burgalesas y San Pedro de Cervatos, con propiedades en todos los valles circundantes, incluso en el Besaya, en competencia con Santillana. Cervatos era de patrimonio regio, quizás desde su fundación por algún conde de Castilla -la sepultura de un infante se encuentra junto al altar mayor y por su situación estratégica en el camino de Castilla.
Los numerosos monasterios e iglesias que dependen de estos grandes cenobios se construyen en su mayoría a finales del siglo XII y durante el siglo XIII principalmente y se caracterizan por ser pequeños templos que atienden a exiguas aldeas. Sus formas artísticas denotan la influencia de la corriente cisterciense castellana: gran parte de ellos adoptan las formas rectangulares para la cabecera, frente al ábside semicircular y en el interior las bóvedas de horno y cañón del presbiterio se abandonan por las de cañón apuntado, precedidas también por arco triunfal del mismo tipo, que son más fáciles de realizar y exigen, por tanto, menos profesionalidad. También la decoración es diferente, perdiéndose paulatinamente la decoración figurada, que es sustituida por la vegetal, también didáctica por simbólica, más acorde con los cánones de la austeridad cisterciense. Sin embargo, no poseemos ninguna noticia de la fundación de monasterios bernardos en Cantabria, aunque bien próximo a nuestra comarca se encuentra el de Aguilar de Campoo.
Entre las edificaciones que siguen el modelo de Cervatos, con el ábside semicircular, resaltan las de Villacantid en Campoo de Suso; las de San Miguel de Olea, Mata de Hoz, San Martín y Santa María de Hoyos y Las Henestrosas en Valdeolea; Bolmir, Retortillo y Bustasur, en Campoo de Enmedio; Navamuel y Castrillo, San Andrés, San Martín y Villanueva de la Nía, en Valdelomar y Quintanilla de Rucandio y el propio monasterio, luego Colegiata de San Martín de Elínes, en Valderredible. El resto de las iglesias medievales de la comarca, casi medio centenar, adoptan el modelo protogótico de cabecera rectangular, siendo la decoración de capiteles y canecillos muy sencilla, incluso tosca y con claras referencias arcaizantes de tradición románica, Algunas de ellas es posible que pudieran haber sido construidas ya en los siglos XIV y XV, época de declive económico de Valderredible.
Son de gran interés también las pilas bautismales, de grandes dimensiones, que se conservan en muchos de estos templos, así como las estelas funerarias, con inscripciones o símbolos cristianos, que aparecen en las necrópolis.
El siglo XVI, por el contrario, parece constituir una etapa de florecimiento de la arquitectura y patrimonio religioso de Campoo, y Valderredible, si tenemos en cuenta la extensa nómina de grandes edificios que se erigen en este siglo y en el siguiente. El más notable sería el de San Sebastián de Reinosa, que no se remata hasta el siglo XVIII con la portada y la torre, que a su vez servirá de modelo para otras de toda la comarca de Campoo y alguna iglesia de Valderredible.
Dicha labor constructiva se apoya también en la proliferación de talleres de canteros autóctonos, habituados al trabajo de la piedra arenisca de la comarca, que es el material básico de las viviendas tanto nobles como populares, cuyo oficio era ya tradicional. Aunque no haya obras excepcionales, sí existe una homogeneidad en la calidad de una amplia mayoría, por encima de la media regional. Sería demasiado extenso evocarlas y solamente recordamos como muestra las de Hoz de Abiada, Villar, Suano, Quintanamanil, Requejo, Llano, Monegro, Villasuso de Yuso, Valdeprado del Río, San Vitores, Susilla, Cubillo de Ebro (fundada por un médico de Felipe II). Quintanilla de An y Ruerrero, además de numerosas ermitas v santuarios. Muchos de estos templos contienen numerosos e impresionantes retablos -a pesar de las graves pérdidas ocurridas durante la Guerra Civil-, realizados en gran parte por talleres procedentes de las comarcas costeras de Trasmiera y Camargo.
También la
arquitectura conventual de las órdenes mendicantes está dignamente representada: el convento de Franciscanos de Reinosa, erigido a principios del siglo XVI, en donde pasó algunos días el emperador Carlos V, y el de dominicos de Montesclaros, fundado a partir del de Las Caldas de Besaya a finales del siglo XVII. Sus cimientos se levantan sobre una gruta artificial del tipo de las ermitas rupestres de Valderredible, luego transformada en ermita medieval, con importantes sepulcros y sobre ella la iglesia barroca actual, que se edifica a partir de 1686, con su claustro y demás dependencias.
La escultura en madera policromada tiene abundantes muestras en casi todos los templos, tanto en los retablos como en tallas procesionales. Las obras más antiguas serían las románicas tallas de los apóstoles de San Martín de Elines. Es excepcional la escultura gótica en alabastro de la Virgen con Niño, de Servillejas.
La pintura tendrá menos relevancia -al igual que sucede en el resto de Cantabria-, por escasear los talleres de pintura de caballete. Son importantes los lienzos que conserva la iglesia parroquial de Remesa, como un lienzo de San Andrés atribuido a Ribera y otras copias de su taller, así como una Virgen de Guadalupe y un cobre de San Francisco traídos de Méjico. Mayor relevancia presenta la pintura mural, con el excelente foco de Valdeolea -objeto de una reciente tesis doctoral de Santiago Manzarbeitia en la Universidad Complutense- y otras en las iglesias de Elines (románica y gótica) Villar, Naveda, Santa María de Hito y Barruelo de los Carabeos.
También en la torre de Proaño se conservan interesantes pinturas murales y lienzos de carácter religioso.
La platería y los metales están bien representados, en vasos litúrgicos y otros objetos de culto, como los incensarios góticos de Horna y Mata de Hoz, las cruces de cobre dorado de Las Henestrosas y Matamorosa, los cálices de Valdeprado del Río y Susilla, las cruces procesionales de Quintanilla de Rucandio y Elines y la custodia y lámparas de Remesa. Algunas se encuentran depositadas en el Museo Diocesano y vuelven a sus parroquias en las fiestas patronales.
ESTADO DE CONSERVACIÓN
El estado de conservación del patrimonio arquitectónico de esta comarca es preocupante por el nivel de deterioro natural al que pueden llegar estos grandes edificios si no se ejerce sobre ellos una continuada labor de mantenimiento. Aunque toda la comarca, como se sabe, está en franco retroceso económico y demográfico, éste es más palpable en Valderredible, donde menos de 1.500 habitantes disponen de un patrimonio arquitectónico de más de sesenta templos, en su mayoría de carácter monumental.
Muchas construcciones llegan al estado de ruina por no contemplar cada dos años aproximadamente una revisión de las cubiertas. El desplazamiento o rotura de tejas provoca goteras, que actúan sobre el mortero de las bóvedas, provocando su hundimiento. Otras veces son las obras en caminos o fincas cercanas, que actúan sobre los cimientos y provocan grietas y desniveles en los muros. En fin, la ausencia de proyectos y la negligencia en las actuaciones aceleran el deterioro de estos edificios.
Otro aspecto que puede facilitar indirectamente la conservación de este ingente patrimonio es su estudio y difusión. Parece evidente a estas alturas que tino de los recursos económicos de los que puede beneficiarse nuestra comarca es el turismo cultural. La existencia de este compendio de historia y arte, tan amplia y dignamente representado constituye un aval innegociable que es preciso rentabilizar con urgencia. En este sentido debemos potenciar las propuestas de desarrollo de centros culturales e informativos, como el que el Obispado de Santander a través del Museo Diocesano pretende instalar en la antigua iglesia de Santa María la Real de Villacantid, con el fin de rehabilitar el templo y dotarle de una función cultural que sirva para facilitar el acceso y comprensión de nuestras realidades culturales a los visitantes que se acerquen a nuestras tierras.
La apertura de los templos a las visitas en la época estival, promovida por el Museo Diocesano en colaboración con la Consejería de Turismo, es otra buena iniciativa para conseguir la conservación y difusión de esta parte tan fundamental del patrimonio histórico-artístico de nuestra comarca.
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