Ebro, el río molinar. Restos de una antigua tradición

Roberto Lacalle Calderón, Fernando Prieto Serrano, Juan Antonio Santiago Muriel, Pedro Luis Serrano Gómez y Laura Valdizán Arcera

Vengo de moler morena
de los molinos de abajo.
Duermo con la molinera,
no me cobra el trabajo

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   Ocultos, sencillos y grandiosos, silenciosos, desconocidos y sin duda únicos, los molinos y batanes, electras y más molinos, aprovechamientos hidráulicos todos, se presentan como la enésima de las sorpresas que de la mano del Ebro, aún nos depara Campoo. A la vera del río entre los ríos, aquí donde todavía es casi arroyo, se extienden desde Fontibre hasta Requejo, puerta del pantano, cerca de una docena de ingenios, que en tiempos pasados con el ruido de sus piedras animaban la vida campurriana.

   Desde los orígenes de la humanidad el desarrollo de los pueblos ha estado íntimamente ligado a la utilización y explotación de los recursos hidráulicos en todas sus variantes y en Campoo este hecho se plasma en un tipo de obras, tal vez las más modestas que puedan concebirse, que salpican toda la comarca. Desde unas pequeñas presas o azudes se consigue desviar a través de un canal parte del agua que discurre por el río hacia un edificio, donde mediante un salto más o menos grande en función de las necesidades se logra poner en marcha un mecanismo que debe realizar la función para la que fue diseñado, a saber, moler cereal, abatanar los paños o producir energía eléctrica entre otras.
   Llama especialmente la atención que en los pocos kilómetros que separan las fuentes del Ebro de su embalse, se agolpen o, mejor dicho, se agolparan -tristemente hoy ninguno está en funcionamiento y muchos están en ruinas- , un elevado número de estas construcciones. La potencia del río en éste su curso más alto o la consolidación de Campoo como paso obligado del trigo castellano en su recorrido hacia las colonias de ultramar vía puerto de Santander fueron los factores que sin duda animaron a la implantación masiva de esta industria siglos atrás y que alcanzó su mayor apogeo con la creación de infraestructuras como el Camino Real y el Canal de Castilla. Pero aquello que propició su desarrollo comenzó a sepultarla, y así la perdida colonial tras el desastre de 1898, encadenada con otras cuestiones como la construcción del embalse, con la inundación directa de muchos molinos y el aludido por los ancianos de la zona cambio climatológico que hizo que el trigo no volviera a granar en Campoo. acabaron con el negocio que en otra época fuera motor de la comarca.
   Pretendemos por tanto que estas páginas sean un pequeño recorrido por los aprovechamientos hidráulicos que nos regaló el Ebro en sus primeros pasos, en concreto hasta la cola del pantano, un sencillo homenaje a una tradición, a una forma de vida recordada aún por muchos y maltratada por las circunstancias, un recuerdo a unas gentes, a una estirpe extinta como la del molinero y la molinera, un tributo a ese lugar irrepetible que son los molinos.
 
ELECTRA DE FONTIBRE
   Muy cerca del nacimiento del Ebro, a las afueras del pueblo de Fontibre, encontramos el primero de todos los molinos, del que actualmente sólo quedan un conjunto de piedras, pero de una gran importancia histórica para la zona, ya que en el pasado fue una fuente de servicios muy interesante.
   Primero se fundó como molino -es citado ya como tal en el diccionario de Madoz en 1850- y después se utilizó como electra: "Electra de Fontibre", durante la primera mitad del ya pasado siglo XX, como nos comentó un vecino de la zona, el Sr. Victorino Sáez Pérez.    Proporcionaba electricidad a Salces, Fontibre, Suano, Monegro y Orzales. En la cercana Posada de Fontibre guardan enmarcados con gran celo recibos pertenecientes a la Central, remontándose los más antiguos a 1921.
   Simultáneamente a su aprovechamiento eléctrico, se utilizó como molino de harina, e incluso durante la Guerra Civil funcionó de forma ilegal para saciar el hambre de las familias de las cercanías.
   Actualmente está abandonado, y solamente quedan unos pocos sillares de un gran tamaño y bien tallados, permitiéndonos imaginar ligeramente el espacio ocupado antiguamente por el inmenso molino, que con sus cuatro plantas y sus 64 luces al exterior entre puertas y ventanas era uno de los mayores edificios de la zona como aseguran con mezcla de orgullo y pena los habitantes del lugar.
   Cabe decir que el azud o presa que derivaba agua hacia la electra, de cerca de 50 metros de largo y dos de salto de agua, ha sido recientemente remodelado e integrado con bastante éxito en el conjunto natural del nacimiento del Ebro.
 
EL BATÁN

Foto Gummer    Siguiendo el cauce del río, fuera ya del pueblo de Fontibre pero aún en esta pedanía, nos encontramos con un azud escondido por la vegetación, compuesto principalmente por piezas de sillería, en mal estado ,y de poca altura. Éste sirve para desviar agua a un batán que se encuentra a pocos metros aguas abajo.
   Este batán representa una edificación de tamaño medio y planta rectangular. Inicialmente tuvo dos entradas y dos salidas de agua, pero posteriormente se cerró una de ellas. Actualmente se encuentra derruido, quedando en pie únicamente los pilares y las paredes. Apenas existe tejado. Aun así es una imagen digna de ver, tal vez, debido a lo embellecedor del entorno, o la magia que supone contemplar cómo fluye el agua de sus entrañas a través de un precioso cárcavo semicircular. De hecho es un lugar retratado múltiples veces por diversos pintores como consecuencia de su extraño carácter.
   Si seguimos el canal de salida nos encontramos de nuevo con el río.
 
EL MOLINUCO O BATÁN

   Al lado de dos casas aisladas al margen derecho de la carretera bajando hacia Reinosa y antes de entrar en Salces, se encuentran los restos del molinuco, propiedad de Benigna Fernández, que se reducen a un pequeño azud y al canal de salida, al cual patos y gallinas se acercan a beber.
   Ese azud que observamos hoy tan débil y medio en ruinas es el mismo que, junto a las piezas del molino que yacen debajo de la vivienda, durante 120 años sirvió para que muchas familias pudieran moler trigo.
   Su destrucción hace ya más de cuarenta años, parecía inminente. Eran años de pobreza y uno no se podía permitir tener un edificio sin utilizar, y es que ya llevaba varios años sin moler. Por otro lado, la familia de los propietarios crecía y se necesitaba espacio, con lo que se llevó a cabo la demolición del molino y posterior construcción de la vivienda que, se puede contemplar actualmente.
   En esta ocasión el Molinuco no corrió la misma suerte que otros, y la necesidad de los mismos que algún día dependían totalmente de él, provocó la difícil decisión de acabar con su vida.
 
MOLINO DE LA FAMILIA CALLEJO
   En el centro del pueblo de Salces, junto a la pequeña iglesia, se ubica el molino propiedad de los señores Callejo. Recientemente remodelado y habilitado como vivienda, nos encontramos con una gran casa que aún conserva todos esos detalles externos que antiguamente poseía el molino.
   Aguas arriba de la casa se encuentra el azud, de muy difícil acceso a menos que se llegue a través del río. Aún se conserva intacto, tal y como era antes. Es una majestuosa presa de casi dos metros de alto y ocho de largo, que da paso a un remodelado canal de entrada, con altas paredes hechas de mampostería. En cuanto al canal, podemos decir que el agua todavía transcurre a través de él, contrariamente a lo que sucede en la mayor parte de los molinos que han sido objeto de nuestro estudio. Y de vuelta a la ya citada casa, se puede contemplar cómo también se conservan cuidadas las compuertas que daban paso al agua para entrar al molino. Una vez pasado el molino, el agua prosigue su camino a través de un canal excavado en tierra y, aguas abajo, se vuelve a unir con el río, poco antes de volverse a separar para visitar esta vez la antigua piscifactoría.
   Su simple observación y los comentarios de los lugareños nos llevan a la conclusión de que en su época fue un molino importante; y de acuerdo con sus dimensiones posiblemente en él se maquilaban grandes cantidades de cereal procedentes de Castilla.
 
MOLINO DE LAS PISAS

   En el mismo núcleo de Salces encontramos el segundo de los molinos de esta localidad. Un inmenso caserón de cuatro plantas nos habla ya a distancia de la singularidad de este edificio, que siglos atrás también moliera a destajo trigo castellano con destino a las colonias de ultramar y por lo tanto a medio mundo.
   Como el de sus vecinos de la familia Callejo, esta obra comenzó siendo molino harinero, como ya hemos comentado, pero si hay algo que le ha hecho especial en las últimas décadas, fue su uso de piscifactoría. Sirviéndose de la buena disposición del canal de salida reconvirtieron éste en un sistema de piscinas donde se criaron truchas por espacio de veinte años, entre 1970 y 1990. Posteriormente ese negocio fue abandonado, y en la actualidad el antiguo edificio del molino alberga una soberbia casa y la panadería del pueblo, sin que exista ya ningún tipo de aprovechamiento hidráulico.
 
CIELLA

   En el punto en que el Ebro dice adiós al municipio de Campoo de Suso que le vio nacer y se interna en Enmedio, se levanta un soberbio edificio: la fábrica Ciella. Sus cuatro alturas y su llamativa chimenea de ladrillo rojizo suponen un claro contraste con la arquitectura típica de la zona y son testigos, hoy ya mudos, de lo que debió de representar en otro tiempo este complejo industrial.
   Si desde la fábrica andamos aguas arriba podemos contemplar lo que queda del azud que derivaba agua hacia el edificio. No es difícil, haciendo un ejercicio de imaginación, ver el amplio terreno que inundaba la balsa de agua, lo que unido a las considerables dimensiones del canal nos hace deducir que probablemente fuese ésta la mayor obra hidráulica de la comarca hasta la construcción del pantano del Ebro.
   En cuanto a su historia, Ciella cuenta si cabe con más episodios que el resto de los molinos y electras cercanos. Posiblemente su creación responda al mismo fin que las obras vecinas, es decir, aprovechar la fuerza del río para mover los rodetes de un molino harinero, pero fueron sus posteriores usos los que aportaron la singularidad que en cierto modo hoy conserva. De simple molino pasó a fábrica de harina y de ahí, apoyándose en la energía hidráulica, a fábrica de muebles, época que dejaría para nuestro deleite la soberbia chimenea. Pero los tiempos cambiaban y la rentabilidad no se encontraba ya ni en la molienda ni en los muebles y la familia Argüeso, antigua propietaria de Ciella, decidió reorientar su negocio y convertirlo en fábrica de luz. Y fue precisamente este uso el que vio el triste final al que parecen condenados todos estos curiosos ingenios hidráulicos de Campoo: su desaparición y progresiva transformación en ruinas. Podemos decir, para situar en el tiempo que se dejó de vender electricidad a Viesgo en torno a 1980, y que durante algunos años más aún estuvieron las turbinas en funcionamiento para uso exclusivo de sus propietarios.
   En la actualidad el estado de Ciella es lamentable y como nadie lo remedie rápido, sus piedras, las mismas que contemplaron los encantos de la molinera, las que un día apestaran a barniz, las que protegieron a los aldeanos de las bombas de la Guerra Civil, o las que albergaron los mecanismos que repartían un débil hilo de luz en la oscuridad de Campoo, esas mismas piedras se desplomarán unas sobre otras y Ciella estará sólo en el recuerdo de aquellos que la conocieron en su esplendor.
 
MOLINO DE ANTONIO

   Es al llegar al pueblo de Nestares, donde nuestros pasos se van a encontrar con el último de una antigua saga de molineros. Y para nuestra sorpresa el molino, como si el paso del tiempo no le hubiese afectado permanece allí, intacto, soberbio, en un paisaje en continua remodelación.
   La construcción de este molino se remonta al siglo XIX, siendo ya nombrado en el Diccionario de Madoz editado en el año 1850.
   Cuando llegaron a él sus actuales propietarios eran malos años; la Guerra Civil supuso tiempos de hambre, en los que había un estricto control sobre todas las actividades, incluidas las de los molinos. Éste, como muchos otros de la zona, debajo de las tablas que conforman su suelo, guarda los rastros de todos aquellos que en él buscaron cobijo ante la inminente llegada de bombardeos. Y así mismo, recuerda aquellos meses en los que sus piedras, precintadas con un alambre, dejaban de moler ante las continuas sanciones impuestas por el régimen. Sin embargo, no por ello dejó definitivamente de funcionar, y era necesario reconvertirse para poder afrontar la competencia.    Como característica singular frente a la mayoría de molinos de la zona, éste empleaba 4 turbinas en vez de rodetes, que en 1950 fueron repuestas por última vez.
   Pero como ya es frecuente en estos parajes que ven nacer al Ebro, se dejó de moler, y aunque el edificio en sí corrió buena suerte por ser rehabilitado como vivienda, no podemos decir lo mismo del azud, actualmente en ruinas.
   Lo máximo que llegaremos a contemplar son las inmensas piedras que aún conserva presidiendo la entrada, en el suelo, unas herrumbrosas pesas que miden libras y, si somos observadores, los techos reforzados del edificio para soportar todos aquellos sacos rebosantes de cereal. Lo demás permanecerá en nuestro recuerdo.
 
LA CASONA DE NESTARES

   Llegando casi a Reinosa pero aún en el pueblo de Nestares, llama la atención un edificio, que como otros tantos en esta región, se ha apuntado al turismo rural y apuesta por albergar tras sus paredes una posada. Pero tras el nombre de La Casona, que incluso puede despistar, se esconde un molino de importantes dimensiones. En lo que al resto de la obra se refiere cabe decir que los canales no presentan muy mal estado, pero en el azud la vegetación y la maleza campean a sus anchas. Éste es el único molino cuyas compuertas siguen funcionando en la actualidad. Como otro dato significativo, podemos reseñar que a escasos metros del edificio se conservan los rodetes y parte de la maquinaria que otrora moviera el viejo molino.
 
MOLINO DE LOS OBESO
   Abandonamos momentáneamente el municipio de Campoo de Enmedio para introducirnos en la villa de Reinosa. En este tramo, las márgenes del río se transforman en amplios paseos protegidos por la sombra que los esbeltos chopos ofrecen a niños y mayores en los días soleados.
   Y es en uno de estos singulares parajes donde nos encontramos con el Molino de los Obeso, uno de los pocos vestigios que nos permiten aproximarnos a aquella otra Reinosa de hace más de 100 años, aquella ciudad en la que el sonido del traqueteo de los carros cargados con cereal de Castilla, hacía presagiar la llegada de un período fértil para la región.
   Inicialmente fue conocido como Molino de San Esteban, por estar dedicado a la antigua iglesia parroquial erigida donde en la actualidad se ubica el cementerio municipal. Desgraciadamente, no corrió mucha mejor suerte que el resto de molinos durante la época de declive, y es en 1952, cuando coincidiendo con el Decreto de Liberalización Comercial, se produce su cierre. Esto se tradujo en oscuros años para el edificio, que sufrió una etapa de deterioro y abandono, hasta que en 1980 un incendio redujo a ruinas dos siglos de historia, dejando en pie apenas sus cuatro paredes.
   Y en ruinas permaneció hasta que en 1988 fue adquirido por el Ayuntamiento de Reinosa, que dejó en manos de la Escuela Taller de la villa las arduas tareas de rehabilitación del edificio. En cuanto al aspecto exterior que ofrece en la actualidad, destacar que poco conserva ya de lo que en otros tiempos fue. Tanto el azud como el sangradero han sido totalmente remodelados. Las compuertas por su parte, se repusieron con fines estéticos para incorporarlas al complejo proyecto de acondicionamiento de las orillas del río. El edificio en sí, después de su remodelación, cambió de aspecto, y sus tres pisos de piedra se convirtieron en la vistosa fachada acristalada.

Foto Gummer

MOLINO BOTELLAS
   Llegamos al pueblo de Requejo, donde nuestros pasos llegan al punto final de la trayectoria que comenzó en Fontibre, junto a la Virgen del Pilar.
   Tras unos pocos kilómetros acompañando al "niño Ebro" a través de tierras campurrianas, llegamos a las puertas del pantano, allí donde el verde intenso de los bosques de Cantabria se une con el azulón de las gélidas aguas del río que acaba de nacer.
   Es en este sorprendente paisaje donde nos encontramos con el Molino Botellas, escondido entre los frondosos árboles y los sólidos pilares de la carretera nacional. Era un edificio grande, de tres plantas, rematado con grandes sillares que aumentan esa sensación de sobriedad que experimentamos ante todo aquello de lo que tenemos conciencia que guarda siglos de historia. Sabemos que perteneció a gente adinerada que, tras emigrar a Madrid, dejó al molino en un estado de abandono y continuo deterioro, lo que derivó en un incendio, quedando así reducido a unas pocas piedras. Permaneció así hasta que hacia 1947 fue reconstruido, convirtiéndose en ese pequeño molino de una planta que hoy en día podemos contemplar.
   Cuando entramos en el interior, vemos con agrado un pequeño museo de lo que fue el molino. El techo recientemente barnizado, aún guarda las muescas que los antiguos elevadores mecánicos dejaron y los muros están repletos de picas, sierras, martillos... esperando a que su amo vuelva a cogerlas en el inicio de una larga jornada limpiando las piedras francesas de casi 1000 kilos de peso. Aunque de las 2 tolvas y el molino-martillo que existía sólo se conserva una de las tolvas, ésta se encuentra en perfecto estado de conservación, así como la cabria y las diferentes básculas que se empleaban. Y allí escondida también vemos una antiquísima dinamo de corriente continua, que con sus 3.800 revoluciones por minuto, proporcionaba luz a las bombillas de 125 vatios que tenía la casa. A causa de la obra de la nueva, y pronto vieja N-611, parte de los terrenos del molino fueron expropiados y devueltos los derechos del canal a la Confederación Hidrográfica del Ebro. El propietario optó por cubrir tanto el canal de entrada como el de salida.
   Aguas arriba del molino, del olvidado azud sólo quedan las estacas de madera noble, aquellas que hace mucho tiempo amortiguaron el paso del agua, mientras que el resto fue arrastrado por el río en su viaje hacia el Mediterráneo.
   Pero este molino guarda aún su magia. Fuente de inspiración y museo de un joven escultor y pintor campurriano, sus habitaciones se han transformado en laberintos que discurren entre cuadros y esculturas.
 
MOLINOS DESAPARECIDOS
   Merece la pena cuando menos hacer referencia a dos YC emblemáticos molinos, que aunque ya inexistentes, seguro son recordados por la mayoría de los reinosanos.
Foto Gummer"El molino de la Húngara"Foto Gummer
   Estaba situado 200 metros aguas abajo del de los Obeso. En la actualidad sólo quedan restos tapados de zarzas de lo que fueron sus compuertas y la entrada del canal.
"El molino de Federico Amor"
   Ubicado unos 150 metros aguas abajo del anterior. Hoy sólo queda la silueta de sus paredes en la casa anexa a él. Tenía un largo canal de entrada paralelo al río. Sus aguas vertían de nuevo al río perpendicularmente a él a través de un pequeño canal de salida.
 

 
Queremos agradecer la colaboración amable y desinteresada de M° Luisa Ruiz Bedia, profesora de Historia de las Obras Públicas de la Universidad de Cantabria, la buena disposición de los propietarios de los molinos, en algunos casos aún sus moradores, y la paciencia y cariño con que nos trataron los ancianos de los pueblos que visitamos,,fuente inagotable de historias con cuya aportación podríamos haber escrito varios libros.