Pisones, pisas y batanes en la geografía de Campoo
Los tejidos de lana al salir de los telares presentan intersticios entre los hilos y en sus cruzamientos que hacen que sean más o menos permeables al aire y al agua. Cuando de estos tejidos se querían obtener paños para vestidos o mantas, convenía cerrarlos, esto se lograba enfurtiéndoles mediante el pisado hasta lograr la calidad deseada.
El enfieltramiento de los tejidos de lana se produce porque su fibra tiene una cubierta escamosa. Cuando ésta se moja, se hincha y sobresale hacia fuera. Aplicándola una presión intermitente, van interponiéndose unas fibras entre otras, enmarañándose entre sí, de modo que forman una masa cada vez más compacta que hace al tejido más o menos impermeable al viento y al agua.
Para conseguir este enfieltramiento, el método más antiguo descrito consistía en meter el tejido en un recipiente donde se empapaba con agua fría o templada. En algunos casos se añadía agua jabonosa para el desengrasado de sus fibras. Colocando el tejido dentro de un recipiente procedía el pisonero, persona que calzaba unos zuecos de madera con la suela plana, al pisado de los tejidos. En épocas posteriores el pisado se realizaba golpeando con mazos. Cada cierto tiempo recibían el relevo de otro pisonero, pues el proceso era largo hasta conseguir un buen paño.
En la Edad Media se mejora el proceso, construyendo a la vereda de los arroyos caudalosos o riberas de los ríos unos instrumentos hidráulicos que agilizan el enfieltramiento, lo que permitió obtener mejores resultados en el acabado de los paños. A estos se les denominó pisones ó pisas y su estructura estaba a cielo abierto o cubierta con una tejavana. Su tiempo de trabajo se limitaba por las inclemencias del tiempo en invierno o la escasez de agua en verano, si éstas no se abastecían de un río caudaloso. La demanda de paños mejoró y perfeccionó los rústicos pisones, acoplándoles algunos elementos metálicos que evitaban el desgaste de sus maderas y agilizaban su rendimiento. Más tarde, se les introdujo en una edificación para poder prolongar el tiempo de trabajo y mejorar las condiciones del mismo. A estas construcciones se les denominaba batanes, de pequeña planta rectangular, con muros de piedra y esquinales labrados, cubiertos con tejado a dos aguas. A veces en su planta baja se encontraba la maquinaria dispuesta para el trabajo y en la planta superior la estancia y almacén del batanero. Exteriormente se encontraba una represa que guiaba el agua por el canal de admisión, construido con muros de piedra, haciendo represa cuando no había mucho caudal, a fin de proporcionar la energía hidráulica necesaria para el funcionamiento del batán. El agua salía por el canal de desagüe de vuelta al río, una vez utilizada su energía mecánica.
La toponimia de la Merindad de Campoo nos sirve para localizar algunos de los lugares donde se desarrolló esta actividad. En Campoo de Suso con la denominación de ‘pisón’ en Fontibre. ‘La pisa’ en Entrambasaguas, Soto y La Miña. ‘Las pisas’ en Izara y Salces. ‘El batán’ en Fontibre. En Valdeolea, ‘las pisas’ en el pueblo de Olea. En Valderredible, ‘la pisa’ en Cejancas, Santa María de Hito y Villaescusa de Ebro. O ‘el pisón’ en Santa María de Valverde. Posiblemente habría muchas más, pero solo nos ha quedado la edificación ya ruinosa del batán de Fontibre, que inicialmente tuvo dos entradas y salidas de agua, como lo demuestran sus dos arcos semicirculares.
De estos instrumentos hidráulicos no ha quedado nada. Algunos se convirtieron en molinos, mientras los cimientos de otros permanecen enterrados. Su mecanismo era muy sencillo y operativo, de madera casi en su totalidad y accionados mediante el impulso producido por un chorro de agua que sale del saetín y es controlado por el batanero regulándolo mediante su compuerta. El agua golpea las palas que hacen girar la rueda y el eje, el cual tiene unas levas intercaladas que izan los mazos alternativamente. Estos están elevados por un potro que soporta toda su estructura. Los mazos golpean sobre un cajón de madera en cuyo interior se han colocado las telas en zigzag y en cantidad de 20 a 30 varas de longitud para su enfieltramiento. Por la parte superior discurren unos pequeños canales labrados en una viguetilla de madera, por los que circula el agua necesaria para la refrigeración de las telas, evitando de este modo que se deterioren por el calentamiento del golpeo.
La primera operación que realizaba el batanero era la introducción de los tejidos en una pila de agua jabonosa, para ablandarlos y desengrasarlos. Se realizaban las paradas necesarias con el fin de cambiar de posición los paños y obtener un abatanado uniforme. Todo el proceso era controlado cuidadosamente por el batanero.
Los paños abatanados sufrían una merma aproximadamente de una cuarta parte de longitud y anchura. Para el estirado de las arrugas colocaban los paños sobre una losa horizontal de piedra, golpeando con una pala de madera. A continuación se procedía al secado antes de devolvérselos a los tejedores. Si se trataba de mantas, se sometían a una operación de cardado superficial para mejorar su textura al roce.
De la lana blanca se elaboraban los paños de sayal para la confección de ropas de vestir y cama, como chaquetas, chalecos, capas, abrigos, pantalones, faldas, monteras, sombreros, mantas etc. De las lanas oscuras se elaboraban los paños de estameña, famosos por ser con los que se confeccionaban los escarpines.
En Cantabria nos quedan dos ejemplos de estos instrumentos con la denominación de pisas, una en Ledantes y la otra en Aniezo, que podemos contemplar ya con serias restauraciones.
Los cambios socioeconómicos sufridos a mediados del siglo XIX automatizaron el proceso de elaboración de los tejidos, con lo que el abatanado artesanal ya no resultaba rentable.
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