EL FRACASO DE LA SUBLEVACIÓN MILITAR EN CANTABRIA
De entrada, el movimiento subversivo contra la República en Cantabria estuvo mal planificado y peor ejecutado. Se dejaron muchos cabos sueltos, fiándose el entramado al voluntarismo de ciertas personas, especialmente militares, a los que se les suponía que con sólo publicar el bando de Mola, quedaría la región incorporada al Movimiento. Esta confianza se basaba en la apreciación errónea, fruto de una generalización simplista de Santander, como provincia conservadora.
Santander, en 1936, era una región desarrollada en pleno proceso de transformación social y política y por lo tanto más compleja de lo que en principio puede sugerir la generalización tópica de considerarla conservadora.
Por supuesto que la coalición derechista había obtenido los puestos de la mayoría en las elecciones de febrero de 1936, pero la diferencia de votos no era tan apabullante como en principio parecía suponer este reparto de diputados. Los 374.995 sufragios de la CEDA (51,1%) se oponían a los 303-911 del Frente Popular (41,4%). Y es que existía una fuerte implantación de la izquierda en las zonas más industrializadas como el corredor del Besaya (Torrelavega), el arco sureste de la bahía (Camargo, Astillero), en el área periurbana de Santander, en algunas villas de la costa como Castro Urdiales, en Reinosa, hasta introducirse en los núcleos mineros del norte palentino (Barruelo).
El resto de Cantabria, rural o interior, siguió confiando de forma abrumadora en la candidatura contrarrevolucionaria.
La observación principal que puede hacerse era la dualidad entre la Cantabria rural conservadora y la Cantabria industrializada izquierdista. Una división que se repetía en la capital con el triunfo global del Frente Popular, gracias a los distritos más proletarizados, mientras que la candidatura contrarrevolucionaria hacía lo propio en los barrios burgueses.
Por otro lado, no hubo contacto alguno de los sublevados con la proclividad golpista que se adivinaba, de las fuerzas de orden público (Guardia Civil, Asalto y Carabineros) ni con las organizaciones de extrema derecha (falangistas y tradicionalistas).
En Cantabria existía una doble trama para la preparación del levantamiento. La primera, civil, giraba en torno a Emilio Pino Patiño, antiguo triunviro falangista, miembro del ARI y ex concejal primoriverista del Ayuntamiento de Santander, que coordinaba los distintos grupos civiles comprometidos, y de Pedro Sáinz Rodríguez, diputado de la Agrupación Regional Independiente por la provincia, y que se encontraba en Burgos en el inicio de la sublevación.
La trama militar estaba comandada por los oficiales de la guarnición de Santoña que estaban al tanto de los planes de Mola a través del teniente coronel de Caballería, Marcelino Gavilán Almanzara, integrante de la Junta Militar de Burgos. Por lo demás, se contaba con la colaboración segura del coronel José Pérez García-Argüelles, jefe del Regimiento Valencia Núm. 21 sito en la calle del Alta y simpatizante de la "sanjurjada" de agosto del 32, y de aproximadamente 2.000 civiles armados más 1.260 hombres de la Guardia Civil, de Asalto, carabineros y municipales. Con ellos se esperaba controlar la zona oriental de la provincia, limítrofe con Vizcaya, y el eje industrial Torrelavega - Corrales - Reinosa a lo largo de las vías de comunicación Santander - Palencia. En Reinosa se esperaba también la confluencia de refuerzos procedentes de Burgos y Palencia a cuyo mando se pondría el capitán Sanjurjo (1).
Pero los planes no salieron como se habían planeado. La sublevación se inicia el 17 de julio y los conspirados pierden un tiempo precioso al romperse las comunicaciones con Burgos y Valladolid, de donde procedían las órdenes de los principales implicados; tiempo que es aprovechado por los grupos de izquierdas para armar a sus juventudes, organizar las guardias cívicas en defensa de la República y ponerse en contacto telefónico con Madrid en la noche del 17 al 18.
En Santoña, después de desplazarse a Burgos, se reúnen varios capitanes que dudan sobre la conveniencia de detener al comandante García Vayas, simpatizante socialista; circunstancia que es aprovechada por éste para detener a los implicados. En la capital, el coronel García-Argüelles no se decide a intervenir según sus propias palabras hasta que las órdenes no vengan de la superioridad militar de Burgos, quizás curándose en salud ante un fracaso de la rebelión como ocurriera con la "sanjurjada". Mientras tanto sobresale un hombre, Juan Ruiz Olazarán, presidente de la Diputación Regional, que alienta a través de la radio a las fuerzas de izquierda, logra la dimisión del coronel como comandante militar y pone en su lugar a García Vayas después de ordenar la interceptación de un telegrama del Cuartel General de los sublevados destinado al coronel que daba la clave de la sublevación. En adelante, el militar desoiría las peticiones de los grupos civiles comprometidos y cuando quiso sublevarse ya era demasiado tarde.
Entretanto, en la mayoría de las localidades, se formaron comités de Defensa de la República alentados por las organizaciones sindicales, partidos políticos o corporaciones municipales, controladas por el Frente Popular, desde el nombramiento de las comisiones gestoras en la primavera de 19.36. En estos días, los milicianos integrados en los comités llevaron a cabo la requisa de armas en los domicilios de las personas de derechas, las llamadas guardias cívicas para la protección y vigilancia de edificios, las líneas de comunicaciones (carretera, ferrocarril, etc.), y la detención de los líderes de las organizaciones políticas locales como posibles implicados en la rebelión. Se hacen cargo, también de todos los aspectos relacionados con la vida local: abastos, transportes, recluta de voluntarios para los frentes, etc.
LA REPRESIÓN REPUBLICANA
Según "La Causa General", la represión republicana produjo en Cantabria 800 muertos y 343 desaparecidos, lo que representa el 3,13% sobre la población en 1930 (364.147). Dado que la Causa General publica sus resultados en noviembre de 1937, un número importante de víctimas quedaba todavía sin registrar y según las investigaciones de Enrique Menéndez y mis propias conclusiones la cifra alcanza a. 1.144 cántabros, a los que hay que añadir 67 forasteros y 80 de las zonas limítrofes de Palencia y Burgos bajo dominio del gobierno de Santander. En esta relación no se incluyen los cántabros muertos en otras provincias.
Afectó sobre todo a 181 eclesiásticos, 170 falangistas, a militares y miembros de las fuerzas de orden público. Por grupos sociales el peor parado fue el de los labradores y las clases medias de comerciantes y empleados.
En Cantabria, las viejas afrentas y odios personales de clases se resolvieron en una violencia política vicaria y los pudientes urbanos pudieron salvar su vida con contraprestaciones económicas. Muchas veces fueron revanchas procedentes de la Revolución de 1934 y ello explica el alto porcentaje de obreros y jornaleros muertos por ser considerados esquiroles en aquellos acontecimientos o por estar afiliados a Falange. En los núcleos rurales se eliminaron a los representantes de viejas tenencias de propiedad como los aparceros. Por edades, el segmento más castigado fue la población joven, sobre todo, el comprendido entre los 25 y 29 años.
Por núcleos de población la capital tuvo 206 muertos, Reinosa 74, Corrales 67 y Torrelavega 54. La comarca de Campoo junto con la Besaya-Torrelavega alcanzó los más altos índices de la represión republicana en el conjunto de Cantabria (4, 52 por cada mil habitantes). Por localidades, Reinosa (8,60 por mil) ocupa el cuarto lugar relativo en la región después de Polaciones (15,64), Los Corrales de Buelna (13,75 por mil) y Alfoz de Lloredo (8,89 por mil).
Hubo 4.500 personas encarceladas. 7.500 palentinos, sobre de todo de la zona minera de Barruelo se refugiaron en Santander y tras la caída de Bilbao lo hicieron 170.000 vascos a principios de agosto.
Un número importante de evadidos cántabros en una cifra todavía sin determinar, pasó a las provincias de Palencia y Burgos buscando la seguridad ideológica que les ofrecía el bando rebelde. De ellos, alrededor de 200 jóvenes pasaron a engrosar las filas de las Centurias Montañesas en Burgos y Palencia en los primeros meses de la guerra.
Las primeras víctimas se produjeron el día 20 en Reinosa tras ser interceptados falangistas de Torrelavega que se dirigían a Burgos para conseguir el bando del general Mola, solicitado por el coronel García-Argüelles, como requisito para sumarse a la sublevación. Se trataba de Luis Martín Alonso, Ceballos y Eleuterio P. Marcos Ingelmo. Su destino fue trágico. Fueron tiroteados, resultando muertos los dos últimos y Alonso herido. El 22 de agosto, una vez recuperado de las heridas, fue asesinado a tiros en el Gorgollón, cerca de Pesquera." (2)
En la localidad industrial de Reinosa poblada por apenas ocho mil quinientos habitantes cuya vida giraba en derredor de la fábrica metalúrgica conocida como "La Naval" morían masacrados diecinueve guardias civiles con su teniente a la cabeza. Era el 21 de Julio, día de mercado en la ciudad.
Aquel fatídico día 21 se encontraban detenidos en Reinosa los guardias civiles de los puestos del norte del Burgos, concentrados en Sedano, bajo las órdenes del alférez Ignacio Vecina Esteban. Los militares sublevados le habían ordenado que partiese con la fuerza concentrada en Sedano hacia Corconte con el fin de proteger al capitán Justo Sanjurjo que se hallaba veraneando en el lugar.
Llegaron el 19 de Julio a media tarde. Eran 18 guardias más la pareja de servicio en el Balneario. En la madrugada del 20, aparecieron tres automóviles con milicianos de Reinosa que viraron para dar parte de la situación. Poco después arribaron varios camiones repletos de milicianos desde la capital campurriana. Al mando se encontraba Miguel Aguado Cadelo, jefe de la Guardia Municipal de Reinosa, y su lugarteniente, un guardia de seguridad apodado "el Andaluz".
Rodearon el balneario y empezaron a parlamentar con el alférez Vecina y el médico de la casa, Vicente Gómez de la Torre. Varios guardias y agüistas se apostaron en el interior para acometer la defensa del edificio.
El alférez Vecina tras el cruce de palabras con los jefes de milicias dio la orden de concentrar a su gente en el jardín y negociar la entrega de las armas.
Mientras tanto, Sanjurjo, vestido de uniforme, intentó salir en dirección a Burgos, pero fue interceptado en la bifurcación de la carretera hacia Santander y detenido por Aguado y "el Andaluz". Montaron en su coche y le hicieron volver rumbo a Reinosa. Al pasar frente al Balneario, el capitán se arrojó del automóvil hiriéndose en la cabeza. El médico trató de curarle con la mayor lentitud posible para dar tiempo a que se marcharan los milicianos y después ponerle en libertad, pero éstos continuaron allí. Así que una vez curado, intentó que lo llevasen al Hospital Valdecilla en Santander. Los milicianos se opusieron y en un coche, acompañado de su mujer Concepción Comyn, fue trasladado al Hospital de Reinosa. Su esposa permaneció detenida en un hotel de la población.
Los guardias fueron desarmados y conducidos en un autobús a Reinosa y desde allí, por orden del coronel del 23 Tercio, Indalecio Terán Arnáiz, trasladados a Santander. Quedaron detenidos hasta fines de Julio. (3)
Mientras tanto fallecía el padre del capitán Justo Sanjurjo. El general moría en el hipódromo de Cascaes, cerca de Lisboa, al estrellarse la avioneta que debía conducirle a España para ponerse al frente de la sublevación.
La decisión de deponer las armas le costó cara al alférez Vecina. Enviado para proteger al capitán Sanjurjo en el manantial de Corconte, depuso las armas ante fuerzas muy superiores, pensando con ello evitar una tragedia. Un año más tarde, cuando los nacionales entraron en Santander, el alférez fue acusado de ser responsable por negligencia de la muerte de Sanjurjo. Fue fusilado en el Santander franquista.
En Reinosa se fueron concentrando los guardias de los puestos cercanos al mando del teniente del Cuerpo, Gerardo García Fernández. En total se reunieron unos cuarenta guardias en el cuartel de la ciudad.
De madrugada, se ordenó la salida de dos formaciones de agentes acompañados por milicianos, una hacia Corconte y otra hacia Pozazal. Se pensaba en la inminente llegada de una columna sublevada procedente de Burgos y Palencia.
Según testimonios orales, algunos de los guardias se prestaron a ir a Corconte porque estaban resueltos a unirse a los nacionales. En efecto, el destacamento, llegado el momento oportuno, volvió sus fusiles contra los milicianos acompañantes, a la vez que avanzaban de espaldas hacia la zona nacional. (4)
Simultáneamente en Reinosa, el delegado gubernativo solicitó la presencia en el Ayuntamiento del teniente Gerardo García Fernández con una fuerza de dieciocho números.Todo podía suceder, Sanjurjo herido en el Hospital, los guardias del norte de Burgos detenidos, los mineros del cercano Barruelo desplazados al monte, una expedición de guardias pasados a los nacionales en Corconte, los territorios vecinos y la frontera próxima en poder de los sublevados, la guarnición de Reinosa solicitada. Miedo, ajetreo, máxima tensión, recelos, desconfianzas, rumores. En fin, se presentaba el clima propicio para que sucediera la tragedia.
Llegaron los uniformados al Ayuntamiento, donde fueron conducidos al piso alto para que se apostasen junto con milicianos en las ventanas. No sabemos con exactitud el desarrollo de los sucesos, pero el caso es que el teniente acompañado de un guardia entró en el despacho del alcalde Isaías Fernández Bueras. Se produjeron disparos que ocasionaron la muerte del edil y de un cenetista que lo acompañaba, Benito Mesones. A continuación, a los gritos de ¡el teniente ha matado al Alcalde!, dieciséis guardias civiles y el teniente fueron pasados por las armas. Dos lograron escapar, arrojándose por las ventanas de la parte trasera, uno de ellos fue muerto en la bolera del parque de "Las Fuentes" y el otro, después de pedir inútilmente auxilio, fue linchado en los portales de "los herrerucos".
La encarnizada reacción popular no obedeció a un plan preconcebido como se afirma en la Causa General confeccionada por los vencedores. Fue una masacre tan certera y brutal que no hubiera salido tan milimétricamente ajustada con un designio perfectamente trazado. Más bien, fue una explosión violenta en un territorio de frontera que intuía cercana la presencia de fuerzas sublevadas y en cuyo ánimo todavía se hallaba presente la represión del 34. Y además, había visto aquella misma mañana cómo una patrulla se pasaba al enemigo en Corconte.
Ante una fuerza numéricamente superior, el factor sorpresa neutraliza cualquier respuesta armada. La fuerza estaba armada, pero no estaba prevenida ante la posible actuación temeraria de su teniente. Por otra parte, no hay más que recordar la foto que dio la vuelta al mundo en los sucesos de Reinosa de 1987 con unos guardias civiles preparados, pero acorralados e incapaces de actuar. Un solo tiro salido de sus fusiles hubiera bastado para que fuesen linchados.
En Pozazal, el jefe miliciano Manuel Fernández García procede al desarme de los guardias que ayudaban a los milicianos, según órdenes del Comité de Reinosa, cursadas por teléfono al factor de la estación de ferrocarril. Después de expresar los agentes su temor por los recientes sucesos del ayuntamiento, les garantiza que no tienen que temer por sus vidas. Las defenderá hasta donde sea preciso. Al regresar a Reinosa, una multitud encolerizada se congrega en torno a la camioneta que los transportaba pidiendo que los mataran. Los guardias civiles se encuentran al fondo de la caja del camión, acurrucados y presas del pánico. Manuel, empuñando un fusil ametrallador, grita:
¡No más muertes...! ¡No más muertes...! Si han sido culpables de algo que se les juzgue y encarcele. El que se atreva a hacer algo con ellos tendrá que pasar por encima de mi cadáver.
A continuación, el jefe miliciano requiere la presencia del Comité de Guerra. Le comunica su firme propósito de defender la vida de aquellos hombres. Después de garantizarles el respeto de sus vidas, Manuel entrega a los cuatro guardias. (5) Todos ellos, excepto el corneta José Mediavilla Uldemolins fusilado más tarde por los nacionales en Santander, fueron recluidos en la cárcel de Reinosa hasta la entrada de las tropas de Franco.
Las autoridades republicanas encargan al comandante militar de Reinosa, el teniente de la Guardia de Asalto Alfonso Jambrina Brioso, la apertura de una investigación sobre los hechos. Nada se conseguiría: el médico forense, José Álvarez Quevedo y el alguacil, Nazario Gutiérrez, encargados de efectuar la exhumación y autopsia de los cadáveres, serían asesinados en septiembre. El teniente Jambrina y su escolta pasarían poco después a zona nacional.
La centralización del aparato represivo dio lugar a la creación, el 29 de julio, del Comité Ejecutivo Jurídico del Frente Popular para regular y homogeneizar las actuaciones sobre los detenidos. A fines de agosto, este organismo se disgrega en otros dos: por un lado, el Tribunal Popular encargado de juzgar a los detenidos por delitos de rebelión y sedición y contra la Seguridad del Estado y por el otro, la Dirección General de Justicia. El Tribunal Popular estaría compuesto por tres magistrados judiciales y catorce jurados, nombrados por los partidos y sindicatos del Frente Popular, a razón de dos por cada uno de ellos. La presidencia recayó en Roberto Álvarez Eguren, actuando junto con los abogados Ramón Mendaro Sañudo y Francisco de la Mora y de la Gándara. Este tribunal empezó a ejercer el 19 de septiembre y su ámbito se limitó a los delitos cometidos por militares o paisanos que hubiesen hecho uso de armas (presuntos desertores, prisioneros de guerra capturados en los frentes de la Cordillera, tripulantes del "bou" Tiburón, falangistas sublevados en Potes y en Espinosa de los Monteros).
La Dirección General de Justicia fue ocupada por un activista de la CNT, Teodoro Quijano, encuadernador de profesión. Su función era centralizar los informes de los enemigos políticos facilitados por los frentes populares locales, para ingresar a los detenidos en las cárceles de Santander.
Paralelamente, se creó la Comisión de Policía del Frente Popular para encarrilar las acciones represivas contra desafectos y enemigos del régimen republicano. A su frente se colocó a Manuel Neila Martín, antiguo dependiente de tejidos. Personaje tristemente célebre, por ser el último responsable de la eliminación de gran parte de los asesinados en Santander, de practicar torturas a los presos, de robar sus pertenencias y acumular una gran fortuna personal.
Las comisiones de Policía, luego conocidas como checas, se difundieron en la capital y provincia. Torrelavega, Castro Urdiales, Los Corrales de Buelna, Reinosa, incluso pequeños pueblos como Viérnoles, Rocamundo y Piedras Luengas, fueron sedes de estos centros de detención, palizas, paseos y desapariciones.
Las checas de Piedras Luengas, Rocamundo y Reinosa, próximas a los frentes de combate y más alejadas de la capital, actuaron de forma autónoma, independiente de la jurisdicción de Neila, pero su actuación bárbara nada tenía que desmerecer respecto a la de aquél.
En Reinosa, el jefe de Policía del Frente Popular, Miguel Aguado Cadelo, "sacaba" a los presos en camiones. En la carretera del Saja, les mandaba bajar para ser ametrallados, algunos fueron terriblemente torturados. Era otro de los personajes de firmes convicciones ideológicas que entendían que no se podía transformar la sociedad, sin eliminar a los que se oponían a los cambios político - sociales.
Estos métodos de eliminación escandalizaron a sus propios correligionarios. El alcalde socialista de Campoo de Suso se interpuso delante de uno de los vehículos y afirmó que si salían, tenían que pasar por encima de su cadáver. Afortunadamente, los propósitos no se llevaron a cabo, pero el alcalde fue desplazado al frente como comisario político, con miedo a que atentasen contra su propia vida, y expuesto a los rigores y peligros del combate.
La actuación represiva de los frentes populares locales fue muy dispar. En muchos municipios se intentó proteger la vida de las personas, en otros se participó activamente en la muerte de convecinos derechistas.
La literatura justificativa o interpretativa de la represión republicana suaviza y califica a ésta como propia de incontrolados. ¿Eran o estaban, estos personajes, incontrolados? O más bien eran fruto del descontrol, en cuyo caso les adjetivaremos como descontrolados.
Las violencias del Frente Popular obedecían a un estado de opinión que calificamos de "dictadura social". Por dictadura social, entendemos una imposición de capas sociales históricamente sometidas, administrada por poderes locales, amalgamada por ideologías afines fraguadas en la lucha de clases como premisa fundamental. La represión fue ejercida por la vanguardia de este estado de opinión y respondía a iniciativas individuales de hombres que o bien tenían las "ideas" firmes y muy claras o eran mezquinos personajillos, sin ideología, "aprovechados" de la situación, carentes de escrúpulos morales y enormemente mezquinos.
La respuesta de las autoridades del Frente Popular se caracterizó por la dejación, a la hora de pedir responsabilidades, sin tratar de situar a estos ejemplares en otros puestos, lejos del ámbito represivo. Parece ser que la táctica de alejamiento consistió en promocionar a los más concienciados a cargos militares y les confiaron mandos de batallones por "méritos de guerra".
Respecto a los considerados execrables, sin ningún tipo de principios ¿quién fue el responsable de la elección de Neila?
Neila fue el peor producto humano que puede originar una guerra civil. En uno y otro bando, se reprodujeron elementos similares de la peor caterva. Neila fue, sin duda, un criminal de guerra.
Algunas fuentes apuntan que era un hombre de confianza de Bruno Alonso; otras señalan su proximidad a Ruiz Olazarán, argumentando que tres de sus hermanos (Enrique, Emilio y Clemente) eran policías a sus órdenes. Neila sostenía conversaciones frecuentes relacionadas con asuntos de despacho con Ruiz Olazarán y por lo tanto al corriente de la situación en muchos de sus aspectos más terribles. Caída Santander, Neila se refugió en Bayona, donde fue detenido en marzo de 1938 por apropiación ilegal de dinero y joyas, por haber hecho ejecutar en Santander a centenares de personas (entre ellas súbditos franceses). Solicitaron, sin éxito, su extradición tanto las autoridades de Burgos como el comité de la CNT de Barcelona. Seguidamente se instaló en Méjico en donde arrepentido de su oscuro pasado, se convirtió en un devoto practicante del catolicismo, en un "santurrón" amparado por el arrepentimiento que la Iglesia prodiga a los hijos descarriados.
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA
La persecución religiosa constituye por sí misma un baldón de deshonor en el deber de la República. Cientos de páginas se han escrito para justificar o tratar de entender este terrible fenómeno. Que si la Iglesia estaba al lado del poder, de los ricos, que si era un vehículo de opresión, que si estaba en contra de La República, etc. Muchos historiadores explican las matanzas anticlericales basándose en el odio a la Iglesia de las capas populares y sectores de la burguesía progresista. También había (hay) odio contra los judíos, pero no por ello explicamos el holocausto nazi argumentando la preexistencia del antisemitismo. Ambos fenómenos son similares en sus orígenes. No se corrige una opresión con una aberración. Se diga lo que se diga nunca podremos entender la magnitud que alcanzó la oleada anticlerical, sino acudiendo a los mitos de los que son pasto algunas minorías o grupos dentro de la imprevisible condición humana.
En Cantabria fueron prácticamente exterminados los frailes de los conventos y seminarios diseminados por su geografía. Los 19 trapenses de Cóbreces, los 19 dominicos de Las Caldas y de Montesclaros, los 3 capuchinos de Montehano, 9 jesuitas y 9 seminaristas de Comillas. Cabría esperar una muerte con el menor sufrimiento dentro del menos malo de los casos. No.
La mayoría de sus miembros fueron amordazados, vituperados, objeto de blasfemias e insultos, palizas, algunos castrados, otros quemados, o atados de pies y manos y arrojados en las proximidades de la isla de Mouro previo palancazo en la cabeza. Por no hablar de las vejaciones, insultos, humillaciones que degradaban a cualquier ser humano.
La represión afectó también a las organizaciones laicas. El mero hecho de pertenecer a una organización católica era motivo de detención y posible asesinato. Estas organizaciones habían prohibido a sus miembros, bajo anatema de conciencia, que jamás respondieran a las provocaciones con armas. Lo que, dicho sea de paso, contribuyó a que muchos jóvenes pasaran a Falange que les eximía de escrúpulos religiosos.
La Juventud Católica era una vigorosa organización que contaba en Cantabria el 18 de julio de 1936 con 115 centros de la Juventud Católica. Perdieron la vida 240 jóvenes de Acción Católica y 21 sacerdotes- consiliarios. (6)
En Cantabria, el colectivo más represaliado fue el clero, con 161 víctimas, (7) aunque posteriores investigaciones han ampliado la cifra a 187.
Ningún estamento poderoso (Ejército, Burguesía) recibió un mazazo tan brutal. El rumor más extendido para desalojar y detener a los frailes era que tenían depósitos de armas (rumor generalmente falso, pero rumor convicto, al fin y al cabo, y objeto de las creencias populares). Todavía hoy en películas, en libros se repite la figura de frailes disparando, y a pesar de que 'existieron, fueron rarísimas excepciones, convertidas por la fuerza de la propaganda en norma. Imágenes descontextualizadas en las que se olvida la natural inclinación del ser humano a defenderse cuando experimenta que su vida corre peligro. En esos casos, la doctrina de poner la otra mejilla tiene muy poca efectividad.
Otra de las imputaciones consistía en captar emisoras de radio facciosas (algo más frecuente). Si hubieran hecho uso de armas, quizás hubiera habido mayores prevenciones. Desgraciadamente, el género humano se manifiesta más cruel con el indefenso. Porque generalmente fueron atacados por su excesiva vulnerabilidad. Era más fácil detener a un clérigo que a los falangistas armados emboscados. Éstos disparaban y los milicianos preferían blancos más fáciles.
La inexistencia de hijos reconocidos o reconocibles, de esposa pública, hizo que los crímenes se hicieran más permeables al olvido, más frágiles en el recuerdo de la pequeña memoria. En compensación, la Iglesia dentro de sus propias normas, ha elevado a algunos de estos mártires a la santidad.
La represión anticlerical fue un fenómeno protagonizado por huestes urbanas. Muchos factores influyen en el anticlericalismo. Empezaremos por los más pedestres y populares. Se envidiaba al cura (vivir como un cura), ocupaban una posición visible en la sociedad (vestidos con sotana), se recelaba de su lenguaje de buenas palabras, de su mansedumbre peligrosa, de su fácil acceso al mundo femenino, de sus supuestos atributos sexuales, de su vida oculta. Subyacían complejos machistas expresados en refranes, chistes, canciones obscenas, burdas reproducidos en periódicos anticlericales y que explican la abundancia de víctimas entre los frailes, o las castraciones que sufrieron, en comparación con las de las monjas (a las que dejaron relativamente en paz). Los gobernantes republicanos se dejaron llevar por la vena populista que tenía el anticlericalismo en España y le señalaron como chivo expiatorio de los problemas del país en un grave ejercicio de irresponsabilidad por sus trágicas y abrasadoras consecuencias. No se puede prescindir de una tradición de siglos de golpe y plumazo utilizando la confrontación en lugar de una negociación y una política de pequeños pasos. No podemos utilizar chivos expiatorios, sacrificios rituales contra los que tienen algún rasgo, un modo de vida distinto. Sean curas, judíos, bosnios, gitanos, croatas, maestros, periodistas, moros, seguidores del Barcelona o del Madrid. Porque mañana se volverá contra nosotros mismos.
A fines de 1936, la Iglesia de Cantabria fue reducida a la nada. Sus miembros encarcelados, desaparecidos, fusilados, ahogados, algunos castrados. Las iglesias desvalijadas, quemadas, convertidas en cenizas, en almacenes, depósitos, cuarteles. Y todavía no existía la "Carta de los obispos españoles al Episcopado mundial" declarando la guerra como cruzada contra el ateísmo, el marxismo y el materialismo (publicada el 1 de julio de 1937). Se dirá que mataron a los curas de vida poco edificante, pero no, también a los que se distinguieron por su ayuda a los demás, a los de acrisoladas virtudes, a los que llevaban una vida ejemplar. Muchos frentepopulistas entendían que no se hacía la revolución sin matar al cura.
SANTUARIO DE MONTESCLAROS
En el Santuario de Montesclaros, centro de peregrinación de la comarca, donde se venera a la patrona de Campoo, fue exterminada toda la comunidad de dominicos. Uno de ellos, Eugenio Andrés Amor, de 77 años, que servía la ermita de Sotillo intentó ganar territorio rebelde junto con el joven de la familia que le había acogido, Donato Rodríguez. Capturados por el Frente Popular local, fueron atados a la cola de un caballo hasta llegar al pueblo de Sotillo. Al religioso dominico, le castraron con las tenazas para "capar" los cerdos. Para acallar sus gritos, pusieron en marcha la bocina de un camión. Sobran los comentarios. No encuentro justificación alguna a una muerte tan atroz.
La comunidad de Montesclaros, integrada por cuatro frailes, fue dispersada el 16 de agosto de 1936, pasando a vivir en domicilios particulares. Se presentaron como religiosos en el comité de Reinosa y fueron encarcelados en la prisión habilitada del colegio San José. Sacados por la policía de Reinosa, resultaron fusilados en sucesivas expediciones, en el monte Saja el 29 de septiembre, 17 y 22 de octubre de 1936. Se trataba de los Padres Estanislao García Obeso (fundador en Lavapiés de Escuelas gratuitas para hijos de obreros), Germán Caballero Atienza (antiguo misionero en México, Costa Rica y El Salvador), José Antonio Menéndez García (cantor, organista y bibliotecario) y el Hermano Victoriano Ibáñez Alonso (cuidador del convento). Con un ¡Hasta la eternidad! les despidieron.
El santuario compuesto de iglesia, residencia, hospedería, cocina y biblioteca fue incautado por el Frente Popular. La biblioteca resultó desvalijada. La talla de la Virgen fue fusilada el 19 de marzo de 1937 por la 14° Brigada de Choque denominada "Los Diablos Rojos" que congregaron una multitud de 800 milicianos y que provocó un tremendo impacto en el imaginario colectivo de la comarca durante la posguerra.
LA PERSECUCIÓN DEL CLERO SECULAR
La persecución del clero secular tenía como objetivo descabezar al catolicismo social y político para adquirir la hegemonía en el ámbito rural. En el caso de los sindicatos católicos, detenido o fusilado el cura, edificios, enseres, fondos, socios y personal eran trasvasados a los Sindicatos de clase (Casas Campesinas).
También fueron fusilados sacerdotes sorprendidos diciendo misa en público (los primeros meses) o en privado (el resto de la dominación izquierdista). El culto público estuvo prohibido, pero la disposición admitía la práctica en privado.
La catalogación de los templos como edificios suntuarios, inútiles, de enorme poder simbólico, objeto de piromanías en la primavera de 1936, explican este afán por la piqueta destructora contra los templos. Se adujeron razones estéticas para reordenar las ciudades en un plano funcional e ideológico, pero en el fondo subyacía la necesidad de hacer tabla rasa de la Historia, aunque equivaliera a la destrucción del tesoro artístico legado por las generaciones precedentes. Que se adujeran razones estéticas indica altas dosis de dogmatismo, además de un gusto, una sensibilidad y unos prejuicios aberrantes.
Según el Boletín Oficial Eclesiástico ciento dos iglesias y ermitas, corrieron la misma suerte de derribo, ciento setenta y cinco fueron desmanteladas, setecientos sesenta y cinco retablos, 3.217 imágenes y 462 confesionarios fueron destruidos.
En Campoo, que entonces pertenecía a la diócesis de Burgos, fue habilitada para cuartel la colegiata de San Martín de Elines con la consiguiente destrucción de algunos tesoros artísticos.
De las iglesias salían los objetos de oro, plata y otros metales, ornamentos sagrados. Una de las primeras órdenes del comandante militar fue el derribo de campanas para ser reutilizadas en la fabricación de cañones. Con los ornamentos y telas de la iglesia se hacían prendas y ropas de vestir para los milicianos y se confeccionaban en talleres donde ocupaban a las mujeres de derechas.
La movilización hacia los frentes y las necesidades creadas por la guerra y la revolución procuraban asimismo el mayor grado de movilidad social conocido hasta la fecha: obreros y campesinos se transformaban en suboficiales y oficiales de milicias, del Ejército, en pilotos de aviones, en cargos administrativos.
Pero la revolución produce también sus servidumbres: la servidumbre del cansancio y del hastío de la trasgresión continua, de la necesidad de organización y administración de las personas y de las cosas junto a las realidades que impone una guerra cruel con la secuela de muertos y heridos.
La dura realidad de los bombardeos y las propias necesidades de la guerra exigían la construcción de refugios mediante aportaciones económicas o trabajo personal en el que eran encuadrados hombres no movilizados y mujeres. Allí donde no llegan los refugios, en los pueblos, como Santiurde de Reinosa, los vecinos se instalan en la llamada cueva Juan Marín como lugar de residencia.
Dentro de ella cada familia establece un espacio con su jergón y enseres.
En Reinosa serán los túneles de ferrocarril en dirección a Santander los que sirvan para ahuyentar los bombardeos. El comité del Frente Popular habilitó un tren que se formaba en Cañeda para atemperar el frío de la espera. Los refugiados ascendían al mismo dentro de los túneles y esperaban a que la acción transcurriera.
En los pueblos de Valdebezana, muy castigados por la aviación nacional al ser área de concentración de tropas; los lugareños se escondían entre las pilas de paja. El ruido ensordecedor y la destrucción implacable de la aviación son algo que la población, y sobre todo los que entonces eran niños, recuerdan con pavor.
En Cabañas de Virtus (Burgos), se estableció la Brigada Disciplinaria Santanderina (dependiente del Comisariado de Guerra y no de una unidad militar) nutrida con presos derechistas dedicados a la construcción de fortificaciones en las líneas del frente. En la retirada hacia Asturias, la Disciplinaria quedó literalmente diezmada al ser fusilados en tandas sucesivas en El Escudo, Luena, La Franca y Nueva, ya en Asturias. De 135, sobrevivieron 42, rescatados en Gijón.
La Brigada estaba al mando del socialista Mateo Pérez Rasilla con la categoría de comandante, nombrado por el comisario general de Guerra, Jesús González Malo. Pérez Rasilla era un viajante de comercio, vecino de Los Corrales. Había estado en Argentina durante su juventud, de ahí que fuera conocido como "el Che". Se exilió en Francia tras los sucesos revolucionarios de 1934 y ocupó el cargo de delegado del Gobierno en esta localidad en la primavera de 1936.
La vida en la Brigada fue terriblemente dura para los internados. Nació concebida como campo de reeducación y de trabajos forzados. Pero los métodos fueron brutales. Los castigados fueron uniformados con pantalones blancos para que resultaran más visibles en las inmediaciones del frente. El día 1 de mayo de 1937 el propio "Che" golpeó brutalmente a Pedro Pato Iglesias con el pretexto de que no cantaba con ganas La Internacional. En los meses de mayo a junio de 1937 perdió la vida un muchacho asturiano que intentó pasarse a la zona nacional, haciéndole antes cavar su propia fosa. En julio, fue martirizado el sacerdote Arsenio García Lavín, párroco de Cerrazo, al que maltrataron durante varios días para obligarle a blasfemar sin conseguirlo. Murió perdonando a sus verdugos "No conseguiréis jamás que blasfeme: podéis matarme, si queréis; yo, además, os perdono", afirmó antes de caer fusilado.
El sueño revolucionario comenzaba a terminarse sin acabar el verano del 36. Las consignas transformadoras son sustituidas por los llamamientos a la disciplina y a la lucha contra el invasor extranjero o contra el imperialismo alemán e italiano "que pretenden hacer de España la primera colonia de Europa".
El gobierno republicano reconstruyó un nuevo Estado tras convertir en derecho las situaciones de hecho e integraba a aquellos hombres y mujeres en los aparatos militares y civiles convirtiendo a los comités en comisiones gestoras y consejos municipales, a las milicias en unidades militares y a los milicianos en soldados.
LA REPRESIÓN FRANQUISTA
Las tropas franquistas materializan su entrada en Reinosa el 16 de agosto de 1937, en Torrelavega el 24 y en Santander el 26. Parte de los combatientes republicanos quedan embolsados en Valderredible tras la maniobra de ocupación envolvente de Reinosa, o en Santander después del corte de las comunicaciones con Asturias por Barreda.
"¡Vámonos!, ¡Vámonos que nos matan a todos!", clamaban los dirigentes del Frente Popular. Riadas de caravanas, carros, vacas se dirigieron por las carreteras que descienden hasta la capital. En Santander, Felipe Matarranz vio como algunas personas se tiraban de los pisos, coches que se precipitaban a la bahía y grupos abrazados en torno a una bomba para inmolarse al grito de ¡Viva La República! y caer despanzurrados. La entrada vino precedida de intensos bombardeos en los vías de penetración por los valles cántabros como anuncio de lo que se avecinaba.
Comenta la corresponsal de guerra Virginia Cowles que uno de los oficiales que rodeaban al general Dávila en el palacio de la Magdalena, horas antes ocupado por Aguirre, el presidente vasco, espetó:
-"Sólo hay una forma de tratar a los rojos, matarlos."
Y añade:
"Muchos de los pueblos estaban abandonados; las puertas de las casas estaban cerradas... porque había con frecuencia oído a los republicanos hablar del terror que causaba a la gente la entrada de los fascistas y los moros", recalca la corresponsal americana."
La represión franquista abarca las ejecuciones, las cárceles, los campos de concentración y brigadas de trabajadores, las depuraciones, las incautaciones y los embargos, la emigración y el exilio.
En las ejecuciones, hemos de distinguir las legales que se aplicaban como resultado de los procedimientos de urgencia, sumarísimos u ordinarios y las muertes que fueron fruto de venganzas privadas conocidas con el nombre de "paseos".
A los soldados del ejército republicano se les ordenó la presentación a las nuevas autoridades militares. Recluidos en la Plaza de Toros y en La Magdalena, trasladados a los campos de concentración de Corbán, Medina de Rioseco, Miranda de Ebro, Valdenoceda, Orduña, serán clasificados en virtud de los informes de convecinos y autoridades locales.
A últimos de septiembre comenzarán los fusilamientos. En Cantabria el total de víctimas de la represión franquista oscila en torno a las 2.001 personas, de las que 1.266 fueron ejecutadas por Consejos de Guerra y 735 por métodos irregulares (los conocidos "paseos"). Si sumamos 64 caídos en el campo de concentración nazi de Mathausen, 387, al menos, muertos en cárceles franquistas, 75 guerrilleros (y 33 forasteros) masacrados en las montañas o bajo el piquete de ejecución, la cifra asciende a 2.529 cántabros. La barbarie causó también la exterminación física de casi 800 presos forasteros en cárceles cántabras, sobre todo, en el Penal del Dueso.
El eje de la represión organizada coincide con las capitales municipales y la forma de T que configura la industrialización de la región: corredor industrial del Besaya a lo largo de la vía de comunicación Santander - entorno de la bahía santanderina con los núcleos de Astillero y Camargo, Torrelavega hasta Reinosa y poblaciones de la costa oriental (Castro Urdiales, Laredo, Santoña).
La represión franquista se centró en todos aquellos que hubieran tenido algún cargo en la vida política (comités), sindical o militar (comisarios políticos, comandantes, capitanes y tenientes de milicias). Respecto a los militares profesionales, las ejecuciones afectaron a los suboficiales, sobre todo brigadas del antiguo Regimiento Valencia de las guarniciones de Santander y Santoña.
Los fusilamientos perseguían el control de las comunicaciones, por ello también se efectuaron en poblaciones situadas a lo largo de las vías de penetración a través de las carreteras y ferrocarril procedentes de Vizcaya, Palencia y Burgos.
Destaca también la alta proporción de personas relacionadas con las comunicaciones que fueron ejecutadas (chóferes, ferroviarios y telegrafistas).
Como fondo de las acusaciones se establecieron culpas colectivas (la masacre de los guardias civiles y la detención del capitán Sanjurjo en Campoo, la muerte de los hermanos Cossío en Cabezón de la Sal, el asalto al barco-prisión en Santander y municipios circundantes, las muertes en las checas de Santander, Castro Urdiales y Piedras Luengas, la persecución de falangistas emboscados en Los Corrales de Buelna, Castro Urdiales, Entrambasaguas, Miera y otros lugares de la costa oriental. Se castigaron poblaciones donde habían nacido los líderes de la izquierda como Los Tojos, patria chica del dirigente de Izquierda Republicana Ruiz Rebollo, Castillo Siete Villas (en el municipio de Arnuero) lugar de nacimiento del dirigente y diputado socialista Bruno Alonso y en Escalada (Burgos), tierra de los antepasados de Manuel Azaña.
LAS CIFRAS DE LA REPRESIÓN EN CANTABRIA Y CAMPOO
En términos absolutos, las cifras mayores de ejecutados se ubican en la capital santanderina, Torrelavega, Reinosa, Santoña, Camargo, Castro Urdiales, Los Corrales de Buelna, Astillero y Piélagos, los núcleos más industrializados.
En términos relativos, el eje industrial del Besaya (4,79%°) y la comarca de Campoo (4,57%°) seguidos del partido judicial de Santoña (4,45 %°), y por este orden, presentan unas tasas similares de fusilamientos por Consejos de Guerra, descendiendo ostensiblemente en la costa occidental (2,62%°), la comarca Tudanca-Cabuérniga (2,37%°), la de Laredo (2,04%°), Asón (1,60%°) y Liébana (1,57%°).
Por comarcas, los mayores índices proporcionales de la represión franquista contemplada en la totalidad de ejecuciones, violencia extrajudicial ("paseos") y muertos en las cárceles, se registran en Campoo. Las correcciones en la comarca de Campoo, corregidas al alza respecto al anterior trabajo, nos dan una cifra de 166 ejecutados, 97 paseados, 46 desaparecidos, 12 muertos en enfrentamientos guerrilleros, 57 muertos en la cárcel, 4 muertos en el campo de concentración alemán de Gusen hasta llegar a un total de 382 víctimas para una población de 36.316 habitantes en 1930 (10,52 por mil de la población de hecho).
Le siguen la comarca del Besaya con capitalidad en Torrelavega, la del Miera con centro en Santoña y Santander con su periferia industrial (Astillero, Camargo y Villaescusa).
LA VIDA EN LAS CÁRCELES
Hacinamiento, hambre, penalidades, traslados, vejaciones, enfermedades y muerte iban a caracterizar a vida de los prisioneros. Cosas tan inapreciables cuando se disfruta de la libertad, como la carencia de servicios higiénicos y la humillación de hacer las necesidades delante de extraños en la propia escudilla en la que comían; la aglomeración de presos durmiendo espalda con espalda en la que era imposible el cambio de postura durante la noche; el despojamiento de los relojes y la pérdida de la noción del tiempo perdidos en lugares lúgubres, fríos, extraños, a veces a cientos de kilómetros de sus casas, nos dan una idea del sufrimiento de centenares de presos y del ataque contra la dignidad humana.
De Atilano Alonso, un maestro de un pueblecito cercano a Aguilar de Campoo hoy sumergido por el Pantano, (9) entresacamos los consecuentes párrafos de la comida en Tabacalera:
"La vida para los penados (en Tabacalera) se regía por un toque de corneta a las 6 de la mañana, recogida de catres y petates, barrido de la nave y sacudida de mantas y colchones, lo que formaba una atmósfera de espeso polvo que se podía cortara cuchillo.
Basta decir que dejado el plato de hierro sobre el catre boca abajo, a la hora de la comida se podía escribir sobre el polvillo posado en él. Bajo esta pestilente atmósfera nos servían el "suculento " desayuno, consistente en agua hervida con malta edulcorada con sacarina. Nada de materia nutritiva, a no ser las polvorientas partículas que caían en el reparto y al ingerirlo, encontrar azúcar.
Antes o después del desayuno nos formaban en filas... con el brazo derecho a lo fascista, y nos hacían cantar el Cara al Sol, sangrante ironía para quienes pasábamos más de 20 horas... a la sombra. Se terminaba con los gritos de "¡España una, grande, libre!" coreados por los reclusos y el ¡Arriba España! de rigor. Todas estas monsergas las iniciaba el guardián de turno.
Como solía formar lo más lejos posible del guardián, oía cómo más de uno, entre los gritos del resto contestaba con un "Viva la República" que le podía haber costado caro."
Las palizas, degradaciones y malos tratos no solamente físicos, eran el pan nuestro de cada día.
Como cuenta Atilano Alonso de las cárceles de Reinosa:
En las prisiones de Reinosa, un guardián de indeseable catadura profería cosas como ésta, según nos recuerda Atilano Alonso.
"... en otra triste ocasión con un albañil al que delante de todos le dijo "Quítate esa chaqueta de cuero que llevas puesta y las botas, que las necesitan más que tú los soldados nacionales en el frente, porque mañana te van a fusilar y, por tanto, esas prendas no las necesitas".
El albañil era un fornido mozo nada pusilánime y con rabioso coraje le contestó llamándole cobarde, canalla y miserable y que no tenía cojones a pesar de ir armado con una pistola, de quitarle las aludidas prendas, pues eran suyas y no se las había robado a nadie como él quería hacer con ellas. Él, que era valentón ante hombres inermes, se quedó medroso - era un castrado- y no se atrevió a acercarse, pero sabíamos que sus tenebrosas predicciones, por desgracia, eran ciertas y al día siguiente fusilaron al albañil con varios desdichados."
A un joven casado, delante de todos le dijo estas humillantes y desvergonzadas palabras: "No me gusta nada tu mujer jodiendo, es muy sosa".
Si bien las víctimas de los republicanos fueron honradas en su momento, los republicanos quedaron olvidados en las fosas comunes y las cunetas. Una básica obligación moral nos impone su rescate del descrédito y el olvido que pesa sobre su memoria, tantas veces vituperada, acusados inocentemente en virtud de denuncias falsas. Una pesada losa que tuvieron que arrastrar sus herederos y deudos vituperados como "rojos" durante el franquismo, la tragedia de la pérdida del ser querido y la de su dignidad manchada por la dictadura. Sobre ese pasado se ha cimentado una buena parte de la Historia reciente de España y es necesario conocerlo.
Una muestra visible de esta horrorosa práctica de la delación la tenemos en el testimonio de una de las víctimas. Una Junta de denuncias en Matamorosa condena injusta y de forma mezquina y artera a Crisanto Mencía del Barrio, todo porque tenía un almacén de piensos. Era vecino de Matamorosa - Enmedio, con petición fiscal de pena de muerte, en el Consejo de Guerra celebrado el día 12 de enero en Reinosa:
"Que sin duda existe una mala interpretación sobre los cargos que se me hacen o han procedido con mala intención los denunciantes, puesto que en modo alguno se me puede considerar responsable por acción ni por inducción en la muerte del sacerdote del lugar asesinado por los marxistas y sin duda por iniciativa del comunista Vicente Hernández. Escuetamente he de consignar que era permanente toda mi consideración, que me honraba en su amistad y que había vivido en mi propia casa durante dos años consecutivos.
Si los vecinos de Matamorosa - Enmedio - más destacados y calificados de derechas, quieren informar con arreglo a su leal conocimiento de los hechos, tengo la seguridad de que ninguno es capaz de imputarme tal asesinato, del que no sólo no soy autor, como dije, sino que repugna abiertamente a mi manera de proceder y condené públicamente al tener conocimiento de su realización...
Cierto es limo. Sr. Yo no he negado mi actuación cerca del frente popular, pero ...Mi comercio de harinas proveyó a marxistas y derechistas, antes y después del Movimiento Nacional, unos y otros han dejado sumas importantes sin pagar, conviene mucho que desaparezca el propietario y acreedor para que esas cuentas queden impagadas. Pero se equivocan, la justicia puede padecer, por falsa información u error disculpable, pero al fin resplandece y en este caso ya sabrá incautarse de esos créditos para que beneficien al Estado Español, tan necesitado de todos nuestros esfuerzos y que aunque detenido y encartado con calificación tan grave, dentro de mi humildad y anulada actividad de momento, deseo fervientemente ayudar y para ello declaro que según mis libros son varios miles de pesetas los que pueden resguardarme de clientes morosos y hoy mal agradecidos...
Por lo tanto:
Suplico a V. S. Que por la sinceridad de mis manifestaciones, por la facilidad que ha de encontrar para confirmarlas y especialmente para evitar el baldón a mis inocentes hijos..."
Dios guarde a V.E. Muchos años. Prisión de San José en Reinosa el 25 de enero de 1938".
De nada sirvió. Este hombre nacido en Argüeso el 25 de octubre de 1891, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Enmedio por el PSOE, fue fusilado en Derio (Bilbao) el 24 de octubre de 1938.
Algo similar le ocurre a otro condenado en aquel Consejo de Guerra. Se trataba del reinosano Sebastián Morán Ruiz, de 26 años, mecanógrafo, soltero, acusado de dar muerte a la joven Evangelina de la localidad de Susilla (Valderredible). Cuando su padre presenta pruebas de la no intervención, su hijo había sido fusilado en Bilbao el 14 de diciembre de 1939.
Las denuncias falsas sumían en una doble pena al condenado: a la eliminación física se sumaba el estigma de la memoria para sus herederos, la exterminación moral y la deshonra tras su desaparición.
Los denunciantes estaban impulsados, estimulados, inducidos por el artículo 3o del Bando del general Dávila, de 28 de agosto de 1938 que obligaba de forma ineludible a denunciar los hechos delictivos acaecidos de los que se tengan conocimiento en los trece meses de gobierno bajo pena de ser tenido por reo de adhesión a la rebelión. Pero el cuadro de terror, impulsaba a los condenados por supuestos delitos de sangre a imputar esos delitos a otros, extendiéndose así el triste espectáculo de los careos entre presos y la delación en cascada de los que vieron, hicieron u oyeron algo sobre el delito imputado.
REPRESIÓN ILEGAL: LA CUESTIÓN DE LOS PASEADOS Y DESAPARECIDOS
Además de los ejecutados por Consejo de Guerra, existía una represión ilegal en forma de "paseos", sacas de cárceles, de campos de concentración o de fábricas, fusilamientos de prisioneros en el frente o a la entrada de las tropas franquistas. La represión arbitraria en el conjunto de Cantabria pudo afectar a 735 víctimas.
EL TRIBUNAL DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS
En lo que atañe al Tribunal de Responsabilidades políticas, las miras se dirigen a los particulares, toda vez que las entidades colectivas ya fueron puestas bajo la lupa de la Comisión. Las sanciones más altas se impusieron al coronel (de ideología derechista) de la Guardia Civil Indalecio Terán Arnáiz y al médico republicano Enrique Madrazo a los que se multó con un millón de pesetas de la época a cada uno, después de haberles sido conmutada la pena de muerte.
El Tribunal castigó a republicanos exiliados, familiares de fusilados, pero también a personas de ideología liberal e incluso de la derecha moderada que se sentía alejada de los postulados del conflicto o de "la causa" de los sublevados. Las multas estaban en función de los bienes de los inculpados, por lo que las cantidades mayores se impusieron a propietarios "dudosos", comerciantes y miembros de las profesiones liberales (abogados y médicos) y republicanos históricos, entre ellos al líder socialista Bruno Alonso, a los hermanos Leoncio y Gregorio Villarías, los doctores en medicina Madrazo, Ferreolo Postigo (alcalde de Valderredible de Izquierda Republicana) y Ángel Cuevas (médico de Santillana del Mar) o al abogado y registrador de la propiedad torrelaveguense Francisco Vega de la Iglesia y Manteca, que había sido diputado Radical, director general de Prisiones con el Gobierno Lerroux - Gil Robles y ex - vocal suplente del Tribunal de Garantías.
Estas sanciones suponían la ruina de las personas de economía desahogada consideradas desafectas, pero debemos tener en cuenta que multas en torno a las 1.000 y 5.000 pesetas impuestas a los miembros de las clases populares constituían una verdadera tragedia para las economías humildes, muchas con la desgracia añadida del fusilamiento o la prisión del cabeza de familia.
FERREOLO POSTIGO FERNÁNDEZ, natural de Barcena de Ebro y vecino de Polientes, casado, médico, 46 años, en sentencia 2853 del tribunal de Responsabilidades Políticas en Burgos el 21 de septiembre de 1941 condenado a pena de muerte luego conmutada por un delito de adhesión a la rebelión en Consejo de Guerra núm. 4 en Reinosa el 20 de octubre de 1937 en causa 1.350/3 7 "fue el principal dirigente de las izquierdas en todos los pueblos del Valle de Valderredible, tomando activa propaganda antes de las elecciones y vocal del Frente Popular después del Alzamiento Nacional, auxiliando al mando rojo en las operaciones de Loma de Montija, teniendo declarado el procesado que si en lugar de inclinarse a las izquierdas lo hubiera hecho a las derechas le hubieran seguido todas las personas del valle, ha injuriado a sacerdotes y a personas de derechas. Hechos que el Tribunal califica como graves.
SEGUNDO RESULTANDO: Que los bienes que resultan de la propiedad del expedientado, ascienden a dos mil trescientas pesetas noventa pesetas en fincas con carácter de gananciales con deudas por doce mil pesetas, teniendo como cargas familiares la esposa y tres hijos menores de edad.
FALLAMOS POR UNANIMIDAD: Que debemos CONDENAR Y CONDENAMOS al expedientado FERREOLO POSTIGO FERNÁNDEZ como responsable político a la sanción de SIETE MIL PESETAS...
NOTAS
(1) Vid. Arrarás, J., Vol. V, 1984: 596 y s. s; Saiz Viadero, J.R., 1988: 56 - 57; Solar, D., 1987: 79 - 84, Gutiérrez Flores, J, 1998, Menéndez Criado, E., 2003: 103-138 y Solía Gutiérrez, M. A., 2003:141-187.
(2) Solía Gutiérrez, M. A.: 122.
(3) Causa 22/37 contra el alférez Ignacio Vecina Esteban.
(4) Sumario causa 563/37 de Burgos.
(5) Testimonio de su hijo, Luis Fernández Revuelta.
(6) Anónimo, 25 años. Apuntes para una historia de la Juventud Católica: 144,169.
(7) Vid. Suplemento Núm. 4 del Boletín Oficial Eclesiástico de La Diócesis de 1940.
(8) Vid. Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Burgos.
(9) Alonso, Atilano: 1993, 312 - 318.
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