Comenzaremos delimitando el tema sobre el que va a tratar el presente artículo, ya que el título puede parecer un poco pretencioso. No se trata de estudiar toda la producción que exhiben los edificios de Reinosa de elementos arquitectónicos de hierro, sino de fijarnos en lo más representativo que son las rejas y los balcones. Sin embargo, es necesario enumerar los diferentes trabajos de forja que se hallan distribuidos por la ciudad. De modo general se pueden observar bastantes "verjas" que cierran sobre los muros bajos los jardines de casas y chalés, así como las correspondientes puertas de acceso. Entre los numerosos ejemplos se puede citar el cierre de los jardines del edificio de Hacienda y los existentes a lo largo de la calle Castilla. En ocasiones también hay puertas de hierro aisladas, como la que cierra el antiguo cementerio, en el paseo de San Francisco.
Con la finalización del siglo XX no sólo terminó la vigésima centuria de nuestra era sino que, además, certificó lo que se iba produciendo en los últimos años: la desaparición de formas de vida, actividades y oficios en el medio rural de la comarca de Campoo. Es el caso de los herreros: ya no quedan en los pueblos ni en Reinosa. Unos abandonaron la profesión por otra mejor remunerada en la industria; otros se jubilaron y, en todos los casos, principalmente porque a partir de la mecanización del campo y la decantación mayoritaria por la ganadería en todos los municipios, el oficio de herrero se hizo prescindible.
Sin embargo, el herrero a lo largo de la historia ha sido necesario en la vida tradicional de los pueblos porque de él dependía la reparación y la fabricación de herramientas y utensilios para la actividad doméstica y productiva.
El herrero de los pueblos era también cerrajero y herrador: por eso junto a la fragua era frecuente hallar el herradero necesario para calzar con callos (bueyes y vacas) y herraduras (caballos y yeguas) a los animales de labor.
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