etnografía

Peregrinación y peleas de toros en Montesclaros

Museo Etnográfico El Pajar

Un rito necesario para comprobar la bravura de los sementales
 
El Concejo de Los Carabeos tenía como fecha de peregrinación vo­tiva a la Virgen de Montesclaros el día 7 de mayo. Esta fecha se tras­ladó después al 15 de mayo, festi­vidad de San Isidro Labrador. Ac­tualmente se celebra el domingo más próximo a esta fecha.
 
Cada año, uno de los tres ba­rrios que componen el concejo: San Andrés, Arroyal y Barruelo, era el anfitrión y portaba su estan­darte (pendón) y la cruz que pre­sidía la procesión. El estandarte lo portaba el mozo mayor y era acompañado por otros dos para su manejo, que guiaban los cordeles para mantenerlo en posición. Par­tían por la mañana todos los pere­grinos en procesión rezando el ro­sario, presidida por uno de los pá­rrocos del lugar. Cuando se termi­naba de rezar se deshacía la pro­cesión y al llegar al término deno­minado el Cañón, se volvía a for­mar caminando con cánticos de alabanza a la Virgen.

Del artesano al remendón

Museo Etnográfico El Pajar

Casi una veintena de zapateros ejercían su oficio en la Merindad Campoo en el primer tercio del siglo pasado
 
En el Anuario de Santander perte­neciente al primer tercio del siglo XX figuran en la Merindad de Cam­poo casi una veintena de artesanos zapateros: en Reinosa, García (Viu­da de Nemesio) y Gutiérrez (Viu­da de Salceda Marcelino). En Matamorosa, Jesús Fernández; en Las Rozas de Valdearroyo, Francisco González; en Mataporquera, Lean­dro González; en Polientes, Deme­trio Salgado; en Bárcena de Ebro, Julián Alonso; en Rocamundo, Pa­cifico Corada; en Ruerrero, Maxi­mino Garrido y en San Martin de Elines, Tomás Herrero. También figuran como alpargateros en Pes­quera, Francisco González; en Ro­camundo, Joaquín Pérez; en San Martín de Elines, Hermógenes Alonso, Pedro Peña y Minervino Saiz, y en Villamoñico, Chicote y Hierro hijos.

Vías que unen

Museo Etnográfico El Pajar

Siete empresas llegaron a ofrecer líneas de autobús en la comarca para completar al ferrocarril
 
Viejas sendas, cordadas, carrales, vías antiguas de herradura, calzadas, caminos y cañadas dieron paso a las calzadas romanas, en un principio realizadas por los legionarios para unir las ciudades conquistadas, siguiendo este modelo de construcción hasta la Edad Media, cuando pasaron a ser rutas más transitadas y seguras, entre los núcleos de población. Estas rutas ofrecían a sus transeúntes portalones, tabernas, ventas y hospitales donde descansar y soltar los animales; por ellas pasaban soldados, viajeros a pie, con cabalgadura o en carruajes, rebaños de ganados, caravanas de mercancías comerciales... Todo un trasiego que era portador de culturas, costumbres y tradiciones, donde se mezclaban formas de vida, lenguaje, creencias y folklore.
 

Los juegos de la tradición

Museo Etnográfico El Pajar

La imitación de los mayores, clave de su desarrollo
Toda civilización nace, crece y evo­luciona de acuerdo con las costum­bres y tradiciones que se desarro­llan en ella. Sus pobladores van adaptando sus leyendas y juegos a los cambios que se producen en su contexto geográfico, social y cultural. En este contexto debe­mos situar los juegos tradiciona­les que surgen en el medio rural, de costumbres pastoriles y de su relación con las labores agrícolas y ganaderas, Estos juegos se han transmitido oralmente de genera­ción en generación, marcados en un modo cíclico por las horas del día o las estaciones del año. A tra­vés de ellos el niño explora, arries­ga, imagina, desafía y aprende comportamientos y reglas crean­do sentido de comunidad, apren­diendo de sí mismo, y de los de­más.

Siderurgia en Campoo

Museo Etnográfico El Pajar

Las ferrerías del siglo XVIII, precursoras de la moderna forja
Un paseo entre las doce escultu­ras que se encuentran en la ribe­ra del río Ebro en pleno corazón de Reinosa da pie a la meditación acerca de la siderurgia en nues­tra Merindad. Su creador, el escul­tor Agustín Ibarrola, junto con los profesionales del taller de gran forja de Gerdau, han reflejado las características físicas y la forta­leza de las gentes que trabajaron y forjaron el hierro.
 

La 'Cope' de La Naval

Museo Etnográfico El Pajar

Un economato que marcó época en Reinosa

El fracaso relativo de la cartilla de racionamiento, impuesta desde 1939 hasta 1952 para garantizar el suministro básico de alimentos a las familias sin el habitual y obligado recurso al estraperlo, para cubrir las necesidades cotidianas, está detrás de la creación en España de los economatos. Nacieron como una imposición del Gobierno a las empresas, que debían facilitar los locales, pagar los gastos y llevar la administración y gestión de su funcionamiento diario. Estos establecimientos, sin ánimo de lucro y sin aportación económica por parte de los trabajadores, tenían como fin conseguir para la economía familiar, las mejores condiciones posibles de calidad, peso y precio de los productos de consumo más usuales y necesarios.

El pastoreo comunitario

Museo Etnográfico El Pajar

Los "vecerus" eran los encargados de guardar por turnos el ganado
En nuestra Merindad de Campoo, desde el Medievo hasta mediado el siglo XX las comunidades vecinales permanecieron ancladas en ancestrales estructuras económicas y sociales rigiéndose en concejo público, donde se dictaban las normas de convivencia vecinal y aquellas que incidían en el aprovechamiento de los bienes del común, como eran el monte y los pastos. Se trataba de un modelo primitivo, basado en la subsistencia, donde el dinero apenas circulaba y las familias eran autosuficientes y con una prole muy numerosa para hacer frente al pastoreo y las faenas agrícolas.

El lenguaje de las campanas

Museo Etnográfico El Pajar

Los toques marcaban la vida cotidiana de los pueblos
La campana era y es en la sociedad rural tradicional la voz de Dios que reúne al pueblo y al clero, que atrae todo lo bueno y expulsa todo lo malo. En ocasiones llama a alegría y fiesta, otras a dolor y pena, e incluso da la señal de alarma por algún peligro. Todas las iglesias parroquiales tienen, o tuvieron, como mínimo en sus espadañas o torres dos campanas con distinta sonoridad: la grave, denominada popularmente macho y la aguda, denominada hembra. Se identifican también dos tipos de campanas: las romanas y los esquilones.

Hacer la colada

Museo Etnográfico El Pajar

Del río a la tabla de lavar en la cocina
Hacer la colada era una de las la­bores domésticas propias de la mu­jer y era una tarea ingrata y ago­tadora. Tenían que pasar horas la­vando en las riberas de los ríos, arroyos, lavaderos públicos o pri­vados, en los desvacíes de los mo­linos o en charcas de desagües de las fuentes del lugar. Todo ello a la intemperie y con las condicio­nes climatológicas que todos co­nocemos. Se les cortaban las ma­nos de frío, lo que provocó nume­rosas enfermedades asociadas a esta labor.

La Fontoria, una historia de baños

Museo Etnográfico El Pajar

De mina de magnesita a piscina ciudadana y lugar de encuentro
 
De los paseos que realizaban los vecinos de Reinosa, uno de los que gozaba de mayor belleza y encan­to natural se encontraba en el ve­cino pueblo de Fresno del Río: pa­rajes como Monasterio, la Dehesa y sus alrededores o la pradera de Santa Ana, formada por una in­mensa alfombra verde, en cuyo alto se encuentra su ermita. En los meses de agosto y septiembre se recogían allí las aromáticas y be­neficiosas manzanillas. La tarde finalizaba con una agradable me­rienda y los jóvenes en el tardío alargaban la estancia para comer las patatas asadas, para lo cual pre­paraban una hoguera con los palucos de los arbustos y los moñigos secos de la pradera. En el res­coldo de sus brasas se metían las patatas enteras, en muchos casos procedentes de los patatales cer­canos, sacadas tras la ‘cata del pie’ para que nadie notara su falta. Una vez asadas, se pelaban y untaban al tiempo de comerlas con la sa­brosa mantequilla campurriana.

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