Un economato que marcó época en Reinosa
El fracaso relativo de la cartilla de racionamiento, impuesta desde 1939 hasta 1952 para garantizar el suministro básico de alimentos a las familias sin el habitual y obligado recurso al estraperlo, para cubrir las necesidades cotidianas, está detrás de la creación en España de los economatos. Nacieron como una imposición del Gobierno a las empresas, que debían facilitar los locales, pagar los gastos y llevar la administración y gestión de su funcionamiento diario. Estos establecimientos, sin ánimo de lucro y sin aportación económica por parte de los trabajadores, tenían como fin conseguir para la economía familiar, las mejores condiciones posibles de calidad, peso y precio de los productos de consumo más usuales y necesarios.
Los economatos, sin embargo, no eran una idea nueva. Fueron los sucesores de las cooperativas obreras, creadas por los trabajadores para lograr mejores precios. En Reinosa estaba la Cooperativa Obrera de Consumo 'La Obligada' que tenía moneda propia, denominada 'Kilos', como forma de pago.
Sistema de ventas
La popular 'Cope' de Reinosa fue creada, bajo la denominación oficial de 'Economato Laboral de la Sociedad Española de Construcción Naval', por el ministerio de Trabajo durante el mandato de José Antonio Girón. Estaba ubicada en el centro de Reinosa, en la plaza Díaz Vicario, ocupando un amplio espacio de los bajos y planta superior del actual edificio de Caja Cantabria junto con parte de las edificaciones de la calle Los Peligros, paralela al río Ebro. Se trata de locales hoy desaparecidos por la construcción del actual edificio, que formaban un zoco comercial del que eran beneficiarios los obreros y empleados de La Naval, Cenemesa y, con la venta del taller de estampación de La Naval en 1966, los de La Farga Casanova.
El sistema de venta era muy diferente al de hoy en día: en la entrada del local principal había dos ventanillas con sus correspondientes empleados. El beneficiario era portador de la libreta en la cual constaba el nombre y su número de matrícula, y en ella se anotaban los productos o alimentos que deseaba retirar, las anotaciones se hacían con lapicero de mina de tinta para que su lectura fuera más clara. En cada artículo se detallada su cantidad y coste, procediendo al copiado del original mediante un pliego de calca. Al finalizar su anotación se procedía a la suma total, utilizando el cálculo mental. El pago se podía hacer en efectivo o con cargo a la nómina del titular. Se arrancaba la hoja de copia, quedando en depósito para la contabilidad, pasando la libreta al cajón de turno, donde aguardaba la vez para el despacho de las anotaciones realizadas.
El dependiente nombraba al beneficiario y según tenía realizadas las anotaciones en la libreta, iba retirando de las estanterías los alimentos, colocándolos en el mostrador. De la misma manera entregaba las botellas o envases retornables como las cajas de galletas, que eran de hojalata. Las conservas venían embotadas al por mayor en cantidades de 2 a 5 kg., y para su despacho había que entregar un recipiente que en la mayoría de los casos era una fiambrera.
Sobre el mostrador estaba la báscula mecánica, la cuchilla de cortar el bacalao y el dispensador del aceite que se extraía mediante una bomba manual de aspiración la cantidad deseada del bidón de 100 litros para ser vertida en una aceitera de hojalata.
Durante la época del racionamiento, junto con la compra se canjeaban los cupones. También se facilitaba la compra de carbón extendiéndose un vale por los cestos pagados para su entrega a domicilio.
En la planta superior se encontraba el local de las telas, al que se tenía acceso, por el portal adyacente. Era una tienda amplia, donde en sus estanterías se podían encontrar una diversidad de piezas de paños y telas para poder confeccionar los patrones de pantalones, chaquetas, abrigos, vestidos, ropa de cama... También se encontraban mantas palentinas y prendas confeccionadas como buzos, mudas, pijamas, camisones, calcetines o pañuelos.
En la ladera del río Ebro se encontraba, en primer lugar, el local donde se dispensaban las patatas y el vino. Las patatas se compraban a los agricultores locales y se cargaban a pala del montón para echarlas al peso. El vino venía en cubas grandes y se vertía en los garrafones de cántara, media cántara y cuartillo que aportaba el beneficiario. Siguiendo por la misma calle se situaba el local destinado a pescadería.
El economato se trasladó en 1977 a la calle Ronda, en un nuevo local donde se unificaron y mejoraron todos los servicios existentes, con un sistema de venta renovado y actualizado, ampliando la gama de productos y marcas e incorporando nuevas secciones como la carnicería.
El beneficiario, tras su identificación a la entrada, podía escoger personalmente los alimentos. El sistema de envasado de los alimentos y conservas pasó de la venta al por mayor a ser minorista, por lo que ya no era necesario llevar recipientes. Al final de la compra se pasaba por la caja para efectuar el pago.
Cambio europeo
Con la entrada de España en la UE los economatos, acogidos al decreto del 21 de marzo de 1958, quedaron fuera de la norma, y el futuro del economato de La Naval fue negociado entre los sindicatos y las empresas, Forjas y Aceros, ABB y Farga Casanova.
En 1988, el negocio y las instalaciones fueron cedidas, por el valor simbólico de una peseta, a la Cooperativa Obrera San Sebastián, que había sido creada por un grupo de trabajadores emprendedores en 1959, con la finalidad de que sus beneficiarios pasaran a ser cooperativistas y siguiesen be-neficiándose de un comercio justo e innovador que creara puestos de trabajo, ya ajenos a las fábricas, promocionando también el empleo de la mujer en la comarca campurriana.
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