En los últimos años el yacimiento arqueológico de Julióbriga ha sido el punto de partida de numerosas investigaciones que han visto la luz en diferentes publicaciones. Aprovechando el importante soporte que proporcionan las excavaciones, se han elaborado trabajos tanto de carácter arqueológico como histórico. Muchos de ellos se han documentado en las publicaciones anteriores a 1980, año en el que un equipo de profesores de la Universidad de Cantabria asumió la dirección de las excavaciones y retomó los trabajos de campo abandonados en los primeros años de la década de los sesenta. Con el presente artículo se pretende hacer un recorrido historiográfico por los diferentes hitos de las investigaciones, desde las teorías respecto a la ubicación de Julióbriga hasta las diferentes etapas en las que se desarrollan excavaciones arqueológicas. La fecha anteriormente referida pondrá punto final a nuestra exposición, ya que en ese momento se abre una nueva etapa en la que se impulsan unos estudios que continúan al día de hoy.
A partir del Renacimiento se produjo un interés por el mundo clásico que llevó a una serie de investigadores, en su mayor parte miembros de las principales órdenes religiosas, a preocuparse por la territorialidad de Cantabria y por sus límites en la Antigüedad. Con los textos de los autores clásicos como argumento básico (1) ya que la ciencia arqueológica no estaba desarrollada como la entendemos en este siglo, se elaboraron teorías entre los siglos XVI y XVIII que desataron no pocas polémicas. Por un lado, los jesuitas defendieron las tesis "vascocantabristas" con las que intentaban demostrar que el territorio cántabro en época romana no estaba constituido exclusivamente por el País Vasco, parte fundamental no obstante, sino que también le integraron los territorios de Navarra, norte de Castilla y parte de León. En el lado opuesto se colocaron los benedictinos en el siglo XVII y los agustinos en el XVIII, defensores de la interpretación "cantabrista". Estos localizaban el territorio de la Cantabria romana y las "Guerras Cantabras" en la zona comprendida por el norte de Burgos y las Asturias de Santillana.
En este contexto historiográfico, estudiado con mayor profundidad por José Manuel Iglesias (2), surge por primera vez un interés por localizar la antigua ciudad romana de Julióbriga citada por las fuentes clásicas. Andrés de Poza, iniciador junto a Florián de Ocampo de la teoría "vascocantabrista" en el siglo XVI, señaló en 1587 la equivalencia de Julióbriga con Santander (3). En esta misma línea, Ambrosio de Morales, en 1574, inicialmente localizó Julióbriga en las Marismas de Vizcaya (4). Investigaciones posteriores le llevaron a rectificar, ubicando, en segunda instancia, a Julióbriga en la cabecera del Ebro (5). En 1628, Esteban de Garibay englobó las Asturias de Santillana con Julióbriga en la cabecera del Ebro (6).
Jerónimo de Zurita fue quien marcó las primeras pautas entre los defensores de los planteamientos "cantabristas". Aunque su obra fue escrita a finales del siglo XVI, no vio la luz hasta 1683 (7). Los benedictinos Gregorio de Argayz en 1668 y Francisco de Sota en 1681 fueron más allá a la hora de localizar la ciudad romana. El primero situó Julióbriga en las proximidades de Obregón, llegando a precisar, sin una apoyatura científica sólida, que su destrucción se produjo en el año 244 d. de C. a causa de un saqueo (8). Por su parte Sota, algo más riguroso que Argayz en sus planteamientos, interpretó, no obstante, que Julióbriga estuvo en Igollo (9). En la misma línea "cantabrista", Pedro de Cossío y Celis, vicario del Valle de Cabuérniga y Visitador General del Arzobispado de Burgos, publicó en 1688 un "cronicón semifantástico" en el que situó Julióbriga en la ciudad de Oliva, cerca de Aguilar de Campoo -posiblemente en Monte Cildá- (10).
También a finales del siglo XVII resulta curiosa la contradicción del jesuita Gabriel de Henao quien, tras circunscribir el territorio cántabro a las tres provincias vascas, defendió que Julióbriga, siguiendo a Lorenzo de Padilla, estuvo en las proximidades de Fontibre, cerca de Reinosa (11).
Fue en la segunda mitad del siglo XVIII, con la publicación de la obra del agustino Enrique Flórez, cuando se identificaron por primera vez las ruinas existentes en Retortillo con la antigua Julióbriga (12). Su interpretación de las fuentes clásicas y, en este caso, el apoyo que toma de los restos arqueológicos para fundamentar sus planteamientos, marcaron un hito para la historiografía regional.
"A medía legua corta de esta villa (Reinosa), hacia su Mediodía, río abajo y de la parte de acá del río, perseveran ruinas de población en un alto que llaman Retortillo, cuyo sitio me pareció a primera vista desde la loma del que pasa de Aguilar a Reinosa, muy oportuno para el genio de los antiguos, que buscaban para sus poblaciones terreno despejado, dominante de la circunferencia y purificado por la circunferencia de los vientos". (13)
A partir de ese momento y aclarada la incógnita sobre la localización, Julióbriga pierde protagonismo en la bibliografía más o menos especializada, hasta que a finales del siglo XIX emerge un incipiente interés por la arqueología a raíz de los descubrimientos en otros lugares. No obstante, tanto Aureliano Fernández Guerra en 1878 como Rodrigo Amador de los Ríos en 1891, refrendan en sus respectivas obras los planteamientos de Flórez (14).
LOS HALLAZGOS CASUALES DESPIERTAN EL INTERES
El primer dato preciso de que disponemos sobre la realización de remociones del terreno para recuperar objetos arqueológicos data de los años 1839-1840, en los que Juan Lantarón, un médico retirado de Arroyo y aficionado a las antigüedades, recuperó monedas y otros objetos metálicos en la loma de Retortillo. Consta en la bibliografía que algunas de las piezas numismáticas pasaron a ingresar la colección del Marqués de Remisa por obsequio del propio Lantarón (15).
Para la segunda mitad del siglo XIX, la documentación conservada de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos es una de las pocas fuentes de información que permite analizar el paulatino interés que despertaba lo que hoy entendemos como "patrimonio". En esta línea, sabemos que en 1868 la Real Academia de la Historia solicitó a la Comisión de Monumentos de Santander "el catálogo de despoblados, donde deberían hacerse excavaciones en el futuro". Al respecto, Ignacio Eguarás, vocal de la Comisión, consideraba entonces que "eran casi insuperables los obstáculos con que esta provincia tropezaba para secundar la orden". Además, a la carencia de recursos presupuestarios se unía el hecho de que no se tenía conocimiento de ninguna importante construcción antigua anterior a la época romana: "Sólo creía Eguarás que se podía excavar con esperanzas de éxito en Julióbriga, cuya posición, adivinada por el agustino Enrique Flórez, se confirmaba cada vez más por las monedas que en los alrededores de Retortillo se encontraban" (16).
En el año 1869 se arbitró un presupuesto específico de 400 escudos para el reconocimiento de despoblados. En diferentes sesiones de ese año, la Comisión estudió los casos particulares de diferentes pueblos, y en concreto en la del 26 de abril de 1869 se trató de Retortillo, por su "iglesia, monedas, alhajas, restos de edificios y otros objetos" (17). Era costumbre informar de los temas tratados a tres colaboradores de la Comisión, Manuel de Assas, Ángel de los Ríos y Fernando de Velasco, de quienes se había recabado la colaboración para la elaboración de un catálogo monumental de la provincia.
Además de este dato, el interés por Julióbriga venía de antes para Ángel de los Ríos y Ríos (1823-1899), correspondiente de la Real Academia de la Historia, cronista oficial de la provincia, y apasionado erudito por los temas de su comarca. Ya en 1858 había adquirido una moneda de oro procedente de Retortillo. En 1885, según consta en la correspondencia que mantuvo con Demetrio Duque y Merino, De los Ríos participó en la excavación de un pozo o cisterna abierto en la roca, al parecer con más de metro y medio de diámetro y 17 de profundidad. El mismo se ubicaba en una finca propiedad de Francisco García. Fruto de los trabajos en los que intervinieron siete vecinos del pueblo impulsados por la esperanza de encontrar una mina o un tesoro enterrado, se recuperaron una moneda de cobre, al parecer de Vespasiano, fragmentos de cerámica, uno de ellos con la marca del alfarero "CACVS" en el reverso del fondo y otro con la marca "OF MOD", huesos de animales (asta de ciervo), huesos humanos y restos de madera. Estos fueron entregados a Ángel de los Ríos por el cura Juan González.
Duque y Merino (1844-1903), director del periódico "El Ebro" de Reinosa, publicó la carta de Ángel de los Ríos fechada el 25 de junio de 1885 en la que "El Sordo de Proaño" se hacía eco de los nuevos descubrimientos en Julióbriga. Impulsado por su afición al tema, Duque y Merino visitó las excavaciones el 9 de julio de 1885. Le acompañaron su amigo Adolfo de la Peña, abogado y coleccionista, y el hermano de éste, Emilio de la Peña. Según se desprende de su carta de contestación, fueron atendidos en Retortillo por el citado cura Juan González, quien les proporcionó algunos objetos recién aparecidos.
Estos acontecimientos impulsaron a Duque y Merino a escribir de inmediato la primera monografía de Julióbriga en el mismo mes de julio del citado año (18). La misma fue editada en dos ocasiones (por la Revista de España y por el Establecimiento Tipográfico El Correo, de Madrid), y presenta la singularidad de reivindicar un museo para Julióbriga al tiempo que el apoyo de la Real Academia de la Historia para continuar las excavaciones. "Apelando al patriotismo de todos los que en el país poseen alguna antigualla de aquellos tiempos, y procurando reunir las piedras esparcidas por una y otra parte" y sin caer en la "mera manía de cantabrófilo", Duque y Merino planteó, algo más de un siglo antes de que el objetivo pueda convertirse en realidad, la conveniencia de crear un museo "cántabro-juliobriguense" que albergase, entre otras cosas, las más de 60 monedas que tuvo la oportunidad de conocer.
Antes del cambio de siglo tenemos vagas noticias de que Romualdo Moro, un capataz que excavó en diferentes yacimientos de la zona con la intención de recuperar objetos que luego entregaba al segundo Marqués de Comillas, Claudio López Bru (1853-1925) estuvo también en Retortillo en 1891. Según era costumbre en la época -un ejemplo le constituye el Marqués de Cerralbo-, el Marqués de Comillas financió varias excavaciones arqueológicas en Monte Cildá y Monte Bernorio. El responsable de los trabajos de campo era el citado Romualdo Moro. Un reinosano que publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia algunas reseñas sobre sus descubrimientos. De sus trabajos en Julióbriga no hay constancia, aunque diferentes autores le citan como uno más de los que "excavaron" en este lugar a finales del siglo XIX (19).
En 1906, el arqueólogo alemán, hispanista y catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Erlangen, Adolf Schulten (1870-1960), realizó excavaciones en Julióbriga, concretamente en la zona de La Llanuca. De sus trabajos nos da cuenta en una de sus obras (20), donde queda de manifiesto su carácter puntual. Schulten buscaba -y no encontró- hábitat castreño contemporáneo a las "Guerras Cántabras": "yo excavé allí una casa romana rectangular y vi monedas romanas y mucha cerámica romana como terra sigillata, pero ni un fragmento prerromano; de manera que antes de fundar Julióbriga no debió haber en el cerro castro indígena".
La Ley de 1911 sobre Excavaciones Arqueológicas y el Real Decreto de 1912, donde se dota a la misma de un Reglamento, fueron un intento de sistematizar la práctica arqueológica. En realidad, la falta de observancia y de medios para ejercer un control efectivo -la situación actual lamentablemente no es muy diferente pese a que se ha avanzado en el capítulo normativo-, explican que muchos yacimientos como Julióbriga siguiesen siendo objeto de excavaciones fraudulentas y que los hallazgos casuales no fuesen entregados a la administración.
Como punto de cierre a esta etapa, se debe dejar constancia de la información que proporciona el fotógrafo y escritor Julio G. de la Puente, en su obra dedicada a Reinosa y al Valle de Campoo. Después de referirse a los descubrimientos efectuados en el siglo XIX, informa de varios hallazgos en 1908 -cerámicas- y 1913 -monedas- (2 1).
RICARDO GARCÍA DÍAZ Y JESÚS CARBALLO: LAS PRIMERAS EXCAVACIONES OFICIALES
En 1925 se fundó el Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander, el cual fue inaugurado al año siguiente por el rey Alfonso XIII. Desde el primer momento, el Padre Jesús Carballo (1874-1961) se hizo cargo de su dirección y de la tutela de los fondos expuestos, primero en el Instituto Nacional de Enseñanza Secundaria (Santa Clara), y desde 1941 en los bajos de la Diputación. En su condición de Comisado Provincial de Excavaciones desde 1941, Carballo desarrolló una prolífica y variada actividad arqueológica de campo, en la que Julióbriga fue uno de los yacimientos destacados.
Con motivo de la excavación en la Cueva de Suano en 1935, Carballo tomó contacto con el médico reinosano y gran aficionado a la arqueología, Ricardo García Díaz. Este le informó de los sondeos que había efectuado en Julióbriga en los veranos de 1934 y 1935 en compañía de Carlos Navarro y Adolfo de la Peña, siguiendo las indicaciones de Adolf Schulten. El tema se trató el 23 de julio de 1935 en el Centro de Estudios Montañeses en una reunión de la Comisión de Monumentos a instancias del propio Carballo, quien se mostró partidario de "cambiar la pluma por el picachón", en el convencimiento de que "hacer excavaciones es el único medio de resolver el problema (descubrir el emplazamiento de Julióbriga)". Se acordó que el propio Carballo redactase un proyecto de investigación para someterlo a la aprobación de la Diputación Provincial, con el fin de que ésta dotara el necesario presupuesto (22).
La Guerra Civil (1936-1939) aplazó el inicio de las excavaciones, las primeras que se pueden considerar oficiales, hasta el 3 de julio de 1940, fecha en la que seis obreros comenzaron a cavar en la zona de la iglesia. Un total de cinco campañas fueron dirigidas por J. Carballo: 1940 (3 de julio al 3 de agosto y 18 al 29 de septiembre); 1941 (23 de junio al 9 de agosto); 1942 (3 de agosto al 17 de octubre); 1943 (13 de julio al 25 de septiembre); 1944 (similares fechas al año anterior). Los trabajos se localizaron en la zona de la iglesia, en La Llanuca y en otros sitios donde se efectuaron sondeos. En ellos colaboraron el propio Ricardo García Díaz, Daniel Gallejones, B. Larín, Vicente Ruiz Argilés y el citado Adolfo de la Peña, vecino de Retortillo que hacía la función de capataz.
Problemas de salud impidieron a Carballo dirigir personalmente la última campaña, razón por la cual delegó en el citado Larín, a quien acusó con posterioridad, en un manuscrito de 1956 depositado en el Museo de Prehistoria, de haber "revuelto" las colecciones y de haberse "conjurado", junto a Ruiz Argilés, "para apoderarse de la dirección de las excavaciones y de la dirección del Museo" (23). Posiblemente, esta fue la razón que decidió a Carballo a delegar en el arquitecto de la Diputación Provincial de Santander, Ángel Hernández Morales (1911 -) la dirección de la campaña de 1945 (3 de agosto a 1 de septiembre), desarrollada fundamentalmente en La Llanuca.
En 1946 no hubo campaña y se desarrollaron los trabajos de explanación de la carretera de acceso a Retortillo. Esta paralización la aprovechó Hernández Morales para redactar una monografía editada ese mismo año por la Diputación Provincial y por el Centro de Estudios Montañeses (24). En ella se detallan los trabajos realizados en esta etapa con la financiación de la propia Diputación y del Ministerio de Educación Nacional. El estudio de la numismática fue realizado por Tomás Maza Solano, miembro del Centro de Estudios Montañeses. Carballo, por su parte, había dado cuenta, de forma más breve, de los trabajos arqueológicos desarrollados en Retortillo en cuatro artículos, tres de ellos publicados en la revista Metalurgia y Electricidad y otro en el Homenaje a J. Martínez Santa-Olalla (25). El colaborador Vicente Ruiz Argilés, en un breve artículo sobre sigillata aparecido en 1947, deja de manifiesto su enfrentamiento con Hernández Morales, cuyo trabajo descalifica abiertamente (26).
De los trabajos de Ricardo García Díaz lamentablemente no hay constancia escrita pese a que una noticia de prensa de 1954 (27) pone de manifiesto que existe un libro inédito donde el autor hace una crónica de sus descubrimientos, realiza una serie de meditaciones sobre las ruinas e ilustra el trabajo con dibujos y acuarelas. Se anuncia que el mismo iba a ser editado por el Centro de Estudios Montañeses.
Los materiales de estas campañas fueron depositados en el Museo de Prehistoria de Santander y el estudio de la sigillata se le encargó al Seminario de Arqueología de la Universidad de Salamanca, al frente del cual estaba el profesor Maluquer de Motes.
ANTONIO GARCÍA Y BELLIDO: UN IMPULSO PARA LAS EXCAVACIONES
Durante siete años los trabajos de excavación se interrumpieron. Quizá la avanzada edad de Carballo fue una de las causas. No obstante, Adolfo de la Peña se encargó de mantener limpias las zonas excavadas y la Diputación adquirió dos nuevas fincas en la zona de La Llanuca, de acuerdo con las directrices marcadas por Hernández Morales en el último capítulo de su libro.
En el verano de 1952 fue invitado a dictar la lección inaugural de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander el profesor Antonio García y Bellido (1903-1972), catedrático de Arqueología Clásica de la Universidad Complutense de Madrid desde 1931, miembro de la Real Academia de la Historia desde 1945, e impulsor del recién creado en 1951 Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro integrado en el Centro Superior de Investigaciones Científicas. Su intervención sobre la "Cantabria romana" (28), despertó el interés por la ciudad romana de Julióbriga entre las autoridades asistentes. En estas circunstancias, el Presidente de la Diputación Provincial, José Pérez Bustamante, comprometió su apoyo para reanudar las investigaciones en Retortillo.
Sin dilación, el 4 de agosto de 1952, el Centro de Estudios Montañeses presentó una moción a la Diputación Provincial para proseguir las excavaciones. El 7 de agosto de ese mismo año se aprobó la misma y de inmediato -el 27 de agosto- se celebró la reunión de constitución de un Patronato, cuya presidencia de honor ostentó el citado Pérez Bustamante y cuya presidencia efectiva recayó en García y Bellido. Fue nombrado secretario Joaquín González Echegaray, quien ese mismo año publicó en la revista Altamira un trabajo sobre la "posición política de la ciudad de Julióbriga" (29)
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En septiembre de 1952 comenzaron los trabajos. García y Bellido, contó con la colaboración inicial de Luis Fernández Fuster, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Joaquín González Echegaray, del Centro de Estudios Montañeses; y del citado Ángel Hernández Morales. Posteriormente, hasta 1961, fecha en que concluyeron los trabajos de esta etapa, se incorporaron al equipo Miguel Ángel García Guinea, profesor de la Universidad de Valladolid; María Lourdes Costa, portuguesa licenciada en Ciencias Históricas y Filosóficas; Augusto Fernández de Avilés, jefe de sección del Museo Arqueológico Nacional y secretario del Instituto Rodrigo Caro; Luis Monteagudo, miembro del instituto Rodrigo Caro; Marcelo Vigil, discípulo de García y Bellido; y Conchita Fernández Chicarro, conservadora del Museo de Sevilla y profesora de la Universidad hispalense.
La primera campaña de cierta entidad se desarrolló en 1953 a partir del 8 de agosto. Ese mismo año Antonio García y Bellido solicitó a la Academia la declaración de monumento de interés histórico artístico para Julióbriga. Las campañas se sucedieron y, desde 1954, el director de la excavación y su equipo de colaboradores contaron con la ayuda de un nutrido grupo de jóvenes que participaron en los campamentos del Frente de juventudes organizado por el Grupo de Proyección Cultural (30). Los jóvenes, entre los que figuraba algún extranjero (franceses y portugueses principalmente), asistían a misa diaria oficiada por el capellán Joaquín González Echegaray y alternaban las clases teóricas con las prácticas de arqueología, completando su tiempo libre con marchas a lugares de interés de la comarca. El campamento fue instalado en la misma loma de Retortillo, cerca del embalse del Ebro, concretamente en una finca propiedad de Ignacio Obeso Ruiz. La duración de la actividad era de veinte días, generalmente de 1 al 20 de agosto y los actos de clausura eran revestidos de una gran solemnidad, no en vano era frecuente la asistencia del presidente de la Diputación Provincial, del Gobernador Civil, del Gobernador Militar, de los delegados provinciales del Frente de juventudes y del SEU, de diputados provinciales, de miembros del Centro de Estudios Montañeses, del Alcalde de Reinosa...
Durante la campaña de 1956, concretamente el día 11 de agosto, los asistentes al campamento y los miembros del equipo de dirección de los trabajos arqueológicos, rindieron un homenaje al impulsor de las excavaciones Ricardo García Díaz en el cementerio de Retortillo, donde había sido enterrado el año anterior. En esta etapa, la más importante hasta esa fecha si se tiene en cuenta el volumen de metros cúbicos exhumados y los resultados obtenidos, plasmados en varias publicaciones (31), los trabajos se centraron en La Llanuca, en primera instancia, donde se completó la excavación de dos casas y se puso luz a la calle porticada que unía esta zona con el área del foro situado parcialmente debajo de la iglesia románica. En 1955 se realizaron varias catas en la zona de la iglesia y en el área comprendida entre La Llanuca y este edificio medieval. Paralelamente, se comenzó a excavar en la zona sur de la nueva carretera de acceso a Retortillo, cuyos trabajos de explanación destruyeron, al tiempo que descubrieron, nuevos restos de casas romanas. También en esa campaña se hicieron sondeos en la cota 917 y en la finca denominada "El Palomar".
En las campañas siguientes los trabajos se centraron en la citada zona sur de la carretera. Otra zona que mereció la atención de los investigadores fue el "Campo de San Sebastián", paraje situado al sur de Retortillo donde hay restos de época medieval. Finalmente, en 1961, última campaña desarrollada en Julióbriga bajo la dirección de Antonio García y Bellido, se excavó parcialmente una casa en las proximidades de La Llanuca, junto al camino de Villafría y a la Casa-Concejo, semejante a las descubiertas años atrás en las inmediaciones formando parte de una casa porticada.
Sobre el método utilizado en las excavaciones de García y Bellido es preciso señalar que sus trabajos en Julióbriga coinciden con una etapa investigadora en la que le preocupa el urbanismo en la antigüedad. Esta razón, así como las costumbres de los arqueólogos de la época, pueden explicar que sus excavaciones se realizasen mediante la apertura de zanjas que seguían el trazado de los muros de los edificios. Numerosas ilustraciones que aparecen en sus publicaciones ponen de manifiesto que el principio que guiaba los trabajos era de carácter urbanístico -se trataba de ver la configuración de la ciudad-, dejándose en ocasiones sin excavar el interior de las habitaciones.
NUEVA PARALIZACIÓN HASTA 1980
Antes de finalizar este artículo merece una mención especial el vecino de Retortillo Adolfo de la Peña Hoyos (1896-1975), quien colaboró como capataz con J. Carballo, A. Hernández Morales y A. García y Bellido. Esta circunstancia y su "pasión" por las ruinas de Julióbriga y por la arqueología le convirtieron en trabajador fijo de Diputación con la misión de mantener en las mejores condiciones posibles las áreas excavadas. Por su trayectoria y méritos, en 1968 Peña fue nombrado miembro de la Institución Cultural Cantabria. Lamentablemente, Adolfo de la Peña no conoció la reanudación de las excavaciones en 1980.
Un grupo de profesores del Departamento de Historia Antigua de la recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria, formado por Ramón Teja, José Manuel Iglesias y José Luis Ramírez, decidieron en el verano de ese año, concretamente el 3 de agosto, retomar las excavaciones. La celebración del bimilenario de las "Guerras Cántabras" y el deseo de abrir una nueva línea de investigación en la que el registro arqueológico fuese una apoyatura fundamental complementaria a la información que proporcionan las fuentes clásicas, son factores que explican esta nueva etapa, la cual, por sus características, supera las pretensiones de este trabajo.
NOTAS
(1) No son abundantes las referencias existentes de este asentamiento romano en el norte de la península Ibérica en las fuentes grecolatinas. En concreto, son cinco los testimonios literarios, tres de Plinio (s. I d. c.), uno de Ptolomeo (s, II d. C.), y otro de una obra anónima de finales del siglo IV o comienzos del s. V d.C., la Notitia Dignitatum Occidentalis.
(2) IGLESIAS, J. M.: "El territorio de la Cantabria romana en la historiografia moderna", Homenaje a González Echegaray, CIMA, Monografía nº 17, Madrid 1994, pp. 399-404. IGLESIAS, J. M., "Ciudades y comunicaciones en época romana", en J. A. García de Cortazar (ed.): La Memoria Histórica de Cantabria, Santander 1996, pp. 43-58.
(3) POZA, A. de: De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas, en que de paso se tocan algunas cosas de Cantabria. Bilbao 1587.
(4) MORALES, A. de: Chronica General de España. Madrid 1574.
(5) MORALES, A. de: Las Antigüedades de las ciudades de España. Alcalá de Henares 1575.
(6) GARIBAY, E. de: Los quarenta libros del compedio historial de las Chronicas y Universal Historia de todos los Reynos de España. Barcelona 1628.
(7) ZURITA, J. De: Cantabria, descripción de sus verdaderos límites. Zaragoza 1683.
(8) ARGAYZ, G. de: Corona real de España fundada en el crédito de los muertos. Madrid 1668.
(9) SOTA, F. de: Chronica de los Príncipes de Asturias y Cantabria. Madrid 1681.
(10) COSSIO Y CELIS, P. de: Historia en dedicatoria, grandeza y elogios de la mui valerosa provincia xamas vencida Cantabria: nombrada yo las montañas vajas de Burgos, y Asturias de Santillana. Madrid 1688.
(11) HENAO, G. de: Averigüaciones de las antigüedades de Cantabria. Salamanca 1689.
(12) FLÓREZ, E. La Cantabria. Disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempos de los romanos la región de los cántabros, con noticia de las regiones cofinantes y de varias poblaciones antiguas. Madrid 1768 (última edición facsímil con introducción y comentarios de R. Teja y J.M. Iglesias, Santander 1981).
(13) FLÓREZ, Op. cit., párrafo 101 (pp. 122-123).
(14) FERNÁNDEZ GUERRA, A.: La Cantabria. Madrid 1878. AMADOR DE LOS RÍOS, R.: España. Sus monumentos y artes, Su naturaleza e historia. Santander. Barcelona 1891.
(15) DUQUE Y MERINO, D,: Nuevas antigüedades recién descubiertas en Julióbriga. Proyecto de un museo cántabro-juliobrigense, Madrid, 1885, pp. 13-14 y nota.
(16) ORDIERES DIEZ, L: Historia de la conservación del patrimonio cultural de Cantabria (1835-1936), Santander 1993, pp. 56-59.
(17) ORDIERES DIEZ, L: Op. cit., p. 62.
(18) DUQUE Y MERINO, D.: Nuevas antigüedades recién descubiertas en Julióbriga. Proyecto de un museo cántabro-juliobrigense", Revista de España, 105, Madrid, 1885, pp. 519 ss. DUQUE Y MERINO, D.: Nuevas antigüedades recién descubiertas en Julióbriga. Proyecto de un museo cántabro-juliobrigense, Madrid, 1885.
(19) MOURE ROMANILLO, A.; GARCÍA-SOTO MATEOS, A.: Un siglo de arqueología en Cantabria, 1860-1960. Santander 1989,p.31.
(20) SCHULTEN, A.: Los cántabros y los astures y su guerra con Roma. Madrid 1962, pp.230-231.
(21) PUENTE, J. G. de la: Reinosa y el Valle de Campoo. Santander 1916, (pp. 96-103). Se refiere a una excursión que realizó en 1908 a Retortillo con el arqueólogo Simancas, quien años más tarde publicó un artículo en una revista: GONZÁLEZ SIMANCAS, M.: "Contribución al estudio de la arqueología y geografía de los cántabros juliobriguenses", Revista Coleccionismo 117, 1922, pp. 177-180.
(22) CARBALLO, J.: Historia del Museo Prehistórico de Santander. Cuaderno manuscrito, Santander 1956. Texto recogido en Sautuola V, 1986-1988, pp. 2-9. El proyecto fue presentado en abril de 1940 y aprobado de inmediato por la Comisión presidida por el Sr. Quijano (HERNÁNDEZ MORALES, A.: Julióbriga, ciudad romana en Cantabria. Santander 1946, p. 126).
(23) CARBALLO, J.: Op. cit., 1956.
(24) HERNÁNDEZ MORALES, A.: Op. cit.
(25) CARBALLO, J.: "Descubrimiento de una ciudad romana", Metalurgia y Electricidad, 43, Madrid, Marzo 194 1, pp. 18-22. CARBALLO, J.: la ciudad romana de Juliffiriga. Nuevos descubrimientos. Segunda campaña de excavaciones", Metalurgia y Electricidad, 59, Madrid, julio 1942, pp. 16-17. CARBALLO, J.: "Julióbriga, la capital romana de Cantabria, Su industria", Metalurgia Y Electricidad, 106, Madrid, junio 1946, pp. 51-53. CARBALLO, J.: "Las primicias de Julióbriga", en Homenaje a J. Martínez Santa-Olalla, vol. I, Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnología y Prehistoria, XXI, cuad. 1-4, 1946, pp. 129-133.
(26) RUIZ ARGILES, V.: "Sigillata de fabricación española en Julióbriga", Cuadernos de Historia Primitiva 11, 1947, pp. 127-128.
(27) POO, J.: "Julióbriga era, por lo menos, cuatro veces mayor que Numancia". Alerta, Santander, 27-8-1954, p. 6.
(28) GARCÍA Y BELLIDO, A.: Cantabria romana. Santander 1952.
(29) GONZÁLEZ ECHEGARAY, J.: "Posición política de la ciudad de Julióbriga", Altamira 1, 1952, pp. 2750.
(30) El director del campamento fue hasta 1957 Enrique Alonso Pedraja. A éste le sustituyó Manuel Sainz Pardo. El número de participantes oscilaba entre 50 y 100.
(31) En los trabajos que informan de las excavaciones de Julióbriga dirigidas por A. García y Bellido se puede comprobar su interés por estudiar la zona, es decir el contexto, donde se encuentra el yacimiento. Por orden cronológico, la relación de publicaciones es la siguiente:
GARCÍA Y BELLIDO, A.: "La excavación de la antigua ciudad cántabra de "Iuliobriga"", Archivo Español de Arqueología XXVI, nº 87, 1953, pp. 193-207.
GARCÍA Y BELLIDO, A.: "La ciudad romana de Julióbriga", Boletín de la Real Academía de la Historia CXXXIV, 1954, pp. 327-333.
GONZÁLEZ ECHEGARAY, J.: "Campaña de excavaciones arqueológicas en Julióbriga", Altamira 1-3, 1955, pp. 372-373.
GARCÍA Y BELLIDO, A.; FERNÁNDEZ DE AVILÉS, A.; MONTEAGUDO, L., VIGIL, M.: "Excavaciones en Iuliobriga y exploraciones en Cantabria. II Relación: Campañas de 1953 a 1956", Archivo Español de Arqueología XXIX, nº 93-94, 1956, pp. 131199.
GARCÍA Y BELLIDO, A.: "Excavaciones en Iuliobriga y exploraciones en la región cántabra", Noticiario Arqueológico Hispano IV (19561961), Madrid 1962, pp. 218-235.
GARCÍA Y BELLIDO, A.: "Parerga de arqueología y epigrafía hispano-romanas (11)", Archivo Español de Arqueología XXXVI, nº 107-108, 1963, ("Puñal romano de Iuliobriga", en pp. 200-201).
GARCÍA Y BELLIDO, A.; FERNÁNDEZ DE AVILÉS, A. y GARCÍA GUINEA, M. A.: Excavaciones y exploraciones arqueológicas en Cantabria, Anejos de Archivo Español de Arqueología IV, Instituto español de Arqueología (C.S.I.C.), Madrid 1970.
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