Cuesta creer que nuestra ciudad y nuestra comarca no cuenten con una obra de Julián Santamaría, uno de los diseñadores gráficos más importantes de España
Muchos lectores de este suplemento desconocerán la obra de Julián Santamaría. Puede que en los últimos días hayan conocido algo de su carrera, al saberse de su fallecimiento, a los noventa años de edad, a causa del Covid-19. Es cierto que en el año 2009 se expuso parte de su obra en la Sala de Exposiciones de La Casona y que en el 2014 se le realizó un discreto homenaje en el Ayuntamiento de Reinosa, pero cuesta creer que nuestra ciudad y nuestra comarca no cuenten con una obra de referencia del que ha sido uno de los diseñadores gráficos más importantes de nuestro país.
Lidio Jesús Fernández (Bolmir, 1945) no ha dejado de estudiar y enseñar desde los cinco años en que empezó a aprender las letras en la escuela de Bolmir.
Alumno de las universidades de Lille y Toulouse, enseña en la Universidad de Orleans y mantiene una amplia actividad Investigadora sobre el cine y la poesía españoles. En el año 1983 fue nombrado titular de Lengua y de Literatura española en la Universidad de París XIII. Investiga en torno a la semiología de Barthes y de Todorov y empieza también sus estudios sobre la obra cinematográfica de directores cántabros. Ha escrito ensayos y libros sobre la pintura de María Blanchard y de Gutiérrez Solana, el habla y la cultura tradicionales en Cantabria y la historia del maquis a través del cine de Camus y Gutiérrez Aragón.
A mí me han pasado muchas cosas raras a lo largo de mi vida, pero... la más estrambótica que yo recuerdo me ocurrió en plena infancia... El caso es que yo caí prendado de la décima carta de un palo de la baraja española: ¡ME ENAMORÉ DE LA SOTA DE COPAS!
Así como suena...
De aquella figura enigmática estaban pendientes mis ojos cuando los mayores jugaban en la mesa de la cocina a las cartas... y a las tantas... Su forma de vestir me hacía soñar, su ropilla, su chupa, sus greguescos con cuchilladas me parecían un primor, su pose saludando al personal en postura de brindis, sus zaragüelles aterciopelados estilizaban su figura medievalesca por un lado y futurista por otro, en un momento la veía como recién apeada de su corcel y en otro instante como terminando de pasar un modelo de Valentino.
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