"El río Ebro nace en los Cántabros... "
(Marco Porcio Catón, siglo II antes de nuestra Era)
En el año 27 antes de nuestra Era el emperador César Augusto, hijo adoptivo del asesinado julio César, salió de Roma con un gran ejército dirigiéndose hacia el Norte. Tras haber fundido estatuas de plata para costear los gastos y una vez anunciada solemnemente la entrada en guerra, dirigía personalmente una expedición militar buscando la gloria de una campaña contra bárbaros en los confines del occidente europeo. Según cuenta el historiador grecolatino Dión Cassio (s. III), se creyó en principio que su expedición iba encaminada contra Britania. En realidad, tras una permanencia en las Galias y hallándose un año después en Hispania, llevó su ejército hacia otra zona no menos alejada en los confines oceánicos de Europa: Augusto inició la invasión de Cantabria.
Aunque su campaña no fue muy afortunada, según se desprende de la historia de Dión, la invasión fue continuada por sus generales, avanzando los romanos tanto por tierra como por mar. Es a partir de entonces cuando se multiplican las noticias sobre los cántabros y su tierra, abriéndose también al conocimiento del mundo clásico el territorio de los astures y seguramente las últimas tierras del extremo N.O. peninsular. Pero estas guerras con cuyo recuerdo hemos comenzado con las que puede marcarse un antes y un después en la de los antiguos cántabros, no son, en absoluto, ni el punto de partida de su historia ni mucho menos su ocaso, Los cántabros eran, ya con anterioridad, un pueblo con renombre y con antigua fama militar, que comienza a citarse desde casi do siglos antes de que los romanos llegaran a sus tierras. Precisamente, de todos los pueblos septentrionales peninsulares es el cántabro el primer pueblo cuyo nombre aparece en las fuentes llegadas hasta nosotros. Por otra parte, en la Antigüedad, los cántabros -que son una “gens” concreta, nunca un nombre genérico extensible a todos los norteños, como a veces sin base se ha pretendido- cuentan no sólo con numerosas citas y noticias clásicas, sino que, además son ellos entre todos los pueblos septentrionales peninsulares quienes, seguidos por los galaicos, cuentan con un mayor número de ellas. Ni siquiera las menciones "en presente" -no retrospectivas que utilizan los nombres de "cántabro" o “Cantabria” terminan con el final del mundo antiguo. Aún siguen citándose y formando topónimos en la Edad Media. Incluso después, a finales del siglo XV y en el XVI se recuerda en textos y en la cartografía su certera ubicación. Esto representa un fenómeno interesantísimo, pero no único en el contexto europeo. No ha de extrañar esta pervivencia, pues si estos nombres -primero el de "cántabros" y poco después también el de "Cantabria"- habían aparecido en la historia a lo largo de casi 1000 años (desde la cita del origen del Ebro en los cántabros, del siglo II a.d. n. E. por Catón hasta las relacionadas con el ocaso del reino hispanovisigodo de Toledo), indicándonos fuertes arraigos y personalidad, lo realmente extraño y que habría que explicar seria que desaparecieran radicalmente, sin dejar huella. Hemos de preguntarnos entonces ¿son realmente los antiguos cántabros unas gentes totalmente extrañas y alejadas de nosotros? ¿Qué sabemos de su vida más cotidiana? Entre algunas de las ideas erróneas que existen sobre el tema cántabro surge a veces la de establecer una inconsciente identificación entre los cazadores prehistóricos que pintaron en Altamira y el mundo de los cántabros, que son un pueblo culturalmente muy alejado de ellos, de los que están separados por más de 13.000 años. Los cántabros antiguos serían, salvando todos los aspectos y matices que se quieran, unas gentes mucho más cercanas cronológica y culturalmente a las de la Alta Edad Media, por ejemplo, que a los grupos de remotas épocas prehistóricas. Otra de las ideas erróneas es verlos como unas poblaciones nómadas, no asentadas, cuando existen numerosos asentamientos antiguos provistos de grandes murallas fruto del trabajo de todo un colectivo humano y que reflejan una voluntad de permanencia. ¿Con qué información contamos? Las dos principales fuentes de información para acercarnos al mundo de los antiguos cántabros son los numerosos textos escritos por los autores griegos y latinos y, por otra parte, la arqueología. También están los estudios epigráficos, sobre textos principalmente de piedras funerarias, en donde los cántabros posteriores a las guerras empleando letras latinas escriben sus nombres y dedicatorias a sus difuntos y donde labran sus símbolos religiosos; los estudios de los nombres de montes, ríos y lugares que conservan voces de la lengua de los cántabros; el estudio de utensilios y de fiestas y tradiciones en las que pudieran quedar recuerdos de épocas más antiguas, etc. Todas estas vías para adentrarse en el pasado tienen sus especificidades, pero también poseen puntos de contacto y de contraste entre ellas.
UN PUEBLO DE MONTAÑA
Es Estrabón, autor griego de la época de las guerras cántabras, quien además de transmitirnos noticias de los horrores de la contienda, hace una caracterización de los cántabros como un pueblo de montaña en contigüidad al océano. con todo lo que esto implicaba. “Las naciones del Norte y del Océano son las más guerreras”, nos dice. En general aunque tiene la visión de un mediterráneo que está refiriendo cosas de pueblos bárbaros extraños a su cultura, sus observaciones pueden considerarse acertadas. Al tratar de la vida de los pueblos montañeses y guerreros de Lusitania hace después extensivas sus características a los pueblos norteños. incluidos los cántabros. Ve a estos pueblos como montañeses que viven en el frío, que tienen costumbres guerreras y conforman bandas armadas, que no pertenecen al área de la vid ni del olivo pues beben en general agua o cerveza, escaseando el vino y usan manteca en lugar de aceite, durmiendo en el suelo en lechos. de paja. Es decir, reúnen las características de los pueblos bárbaros a ojos de romanos y griegos.
LA SITUACIÓN GEOGRÁFICA DE LOS CÁNTABROS
Las informaciones de las fuentes clásicas ya van dejando sentir desde mucho tiempo antes del ataque romano a los cántabros dos aspectos principales: por un lado, un esbozo de la situación geográfica de este pueblo en un área norteña de la que irradian ríos hacia diferentes vertientes, indicio de que habitaban una tierra clave, una zona de cabeceras, lo cual también está en consonancia con la proyección de sus acciones bélicas hacia diferentes ámbitos geográficos; por otro lado, su importancia como pueblo guerrero, que aparece luchando fuera de sus lares, a modo de primitiva emigración que han experimentado también en épocas antiguas otros muchos pueblos montañeses del contexto europeo. Estos dos aspectos, siguen completándose en las fuentes de las guerras con Roma y, se perfilan aún más con las informaciones clásicas posteriores a las guerras. En lo geográfico los cántabros aparecen bien definidos. La idea de que las fuentes son confusas o contradictorias es mas un problema de la investigación moderna que de las propias fuentes. Las fuentes clásicas reflejan que los cántabros son los habitantes del sector central de la Cordillera Cantábrica. A partir de las informaciones de época romana y de su contraste con las referidas a otros pueblos vecinos y con el apoyo incluso de la epigrafía, los cántabros son una “gens” o grupo étnico compuesto por unidades de valle o comarca, los “populi”, que se extiende desde ambas orillas del Sella por el oeste hasta traspasar el valle de Asón por el este y desde el borde de la Meseta del Duero con Peña Corada y Peña Amaya por el sur hasta las orillas del Océano por el norte, incluyendo un primer tramo de la cuenca del Ebro. Es decir, ocupan un territorio que mirando a un mapa queda centrado por el Pico Tres Mares en el que se encuentran las tres vertientes de la Península. Ocupando también el corazón de este área se sitúa la zona de origen del Ebro (el río Hijer y la tradicional fuente del Hiberus). No es de extrañar, por tanto, que entre los hitos geográficos principales de referencia de los cántabros los textos reflejen repetidamente durante casi 900 años (desde Catón en el s. II a.d.n.E. a San Isidoro en el s. VII) el nacimiento del gran río. Sin duda son los cántabros los pobladores protohistóricos de Campoo, donde se encuentran algunos de sus poblados fortificados cuya investigación nos acercaría a su vida cotidiana.
EL HÁBITAT. POBLADOS FORTIFICADOS Y ALDEAS
Frecuentemente se considera que el tipo de hábitat más característico de la Edad del Hierro en el centro, norte y oeste peninsular es el poblado fortificado o "castro". Con esta denominación se alude a aquellas poblaciones guarnecidas con murallas, taludes, fosos, torres, entradas en esviaje y otras obras defensivas. Los emplazamientos castreños son los yacimientos de hábitat más fácilmente localizables tanto por su situación en lugares generalmente bien singularizados en la naturaleza como porque muestran aún la evidencia de los vestigios de sus murallas y de sus sistemas defensivos. En algunos de ellos puede reconocerse aterrazamientos formando planos horizontales donde habrían de situarse las viviendas. En el sector central cantábrico y tanto en el lado meridional vertiente al Ebro y al Duero como el lado septentrional vertiente al océano ya se ha constatado un buen número de estos poblados fortificados. Hoy día estos lugares reciben frecuentemente nombres derivados del latín “castellum” (castillo), como Castejón, Castillo, etc. o derivados del latín “castra” (campamento militar), como El Castro, por ejemplo, que llevan las ruinas situadas entre Fontibre y Argüeso. No obstante, el uso generalizado que muchas veces se hace de esta voz al nombrar con ella cualquier tipo de asentamiento con materiales arqueológicos de la Edad del Hierro hace que se tenga una idea simplificada del hábitat de la época y que bajo esta designación de "castro" queden enmascaradas otras realidades. Así, hay yacimientos situados en enclaves más o menos destacados pero exiguos o en cumbres amplias donde, no obstante, el poblamiento ocupa sólo una pequeña parte de toda la extensión habitable, a los que no puede aplicarse la palabra castro en todo su pleno significado. Algunos asentamientos sobre pequeñas colinas se adscribirían mejor a la denominación latina de “turris”, (torre) que a la de auténticos castros, no siendo equiparables con un “castellum” (el castillo o castro más frecuente) ni con un "oppidum" (gran emplazamiento fortificado) del tipo de Monte Bernorio, por ejemplo. Por otra parte, algunos lugares que no presentan fuertes amurallamientos de piedra o grandes desniveles artificiales del terreno pero sí taludes y muretes, quizá delimitando y protegiendo el espacio habitable, podrían corresponder a asentamientos de tipo "vicus" (poblado, aldea), denominación que aparecerá documentada en la epigrafía cantabrorromana. No siempre será fácil establecer este tipo de diferencias, pero toda la diversidad que implican estas denominaciones y que ya aparece prefigurada en época prerromana, a juzgar por la diferente extensión y tipos de enclave sobre los que se manifiesta el hábitat, está reflejando una sociedad y un poblamiento complejos, lo que ha de tenerse presente en futuras investigaciones.
LAS VIVIENDAS DEL ÁREA CÁNTABRA. ARQUEOLOGÍA Y FUENTES CLÁSICAS
Desde los inicios de las investigaciones sobre la Edad del Hierro en el área cántabra. ha sido frecuente suponer que las viviendas de la época estuvieron construidas en piedra. En realidad se atribuía a este área, aún poco investigada arqueológicamente en cuanto a esta etapa, un modelo de casas de la “Cultura Castreña del Noroeste”, que mejor conocida y con una extensión septentrional que alcanzaba parte del territorio de los astures, se tomaba como referencia del tipo de viviendas de los pueblos del Norte. Sin embargo. algunas excavaciones arqueológicas y las prospecciones más recientes ponen en evidencia una diferente técnica de construcción de las paredes de las casas en el sector central de la Cordillera Cantábrica. Así, mientras en el Castro de Caravia (Asturias) (LLANO Y ROZA DE AMPUDIA, 1919) se sacaron a la luz los pavimentos de dos cabañas de planta rectangular cuyas estructuras se supone que fueron de madera, ciertas excavaciones corno las del castro de Monte Bernorio (SAN VALERO APARISI, 1966) y el Castro de los Baraones (BARRIL, 1995), ambos en la comarca de Aguilar de Campoo (Palencia) o El Castro, en Peña Campana (BOHIGAS ROLDÁN, 1986-87), entre Argüeso y Fontibre (Cantabria) han aportado numerosos fragmentos de barro endurecido o cocido por incendios que conservan unas improntas características: señales de tablas o troncos hendidos y entretejidos de ramas que por sus huellas cilíndricas y lisas corresponden inconfundiblemente a varas de avellano. Estos restos son el testimonio de paredes de madera, formadas por estacas o tablas y setos de avellano revocados con barro. En el castro de Monte Bernorio y el castro de los Baraones se asocian a plantas circulares. Esta técnica constructiva, que ya es conocida con anterioridad a la Edad del Hierro, se ha documentado incluso en el área de los castros del Noroeste (LOPEZ-CUEVILLAS Y LORENZO, iq4s. FERREIRA DE ALMEIDA, 1983) en momentos antiguos de su larga evolución y se documentó muy claramente, asociada a viviendas de planta circular, en los castros alaveses de Peñas de Oro (UGARTECHA, LLANOS, FARIÑA Y AGORRETA, 1971), el Castillo de Henayo (LLANOS, 1974. LLANOS, APELLÁNIZ, AGORRETA Y FARIÑA, 1975) y el castro de San Miguel de Atxa (GIL Y FILLOY, 1988), en el que se emplearon al mismo tiempo ladrillos de adobe y donde coexistieron casas de plantas curvas y angulosas. También fue una de las técnicas de construcción de viviendas entre los galos, los antiguos britanos e hibernos y otros pueblos de la Europa antigua (REYNOLDS,1979. IDEM,1990. AUDOUZE Y BUCHSENSCHUTZ, 1989). Estas construcciones de madera y barro no sólo están constatadas arqueológicamente; cuentan además con documentación en las fuentes clásicas: ESTRABÓN (Geografía IV, 4, 3) las cita entre los galos; el propio VITRUBIO (De Arcbitectura 11, 1, 4) se refiere a la Galia, Hispania, Lusitania y Aquitania como ejemplo de países donde se conservaban arquitecturas tradicionales, entre las que se incluían las casas edificadas con maderas verticales y ramas entretejidas cubiertas de barro y las techumbres compuestas con materias vegetales; también PLINIO (Naturalis Historia XXXV) menciona estas paredes de entramados enlucidos con barro. Las casas así construidas, con diámetros de 45 m. (Monte Bernorio) o hasta más de 7 m. (Los Baraones) y con alturas calculables incluso por encima de los 5 m., constituyen una arquitectura que pese a su aparente sencillez requiere un cierto nivel tecnológico, necesitándose tanto instrumentos cortantes (hachas, tajamatas, hoces ... ) para la obtención masiva de madera y otros elementos vegetales, como el empleo de escaleras en la preparación de las techumbres y también medios de transporte -carros, por ejemplo- para el "acarreo" de toneladas de materiales (madera, arcilla, brezos, escobas, paja ... ) que intervienen en su construcción, no debiendo ser consideradas en absoluto viviendas temporales. Son construcciones con una superficie entre 15-30 m2 costosas de realizar y de gran solidez que la arqueología ha documentado en yacimientos donde la presencia de grandes murallas, las superposiciones de ese tipo de casas y las diversas dataciones de C-14 obtenidas en un mismo yacimiento (BARRIL, 1995) están indicando un hábitat permanente.
LAS CASAS DE PLANTA CURVA
En cuanto a la forma de las casas, hay una plena constatación de plantas circulares - además de las cuadrangulares - en el área cántabra. Esto no representa un hecho aislado. En la zona septentrional de la Península las viviendas de planta curva, construidas con diversas técnicas y entremezcladas en algunos lugares con otras de tendencia angulosa, tienen una amplia distribución tanto por el Noroeste (de madera y barro o en piedra) y en la Meseta del Duero (con ladrillos de adobe, estacas o en piedra en algunos castros sorianos) como por la parte superior de la Cuenca del Ebro (de madera y barro o de ladrillos de adobe) (BALIL, 1971. RUIZ ZAPATERO, 1985. RUIZ ZAPATERO, LORRIO Y MARTÍN, 1986). Incluso aquí, río Ebro abajo, se ha detectado un fondo de cabaña circular, de 7 m. de diámetro, en una fase antigua -Bronce Final- de un poblado tan caracterizado por casas de planta angulosa como el de Cortes de Navarra (MALUQUER, GRACIA Y MUNILLA, 1988. IDEM, 1990. RUIZ ZAPATERO, 1995. MUNILIA CABRILLANA Y GRACIA ALONSO, 1995). Las características de las casas curvas del Sector Central de la Cordillera Cantábrica en su vertiente del Alto Pisuerga llevan a vincularlas con las del Alto Ebro. Estas construcciones "redondas", a las que a veces se supone un posible origen meridional, deben de ser no obstante arquitecturas vernáculas de diversas partes de Europa, no teniendo las semejanzas que indican necesariamente una relación de parentesco cultural. Además de aparecer en la Península, las formas circulares son características de Gran Bretaña e Irlanda. Recogiendo posiblemente experiencias constructivas de épocas anteriores, las casas de planta curva son uno de los modelos de casa ya presentes a finales del Bronce Final, que continuará con mayor o menor grado de evolución durante toda la Edad del Hierro, tal como se constata en el castro de Los Baraones (Hierro 1) o en Monte Bernorio (Hierro 11). Con posterioridad y a diferencia de lo que se sabe sobre las construcciones del Noroeste, se desconoce, por ahora, la evolución de la arquitectura vernácula en lugares de hábitat indígena del área central cantábrica en los siglos siguientes a la llegada de los romanos. Sin duda, como se ha comprobado en otros lugares del Norte, no todos los emplazamientos indígenas serían destruidos, ni sus casas cambiadas por las romanas. ni todos sus habitantes bajados de las montañas (CÁNTABROS, ASTURES Y GALAICOS, 1981). Ciertamente en enclaves de especial interés para los romanos la presencia de grandes casas urbanas de oriundez mediterránea y las dependencias de algunas villas forman parte de lo que se ha llamado la herencia romana- (RUIZ DE LA RIVA. 1991), cuya trascendencia más plena posiblemente se refleje en tiempos posteriores, a la propia época romana. No obstante, muchas tradiciones que hundirían sus raíces en la Edad del Hierro debieron de continuar paralelamente a la recepción de nuevos influjos. A este respecto, ha de recordarse las referencias de los escritores grecolatinos ya citados sobre la pervivencia de construcciones tradicionales en muchas partes de la Europa bárbara. Sólo puede señalarse, por ahora, que en momentos cercanos a la conquista romana o ya con la presencia de los romanos, se encuentran entre los cántabros viviendas donde el tipo de paredes de "setu" o "zarzu" de avellano y barro, elevadas a veces sobre una zapata arcillosa, debieron apoyarse también sobre zócalos de piedra. Estos zócalos, ya presentes, por ejemplo, en el castro alavés de Peñas de Oro, se encuentran tanto en las casas de planta cuadrangular de algunos castros de la montaña burgalesa como en la cabaña circular con suelo enlosado excavada en el castro de Monte Cildá (Palencia) (GARCÍA GUINEA, GONZÁLEZ ECHEGARAY Y SAN MIGUEL RUIZ, 1966) o, por ejemplo, en las construcciones de plantas angulosas de lo que se ha considerado un barrio popular en Julióbriga (IGLESIAS GIL, 1994). No ha de descartarse la posibilidad de que en alguna parte del área que nos ocupa, tal como pudo haber casas con paredes totalmente de madera, también se construyesen viviendas con alzados enteramente en piedra. Pero son las casas de paredes con estructura interna de madera y revoque de barro, vinculadas a los cántabros (CASADO SOTO Y GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1995. PERALTA Y OCEJO, 1996 ), las que tienen una plena constatación arqueológica, siendo el testimonio de una técnica constructiva que ha perdurado hasta nuestros días.
UNA INVESTIGACIÓN RECIENTE
Algunos de los aspectos constructivos y de la ambientación interior de las casas de la Edad del Hierro del área montañosa central cantábrica cuentan con una interesantísima investigación arqueológica de época reciente. Es el caso del castro de los Baraones (Valdegama, Palencia), próximo a Aguilar de Campoo. Aquí, Magdalena Barril y un equipo de instigadores han desarrollado desde 1986 cinco campañas de excavaciones, localizando los restos de al menos siete de estas estructuras de planta curva, alguna de ellas de siete o más metros de diámetro, aportando una valiosísima información acerca de las viviendas del sector central cantábrico en su área meridional, donde el alto valle del Pisuerga es contiguo al valle alto del Ebro (BARRIL, 1995. BARRIL Y SÁNCHEZ, 1995). Estas casas, cuya construcción se basa principalmente en la madera y el barro, pueden llegar a convertirse en caso de incendio en "pequeñas pompeyas", dado que un desalojo rápido de las viviendas por motivo del fuego haría que sus habitantes dejasen muchos de los enseres domésticos abandonados en sus lugares de uso cotidiano, mostrando así su organización interior y presentando ante el arqueólogo un verdadero documento sobre la vida siglos antes de nuestra era. El revoque de barro de las paredes de "setu" o "zarzu" puede aparecer, especialmente si es afectado por el fuego, en forma de múltiples fragmentos endurecidos que conservan huellas de la figura y dimensiones de las estacas y las varas utilizadas y que, a modo de un gran rompecabezas de cerámica, permite apreciar algunos detalles de la construcción e incluso podría permitir el cálculo de la altura de la pared. Otros detalles concernientes al alzado así como a la forma y dimensiones de la planta quedan señalados por los restos de zócalos, las huellas de postes, los derrumbes de la pared, la extensión de los pavimentos o la dispersión de los demás elementos (placa o piedras del hogar, bancos adosados a las paredes, fragmentos de cerámica, metal, hueso, etc.) por el suelo de la vivienda. Los hallazgos de vasijas de almacenamiento decoradas con impresiones de dedos o vasitos cerámicos cuidadosamente fabricados, molinos de mano, placas de hogares, pesas de telar, escorias de fundición, etc. en el interior de estas construcciones nos hablan de tareas de recolección, moliendas, trabajos en la cocina, elaboración de tejidos, actividades metalúrgicas.. en definitiva, del ambiente y la vida de los habitantes de esta parte de Europa en un pasado en realidad no tan lejano ni extraño como para que nos sea incomprensible.
BIBLIOGRAFÍA CONCERNIENTE A LAS VIVIENDAS
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