Las pandereteras

María Elena Marchena Ruiz

INTRODUCCIÓN
      Una de las manifestaciones más características de la comarca campurriana, dentro del folclore representado por la música, el canto y el baile, es la figura de la panderetera que, aunque es un personaje presente en toda Cantabria y en la mayor parte del norte de España (se extiende por León, Zamora, Salamanca, hasta el centro de la meseta, según Hoyos Sainz), es sin embargo en Cantabria y Campoo donde adquiere un relieve especial. La panderetera no es simplemente una mujer que toca un instrumento, sino que a su ritmo canta unas coplas que, en muchas ocasiones, ella misma ha compuesto. La figura de la panderetera es una institución que tiene una acusada personalidad dentro del folclore local.
     Hay que destacar el interés que se despierta por el folclore, en todas sus manifestaciones, en la segunda mitad del siglo XIX, promovido por los movimientos nacionalistas y románticos que buscan en el pasado una explicación de su propia identidad, dando lugar a la creación de cátedras y centros de estudio antropológicos, etnográficos, etc. que analizan y transmiten tradiciones y costumbre ancestrales.
    Es entonces cuando se empieza a recoger y conservar usos y costumbres populares que se iban perdiendo poco a poco como consecuencia de los avances científicos que facilitaban, a los antes aislados pueblos, su incorporación a un mundo más despersonalizado, desterrando sus hábitos y desarrollos culturales propios. Este interés por lo genuino, que siempre alienta en lo popular, se tradujo en un afán por mantener y fomentar lo que era común a los habitantes de un determinado lugar. En Campoo tenemos un ejemplo de ello en la convocatoria, en 1.895, del Primer Certamen Regional de Pandereteras, organizado por el semanario reinosano "Campoo".
     A partir de este momento, de forma regular, continuó este tipo de concurso que acrecentó el interés por mantener nuestras tradiciones evitando que se perdiera, como sucedió en muchos lugares, lo que había constituido el modo de diversión más importante durante siglos: el baile al son de la pandereta.
    Las pandereteras estaban presentes en todas las manifestaciones populares, bodas, romerías y demás festejos.  A través de sus coplas y ritmos enamoraron, entretuvieron, alegraron, criticaron o acompañaron a los aldeanos en sus momentos de alegría y ocio.
     Como dice una copla que recoge D. Luis de Hoyos Sainz y Nieves de Hoyos Sancho en su Manual de Folclore:
Panderetuca hermosa
sigue tocando
que quiere la mi morena
seguir bailando.
      En Reinosa y en los pueblos e su alrededor, siguió existiendo la mujer que tocaba la pandereta, si bien, más como figura testimonial evocadora de un pasado reciente, que como institución que formaba parte de la estructura social del pueblo.
     El Día de Campoo instituido con este nombre por D. José Luis Bustamante y la Comisión de Festejos del Ayuntamiento de Reinosa, en 1.942, para impulsar y realzar el concurso de cante y baile regionales que se venían celebrando desde 1.895 fue declarado de Interés Turístico Nacional en 1.977, siendo alcalde D. Ramón Rodríguez‑Cantón, convirtiéndose en una importante fiesta del folclore comarcal.
 
LA PANDERETA
     La pandereta es un instrumento de percusión de forma redonda, formada por una membrana de piel de oveja sin curtir, enmarcada en un aro de madera provisto de sonajas metálicas. Su origen se pierde en el tiempo, ya se conocen en Egipto. Aparece también en un mosaico romano de Pompeya y desde siempre fue un instrumento típicamente femenino.
     Se toca haciendo resbalar los dedos de la mano derecha por el cuero o golpeando con ellos o con la mano, mientras se sostiene con la mano izquierda. A veces se le colocan cintas de colores como adorno.
     Su ritmo sirve como acompañamiento del baile o el canto.  Este tipo de música no suele tener una gran perfección formal, buscando más la melodía que la armonía, como afirma D. Luis de Hoyos Sainz, "el sentimiento que expresa la música popular nos atrae por su melodía, aunque su forma  y su técnica no sea del todo correcta".
 
LAS PANDERETERAS
     Las pandereteras eran las mujeres que, acompañadas por este instrumento, cantaban y tocaban en los festejos populares. Era frecuente que la panderetera compusiera ella misma las coplas que entonaba.
    El empleo de la pandereta en Cantabria está documentado desde el siglo XVI. Cada pueblo tenía sus pandereteras que transmitían su arte a las más jóvenes que tomaban su relevo en el tiempo. Las instruían no solo en las técnicas de manejo del instrumento, sino también en cómo animar un baile cambiando el ritmo, intercalando coplas y cantares alusivos a sus convecinos, a las rivalidades entre hombres y mujeres o entre pueblos, lanzando gritos, improvisando coplas destinadas a zaherir a alguien, etc.  Las pandereteras solían cantar de dos en dos o turnándose entre ellas, constituyendo el elemento animador del baile.  Las coplas que se cantaban eran generalmente cortas estableciéndose en ocasiones un duelo con rondas de hombres.
     Durante el invierno, tan largo en los pueblos campurrianos, el entretenimiento quedaba reducido a la conversación al lado de la lumbre, lo que dificultaba el establecimiento de relaciones entre los jóvenes de uno y otro sexo de los distintos pueblos. El panorama cambiaba con la llegada del buen tiempo proliferando las romerías y fiestas desde junio hasta septiembre. Estos actos religiosos o profanos daban lugar a una vida social muy activa, pasando las diversiones a primer término después de los largos meses de aislamiento. Era entonces cuando la panderetera representaba su singular papel, haciendo con sus cantores más fácil y más alegre la vida de sus convecinos. Eran generalmente mujeres alegres y vivaces, con gran personalidad, capaces de transmitir su alegría o su tristeza a todos aquellos que bailaban al son de su pandereta. "Las pandereteras debían tener una buena voz, saber sostenerla, alargando la nota final de la copla a tiempo con el último redoble de la pandereta" (Sixto Córdova <Canto nuevo> Libro IV p. 301).
     Además de en las romerías y bailes dominicales, eran fundamentales en las bodas para las cuales tenían un extenso repertorio de tonadas para cada momento de la ceremonia. 
 
LAS COPLAS DE BODAS
     Las bodas eran importantes acontecimientos sociales en todo el valle de Campoo. Motivo de encuentro entre los habitantes de los distintos pueblos y momentos de diversión y alegría. En las bodas no podía faltar la voz y la música de las pandereteras.
     Ya antes de la ceremonia, tomaban parte en el cortejo junto con los amigos y parientes de los contrayentes, iniciando su actuación con coplas de salutación a los novios y familiares en que expresaban su cariño y respeto.
     Las bodas comenzaban el primer día de las proclamas en casa de la novia y, el siguiente en la del novio, se continuaba con un baile donde intervenían las pandereteras.
     En Campoo, según nos dice Salvador G. Castañeda en LOS MONTAÑESES PINTADOS POR SI MISMOS, había la costumbre de celebrar la boda con los familiares un sábado y la tornaboda, con los invitados, el domingo siguiente.
   Intervenían las pandereteras antes de entrar los novios en la iglesia, después de salir hacia el lugar del convite y por la tarde en el baile. Se las solía obsequiar con vino y galletas.
     Propias de estos actos eran las siguientes:
Buenos días señor novio,
también la señora novia,
el padrino y la madrina
y todos los de la boda
                  (Cancionero de Sixto Córdova)
Ya tocaron a misa  
con la campana mayor  
levante, padre, la mano  
y écheles la bendición.  
El sol se para a mirar  
y hace raya en el camino 
para ver la bizarría  
que lleva el señor padrino.  
Salga, señor cura, salga,  
que a la puerta está una rosa 
y a su lado está un clavel,  
que la pide por esposa.  
y después de concluida la ceremonia,
Llévala de canto en canto 
llévala de piedra en piedra;  
que ya la llevas por tuya  
a la rosa de primavera.
(Agustín Rodríguez, "Los Carabeos")

A la novia en este día  
Dios le de salud y hacienda  
y trigo para su año  
y después la gloria eterna.

(Salvador G. Castañeda, "Los Montañeses Pintados por Si Mismos")
 
LOS BAILES Y ROMERÍAS
     En todas las romería y fiestas el baile constituía el elemento fundamental. En él se mostraba la habilidad de los danzantes. En Campoo, como en otros muchos lugares se bailaba "a lo suelto" pero con su ritmo característico. Había dos modalidades, una llamada "baile a lo alto" o "a lo ligero") ejecutado con mucho ritmo, dando pequeños saltos sobre la punta de los pies, con los brazos en alto y repicando las castañuelas, adornándose con curiosos desplantes y cambios de pareja. El baile "a lo bajo" (o "a lo pesado") es una variante de la jota que se baila en toda España. Pasos y gran delicadeza. El cuerpo apenas se desplaza, mientras todo el movimiento reside en los pies, los brazos suelen estar extendidos y se mueven con un movimiento lateral. El baile es en tres tiempos, "a lo alto", "a lo bajo" y "a lo ligero" continuando las dos modalidades dando un ritmo más rápido a la tercera, donde se producen los desplantes por parte de la moza y los cambios de pareja, así como un moderado trenzado de piernas en el baile de los mozos (J. González Echegaray y Alfredo Díaz Gómez, "Manual de Etnografía Cántabra, p. 244).
    Es en los bailes donde el arte de las pandereteras destaca por el contenido de sus coplas con referencia generalizada al amor en todas sus manifestaciones: ternura y descaro, abandono, celos y rencores; lanzan puyas a los hombres o se ríen de los amores; influyen en los danzantes con tristes historias y también los divierten con sus sátiras, críticas o alusiones a acontecimientos de sus pueblos. Sus canciones tienen a veces expresiones no exentas de cierta procacidad, aunque siempre menos crudas que las de las rondas de hombres a los que replican.
    Las romerías se celebraban en cada pueblo de la comarca el día del Santo Patrono. Comenzaban las fiestas con la procesión del Santo, donde que se canta y se reza. A continuación se celebraba una misa solemne en su honor. Los vecinos solían invitar a los forasteros a comer en sus casas o bien se organizaba comidas campestres. Por la tarde, después de las vísperas, frecuentemente en una campa cercana al pueblo, se daba comienzo al baile, formándose corro alrededor de las pandereteras.
    A continuación recogemos un fragmento de un cuento del escritor campurriano D. Demetrio Duque y Merino, fundador del primer periódico reinosano, "El Ebro", y colaborador de revistas y periódicos nacionales, donde dejó plasmadas estampas campurrianas llenas de vida y color:
    "No era fácil calcular cuanta gente podría colocarse holgadamente en aquella inmensa campera, que al primer golpe de vista parecía ya llena, y en la que, sin embargo, estuvieron entrando romeros toda la tarde. Hacia la parte del ábrego había una buena hilera de carros, cuyos bueyes desuncidos sesteaban a la sombra, que ya iba disminuyendo, del espeso ramaje de un matorral elevado sobre la campera.  Por allí cerca se veían las cenizas de los fogones y las migajas y deshechos de los campestres yantares que poco antes se habían saboreado; y no se habían alejado mucho algunos de los que van a estas fiestas a sacar la tripa de mal año, que hartos de  haber comido y de haber menudeado los besos a la turgente bota, roncaban a pierna suelta, sin importarles un bledo de las emperijiladas mocitas, que ya habían formado sus corros y empezado el baile.
    Dos se habían ordenado algo más abajo, donde empezaba a proyectarse la sombra de la tarde que por minutos iba aumentando; dos muy animados y bien surtidos. Al son de la pandereta se celebraba el primero: de pandereta tocadas por dos mozas como dos soles, peinaditas y atusaditas con primor y adornadas con sus pañuelos de seda de anchas cenefas de colores vivos. Hallábanse sentadas sobre un gran pedazo de madera que levantaba una vara del suelo, de manera que dominaban bien a los bailadores y constituían, al mismo tiempo que la orquesta, una especie de presidencia de honor compartida con otras dos compañeras, que las relevaban algunas veces en el manejo de las panderetas y cantaban con ellas. ¡Y qué bien lo hacían! Hay que oír aquellos golpes acompasados que la mano derecha da en el parche; aquellos redobles al resbalar de los dedos; aquel chasquido de las sonajas, seco unas veces, repiqueteado otras, según lo exige el singular ritmo de a tocata, según lo pide el aire originalísimo de la danza, que toda moza aldeana se cree en la obligación de aprender desde mocita, para poder presentarse en el corro de las suyas y servirlas de tañedora, cuando la llegue su vez, demostrando con la ejecución práctica que puede cantar ufana:  
A lo alto, y a lo bajo,  
y a lo ligero,  
al uso de mi tierra  
toco el pandero.
     Hay que escuchar aquellas voces frescas y vibrantes, que lanzan todo su torrente como ellas saben hacerlo, sin afeites aprendidos, con el aire natural con que gorjea el pajarillo, porque ha nacido cantor. Las coplas pasan de unas a otras aprendidas de oído, como las tradiciones orales en los romances primitivos, y son casi siempre las mismas, a excepción de alguna alusiva, que taimada mozuela o socarrón labriego discurre en el momento y sopla al oído de las cantadoras, que la rumian y la ríen antes de lanzarla al aire y que la acentúan bien al cantarlas, para que no se pierda una sílaba y produzca todo su efecto. Entonces suele estallar entre los bailadores una carcajada general, que no tiene más excepción que la de tal aludido o aludida, si se pica, y suelen escucharse los gritos de ¡viva quien canta! o ¡viva lo bueno! como durante la celebración del baile se escuchan de vez en cuando los de ¡viva lo mío! y ¡viva la punta! que al dar la vuelta a la pareja pronuncian los bailadores. Estos no se daban punto de reposo en su faena de divertirse. Ellas con sus sayas cortas, chaquetillas bien ajustadas, luciendo airosas cinturas no apretadas por el corsé, adornados los cuellos con vistosos pañuelos de todos los colores, atusadas las matas de pelo, y algunas trenzas al aire que caían buen trecho sobre la espalda. Ellos vestidos de fiesta, con el terno de paño fuerte, que por ser único hace a invierno y a verano en los días solemnes; algunos ya desprovistos de la chaqueta, porque el calor apretaba de firme; sombrero la mayoría, cachuchas algunos, boinas muy pocos; casi todos borceguíes fuertes de suela bien sembrada de tachuelas, y camisas muy limpias, aunque poco planchadas. Pudiera decirse que aquel era el baile de los aldeanos, el característico de la comarca, el suyo primitivo y propio, muy pocas veces invadido por extraños, y nunca en él bien mirados los invasores, que ordinariamente desordenaban las hileras, no daban las vueltas a tiempo, o estiraban demasiado la pierna, o exageraban grotescamente saludos y reverencias, en desacato de las costumbres del lugar o de la moza con quien bailaban, que los hacía comprender su disgusto con marcado gesto de desagrado, cuyo ceño no se despejaba tan fácilmente." (Duque y Merino, "Una Romería de la Antología Temática de la Obra del Escritor Campurriano de D. Teodoro Pastor Martínez).
    Las primeras coplas solían ser de saludo, generalmente dirigidas a las autoridades del lugar, luego seguía el variado repertorio de que disponían las cantantes para animar el baile.
    Al tema del amor, entendido y expuesto al modo de la época, se referían la mayoría:
A la fuente voy por agua  
al campo por coger flores  
a la iglesia por ver santos 
y al baile por ver amores.
Por un sí que dio la niña,  
a la puerta de la iglesia; 
por un sí que dio la niña 
entró libre y salió presa.
Yo no sé que cantar cante
para no ofender a Dios  
pues no hay cantar que no tenga  
su palabrita de amor.
Soñé que te oí decir
que me ibas a olvidar  
y no me he vuelto a dormir  
por el miedo de soñar.
Esta mañana fui al huerto  
a preguntar a un clavel  
qué remedio me daría  
para olvidar un querer  
El clavel no dijo nada  
y me contestó una rosa,  
el olvidar un querer  
es cosa dificultosa.
Tengo una pena muy grande  
que a nadie se la diré  
solita la cometí  
solita la penaré.
Los ojos me duelen madre,  
de mirar a la collada,  
por ver si veo venir  
los mis amores del alma.
Un amor tenía yo  
que era blanco y hermoso  
y lo olvidé por querer  
a un morenito gracioso.
Dicen que no me quieres  
porque soy chica;  
más chica es la pimienta  
y amarga y pica
en otras se reflejaba la desconfianza o el escarmiento:
La hierbabuena se cría  
en las corrientes del agua  
donde se cría la buena  
se cría también la mala
Las más o menos intencionadas, no solían faltar:
Para qué quieres reloj
si no sabes darle cuerda
para que quieres mujer
si no sabes mantenerla.
Qué bien la viene a la seda
arrimarse al paño fino.
Mejor le viene a la niña
arrimada a su marido.
Otras manifestaban despreocupación con ribetes de cinismo:
Si me quieres, te quiero;
si me amas, te amo;
si me olvidas, te olvido,
yo a todo hago.
Si quieres que yo te quiera
ha de ser con el ajuste
que tú no has hablar con nadie
y yo con el que me guste.
También se hacía referencia a las habladurías del pueblo, tan temidas:
Quítate del sol que quema
y de la luna que abrasa
y de las murmuraciones,
que ya sabes lo que pasa.
Algún amor contrariado o alguna traición provocaban la copla agresiva:
A los hombres les quiero,
como a los ajos,
metidos en la tierra
cabeza abajo.
A los hombres comparo
con lo laureles
como nunca dan fruto
siempre están verdes.
A los hombre comparo
con las espinas
cuanto más resalados
son más endrinas.
Si crees que por tu cuajo
me voy a echar a llorar
calla, pobrecito tonto,
que otro ocupa tu lugar.
No pienses que por tu amor
me derrito como cera,
soy de buena calidad
y el mismo calor me hiela.
A la reja de mi casa
no me vengas a llorar
ya que no me quites penas
no me las vengas a dar.
La coquetería y la malicia, más o menos ingenuas, no faltaban tampoco:
Quiérote y no te quiero,
que son dos cosas;
tengo amor y no quiero
que lo conozcas.
Si quieres venir a verme
ya sabes que duermo sola;
la puerta tengo apeada
con el rabón de la escoba.
Las ocasionales y las descomprometidas también estaban presentes:
De las dos que están bailando
la de la saya encarnada
es la novia de mi hermano
pronto será mi cuñada.
Mírale por donde viene,
mírale por donde asoma;
mírales por donde viene
el galán con la paloma.
Baila morena mía
que yo te canto
baila morena mía
que hoy es mi santo.
(Colección de Rodríguez Cantón)
 
 
EL PRIMER CERTAMEN DE PANDERETERAS
    A partir de mediados del siglo XIX, y sobre todo en los últimos años, comenzaron a caer en desuso muchas de las tradiciones y costumbres populares, como consecuencia de la introducción de nuevos modos llegados con el progreso. Con este motivo la pandereta y las pandereteras vansiendo postergadas. En contraste con este movimiento, aparecen por las misma época personas que, individualmente o en grupos, ponen todo su interés en conservar estos usos, típicos de nuestro valle. Así es como el semanario "CAMPOO" convoca el primer concurso regional de pandereta en 1.895. Más tarde, en 1.990 se celebra un concurso folclórico en Santander, apoyado por el músico lebaniego Jesús de Monasterio (que curiosamente con anterioridad se había mostrado desdeñoso respecto de la música popular). Con más o menos intensidad se ha continuado esta labor de conservar y dar a conocer todo aquéllo que surgido de la entraña popular constituye una seña de identidad que caracteriza a un pueblo y lo distingue de otros.
    A continuación transcribimos las coplas publicadas en la revista "FONTIBRE" editada por la Casa de Cultura Sánchez Díaz de Reinosa en los años 1.956 a 1.963, en una reseña de dicho certamen publicada en septiembre de 1.957. Las canciones recogidas son, casi todas, de saludo yadulación a las autoridades y jurado, con una evidente intención de halago interesado.
Mozas de Somballe:
Venimos aquí a cantar;
no venimos por dinero,
venimos por darle gusto
a este ilustre Ayuntamiento.
Mozas de Matarrepudio:
Cuatro claveles dorados,
cuatro luceros brillantes;
esos nobles caballeros
darán premio a quién lo gane.
Mozas de Reinosa:
Que tenga muy buenos días
la señora Presidencia
se los debemos de dar
con toda nuestra prudencia.
Mi marido anoche
vino de segar,
no me dijo nada
no me quiso hablar.
Mozas de Lantueno:
Al ilustre Ayuntamiento
de esta villa de Reinosa,
saludan las de Lantueno
con laureles y con rosas.
Mozas de Celada Marlantes:
Con esto me despido
de los del corro,
pero no de la prenda
que más adoro.
Mozas de Requejo:
Unos dicen, viva el Rey,
y otros, que viva la Reina,
yo digo que vivan todos
y que se acabe la guerra.
En la villa de Reinosa
han hecho una cárcel nueva
para encerrar los amores
que dan palabra y la niegan
Mozas de Lanchares:
Viva, villa de Reinosa
con todos sus miradores;
y las justicias que tiene
son un ramito de flores
Mozas de Aguayo:
A toda la presidencia
le voy a pedir, prudente,
si cometemos errores
no se rían de inocentes.
    El primer premio se les concedió a las pandereteras de Requejo, el segundo a las de Aguayo y el tercero a las de Reinosa. Un "accésit" obtuvieron las mozas de Lantueno.
    Requejo mantiene un puesto destacado en este campo con la veterana panderetera Ester Montes.
     La tradición sigue.