Campoo y la aviación. En el cincuentenario de la muerte de Joaquín Arozamena

Emilio Herrera Alonso

Este año que está ya iniciando su ocaso, se cumplen cincuenta de la muerte de un notable aviador campurriano, Joaquín Arozamena Postigo que, nacido en Mataporquera cuarenta y un años antes, participaría en uno de los tres extraordinarios raids con que la Aviación Militar paseó con gloria la bandera de España por cuatro continentes y los dos hemisferios, en 1927, volando a los puntos más lejanos de lo que había sido nuestro Imperio: América del Sur, el golfo de Guinea y las islas Filipinas.  

Joaquín Arozamena Postigo

En el último de éstos, realizado de Madrid a Manila entre los días 5 de abril y 12 de mayo, iniciado con tres aviones de los que llegó uno tras recorrer 17.000 kilómetros en dieciocho etapas, sobrevolando mares, desiertos, cordilleras y zonas alejadas de toda civilización, Joaquín Arozamena sería el mecánico del que remató el raid en la capital filipina. Este estupendo raid, uno de los últimos de la fase de los realizados por etapas -luego vendrían los de los grandes saltos­ tuvo enorme importancia, más por los resultados obtenidos -que fueron muchos- por las grandes dificultades que hubieron de superar los aviadores, las penalidades sufridas en aquellas estrechas cabinas abiertas a todas las inclemencias y rigores de los diferentes climas por los que "pasearon", y teniendo que atender en tierra al avión en campos carentes muchas veces de los más elementales medios. De la labor realizada por el aviador campurriano, y de su importancia, dan idea las palabras del piloto del avión que remató el raid, capitán Eduardo González Gallarza -que en los años cincuenta sería ministro del Aire-, en el acto de imposición a Joaquín Arozamena, en Santander, de la Medalla de Oro de la Ciudad, en donde diría: “Sin la pericia, entusiasmo y espíritu de trabajo del cabo Arozamena, el raid no se habría podido coronar con éxito”.Cuando a principios de este siglo próximo ya a su ocaso, se inició en nuestra patria la creación de una verdadera industria de guerra, se decidió instalarla en puntos en que estuviera a salvo de ataques enemigos que, a la sazón, sólo por tierra y por mar podrían llegar, y esta fue la razón de que una de las más importantes fábricas de la naciente industria se instalara en Reinosa, ya que el casi centenar de kilómetros que de la costa separan a la capital de Campoo, y su altitud rondando los 1000 metros, la hacían inalcanzable para los cañones de mayor calibre de los acorazados que eran los medios más poderosos de la época. Pasaron los años -pocos-, en la Historia irrumpió con gran ímpetu la Aviación que, aunque nacida con fines de paz, se convirtió rápidamente en formidable elemento de guerra, y, ya desde los primeros momentos, se vio que nada quedaría fuera del alcance del moderno medio de combate que en el conflicto que asoló Europa entre los años 1914 y 1918, alcanzó un espectacular desarrollo que anunciaba unas posibilidades casi ilimitadas.
 
ESCUADRILLAS MILITARES EN NESTARES
Con el fin de estudiar la defensa de la zona industrial de Reinosa contra los ataques aéreos, se programaron en 1927 unos ejercicios de la Aviación Militar, y, para llevarlos a cabo llegaron al páramo de Nestares, a primeras horas de la tarde del domingo 10 de julio, trece biplanos de bombardeo, De Havilland DH-9, a las órdenes del jefe de grupo, capitán Ricardo Bellod, siendo los jefes de las escuadrillas, los también capitanes, Apolinar Sáenz de Buruaga y Félix Bermúdez de Castro. Los aeroplanos, cuya base estaba en el madrileño aeródromo de Cuatro Vientos, procedían de Monforte de Lemos, y los últimos aparatos aterrizaron en Nestares en medio de una negra cerrazón que se resolvería poco después en una fuerte tormenta. Permanecieron ambas escuadrillas hasta el día 13 en el improvisado aeródromo, realizando varios supuestos tácticos de ataque y defensa de las instalaciones de la Constructora Naval. El pueblo y las autoridades de Reinosa se desvivieron en agasajar a los aviadores a quienes obsequiaron el día 11 con un banquete servido por el Hotel Universal, seguido de un animado baile. El miércoles por la mañana, "todo Reinosa" se trasladó al campo de Nestares para ver de cerca volar a los aviadores que brindaron la oportunidad de hacerlo a quien lo deseara, invitación que fue aceptada por varios reinosanos, de algunos de los cuales se conservan los nombres, que fueron Manuel Nestar, Cipriano Hoyos, Manuel Maraboto y Antonio G. Collantes. Por la tarde, dándose por terminados los ejercicios, despegaron los aviones, por escuadrillas, y regresó el Grupo a su base de Cuatro Vientos.

D. Juan de Viana Santiago 

 

EL PLANEADOR DE UN CAMPURRIANO
Pasarían cinco años sin que las eras de Nestares vieran su cielo trillado por las alas humanas, y en 1932, fue experimentado en ellas un avión sin motor, ideado, desarrollado y construido por el joven granadino de nacimiento y reinosano de adopción Juan de Viana. El planeador, de madera de chopo, bambú y tela, era monoplano, tenía una envergadura de 7,15 metros y una flecha de 1,75, y su superficie alar era de 12,5 metros cuadrados; pesaba, vacío, 30 kilos, y con tripulante, 100, lo que daba una carga alar de 8 kilos por metro cuadrado. El primer vuelo tuvo lugar el domingo, 26 de junio, a primeras horas de la tarde, ante numeroso público que desde todos los puntos de la comarca había acudido a Nestares. La tarde era espléndida, con la atmósfera clara y el viento, flojo, soplando en dirección opuesta a la elegida por Juan de Viana para el despegue de su aparato. Se instaló aquél en éste, y fue lanzado, yéndose pronto el aire a pesar de la escasa elasticidad de los sandows. El planeador se elevó fácilmente hasta unos 6 o 7 metros, recorriendo a esta altura casi 700, inclinándose al final del trayecto y cayendo sobre el ala derecha, aterrizando con cierta violencia. Pese a la brusquedad de la toma de tierra, Juan de Viana -que salió ileso del percance- fue largamente ovacionado por la entusiasmada concurrencia. Dado que el inventor no tenía experiencia alguna de vuelo, no parece aventurado suponer que, de haber realizado la prueba del planeador un piloto de vuelo sin motor, se habrían obtenido resultados mucho más satisfactorios. A finales de agosto de aquel año, una vez corregidos algunos defectos que el improvisado aviador había observado en su planeador, realizó nuevos vuelos, resultando en uno de ellos el aparato destruido, y aunque el piloto resultó sin el menor rasguño, fue éste el final de los ensayos.

  Planeador construido por el Sr. Viana

 

AERÓDROMOS DE CAMPAÑA
Las primeras bombas que cayeron en territorio de Cantabria durante la última guerra civil sufrida por nuestra patria, lo hicieron poco antes del mediodía del 19 de diciembre de 1936, cuando una formación de ocho tri­motores Junkers Ju-52 arrojó sobre las instalaciones de la Constructora Naval, en Reinosa, diez toneladas de bombas que cau­saron importantes daños. Este ataque dio lugar a que Bruno Alonso, Co­misario de Guerra, a la sazón, propu­siera al ministro de Marina y Aire que en los alrededores de Reinosa se estableciera permanentemente una escuadrilla de caza para proteger aquella importante industria militar, ya que la frecuencia con que las nubes, cubriendo la cordillera hacían insalvable la divisoria para los aviones de la época, haría que en muchas ocasiones la caza de Santander no pudiera acudir a oponerse a las incursiones aéreas enemigas. Se comenzó inmediatamente el acondicionamiento de campos de aviación en Nestares, Orzales y Arija, pero aunque en los tres hubo ocasionalmente aviones desplegados, permanentemente nunca tuvieron en ellos los gubernamentales unidades de combate. Pero si los aviadores republicanos apenas emplearon estos campos, si fueron útiles para los nacionales que hicieron uso de ellos a finales del verano de 1937, durante la ofensiva sobre Santander. El 18 de agosto, ocupada por las fuerzas atacantes la zona campurriana, la escuadrilla 2-E-2 que mandaba el capitán César Martín Campo, y el grupo de la Legión Cóndor del comandante Hendrick "Herman", una y otro dotados con biplanos de asalto, Heinkel He-51, se trasladaron desde el aeródromo burgalés de Calahorra de Bohedo -donde habían estado desde el principio de las operaciones- al de Orzales; el 19 también pasó a estacionarse allí el grupo de caza Messerschmitt Bf-109, de la Legión Cóndor, y el 20, los Fiat CR-32 de grupo de caza 2-G-3, mandado por el legendario comandante García Morato. Este importante número de aviones -más de medio centenar que llegaron a utilizar simultáneamente el aeródromo de campaña de Orzales, da idea de las buenas condiciones de aquel terreno que, sobre disponer de un buen piso, duro, seco y bien drenado, con ligera pendiente hacia el valle, era de amplias dimensiones y tenía entradas limpias.E120, con mal tiempo, despegó de Orzales una patrulla de Heinke1 He-51 para apoyar el avance de un tercio de requetés que encontraba dura resistencia en Barcena de Pie de Concha; pese a la mala visibilidad, los aviones lograron penetrar en el valle y realizar la misión asignada, ametrallando al enemigo. pero a la salida, el tiempo se había cerrado más aún, y dos de los aviones se estrellaron contra la ladera de un monte de Santa María de Aguayo, destrozándose los aviones y pereciendo ambos pilotos, capitán Martín Campo y teniente Ferreras. El campo de Orzales permaneció ocupado por aquellas unidades hasta el 17 de septiembre en que pasaron a establecerse en el de Torrelavega, las españolas, y en La Albericia, en Santander, las de la Legión Cóndor.
 
ÚLTIMAS VISITAS DE AVIONES MILITARES
Desde aquellos años de la guerra, no ha vuelto Campoo a tener contactos con la Aviación, salvo en las -por fortuna, escasas- ocasiones de incendios forestales en nuestra región, en las que se han podido ver a los vistosos Canadair CL-215, del Ejército del Aire, maniobrando en el pantano del Ebro.
Resulta un muy interesante espectáculo ver a los amarillos anfibios acercarse al agua, realizar un falso amaraje y, sin disminuir su velocidad, cargar sus depósitos y elevarse con ellos repletos de la vitalizadora agua para ir a arrojarla sobre las llamas que son uno de los azotes de nuestros bosques, pero pidamos a Dios que no sea necesario que los aviones "apagafuegos" tengan que hacer acto de presencia en Campoo, porque será señal de que la riqueza forestal de Cantabria no corre peligro.