Vías que unen

Museo Etnográfico El Pajar

Siete empresas llegaron a ofrecer líneas de autobús en la comarca para completar al ferrocarril
 
Viejas sendas, cordadas, carrales, vías antiguas de herradura, calzadas, caminos y cañadas dieron paso a las calzadas romanas, en un principio realizadas por los legionarios para unir las ciudades conquistadas, siguiendo este modelo de construcción hasta la Edad Media, cuando pasaron a ser rutas más transitadas y seguras, entre los núcleos de población. Estas rutas ofrecían a sus transeúntes portalones, tabernas, ventas y hospitales donde descansar y soltar los animales; por ellas pasaban soldados, viajeros a pie, con cabalgadura o en carruajes, rebaños de ganados, caravanas de mercancías comerciales... Todo un trasiego que era portador de culturas, costumbres y tradiciones, donde se mezclaban formas de vida, lenguaje, creencias y folklore.
 
Pedro González, uno de los propietarios del Carloto y conductor y Valentín Ruiz, cobrador en 1969.
Fue durante el reinado de Carlos III cuando se encomendó la construcción de carreteras a la Diputación del Reino con el Camino Real de unión de Castilla con el mar Cantábrico como principal ruta de las lanas, harinas y vino. Finalizaron sus obras en 1753, y su paso por la Merindad, especialmente por la villa de Reinosa, mejoró su posición social y económica adaptándose al trasiego de las diligencias y coches de caballos que realizaban un descanso en la villa, así como de la carretería con sus cargas y descargas de Castilla al mar y viceversa.
 
Las carreteras incrementaron el tránsito de viajeros, pasando a reducir el tiempo de la trayectoria al aligerase la construcción de los carros y diligencias. Para la conservación de estas obras se creó el pago del portazgo, establecido desde 1790.
 
El canal de Castilla, como medio de transporte, tenía proyectado un ramal por el rio Camesa para hacerlo llegar hasta Valdeolea con el fin de acercar las mercancías a Reinosa. Durante la construcción del mismo hubo un creciente desarrollo industrial en la nación que provocó que se desestimase su construcción y se propusiera al reino cubrir este tramo con la construcción de un ferrocarril de Alar del Rey a Bolmir el cual agilizase el transporte que realizaba la carretería con bueyes. Este camino de hierro con locomotoras a vapor de ancho de vía europea se denominaría línea de ferrocarril de Isabel II. Se inauguró el trayecto en 1857 con la llegada de la primera locomotora a Reinosa, pero hasta 1866 no finalizaron las obras del segundo tramo que unió Castilla con el puerto de Santander.
 
En 1894 un nuevo ferrocarril, de vía estrecha, entre La Robla de León y Balmaseda abre una comunicación muy importante para el transporte tanto del mineral de las cuencas de León y Palencia hacia Vizcaya como de pasajeros, en su trayectoria por los términos de Valdeolea, con estación de parada en Mataporquera; Valdeprado del Río; Los Carabeos, con estación de parada en el barrio de Arroyal y Montesclaros y en Las Rozas de Valdearroyo, con estación en Las Rozas. Tras varios intentos políticos no se consiguió que esta línea de ferrocarril pasara por Reinosa.
 
El tren tenía paradas muy puntuales, por lo que fue necesario crear transporte alternativo por carretera para cubrir los trayectos finales de viajeros y mercancías. En 1915 los escasos vehículos de motor se abrían paso por las calles de la villa.
 
 
El primer autobús

En 1919, Luis Palacios Gutiérrez adquiere un automóvil marca 'Chandler de siete plazas para ponerle al servicio público. Coches de línea y camiones empezaban a circular, adquiridos en su mayoría de los restos de la Guerra Civil, de los que se aprovechaban únicamente el chasis y su motor. La carrocería la realizaban artesanos carpinteros y herreros. A ello se unía la dificultad del estado de las carreteras con firme de tierra, pues sólo se empezaron alquitranar las vías nacionales en los años 40, terminando en los 60 las comarcales.
 
La falta de neumáticos y cámaras obligaba a circular con ruedas casi macizas llenas de machones, y la escasez de la gasolina en los años 40 y 50 dio paso al cupón de racionamiento, obligando a adaptar a los vehículos el gasógeno como combustible, mientras la gasolina se usaba sólo para su puesta en marcha y para subir las pendientes.
 
La línea de transporte de viajeros quedó cubierta con empresas que hacían su salida por la mañana y el regreso por la tarde.
Jesús Blanco hacía los trayectos Reinosa - La Lomba y Reinosa - Las Rozas.
 
La empresa Carloto, que empezó su actividad en la década de los años 20, cubría varios itinerarios: la línea Arija - Reinosa por La Población de Yuso; la línea entre Reinosa y Cabañas de Virtus. En esta localidad enlazaba, al mediodía, con la llegada del autobús Burgos - Santander y con los viajeros del tren de La Robla. Los miércoles, con motivo del mercado en Soncillo, realizaba el trayecto desde Arija a esta localidad. Durante algunos años, Carloto tuvo como competencia al empresario Martín Osler.
 
Antonio Rodríguez circulaba en la línea Reinosa - Polientes y la empresa de los hermanos Marlasca en la línea entre Polientes y Cabañas de Virtus.
 
Plácido Diéguez Laca, con una concesión ferroviaria, hacía el trayecto Reinosa - Santander. Este coche de línea conocida como La Reinosana, fue vendido a la empresa Muñoz a principios del año 1939, pasando a denominarse La Iguñesa en nuestra comarca.
 
El techo del autobús estaba provisto de una resistente baca a la cual se accedía por una escalera en su parte trasera, y por ella se subían todo tipo de mercancías como terneros, lechazos, corderos, ovejas, sacos de hasta 100 kilos de harina panadera o pienso para animales, garrafones de vino, cajas de fruta, sacos de cemento, ladrillos, bicicletas o un féretro si había algún fallecimiento.
 
Aparte del transporte de personas que permanecían sentadas o de pie hasta completar aforo, las personas que no cabían en su interior viajaban sentadas en la baca, salvando las dificultades del clima tapándose con un toldo. Los conductores eran también responsables de la entrega y recogida de la valija de correos, giros y certificados que llevaban diariamente la los carteros rurales.
 
El transporte colectivo rural a tiene su declive lentamente entre los años 80 y 90. A partir de aquí entramos en una nueva era del transporte y las comunicaciones.