INTRODUCCIÓN. CAMPOO DE SUSO EN EL ANTIGUO RÉGIMEN
Desde los tiempos medievales, el territorio ocupado hoy en día por el municipio de la Hermandad de Campoo de Suso eran tierras del rey. Sus pueblos y concejos, así como sus habitantes, dependían, por tanto, de la jurisdicción real. Teóricamente hombres libres pero faltos de la suficiente protección de la corona debido a la inestabilidad política del reino de Castilla en la Baja Edad Media, ocasionada por la minoridad de sus monarcas y consiguientes luchas civiles, los vecinos de Campoo de Suso, al igual que los de gran parte de las tierras comprendidas entre el Duero y el mar Cantábrico, se vieron obligados a encomendarse, en régimen de behetría, a determinados señores particulares a cambio de la seguridad que el rey no podía darles. Es así como los veinticuatro pueblos de Campoo, salvo puntuales manifestaciones de señorío abacial (monasterios de San Pedro de Cardeña y de San Pedro de Cervatos), se constituyen en otras tantas behetrías colectivas.
Con la finalización del siglo XX no sólo terminó la vigésima centuria de nuestra era sino que, además, certificó lo que se iba produciendo en los últimos años: la desaparición de formas de vida, actividades y oficios en el medio rural de la comarca de Campoo. Es el caso de los herreros: ya no quedan en los pueblos ni en Reinosa. Unos abandonaron la profesión por otra mejor remunerada en la industria; otros se jubilaron y, en todos los casos, principalmente porque a partir de la mecanización del campo y la decantación mayoritaria por la ganadería en todos los municipios, el oficio de herrero se hizo prescindible.
Sin embargo, el herrero a lo largo de la historia ha sido necesario en la vida tradicional de los pueblos porque de él dependía la reparación y la fabricación de herramientas y utensilios para la actividad doméstica y productiva.
El herrero de los pueblos era también cerrajero y herrador: por eso junto a la fragua era frecuente hallar el herradero necesario para calzar con callos (bueyes y vacas) y herraduras (caballos y yeguas) a los animales de labor.
Enrique Serrano Cañadas (Dpto. de Geografía. Universidad de Valladolid)
LA MONTAÑA MEDIA ATLÁNTICA EN CAMPOO
La sucesión de cordales y cumbres de las sierras de Valdecebollas, Híjar y el Cordel -las montañas de Campoo- constituyen un medio de montaña con un paisaje propio, derivado de un relieve sobresaliente (volumen, desnivel y altitud) que posibilita una organización en pisos o bandas altitudinales.
Campoo ha contado con una amplia nómina de estudiosos de la arquitectura civil (Manuel Cossío, Calderón Escalada, G. Cossío, Gerardo Hernández, Manuel García Alonso, etc.) Es importante resaltar la necesidad de integrar la significación de la arquitectura civil de las Edades Media y Moderna de Campoo en el conjunto de la arquitectura civil de Cantabria. Muchas de las casonas construidas en Campoo lo fueron por maestros canteros, carpinteros y herreros procedentes de Trasmiera o de las Asturias de Santillana, lo cual sitúa a la arquitectura de esta comarca en un circuito artístico muy amplio puesto que estos mismos maestros trabajaron también en la meseta castellana y en toda la Cornisa Cantábrica.
EL ARCHIVO MUNICIPAL DE TORRELAVEGA, UNA FUENTE PARA LA HISTORIA LOCAL DE CAMPOO
El antiguo archivo parroquial de Orzales
El archivo de la iglesia de San Román de Orzales prácticamente desapareció en los primeros meses de la Guerra Civil. Fuentes orales recuerdan cómo documentos y libros fueron quemados en una hoguera que duró varios días hacia agosto de 1936; se destruyeron igualmente los retablos barrocos y diversos objetos de culto (1).
Decía en mi libro anterior, REINOSA Y LA MERINDAD DE CAMPOO, que la leyenda ha sido más generosa en datos sobre nuestra comarca que la propia historia y citaba algunos personajes de la obra "Población Eclesiástica de España y Noticias de sus Primeras Honras", en la que sus autores nos cuentan cosas tan peregrinas como que "Sibyla Eritrea, hija de Noé, mujer y hermana de Jafet y madre de nuestro Patriarca Tubal (...) vivió los últimos tercios de su vida en España con su hijo Thubal y la tenemos enterrada en la villa de Reynosa, dentro de los cántabros, que era lo primero y más poblado que había entonces".
La inclusión de Campoo dentro del arzobispado burgalés explica que las construcciones de carácter religioso que se realizaron durante esa época en ese territorio estuvieran en manos, fundamentalmente, de canteros llegados desde la zona norte de dicho arzobispado, también conocida como "Montañas Bajas", término con el que se designaban a todas aquellas localidades cuyos ríos vertían aguas al mar Cantábrico. De hecho, se puede afirmar que durante el siglo XVII las construcciones eclesiásticas estuvieron monopolizadas por maestros oriundos de Trasmiera y, más concretamente, por los procedentes de las juntas de Cudeyo y Ribamontán.
El hombre, consciente de su poquedad, y antes de la introducción del cristianismo, veía en los fenómenos naturales la expresión de sus castigos, de sus bonanzas, y de su ansia de trascendencia. El viento, la lluvia, la sequía, la tormenta eran sus deidades; sus iconos, los árboles, el agua, el fuego. Con el cambio de cultura que supuso la adopción del cristianismo la creencia cifrarla ya en el monoteísmo, puso su fe y su esperanza ante sus limitaciones en la imagen de la Virgen María, dando lugar a que surgieran numerosas devociones, siendo Cantabria un lugar donde este culto se extendió rápidamente. A ello contribuyó la difusión de los milagros y prodigios divulgados y cantados por poetas y juglares en el terreno civil, y por las órdenes mendicantes en el terreno religioso.
Los escritores que se han ocupado del tema de la caza, sobre todo si a la vez que investigadores son aficionados a este deporte, suelen ser indulgentes al tratar el tema de los cazadores furtivos, que, como dice Hoyos Sainz, "son los cazadores primitivos y naturales, el enemigo admirado y envidiado por el cazador de alcurnia". De ellos se ocupó el Conde Yebes en su obra Veinte años de caza mayor y el poeta Villalón les dedicó un poema.
Dentro del ámbito rural de Cantabria, y así lo confirman las fuentes históricas desde la Edad Media, la ganadería ha sido pilar de la economía de los pueblos. Determinadas zonas de montaña, marcadas por fuertes contrastes térmicos estacionales y dotadas de pastos alpinos y prealpinos, han sido secularmente explotadas por el pastoreo extensivo de bovinos autóctonos y otros ganados (ovino, caprino, caballar y de cerda). Estas zonas altas de pastos, conocidas como puertos de pastoreo, han sido y son especialmente favorables para la ganadería extensiva y, para su aprovechamiento, muchos de ellos cuentan con antiguas ordenanzas que, actualizadas en algunos casos (Áliva, Mancomunidad de Campoo-Cabuérniga), han regulado, a lo largo de los siglos, los pormenores e incidencias de su usufructo.
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