Ramón Rodríguez-Cantón Gómez: creador de la revista Fontibre

Miguel Rodríguez-Cantón Saiz, Iratxe Rodríguez-Cantón Gutiérrez

 
La profundidad de su mirada custodia todo un ar­chivo ilustrativo de Campoo. Con 73 años en sus canas, ya en su mocedad, sintió la inquietud cultu­ral. Nada impidió a sus diestras manos plasmar la belleza campurriana en alienadas letras y prosaicos lienzos. Con Reinosa en su corazón, enclavada con la pluma y el pincel, supo conjugar edición de re­vistas gloriosas —entre ellas, Fontibre— con su paso por la alcaldía de Reinosa y sus colaboraciones en Alerta.
 
Con este discurso comienza una entrevista es­crita en el Diario Alerta. Es tan acertada su descrip­ción, que no puedo más que transcribir sus pala­bras, para definiros al hombre al que hoy, a sus 89 años de edad, honramos con estas líneas.
 
Ramón nació un veinticinco de octubre de mil novecientos diecinueve, le enseñaron a leer entre las Hijas de la Caridad (Las monjas) y los Herma­nos Menesianos (Los frailes), muy pronto se desta­có un gran lector, sobre todo en temas dedicados a la historia de Reinosa. Más tarde, durante su época de Bachiller, sería aleccionado por uno de los estandartes de la prosa cántabra, Gerardo Die­go. Todo esto le llevó a iniciarse en el arte de la escritura y, ya a los dieciséis años se le concedió el primer premio al tema, "Historia y Monografía de Reinosa y comarca de Campoo", el certamen, que fue organizado por La Biblioteca Pública Municipal de Reinosa, tuvo una gran acogida en sus días.
 
Durante muchos veranos, Ramón compaginó su afición a las letras con la ayuda que prestaba en la fábrica de gaseosas "La Milagrosa", pelando limones.
 
Es en mil novecientos cuarenta y ocho, la juventud católica de Reinosa emprende el camino de Santiago, entonces se le encarga a Ramón poner letra a un himno, cuyo compositor musical es D. José Aja Peña. Es su hermano Fernando, quien también posee esa vena artística, el autor de la ilustración que es su momento acompaña al citado himno, cuyo texto es el siguiente:
 
Avanza peregrino con alas en el alma,
tu patria no es la tierra,
tu suerte es caminar,
senderos estelares te alumbran la jornada,
 
 camino de Santiago,
sediento de verdad.
Mi bordón es la fe que me anima.
La impaciencia mi pardo sayal.
 
La venera mi signo de apóstol.
Mi Patrón Santiago.
Cristo el ideal.
Romero de Santiago,
 
ser santo es tu promesa.
Tu paso por la vida transcienda santidad.
¡Podemos...! Será el grito de un alma jacobea.
Que ansia caminando, su vida renovar.
 
Durante los años siguientes, Ramón colabora en todos los programas de ferias y fiestas de San Ma­teo y, con gran afición, publica innumerables artí­culos y poesías, en el de éste año, mil novecientos cuarenta y ocho, envió los siguientes versos:
 
Canción callada
 
Medio cubierta por la enramada
De dos cajigas y un olmo añoso
hay una casa,
y junto a ella, la tejavana
que cubre el carro, leña apilada
y los aperos de la labranza.
El río pasa jun to a la cerca,
de grises piedras, callado y triste.
Las dos cajigas y el olmo añoso,
quietas sus ramas,
han olvidado el rumor alegre
de la enramada.
Sol y silencio, hieren aplanan.
 
Recias pisadas sobre los cantos de las callejas,
turban la calma.
 
Porque se asoma por la ventana
de la casuca su gentil dueña,
se mueve el aire,
el sol se alegra
con luminosa risa dorada
y canta el río junto a la cerca.
Las dos cajigas y el olmo añoso baten sus ramas
Y vuelve a oírse la canción suave
canción de río,
canción del aire por la enramada
que cual discreta canción de amores
decir quisiera
la gentil dueña cuando se asoma por la ventana.
 
 
 
Más tarde, en el año mil novecientos cincuenta y cuatro, Ramón remitió las siguientes estrofas a esta misma publicación.
 
El Abuelo
 
El nogal es más viejo que el valle,
más viejo que todas las casas del pueblo;
tiene un tronco de fósil gigante
y duras raíces que arañan el suelo
y unos brazos nervudos al aire
que se abren inmensos
y una verde copa que aún hace requiebros
a la primavera
y se adorna de flor y da fruto
al igual que en sus años primeros.
 
El nogal ya no sabe de años,
está fuera en la cuenta del tiempo;
se ha perdido en los siglos la hora
de su nacimiento.
Nadie vino a contarle al nogal centenario
radiantes leyendas de amor y de ensueño
con cautivas princesas dolientes
y esforzados príncipes de rubios cabellos,
ni tragedias de horror y de sangre,
ni medrosos cuentos
de aquelarre y brujas,
ni la historia brava del bravo guerrero.
Han tejido su vida tranquila como un lugareño.
 
Preguntadle al nogal,
sin embargo, por la moza más guapa del pueblo,
por aquellas galas que lució una novia
hace... ¡tanto tiempo!
El sabrá deciros del mozo más recio,
del hombre más santo,
de todos aquellos
que en su torno alumbraron sus vidas
y al amor de su sombra murieron.
Os dirá de mil cuitas de amores
y furtivos besos,
de pequeñas rencillas de aldea
por las lindes de fincas y predios,
y de cómo se ara, se siega y se trilla
y de cómo se habla, se piensa en labriego.
 
El nogal es el mudo testigo de toda
la vida de un pueblo.
 
El día dos de octubre de mil novecientos cincuen­ta y cuatro, se inaugura oficialmente la Biblioteca Sánchez Díaz o La Casa de Cultura como la cono­cemos todos los reinosanos.
 
A partir de este momento Ramón se encuen­tra totalmente involucrado en la vida cultural de nuestra comarca, aunque ya antes lo había estado, es ahora cuando lo hace regentando un puesto ofi­cial.
 
A mediados de mil novecientos cincuenta y seis, Ramón como impulsor de esta institución, es nombrado secretario de la Casa de Cultura. Es des­de este puesto cuando en septiembre de ese mismo año, inicia su andadura la revista Fontibre. Esta publicación nace por la detección de "(...) un vacío v un unánime deseo (...)" según dice Don Ignacio Aguilera, Director de la Biblioteca Municipal de Santander y Director del Centro Coordinador, en el primer número de la revista.
 
Ramón Cantón era, según palabras de Aguilera, el alma de esta publicación y quien llevaba a cabo todo el trabajo de organización y composición de cada uno de sus números, al tiempo que remitía artículos a los diarios Alerta, primero, después a El Diario Montañés.
 
Muchos reinosanos trabajaron desinteresada­mente, entre ellos está D. José María López Tirilonte, autor de la caricatura de Ramón.
 
Esta publicación estaba realmente dirigida por Santiago Arenal aunque el director que figuraba oficialmente era el periodista santanderino Simón Cabarga, ya que para ejercer esta función era ne­cesario estar en posesión de un carné de periodista del que Santiago Arenal carecía.
 
El propio Ramón recuerda en una entrevista concedida al diario Alerta en el año mil novecien­tos ochenta y cuatro, el por qué de la desaparición de dicha revista, "(...) no pudo mantenerse por ra­zones económicas, pues resultaba carísima su ti­rada al tener que componerla toda ella a mano. Lo que, por otra parte, la hacía mas atrayente; pues creo que su presentación era impecable."
 
En mil novecientos setenta y uno, Ramón deja la concejalía de Cultura del ayuntamiento y en marzo de ese mismo año se le concede la Medalla de Plata por su atención a la vida cultural y artís­tica de Reinosa.
 
Ramón deja la concejalía para en los años si­guientes convertirse en el alcalde de nuestro ayun­tamiento, desde donde continuó una ardua labor en el fomento y difusión de nuestra cultura y tradi­ciones. Es durante esta época cuando empieza una de sus labores más gratificantes, y trabajosas a su vez, comienza a recopilar información sobre nues­tra tierra, para lo que posteriormente se convertirá en su primer libro.
 
Pese a ser la escritura su gran pasión, Ramón ha sabido combinar a la perfección la pluma y el pincel. Dice de su afición a la pintura que surgió gracias a "aquellas exposiciones de maestros reinosanos que contemplaba de niño". Afición compar­tida desde la infancia con su hermano Fernando, que estudió Bellas Artes en la Academia de San Fernando de Madrid. Por ello, en el año mil nove­cientos sesenta y siete fue el creador del premio de pintura "Casimiro Sainz", que se celebra en Reinosa durante las fiestas de San Mateo, del cual, años mas tarde, se haría con el primer puesto, con la obra "Camino de la cotera."
 
Al abarcar esta rama privilegiada de la cultura, que es la pintura, más por su naturaleza de imagen, que ya se dice, "vale más que mil palabras", que por su excepcionalidad, Ramón no tiene intenciones de gran genio, tal y como cuenta en una entrevista realizada por el diario Alerta, "mis pretensiones no van más lejos de forrar las paredes de mis hijos". Lo cual puedo afirmar a día de hoy, y lleno de orgullo, ha logrado.
 
Pese a la modestia que muestra en este ámbito de su vida, igual que en muchos otros, no puedo dejar de reseñar que Ramón ha participado en va­rias ocasiones en exposiciones de nivel provincial, en las que ha mostrado nuestro paisaje reinosano al mundo, pues es este quien ha sido su gran fuente de inspiración, "es tan bello que no supone ninguna dificultad dejarse atrapar"
 
En mil novecientos setenta y nueve, año en el que se jubiló, comienza para él una nueva etapa en su vida artística, concurre a varias exposiciones colectivas y prepara otras dos individuales en Reinosa y una más en la sala de exposiciones "Pancho Cossío" de Santander.
 
Durante estos años muestra todas y cada una de las caras de nuestra tierruca, dando con sus lienzos inmortalidad a nuestros bellos parajes. Dice Ramón, que de todas las formas en las que se nos presenta nuestra comarca la más bella para él es el otoño, sobre todo durante el mes de octubre, pero no es esta la más difícil de plasmar, sino que es el invierno, ya que la nieve lo iguala todo, y es la luz la que la que matiza su impresión.
 
En la década de los noventa regresa a su gran pasión al escribir el libro "Reinosa y la Merindad de Campoo" con una gran acogida, no solo por parte de los reinosanos sino de todos los campurrianos que habitan fuera de Cantabria. Este no es más que el fruto de la sabiduría que le otorga la edad y de su condición de gran conocedor de nuestra comarca.
 
En mil novecientos ochenta es galardonado por parte de la Peña Campurriana de Santander con la Pantortilla de Oro. Esta meritoria condecoración se le impone junto a José Antonio Caiña, con el cual colaboró en varias ocasiones.
 
En mil novecientos ochenta y cuatro el ayun­tamiento lo elige como mantenedor de las Justas Literarias. En su disertación trató el tema "Historia antigua y medieval de Reinosa y Campoo." Más tarde afirmaría sentirse honrado, al ser recordado por los organizadores, para participar en este acon­tecimiento, las Justas, al que durante veintiocho años se había entregado.
 
Al año siguiente es nombrado miembro del jurado, encargado de otorgar el premio Nacional y Local de Poesía que se celebra durante las fiestas locales, que desempeñó hasta el año dos mil.
 
Durante los últimos años, ha sido habitual co­laborador de la revista Cuadernos de Campoo, en la que sus numerosos artículos tratan aspectos de las costumbres y etnografía de la tierra.
 
Y no podemos más que terminar este retrato igual que lo comenzamos, recordando las palabras que dedico a Ramón, el escritor y costumbrista reinosano, Manuel Llano. "Ramón Rodríguez-Cantón es un hombre sencillo, rectilíneo y equilibrado, que camina por el mundo por ese sendero medio, equi­distante, donde suele cobijarse la virtud. Parece, nada más que parece, el espectador desapasionado o semiindiferente de la película de la vida, porque Ramón es, además de pintor y escritor, poeta, un buen poeta. La poesía de Ramón es también humilde y si­lenciosa como él. Es, siempre, el arroyo que apenas murmulla; nunca el río que ruge, asola y devasta. Ignora la sátira y la ironía, más por bondad que por desconocimiento, y es, en todo momento, dulce y sentimental".
 
Poco más hay que decir, cuando el reconoci­miento proviene de tus propios paisanos y colegas. Pues es este el mayor premio que te pueden otor­gar, que aquellos que convivieron contigo, y que disfrutaron de tus mismas pasiones, tengan en su haber dedicar una parte de su tiempo en reconocer tu labor.
 
Gracias por haber inculcado a toda nuestra fa­milia esta gran afición tuya a la lectura, y a todos los temas culturales, y más si son de la historia de Campoo.
Diciembre 2008