De mina de magnesita a piscina ciudadana y lugar de encuentro
De los paseos que realizaban los vecinos de Reinosa, uno de los que gozaba de mayor belleza y encanto natural se encontraba en el vecino pueblo de Fresno del Río: parajes como Monasterio, la Dehesa y sus alrededores o la pradera de Santa Ana, formada por una inmensa alfombra verde, en cuyo alto se encuentra su ermita. En los meses de agosto y septiembre se recogían allí las aromáticas y beneficiosas manzanillas. La tarde finalizaba con una agradable merienda y los jóvenes en el tardío alargaban la estancia para comer las patatas asadas, para lo cual preparaban una hoguera con los palucos de los arbustos y los moñigos secos de la pradera. En el rescoldo de sus brasas se metían las patatas enteras, en muchos casos procedentes de los patatales cercanos, sacadas tras la ‘cata del pie’ para que nadie notara su falta. Una vez asadas, se pelaban y untaban al tiempo de comerlas con la sabrosa mantequilla campurriana.
Estos términos, en el siglo XII, pertenecieron al Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, formando parte del coto redondo en el que se encontraba la aldea de Berzosa. En dicho lugar existió un manantial denominado Fontoria considerado como agua medicinal, debido a su contenido en magnesio. José Zunzunegui, a la búsqueda de minerales para la floreciente industria siderometalúrgica, puso en marcha en este lugar a finales del siglo XIX la explotación minera de magnesita denominada ‘San José’. La mina contaba con un capataz y 22 operarios. El trabajo de los mineros en aquella época era de gran esfuerzo y sacrificio, extrayendo el mineral a pico y pala en unas condiciones de poca seguridad, alumbrados con candiles de carburo en galerías mal acondicionadas y llenas de humedad.
El mineral, una vez sacado de la mina, se sometía a selección para transportarlo por vía estrecha en vagonetas basculantes a la escombrera cercana o por el promontorio que cruzaba el Pastizón, cubriendo el desnivel hasta los hornos instalados en las inmediaciones de Nestares (lo que es hoy conocido como barrio Los Hornos). Allí era sometido a un proceso de calcificación para su comercialización. Desde este lugar era carreteado a la estación de ferrocarril de Reinosa, donde se facturaba para su comercialización. Con el tiempo, la constante floración de las aguas del subsuelo impidió su achique y, según el periódico El Cantábrico, en 1925 la mina estaba abandonada.
En el año 1939 la empresa de Emilio Valle realizó un nuevo intento de recuperar la explotación del yacimiento. Se dotó de red eléctrica a un transformador para poder instalar un sistema de bombeo que tuviera controlado el caudal del agua surgente por debajo del nivel freático y poder realizar los trabajos de extracción del mineral. El Diario Montañés de 13 de julio de 1939 hace eco de la noticia: «La gente de Reinosa está visitando las obras de desagüe de la mina ‘Fontoria’. Se trata de un pozo de 24 metros de profundidad por casi otros tanto de diámetro, que servirá de base para explotar los yacimientos de magnesia que emerjan en sus inmediaciones».
Un capataz y 20 operarios re iniciaron la explotación, barrenaron y dinamitaron sobre las galerías ya existentes hasta llegar a agotar el filón de magnesita, de modo que afloró la caliza. Un nuevo abandono dejó el cráter actual, con su escombrera. La floración de las aguas sumergió la explotación quedando el pozo que actualmente presenta un diámetro de 60 metros y una profundidad al centro de 10 metros. El agua tiene salida permanente todo el año manteniendo el mismo nivel a la boca del desagüe.
A finales de los años 40 y principios de los 50 del siglo XX este lugar toma una nueva vida como zona de ocio y baños en verano. Un grupo de féminas decidieron tomar baños de sol y esto causó cierta atracción varonil donde se exhibían habilidades y técnicas de natación. También se llevaba a los niños para que aprendieran a nadar. El lugar se fue adaptando y mejorando su entorno: se taparon dos pozos para dar mayor espacio a la campa, se realizó un relleno de arena para suavizar el suelo y la entrada al agua, se plantaron árboles y colocaron dos trampolines que dieron un ambiente más deportivo. Berna montó un chiringuito que abría al medio día y por la tarde para refrescar las fatigas solares.
Posteriormente, en 1976, Luis Sierra mejoró el chiringuito añadiendo más variedades de bebidas y pinchos de tortilla a media tarde. En la fiesta de Santa Ana, el propietario del chiringuito obsequiaba a sus clientes, a media tarde, con la suelta de patos, introduciéndolos en el centro del pozo; los competidores, colocados en todo su contorno, se lanzaban veloces a conseguir coger uno de ellos.
Baños limitados
Las zonas de baño en Reinosa eran muy limitadas. El Ebro no era apropiado y el Híjar se secaba en verano. Se utilizaban piscinas de fortuna, como el depósito que formaba la recogida de aguas para la naval del arroyo del Izarilla, a los pies del muro de la fábrica. Este lugar era conocido por los bañistas como el Sacris.
Con el tiempo, la máxima afluencia de gente en la Fontoria removía lodos y embarraba el agua. Esto motivó el desplazamiento de los bañistas hacia los pozos del río Híjar en Riaño, una campa privilegiada. Las bicicletas, motos y los automóviles familiares junto con la camioneta de Jesús Blanco desplazaban a las familias hasta este lugar, en donde se pasaba el día en sus praderas y se lanzaban los más atrevidos desde el puente al pozo negro.
En 1980, ante el abandono de los bañistas de la mina Fontoria, el empresario Rafael Pozo proyectó una escuela con la técnica de pesca a látigo sin muerte, para la que se dotó al pozo de 40 truchas adultas, pero los furtivos acabaron con el proyecto y no se llegó a crear la escuela. La instalación de la piscina municipal de Reinosa cubrió mejor todas las necesidades de los ciudadanos.
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