INTRODUCCIÓN
Aún es posible observar, en el paisaje que nos rodea, las huellas de una historia pasada: las construcciones erigidas por nuestros antepasados. De todas estas edificaciones que han llegado hasta nuestros días, con mayor o menor fortuna, cabe destacar las torres y casas-torre medievales, testigos mudos de antiguos avatares, que mantienen en pie sus muros desafiando la fuerza de los elementos y la mano destructiva del hombre. En la Merindad de Campoo se conservan numerosas torres medievales, casas-torre y algún castillo.
No obstante, en el presente trabajo nos referiremos de forma detallada a cinco de estas construcciones: las torres de Ruerrero y Cadalso, en Valderredible; la de San Martín de Hoyos en Valdeolea; Proaño en Campoo de Suso; y la torre de los Bustamante en La Costana, Campoo de Yuso. En lo que respecta al castillo de Argüeso no vamos a hacer referencia a él; aquellos lectores que deseen más información les remitimos a la obra “El Castillo y Marquesado de Argüeso” (1).
UN POCO DE HISTORIA
El derrumbamiento del reino visigodo con la invasión árabe provocó la huida de gran cantidad de gentes de la meseta que buscaron refugio en las montañas del norte peninsular. A partir de este pequeño núcleo de gentes se organizó la resistencia contra el invasor, estableciéndose zonas desiertas o tierra de nadie entre ambos bandos. La necesidad de estar prevenidos ante un posible ataque o invasión enemiga propició la aparición de atalayas o torres de vigilancia, mayoritariamente de madera, en lugares estratégicos. Sin embargo, esta línea fronteriza no era muy estable y pronto se fue desplazando hacia el sur donde aparecen fronteras más duraderas en el tiempo las famosas marcas. Por encima de estas marcas, y dentro del territorio cristiano, quedaban grandes superficies de terreno que era preciso repoblar. Los monarcas de estos reinos que se iban formando carecían de los recursos necesarios para atender esta repoblación, por lo que optaron por hacer donaciones de tierras a los nobles y comunidades religiosas, que detentarían el poder del rey gozando de gran autonomía, y a cambio se encargarían de repoblar estas tierras. A la larga, este hecho, fue más perjudicial que beneficioso. De esta forma, los nobles y el clero se hicieron con grandes territorios en los que gozaban de total autoridad. Estas propiedades estaban divididas en dos partes: una llamada dominicum, terra dominicata, palatium o pazo, que se reservaba el señor para habitarla y cultivarla por sí mismo, y otra que cultivaban los colonos -bien siervos o bien hombres libres- (2).
Las torres ya no se construyen en sitios escarpados o de difícil acceso, se edifican en los vados de los ríos, en los caminos que se utilizan para el comercio, cerca de las tierras de labor; pasan a ser la cabeza visible de una economía basada en la agricultura, la ganadería y el cobro de peajes o impuestos. En este momento, nos encontramos con el país dividido en multitud de señoríos, en los que sus dueños eran la clase dominante y, como símbolo carismático de ese poder, erigen las torres, conventos o abadías. Así pues, además de las funciones de vigilancia y defensa hemos de considerar a la torre como un elemento distintivo de autoridad y poder económico.
Los dueños de estas torres, cuando no están sirviendo al rey en alguna campaña militar -a lo que están obligados por el juramento de vasallaje-, ocupaban su tiempo ocioso entregados a los placeres de la caza o dirimiendo antiguas disputas con enemigos ancestrales, viviendo de las rentas que les producen sus territorios. Sin embargo, un nuevo acontecimiento cambiará este modo de vida. La transición de la Alta a la Baja Edad Media SUPUSO una gran crisis económica que afectó a todos los países europeos. La nobleza feudal perderá poder y sus recursos económicos se verán seriamente afectados. Ante tal situación actuarán aumentando aún más los impuestos sobre los siervos e intentando apoderarse de los recursos de sus vecinos. Ello conduce a las llamadas guerras de bandos, en las cuales los nobles -infanzones, caballeros hijosdalgo- se unen en alianzas contra clanes rivales amparados en seculares disputas territoriales que lo único que pretenden es defender sus intereses económicos y, si es posible, arrebatárselos al vecino. Son tiempos de alianzas, pactos, juramentos, traiciones, venganzas; cada señor feudal intenta tener más fuerza y poder que su rival. La torre pasa a desempeñar también un papel de origen del linaje, de apellido de la familia.
De estas cruentas luchas de bandos quizás una de las más tristemente famosa sea la de “los banderizos”, que enfrentó a los gamboinos y a los oñacinos y que tiñeron de rojo los valles de Vizcaya y Guipúzcoa durante los siglos XIV y XV. En el resto de España las luchas entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara, por la sucesión al trono, escribían un triste capítulo más de nuestra Historia. La construcción de un castillo era demasiado cara y laboriosa para la mayoría de estos nobles por lo que se adopta la torre como elemento militar sufriendo nuevas transformaciones -sin que por ello pierda las características agropecuarias y símbolo de autoridad que venía desempeñando-; se le añaden elementos defensivos como fosos y barbacanas, se aumenta su altura, aparecen matacanes cubriendo la entrada, cadalsos o voladizos para defender en vertical, aspilleras, cubos, garitas, dobles recintos, toda una serie de elementos propios para la lucha de la época. Estas luchas fratricidas y sangrientas asolaron todo el norte peninsular hasta que Enrique IV, en 1457, decreta el desmoche o rebajamiento de la altura de las torres. Posteriormente, los Reyes Católicos, llegarán incluso a prohibir la construcción de más torres y castillos, teniendo que destruir, en ocasiones, numerosas edificaciones militares ante la negativa de los nobles a aceptar la autoridad real (3). A partir del siglo XVI finalizan las guerras de bandos y las torres, símbolo de señorío y testimonio de viejo abolengo, van perdiendo su carácter austero y sobrio. Aunque permanecen los elementos defensivos a la larga irán perdiendo su funcionalidad. En los muros se abren más huecos, las fachadas empiezan a llenarse de elementos decorativos e incluso algunas torres se convierten en palacios, o sufren profundas transformaciones, hasta llegar a nuestros días, siendo la torre una parte fundamental y distintiva de las viviendas de los siglos XVII y XVIII (4).
¿CÓMO ERAN ESTAS TORRES?
Por los restos que han llegado hasta nosotros los arqueólogos e historiadores han podido reconstruir, con bastante fidelidad, la distribución interna de estas torres así como la vida cotidiana de las gentes de aquella época: nuestros antepasados. Elías Ortiz (5) nos describe las características generales de las torres montañesas de la siguiente forma: "Todas corresponden al mismo tipo, estabilizado durante más de doscientos años: planta cuadrada, fuertes muros de mampostería bien labrada. con esquinas de sillería; arco de ingreso bajo, estrechas saeteras que flanquean la entrada, pequeños huecos de luces, frecuentemente gemelos, con ligero mainel: coronación almenada. Constan de tres plantas y la proporción entre la base y la altura es tal que les da un carácter pesado, sólido, adusto, al cual contribuye, también la ausencia de todo elemento decorativo y la parquedad con que han sido provistas de huecos. La puerta tiene forma apuntada con altas dovelas de sillería, los arcos de las ventanas de exiguas proporciones, suelen estar recortadas en una pieza de piedra o cuando mas en dos. Las almenas están frecuentemente rasgadas por aspilleras. " Sin embargo, y a pesar de esta última observación, de las cinco torres que tratamos en el presente trabajo ninguna de ellas, salvo quizás la de los Bustamante en La Costana, que está desmochada, pudo haber tenido almenas.
Es más seguro afirmar que casi todas ellas terminaban en un tejado a cuatro aguas. “La estructura interior -continuando con la descripción dada por Elías Ortiz- es muy sencilla., generalmente existe un pie derecho central de gran escuadría, que sirviendo de apoyo a una robusta viga divide la superficie de la torre en dos crujías; esta disposición se repite en todas las plantas hasta la altura de la cubierta a cuatro aguas. Otras veces [..] el pie derecho está sustituido por una red de mampostería paralela a la fachada principal. “ “La escalera arranca inmediatamente al lado de la puerta, y, en dos tramos, adosados al muro, alcanza la altura del primer piso. Las ventanas, sencillas o dobles, están siempre provistas de poyos laterales que servían de asiento a los moradores de la torre, y, se cierran interiormente por medio de un arco rebajado. Tanto en estos huecos como en los de entrada se ven aún los quicios de piedra en que estaban encalados los goznes de las carpinterías." En los restos de la torre de San Martín de Hoyos, Ruerrero y Cadalso se puede adivinar toda esta estructura del entramado de madera, observando los mechinales o huecos en los que iban encajadas las vigas y demás travesaños. En las torres de Proaño y Bustamante parece ser que aún permanece esta estructura interior de madera. Las condiciones de vida de aquella época no debían de ser fáciles; las comodidades y los lujos serian un privilegio al alcance de unos pocos.
Nuevamente es Elías Ortiz (6) quien nos recrea esta situación: “Ciertamente que no debieron distinguirse por su refinamiento ni por su molicie los infanzones e bijosdalgo que habitaron en el interior de aquellas lóbregas mansiones. Lejos de los centros cortesanos y separados por muy ásperos caminos de los grandes mercados a donde acudían los judíos, los mozárabes y los francos con las ricas telas y tapicerías greciscas, árabes o persas, con las valiosas preseas, armas, arreos, monturas, aderezos y cuantos incentivos de la vida muelle creó y difundió el gusto exquisito de los pueblos orientales, los fuertes varones cántabros vivían en sus torres con toda la austeridad y toda la rudeza característica de la raza. No existen en el interior de aquellas moradas trazas de tabiques divisorios de albañilería, por lo cual debemos suponer que la separación entre las diversas cámaras se bacía por medio de tabiques bajos de madera, y por cortinas de telas recias (acitaras y paños de Ras). En esta inevitable promiscuidad que tan sucinta división de locales establecía, desarrollábase la vida de familia, lenta y acompasada en los días de paz, turbulenta y trágica cuando las pasiones y los odios ancestrales estallaban. Pocos y toscos muebles, tales como lechos con sus fozales (almohadas) y plumacios (colchones); escaños con almandras (cojines), arcas, sillones, mesas y, banquetas de tijera,. alguna vajilla argéntea: ciriales y candelabros, ropas de cama y mesa y los más indispensables útiles de cocina, constituían el ajuar de la más encopetada de las torres señoriales del siglo XIII y del XIV " La división de los distintos pisos, de forma más o menos general, seria la siguiente: la planta baja tenía la función de almacén o despensa pudiendo ser utilizada también como cuadra; el primer piso albergaría la cocina y el cuerpo de guardia aunque también podía tener función de dormitorio para la servidumbre; por último, la segunda planta, sería la residencia del señor de la torre y su familia, es la más segura, está mejor ventilada e iluminada al tener más vanos y ser estos más grandes. En algunas torres existe una tercera planta que seria en la que se encontraría el cuerpo de guardia y la salida al cadalso o voladizo, que se armaba en caso de asedio para defender la torre de los atacantes. No todas las torres presentaban esta estructura defensiva, sí pueden observarse las ménsulas en la torre de los Bustamante, en La Costana. El Hermano Elías (7), basándose en la descripción que hace Lampérez (8) de “La Torrona” de Santillana del Mar, apunta otra posible distribución interna de las torres de Campoo. Según nos comenta, en el piso bajo estaría la cocina y el cuerpo de guardia, en el principal las habitaciones señoriales, y en el segundo piso las de la servidumbre; este segundo piso se comunicaría con el cadalso y el adarve. Hasta aquí hemos explicado el origen y las características de las torres medievales. Veamos ahora, algo más en detalle, estas construcciones que nos rodean.
TORRE DE RUERRERO (Valderredible)
A unos cinco kilómetros de Polientes, casi en el límite de la Montaña con tierras burgalesas y siguiendo el curso del río Ebro -del cual toma el nombre-, se encuentra la localidad de Ruerrero. En un cerro próximo, dominando el pueblo. se encuentran los restos, ya centenarios, de su antigua torre que aún vigila este paso natural hacia la meseta, manteniendo orgullosa su carácter señorial. Este edificio de época bajomedieval (siglos XIV-XV), se encuentra dentro del grupo de las denominadas torres rurales y para algunos autores, como don José Calderón Escalada (9), sería una prueba más de hasta dónde llegaba la influencia y el poderío de la casa de los Bustamante. Sin embargo, J.M. Muñoz (10) es de la opinión de que esta torre militar pudo estar bajo la influencia de la Colegiata de San Martín de Elines, situada a escasos kilómetros, o bien pertenecer a la casa de los Aguilar en el intento de extender su influencia en este valle. Bohigas Roldán (11) nos describe perfectamente el estilo arquitectónico de esta torre: “Su planta es cuadrada de 10, 5 metros de lado y su altura llega a ser entre 12 y 13 metros. Los muros están construidos a base de paramentos externos de sillería y un relleno interno de piedras y cascajo, unidos con argamasa. Su espesor es de 2,10 metros, El edificio se encuentra destruido en su esquina suroccidental. Del lienzo meridional destaca una ventana geminada de arcos de medio punto, abierta a la altura de la segunda planta. Hacia el interior esta ventana se convierte en vano único, rematado por arco de medio punto. La fachada oriental carece por completo de aberturas. En el lado norte, encontramos dos troneras rectangulares, con derrame hacia el interior y dispuestas asimétricamente al nivel del primer piso y la planta baja respectivamente. En la fachada occidental, a la altura del segundo piso, existe el arranque de un vano, que quizás formara parte de otra ventana geminada. Al nivel de la planta baja encontramos una tronera rectangular, cegada en la actualidad, Elemento característico, que otorga singularidad al edificio militar, es el cuerpo adosado a la construcción que, conforma de cubo troncocónico, de unos 3 metros de diámetro y 5 de altura, actúa de contrafuerte del ángulo noroeste de la atalaya. En el interior del edificio se observan restos de las estructuras de madera que conformaban el suelo de los diferentes pisos. Las vigas que sostenían la primera planta se embutían en mechinales o huecos abiertos en la sillería del muro; mientras las del segundo piso, el más alto, lo hacían sobre un reborde de la pared, que se aprecia en todo el perímetro interno de la torre." Una característica importante que menciona también Bohigas Roldán (11) es la existencia de los restos de un foso o trinchera -muy desgastados por la erosión de unos tres metros de ancho y situado al este de la torre. Este era un elemento defensivo accesorio y es similar al existente en la torre de San Martín de Hovos. La presencia del foso es una característica poco frecuente entre las construcciones militares medievales existentes en la Merindad de Campoo. Está declarada Bien de Interés Cultural (12) y es propiedad del Ayuntamiento de Valderredible. Sin embargo, a pesar de estar protegida, sufre un total abandono que pone en peligro su conservación.
TORRE DE CADALSO (Valderredible)
Pocos kilómetros después de Ruerrero, y en la carretera que lleva de Polientes a Orbaneja del Castillo. nos encontramos con el pequeño pueblo de Cadalso. Nombre de un elemento defensivo propio de las torre, medievales que, en este caso, sirve de topónimo al pueblo. Este edificio, datable en el siglo XVI o posterior (13). se encuentra situado en medio de campos de cultivo. con el río Ebro a escasa distancia. Los edificios y añadidos posteriores que rodean a la torre dificultan su vista pero nos hablan bien a las claras de la importante labor agropecuaria que ejerció en el pasado. Hoy en día, sus paredes lisas y sus mechinales vacíos nos muestran, una vez más, la desidia del hombre por su Historia pasada. Bohigas Roldán (M) nos describe las características arquitectónicas de esta construcción:
“Esta fortaleza, que puede ser catalogada tipológicamente más como una casa fuerte que como una atalaya militar, tiene planta cuadrada, de 8 metros de lado y 10 metros de altura. Los muros del edificio son de sillar rústico unido con argamasa, salvo esquinales y vanos que se encuentran construidos en sillería. El espesor de los muros del edificio se aproxima a 1 metro. Todas las fachadas del inmueble se rematan por una cornisa decorada con una moldura, por encima de la cual descansa un tejado a cuatro aguas. El frontis se localiza en la cara meridional, en cuya planta baja se abre la puerta de acceso rematada con arco de medio punto. Por encima, en el primer piso, existe una ventana en forma de arco de medio punto. La segunda planta carece de vanos en esta fachada, que se ve rematada, por encima de la cornisa, con la presencia en la esquina izquierda de un pináculo terminado en bola. Posiblemente la casa-torre de Cadalso estaría rematada por elementos decorativos como éste en cada una de sus cuatro esquinas. En la cara occidental de la fortaleza existe, al nivel de la segunda planta, una ventana idéntica a la de la primera planta de la fachada meridional, aunque actualmente se muestra cegada. También se encuentra un vano en forma de arco de medio punto en la cara oriental. La fachada norte del edificio carece por completo de aperturas en el muro, adosándose a la torre una edificación más moderna, de un piso de altura, que completa el conjunto. La existencia de elementos decorativos, como la moldura de la cornisa, el pináculo o la morfología de los vanos, inducen a ubicar cronológicamente esta casa-fuerte hacia bien entrado el siglo XVI o incluso posteriormente. "
TORRE DE S. MARTÍN DE HOYOS (Valdeolea)
En la carretera que lleva de Reinosa a Olea, poco después de pasar el Alto del Bardal (1.080 metros de altitud) y a la altura del kilómetro seis, en una desviación a mano izquierda, se encuentra la localidad de San Martín de Hoyos. Atravesando el pueblo, y muy cerca del cementerio, encontramos una torre, posterior al siglo XIV (10), que las gentes del lugar denominan
palacio. No es mucho lo que se sabe sobre la historia de esta construcción. En el siglo XIII pasó a ser propiedad del marqués de Mioño y en la actualidad es de los herederos de la marquesa de San Martín de Hoyos -que residía en Las Fraguas, según comentan en el pueblo-. Lope García de Salazar dice en su famoso "Bienandanzas e Fortunas" que
"el linaje de Oyos, su fundamento fue de Villanueva, e poblaron en Ovos, cerca de Renosa." Por su parte, don Ángel de los Ríos asegura que el señor de Hoyo, hermano de Juan Bravo, dirigió en este país, junto con el de Proaño, la lucha de los comuneros (7). Poco queda ya, a excepción de las cuatro paredes, de esta torre. Desde su posición estratégica domina la entrada a Valdeolea, continuando, a pesar del tiempo transcurrido, la función de vigilancia para la que fue construida. Tiene planta cuadrada, de once metros de lado, y su altura oscila entre los 13 y 15 metros. Sus muros están construidos en mampostería y rellenados interiormente de ripio unido con argamasa. El espesor de los muros es de casi dos metros (1.70 a 1.85) para la planta baja y el primer piso y de metro y medio para el segundo. Las esquinas y la mayoría de los arcos de los vanos son sillares toscamente labrados. Presenta una grieta en la pared norte, cerca de la esquina, que hace peligrar la estabilidad de la cara este, donde se sitúa el acceso inferior: una puerta con arco apuntado que abre al interior en otro arco apuntado un tercio más alto, aproximadamente, que el anterior. Este es el único hueco existente en la planta baja. Aún conserva la viga superior, encima del arco de entrada, donde iban encajados los goznes de las puertas.
También se observan las aberturas donde encajaba el madero que atrancaba la puerta. En el primer piso también existe un único hueco, en la pared oeste, que por sus dimensiones parece más una puerta que una ventana. Presenta dovelas bien labradas y termina en arco apuntado, abriendo también al interior en otro arco apuntado un tercio más alto que el anterior. El segundo piso es el que presenta más vanos. Dos aspilleras con derrame hacía el interior en los lados norte y este, y dos ventanas terminadas en arco apuntado dispuestas asimétricamente en las dos caras restantes. La disposición de los huecos se corresponde con la típica de la época, y está determinada tanto por la climatología del lugar las ventanas se orientan hacia la solana para aprovechar la luz y el calor del sol- como por las necesidades militares -el mayor número de huecos está ubicado en la parte más alta de la torre. Interiormente presenta revocadas las paredes del primer y segundo piso. Por los mechinales existentes se puede adivinar todo el entramado de madera, basado en un pie central a partir del cual se organiza toda la estructura. También se observa, en la fachada sur y a la altura del primer piso, un hueco en la pared que bien pudiera haber sido el hogar, observándose la chimenea que iría por el interior del muro. La construcción se completaba con un tejado a cuatro aguas, siendo dudoso que presentase algún tipo de almenado. La situación de los vanos en la cara oeste plantea la posibilidad de que la entrada original a la torre fuese a la altura del primer piso y el acceso inferior de la cara este sea posterior. La existencia de unas ménsulas o salientes -actualmente dos pero originariamente tres- debajo de la ventana del segundo piso de la fachada oeste sugiere que éstos hubiesen sido la base de un voladizo o matacán para defensa de la entrada. Son numerosos los ejemplos de torres de similares características con una entrada situada a la altura del primer piso -para una mejor defensa- y a la que se accedería mediante una escala o escalera de mano. Posteriormente, y tras el cese de las luchas de bandos, se accedería al interior a través de un patín o escalera exterior o bien por una puerta adosada practicada en la planta baja (14). Conserva restos de una cerca con foso alrededor, de disposición circular (10). Está protegida y declarada Bien de interés Cultural (12), aunque sufre la misma desidia y abandono que la de Ruerrero.
TORRE DE LOS RÍOS (Proaño, Campoo de Suso)
Tomando la carretera comarcal 628, que nos lleva de Reinosa a la Estación invernal de Alto Campoo, y a la altura del kilómetro 9, encontramos un desvío a la derecha que nos conduce hasta Proaño. Antes de llegar al pueblo, y a los pies del pico Liguardi, nos encontramos con la torre y casa solariega perteneciente a la casa de los Ríos, de donde proviene el nombre de la torre (15). Fue esta familia poderosa llegando a tener hasta cuatro torres militares en el valle: Proaño, que fue el origen del linaje; Naveda, actualmente una torre-casona bastante transformada; Paracuelles, alterada; y Espinilla, ya desaparecida (16). Para numerosos autores es uno de los ejemplares de torre montañesa más notables y relativamente bien conservada, aunque existe cierta polémica en torno a su construcción que algunos datan en el siglo XIII y otros en el XIV, argumentando que las influencias ojivales que en ella se observan no pudieron llegar tan pronto a la Montaña. En cuanto a sus características arquitectónicas presenta planta cuadrangular, con 9.80 metros por 8.90 metros de lado, está aislada y sólo se adosa al resto del conjunto por la portalada, que da acceso a una gran patio o corralada común a todos los edificios. La construcción es de mampostería, salvo en esquinales y vanos en los que se utilizó la sillería. Su altura se aproxima a los 13 metros y consta de planta baja, considerada habitualmente como bodega y saladero de carnes, y tres pisos; accediéndose por una escalera de madera a la segunda planta, considerada como salón principal. En la fachada occidental se encuentra la puerta de acceso teniendo un arco ligeramente apuntado y puerta de madera reforzada con grandes clavos de hierro. Sobre ella se observa un pequeño y singular escudo, en cuya orla se aprecian dos nos, toscamente diseñados, armas y trofeos militares.
Además, vanos de diferentes tamaños se distribuyen a lo largo de todas las fachadas: pequeñas saeteras, ventanas con arco de medio punto o arco trilobulado, y huecos adintelados. La torre, aunque carece de almenas, tiene un parapeto o prolongación de la pared, a mayor altura que el tejado, cuyas aguas salen al exterior por gárgolas de piedra. La cubierta, realizada por una estructura de madera, es a cuatro aguas (17). Probablemente, la fama de esta torre se deba -aparte de por su antigüedad y características arquitectónicas- no solamente al hecho de haber quedado reflejada en la obra de don José María de Pereda "Peñas Arriba", sino también por la presencia en ella de don Ángel de los Ríos y de los Ríos, el famoso "sordo de Proaño", erudito investigador, miembro de la Real Academia de la Lengua Española, Cronista Oficial de la Provincia de Santander y un gran amante de Campoo, su "tierruca". Sin embargo, a pesar de residir en el solar la titularidad de la propiedad recaía en su hermano, Valentín de los Ríos. Actualmente la casa es propiedad de don Ignacio Martín de los Ríos, descendiente directo de don Valentín (18). Fue declarada Bien de Interés Cultural (12) y está considerada Monumento Nacional y, como acertadamente apuntan investigadores como M.A. García Guinea (19) y Bohigas Roldán (17), se hace necesaria y urgente una restauración al presentar su estado actual amenaza de ruina.
TORRE DE LOS BUSTAMANTE (La Costana, Campoo de Yuso)
Este edificio militar, también conocido como torre de La Costana o torre del Merino, se encuentra actualmente a orillas del Pantano del Ebro, a unos 12 kilómetros de Reinosa siguiendo la carretera comarcal 6318 que nos lleva hasta Corconte. Es seguramente una de las torres bajomedievales más altas de toda la Comunidad Autónoma Cántabra y la única que permanece en pie de tres que hubo anteriormente hasta el siglo XVI. De la familia Bustamante fueron las torres de Villasuso, Bustamante y La Costana. En el siglo XVIII fueron derruidas las dos primeras por amenazar ruina (20). En Servillas hubo otra, cuyo último poseedor fue el Duque de Santo Mauro; hace bastantes años que se destruyó construyéndose sobre sus restos una casa de labranza (21). Lope García de Salazar en su famoso libro "Bienandanzas e Fortunas", códice del siglo XV, recoge una crónica del apellido: “
el linaje de Bustamante es un linaje antiguo, de buenos escuderos, que son en Asturias de Santa Illana, en Campóo, siendo el solar e vivienda de estos en La Costana del Campo, e destos el que más valió fue Diego de la Peña de Bustamante, que vivía en La Costana... y de todos los Bustamantes es este solar el más rentoso " (22). Madoz, en su "Diccionario Histórico", dice que la casa solariega de los Bustamante en La Costana fue fundada en el siglo VIII, por don Rodrigo Bustamante. Probablemente sea exagerado aceptar dicha fecha sin comprobación (Madoz se sirvió de las noticias que le enviaron del pueblo), ya que la torre no se edificó en esa época.
Lo que sí se constata es que la tradición que se conserva entre las gentes del lugar es bien antigua (22). En 1963 sus propietarios eran doña María de los Dolores Bustamante y Fernández, esposa de don Vicente Ruiz Duque (21). Su actual titularidad está pendiente de resolución judicial, en litigio entre el anterior propietario don Pedro Manuel Ruiz Bustamante y la Diputación Regional de Cantabria que expropió el inmueble en 1988 (20). Esta situación está propiciando el abandono del edificio y que, desafortunadamente una vez más, asistamos a la pérdida de nuestro patrimonio artístico e histórico. La torre, de planta rectangular, se alza en uno de los extremo, del rectángulo macizo que constituye la planta del palacio o casa-fuerte de los Bustamante. Tiene adosado por su lado oeste un conjunto de construcciones de diversas épocas formando ángulo recto. Estas ampliaciones, realizadas en el siglo XIV, o a principios del XV, respetaron, no obstante, la torre original ya que en los huecos de la ampliación se conservan intactos los caracteres de la primitiva edificación. Está construida con fábrica bastante regular de piedra en hiladas sensiblemente horizontales de aparejo con sillarejo y esquinas bien acantilladas. A pesar de su altura, apenas presenta huecos en su paramento, lo que la confiere un aspecto hermético, especialmente acusado en su fachada norte. La torre tiene estrechas saeteras en el nivel inferior, mientras que a media altura se encuentran sendas ventanas geminadas de arcos ligeramente apuntados: una ventana cuadrada rompe el equilibrio de la fachada este en la zona superior del muro. En uno de los ajimeces se ve la única ornamentación confusa, mezcla de entrelazos románicos con haces de columnillas góticas. Como restos de la primitiva función militar del inmueble sobresalen, en lo alto del perímetro de la torre, las ménsulas que sostenían los matacanes. El tejado cubierto a cuatro aguas está ruinoso.
La torre, que presenta restos de barbacana, podía, en caso de ataque, quedar aislada del resto de la casa y ser defendida desde el interior con auxilio de las saeteras que se abren en el muro divisorio. En el interior persistía el armazón de madera que, sostenido por un pie derecho central, dividía las cuatro alturas. Para dificultar el acceso de los atacantes a los pisos superiores, éstos se comunicaban entre sí por medio de escaleras móviles (23). En las inmediaciones del conjunto hay una capilla -quizás del siglo XVII- que acaso está levantada sobre las ruinas de una anterior que tradicionalmente sirvió a los moradores del palacio (24). Esta forma de construcción parece una supervivencia de la villa o dominicum visigodo que tenía un doble carácter agrícola y militar, y es, a su vez, origen de un tipo de edificio señorial montañés que se perpetúa y llega casi hasta nuestros días, en el cual la torre, perdiendo su función defensiva, pasa a ser un elemento simbólico y pintoresco de la vivienda (23).
EPÍLOGO
Como hemos podido comprobar el panorama que presentan estas edificaciones es bastante triste. Abandonadas a su suerte, a las inclemencias del tiempo y a la mano destructiva del hombre ven peligrar su futuro. Es tarea de todos nosotros rescatarlas del olvido, apreciarlas en su justo valor e impedir que especulaciones económicas o desacuerdos políticos acaben arruinando sus ya maltrechos muros. No se perderían sólo algunas ruinas o caerían al suelo un montón de piedras, como dirían algunos, es parte de la historia de nuestros antepasados. Si queremos entender el presente es preciso que no olvidemos el pasado. Es una tarea que nos corresponde a todos.
BIBLIOGRAFÍA
(1) ROGELIO PÉREZ BUSTAMANTE, JOSE MANUEL ORTEGA Y ENRIQUE SAN MIGUEL PÉREZ. El Castillo y Marquesado de Argüeso. Diputación Regional de Cantabria, 1988.
(2) ELÍAS ORTIZ DE LA TORRE. Arquitectura Civil. Santander, 1927.Pág.22.
(3) J. AITOR GONZÁLEZ GATO. Guía de las Torres de Vizcaya. Bilbao, 1995. Pág. 7.
(4) ELÍAS ORTIZ DE LA TORRE. Opus. Cit., pág. 41.
(5) ELÍAS ORTIZ DE LA TORRE. Opus. Cit., pág. 23 y siguientes.
(6) ELÍAS ORTIZ DE LA TORRE. Opus. Cit., págs. 25-26.
(7) HERMANO ELÍAS. "Torres de Campoo. Generalidades sobre las torres norteñas” Revista Fontibre nº 47, 20 -7 - 1963, pág. 4.
(8) LAMPÉREZ. Arquitectura Civil Española. Tomo I, pág. 222.
(9) JOSÉ CALDERÓN ESCALADA. Revista Fontibre nº 34-35, Junio-Julio 1959, pág. 10.
(10) JOSÉ MIGUEL MUÑOZ JIMÉNEZ. Torres y Castillos de la Cantabria Medieval. Ayto. de Santander, 1993. Págs. 149-150.
(11) R. BOHIGAS ROLDÁN. Patrimonio Arquitectónico de Cantabria. Monumentos de Cantabria. Arquitectura Militar / 113. Coleccionable de El Diario Montañés. Santander, 1994.
(12) ALFONSO BOURGON. "Salvarlas torres y castillos de Cantabria". Diario Montañés, 20 de noviembre de 1988. Pág. 34.
(13) R. BOHIGAS ROLDÁN. Opus. Cit. Arquitectura Militar / 112.
(14) INOCENCIO CADIÑANOS BARDECI. Arquitectura Fortificada en la Provincia de Burgos. Excma. Diputación Provincial de Burgos, 1987. Pág. 18. MANUEL BASAS. Las casas-torre de Vizcaya. Caja de Ahorros Vizcaína. Colección “Temas Vizcaínos” nº 34. 1977. Pág. 15. J. AITOR GONZÁLEZ GATO. Opus. Cit.. págs. 7-8. J. LUIS AVELLO ÁLVAREZ. Las Torres Señoriales de la Baja Edad Media Asturiana. Universidad de León, 1991. Pág. 90.
(15) Gran Enciclopedia de Cantabria. Tomo VII, pág. 32.
(16) J.M. MUÑOZ JIMÉNEZ. Opus. Cit., págs. 147-148.
(17) R. BOHIGAS ROLDÁN. Opus. Cit. Arquitectura Militar 95.
(18) MANN SIERRA. De Pueblo en Pueblo. Tomo I. Págs. 250-254
(19) M.A. GARCÍA GUINEA. “La torre de Proaño o el eterno olvido hacia lo que calla ". Diario Montañés. 13 de julio de 1986
(20) R. BOHIGAS ROLDÁN. Opus. Cit. Arquitectura Militar 91
(21) HERMANO ELÍAS. Opus. Cit.
(22) MANN SIERRA. Ayuntamientos de Cantabria. Campoo de Yuso. Diario Montañés.
(23) ELÍAS ORTIZ DE LA TORRE. Opus. Cit., pág. 27. J.M. MUÑOZ JIMÉNEZ. Opus. Cit., pág. 149 R. BOHIGAS ROLDÁN. Opus. Cit. Arquitectura.Militar / 91.
(24) JULIO G. DE LA PUENTE. Reinosa y el valle de Campoo. Santander. 1916. Págs- 106-107
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