‘La Panificadora de Reinosa’, impulsada por Federico Amor, almacenista de cereales y harinas, fue la primera gran industria de pan de la comarca a partir de los años 20. Fue un proyecto ambicioso y pionero en su época, con tres hornos de leña, dos de los denominados ‘de escopeta’ y uno de la casa Royal de producción continua, con moderna maquinaria para el amasado, armarios de fermentación y con la máquina divisora de masa para la producción de barras de pan. En 1980 modernizó las instalaciones con hornos eléctricos que no fueron rentables. Y en 1994 cerró el negocio.
Otra panadería, ‘La Moderna’, se puso en funcionamiento en los años 40 del siglo XX, en la calle José Antonio Primo de Rivera n° 19. Su primer propietario fue el comerciante Leopoldo González, que luego la traspasó a Ángel Villa, panadero de Santander. Fue cerrada en 1947, tras detectar los interventores que cocían pan fuera del cupo permitido.
El abandono de las coceduras de pan familiar dio paso a un apogeo en los valles cercanos de las industrias panaderas que se aventuraron a competir con los panaderos de la ciudad y ser los abastecedores de la población rural.
Aparecieron panaderías en Campoo de Yuso (Villasuso, La Población y Orzales). En las Rozas de Valdearroyo surgieron en el pueblo de Renedo y en Arroyo, aprovechando el auge de población durante la construcción del pantano del Ebro. En Campoo de Enmedio había panadería en Matamorosa, y en Campoo de Suso en Salces, Espinilla y Argüeso. En Valdeolea, en Mataporquera y en el pueblo de Olea, y en Valderredible en Ruerrero y Polientes.
Los panes elaborados se presentaban bajo diversas tipologías: moreno o blanco, con un peso de cuatro, dos, una o media libra (con la conversión del peso en kilos, el peso de la libra se quedó en medio kilo). Se hacían también barras grandes y pequeñas, colonos (barras de pan bregado) y bollos. Eran muy apreciadas las tortas de aceite encaradas, técnica para que penetrara más el aceite durante la fermentación. El pan se despachaba en la panadería o en la tienda, pero también se repartía a domicilio con carro de caballo por los diferentes barrios y pueblos. Hasta los años setenta se podía ver por las calles a los repartidores compitiendo con las furgonetas que al fin les sustituyeron.
Durante el racionamiento derivado de la Guerra Civil Española, la escasez de harina de trigo obligó a la mezcla de otros cereales como el centeno, el maíz y los salvaos que desmejoraron la buena calidad del pan. El gremio de panaderos quedó bajo vigilancia y control, obligado a fabricar el pan del cupo, llamado ‘chusco’, en pequeñas barras con un peso de 150 gramos, o panes de 600 gramos, que eran divididos en cuatro raciones para su distribución.
Competencia rural
La liberación de la venta de pan posibilitó a los panaderos rurales poder realizar sus ventas en Reinosa, así como poder comprar harina en un mercado libre. Decayeron las ventas de los panaderos locales, de modo que en los años noventa del siglo XX no quedaba ninguna panadería abierta por dejar de ser competitivas ante las nuevas técnicas de elaboración y comercialización con hornos y métodos de panificación cada vez más rápidos. La introducción de las masas congeladas modificó también el sistema de comercialización del pan.
Los panaderos rurales, que mantuvieron sus negocios abiertos pese a la competencia de los establecimientos que introdujeron las nuevas técnicas, no abandonaron la cocción del pan con horno de leña y en los últimos años han ganado clientela en una sociedad que busca un pan artesanal nutricional de apetitoso sabor, color y olor de antaño.
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