Una estrategia que hemos de considerar necesaria, casi inevitable, en razón tanto del aislamiento secular de este sector de montaña, como de la existencia de una estructura de la propiedad de la tierra, en la que el rasgo dominante era el extremo minifundismo, agravado por la inevitable aparición de crisis de subsistencia y hambrunas, que obligaban a emigrar a una porción considerable de su población, bien a otras regiones españolas, o bien a Ultramar. Es precisamente en la búsqueda de alternativas a los frecuentes episodios críticos, así como de un necesario complemento a la tradicional dicta de subsistencia, en la que la población campurriana desplegó todo el ingenio que el potencial ecológico permitía y ciertamente permitía muy poco-, desarrollando un tipo de actividad marginal a la explotación agraria, pero esencial en la economía rural tradicional, ya que de ella obtenían los escasos ingresos en metálico de que podían disponer: constituían pilares básicos (te tal actividad: la cría de ganado de "labor", el artesanado de la madera, el carboneo de los montes, el arriendo estacional de pastos a los rebaños de merinas castellanas o extremeñas y el transporte y venta de productos agrarios y artesanos en las ferias castellanas con el objeto de adquirir el cereal y vino necesario para el consumo familiar y, si era posible, para su venta en las ferias y mercados de la Comarca; una actividad a la que se dedicaba al menos el 50 por 100 de los labradores, durante tres meses al año ( l). Lamentablemente, todo ello resultaba insuficiente: ni la absoluta dedicación, ni la brutal aportación de trabajo familiar podía doblegar alguno de los que bien podernos considerar mayores obstáculos y condicionantes en el desarrollo de la economía agraria tradicional: la adversidad de las condiciones ecológicas y el reducido tamaño de las haciendas: ambos eran responsables de que, aunque... todos los vecinos viven de su trabajo, de cuidar algunos ganado vacuno y algunas yeguas y de sembrar sus heredades... ningún vecino hay que coja para la mitad del año (2). Tales condicionantes convierten en absolutamente necesaria la actividad de intercambio, es decir, la carretería estacional primero y semiprofesional desde mediados del siglo XVIII, y estimulan una suerte de solidaridad comunal, de hondo arraigo en la comarca, que acaba convirtiéndose en factor determinante en la organización del espacio campurriano.
LA ORGANIZACIÓN COLECTIVA DEL TERRAZGO
La economía rural tradicional en el valle de Campoo tiene su fundamento en la organización colectiva del terrazgo utilizable, tanto de los montes como de los prados y tierras de labor; obviamente, donde mayor significado alcanza tal organización era en las últimas, ya que en ellas se cultivaban cereales y leguminosas con el fin de lograr el pan, aunque siempre en cantidad escasa, puesto que habitualmente apenas alcanzaba para el sustento familiar durante la mitad del año. Así parece confirmarlo, entre otras muchas, la respuesta que en la Averiguación para el Encabezamiento de Alcabalas del año 1561 daban los vecinos de Suano al señalar que ".. entre todos y cuando la nieve no mata la sementera, se han cogido y cogen 240 cargas de pan, de suerte que en el dicho lugar no se coge la mitad del pan que ha menester para un año" (3). Pero, esta circunstancia era aún más grave si tenemos en cuenta que la mayor parte de las tierras de labor no daban cosecha todo los años, tanto porque el recurso al barbecho era una técnica imprescindible para reconstruir la fertilidad del suelo, como porque era preciso disponer de tierras con las que completar la alimentación del ganado durante el largo invierno y a veces durante una gran parte de la primavera; un período durante el que no se podía disponer de los pastos de montaña por la presencia de la nieve en el suelo. Prácticamente en todo el Valle de Campoo de Yuso, de Suso y de Enmedio se observa una oposición muy definida entre las llamadas tierra trigales localizadas obviamente en los mejores sectores, en las parcelas más fértiles, por lo común próximas a los núcleos de poblamiento, y la tierra zeñal, es decir, aquella que se siembra de centeno y que se localiza en las áreas más pobres. Unas y otras ocupan un espacio uniforme, comúnmente cercado, alrededor del caserío; un espacio que posteriormente, cuando se consolida la opción ganadera en la Comarca, conserva un carácter similar aunque ahora se destinará a los llamados prados de diente o para la siega en verde. Con la obligación de cercar las heredades se pretendía evitar la entrada de ganado antes de recoger la cosecha, o la salida del mismo si la heredad era un prado, por los daños que pudiese ocasionar; estas tierras debían estar cerradas, según las ordenanzas, para mediados de Marzo. El artículo 26 de las correspondientes a Requejo, en Campoo de Enmedio, recogía de forma harto elocuente esta exigencia, al indicar que ".. ordenamos e mandamos que porque parece que algunos vecinos del dicho lugar o de fuera parte tienen heredades o antuzaños del dicho Concejo, e por no los cerrar se comen otras heredades o prados o huertos que están cerca de ellos, que los dueños de tales heredades o prados o huertos los tengan cerrados para mediados de dicho marzo". Estos cercados, llamados también mieses o praderas quedaban a disposición de la comunidad para que, una vez levantadas las cosechas pudiesen entrar los ganados en ellas en vez o en cabañas. con pastores o en derrota, cuando el alcalde o el Concejo así lo determinasen. La misma práctica se observaba en los prados una vez recogida la hierba, con la peculiaridad de que, si alguno de ellos estaba cercado, su propietario tenía la obligación de abrir dos camberas, es decir, dos entradas de carro, desde que se levantaba la cosecha hasta el mes de Febrero o Marzo, en que los ganados subían a los puertos de primovel; una suerte de etapa obligada y solución de continuidad antes de acceder a los puertos altos durante el verano. Mediante esta práctica, conocida como derrota de mieses, se podía mantener un mayor número de cabezas de ganado, compaginándose la explotación agrícola, de carácter eminentemente individual, con la explotación ganadera en régimen comunal.
Existían también dentro del terrazgo prados de aprovechamiento comunal, prados que apenas representaban el 9 por 100 de la superficie comarcal y que ocupaban sectores relativamente marginales, desde el límite de las tierras de labor hasta el borde mismo de los montes o ejidos comunales. Estos prados formaban una segunda aureola, delimitada frecuentemente por simples mojones con el objeto de facilitar la derrota de mieses. Para hacer ésta posible, incluso cuando los prados estaban cercados, las ordenanzas de los distintos lugares indicaban que las aceras, es decir, los accesos o entradas a las llosas o heredades de propiedad particular próximos a las viviendas, deberían abrirse y cerrarse en las fechas que indicasen los regidores. Un elemento más dentro de terrazgo, si bien no sometido a sujeción colectiva alguna -salvo la obligación de que estuviesen cercados-, es el representado por los huertos, que reciben la denominación de antuzaños o aniales. El aprovechamiento de ellos era individual, pero debían estar cerrados de modo tal que la cerca... fuese de resistencia y altura cual se necesitase a dicho de hombres para que el ganado por si sólo no la quebrantase fácilmente (4). Se destinaban, preferentemente. al cultivo de hortalizas -y más tarde de patatas- para el consumo familiar y en los huertos bien regados, algunos pequeños tablares de lino, que abastecían a pequeños telares familiares de los que se obtenían, no sin precisar antes cuantiosas labores -empozarlo, esgargolarlo, espadarlo, etc...-, parte de las prendas de vestir y del ajuar familiar. Era muy común, asimismo, destinar un pequeño fragmento del huerto a alcacer, mas tarde al cultivo de alfalfa, para su siega en verde. En cualquier caso, la importancia del huerto era tal que, en algunos términos, era obligado que todos los vecinos contasen con él: excepcionalmente, quien no dispusiese de tierra para este menester, podía hacer huerto en los ejidos comunales por tres años, tal y como se señala en las Ordenanzas del Concejo de Entrambasaguas y la Lomba (5). En ninguna de las Ordenanzas de los pueblos de la comarca aparece especificada la causa por la que todos los vecinos habían de contar con un huerto, pero en otros Concejos de la Provincia se justifica esta medida como una prevención contra el robo. En las Ordenanzas para la villa de Santillana de Mar aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla en el año 1773, se ordenaba que, ... por cuanto se experimentan vados hurtos en los huertos y huertas de esta villa y sus barrios, se obligue a cada vecino, que con tal destino, tenga medio carro de tierra a lo menos, en el que deba tener todo el año con verduras. El terrazgo se completaba con las eras, convertidas más tarde, cuando se reduce el terrazgo cultivado, en prados cercados. La superficie ocupada por éstas y por los huertos no puede ser cuantificada ya que en la inmensa mayoría de los lugares ni siquiera se declara en razón de su exiguo tamaño, empequeñecido aún más por el absoluto predominio de los prados y las tierras de pan llevar.
TÉCNICAS Y SISTEMAS DE CULTIVO
Aunque la importancia de las tierras de pan llevar en el conjunto de la Comarca sea relativamente pequeña -apenas un 9 por 100-, su peso relativo en la estructura del terrazgo era ciertamente elevado ya que podía alcanzar el 70 por 100. En él, la mayor extensión correspondía a los cereales panificables y, dentro de ellos, fundamentalmente al centeno ya que era el cereal mejor adaptado a las condiciones ecológicas comarcales. Los sistemas de cultivo empleados eran los tradicionales, bienal y al tercio, respondiendo su implantación en la Comarca a dos razones fundamentales; por una parte a la pobreza de los suelos. así como a las dificultades para reconstruir su fertilidad mediante el recurso al abono orgánico, y por otra a la necesidad de obtener pastos suplementarios en estas tierras durante el largo período de reposo al que eran sometidas. En las mejores tierras, en cambio, se generalizará durante el siglo XVII el sistema trienal merced al cual se obtenían mayores rendimientos sin que ello signifique en absoluto que éstos fuesen elevados.
Por lo general, todas las tierras labradas estaban agrupadas en las proximidades de los pueblos y se dividían en hojas. Este sector labrado recibía la denominación de la mies, si bien esta denominación, junto a la de pradera se daba también a la superficie ocupada por prados de guadaña. Las técnicas de cultivo empleadas eran muy deficientes, lo que obligaba a una intensa acumulación de trabajo humano, muy superior a la que era preciso utilizar en los prados. Las numerosas labores agrícolas -levantar la tierra, binarla, sembrarla, surcarla, limpiar los surcos, estercolarla. segarla. trillarla, beldarla, acarrear el grano y almacenarlo, ocupaban una parte sustancial de la actividad de la población campesina a lo largo del año, para obtener unos rendimientos que, en el mejor de los casos, no pasaban de ser mediocres. Puede resultar elocuente la valoración que se hace de ésta actividad con ocasión de los Amillaramientos de 1850 en el Marquesado de Argüeso al indicar que ... los gastos de cultivo representan habitualmente mas del 85 por 100 del producto obtenido en las tierras de primera calidad, el 87 por 100 en las de segunda y mas del 90 por 100 en las de tercera (6). Un parco e irregular beneficio para el ingente esfuerzo desplegado por la población campesina campurriana sobre una tierra, tan poco adecuada para el cultivo como necesaria para la subsistencia familiar.Distribución del espacio agrario a mediados del siglo XVII (has.).
Superficie Labrada |
% |
Prados |
% |
Montes |
% |
Baldíos |
% |
Total | |
Campoo de Suso* |
2039 |
23,8 |
671 |
7,7 |
5841 |
67,3 |
0,9 |
0,9 |
8634 |
Campoo de Yuso |
576 |
11,2 |
922 |
18 |
3157 |
61,6 |
9,2 |
9,2 |
5120 |
Campoo de Enmedio |
1929 |
17,3 |
641 |
7,7 |
8384 |
75,1 |
1,9 |
1,9 |
11129 |
TOTAL ** |
4544 |
18,2 |
2234 |
8,9 |
17346 |
69,9 |
3 |
3 |
24883 |
* Sin el Marquesado de Argüeso.
** Falta por contabilizar una superficie apreciable de la comarca a causa de las lagunas que presenta la información.
Fuente: Catastro del Marqués de la Ensenada.Sobre un terrazgo muy reducido, del que era preciso extraer el mayor partido posible para atender las necesidades alimenticias de la población y del ganado, se llevó a cabo, tradicionalmente, una explotación todo lo intensa que las condiciones ecológicas permitían. Como se puede apreciar en el cuadro adjunto, la superficie destinada a las tierras de labor ocupaba una fracción muy reducida del espacio comarcal -en torno al 20 por 100-, aunque en realidad la disponibilidad de tal superficie era mucho menor, ya que no todas las tierras se cultivaban anualmente a causa de su calidad y aptitud. En el conjunto de la Comarca, por lo general, las tierras de primera calidad se sembraban todos los años, especialmente las que podían ser regadas, mediante una rotación de cereal -generalmente trigo- y leguminosas -arvejas o franco-. La superficie que representaba esta aptitud -primera calidad- era muy reducida, puesto que apenas alcanzaba el 5 por 100 del terrazgo en Campoo de Suso y era aún más pequeña que el resto. Con independencia de la calidad agronómica del suelo, se distinguen dos tipos básicos de tierra: la llamada trigal, que se siembra dos años seguidos, el primero de trigo, el segundo de cebada o alguna leguminosa, para descansar el tercero, y la llamada zeñal en la que se siembra centeno y produce un año cada dos (7). El primer sistema, conocido como trienal es el más extendido, en el siglo XVIII, en las mejores tierras; con él se lograba una reconstrucción adecuada de la fertilidad del suelo, al rotar cereales con leguminosas que constituían una alimentación suplementaria para el ganado; un suplemento necesario si consideramos que los prados, que producían todos los años, sólo permitían un corte, y apenas representaban el 10 por 100 del terrazgo (8).
A riesgo de simplificar en exceso los hechos, siempre complejos, se puede apuntar la siguiente distribución de los sistemas de cultivo empleados en la Comarca: en las tierras de regadío de primera calidad se obtenía una cosecha todos los años, rotando el trigo con leguminosas o con el lino; en las tierras de segunda calidad tanto de regadío como de secano se encuentra generalizado el sistema trienal, alternando el trigo, que encabeza la serie, con cebada o arvejas el segundo año, para descansar el tercero. Finalmente, en las tierras de tercera calidad el sistema empleado era fundamentalmente el bienal, aunque tampoco son desconocidos sistemas más extensivos, en particular el sistema al tercio, es decir aquel en el que se cultiva un año de cada tres; un sistema que se documenta en lugares como Servillejas a mediados del siglo XVIII indicando que ... la de segunda produce de tres años dos, el uno de trigo y el otro de centeno, cebada o habas, y la de tercera produce con dos años de descanso(9). La implantación y arraigo de estos sistemas en la Comarca es ciertamente considerable: no se modifica ni siquiera en presencia de coyunturas favorables como en los años de incremento del precio del cereal, lo que sin duda se debe a las limitaciones impuestas por las condiciones ecológicas de la Comarca. Si en el siglo XVI la cosecha de grano recogida apenas alcanzaba para las necesidades del consumo de la mitad del año, viéndose obligados a traer el resto de acarreo de las tierras del interior, en la segunda mitad del siglo XVIII el sistema permanecía aún inalterado, e incluso había empeorado, a causa del incremento de la población, rompiéndose un equilibrio siempre precario en la Comarca (10). Para restituirlo se procedía tradicionalmente a una ampliación del terrazgo cultivado a costa de los ejidos comunales. Estos se rompían cada tres años, abandonándose las tierras tras el año cultivado, y pasando a ocupar otras nuevas. No obstante, esta solución no era suficiente para mejorar la precaria situación de la población campesina, al ser cada vez mayor el número de vecinos necesitados y las parcelas en las que se dividía la rotura cada vez más pequeñas. Sobre ellas se desplegaba una ingente aportación de trabajo, que apenas era compensado por los rendimientos acumulados durante el breve período en el que eran cultivadas (11). Pero, sin lugar a dudas, es la pervivencia del sistema bienal lo que confiere carácter al quehacer de la población campesina campurriana; un sistema que se encuentra generalizado hasta bien avanzado el siglo XIX en las tierras de secano de segunda y tercera calidad, tierras que representaban prácticamente el 80 por 100 de la superficie cultivada, y que dotan de personalidad al paisaje agrario tradicional en el valle de Campoo. El llamado cultivo sin intermisión, es decir sin descanso, apenas alcanzaba al 5 por 100 de las tierras en tanto que el 15 por 100 restante de las tierras de labranza se cultivaban por el más correcto, pero ecológicamente inviable, sistema trienal. El resultado de la pervivencia de sistemas de cultivo tan intensivos no puede ser otro que la obtención de unos rendimientos bajos que, además, y como consecuencia de las condiciones ecológicas límite en las que se obtenían, adolecían de una inquietante falta de regularidad interanual, que podía alcanzar diferencias de más del 80 por 100; y ello impedía cualquier progreso de las modestas economías familiares, en una economía de subsistencia que se ma1nutría de los escasos excedentes obtenidos de la explotación ganadera. Paradójicamente, la superficie ocupada por los prados era poco relevante, al menos en comparación con la que se destinaba a la labranza.
EL CARÁCTER SUBSIDIARIO DE LOS PRADOS
Por la superficie que ocupan dentro del terrazgo aproximadamente el 30 por 100 y por la proporción aún menor -el 9 por 100- del conjunto comarcal campurriano, los prados, tanto los de secano como los de regadío, bien pueden considerarse marginales en la economía agraria tradicional. Bien es cierto, no obstante, que la competencia entre la alimentación humana y animal obligó al desarrollo de complejas fórmulas de aprovechamiento del terrazgo con el fin de conciliar ambas necesidades y paliar el inconveniente que representaba la reducida entidad de los prados y los escasos rendimientos que proporcionaban ya que, salvo en los de regadío, tan sólo permitían un corte anual. La práctica habitual consistía en abonarlos de modo alterno cada tres años, con tres carros de estiércol por cada fanega, lo que equivalía aproximadamente a 15 carros por hectárea: una cantidad y frecuencia que resultaba a todas luces insuficiente, pero que era imposible mejorar a causa del reducido número de cabezas de ganado estabuladas. La producción de los mismos era obviamente muy variada en función de la calidad de la tierra, pero en todos los casos las fuentes consultadas los consideran insuficientes, justificándose de este modo el arraigo y pervivencia en el tiempo de las formas de aprovechamiento colectivo del terrazgo (12). No hay que olvidar que a las necesidades habituales del ganado estante se añadían las del rebaño procedente de los puertos altos durante el invierno, resultando insuficiente el heno almacenado con este fin. Por esta causa, el ganado que cada explotación podía mantener era muy reducido, acorde no tanto con la ingente disponibilidad de pastos estacionales, de aprovechamiento comunal, sino con el volumen de heno que se pudiese recoger y almacenar procedente de los prados de propiedad o explotación particular. Frecuentemente, al ser el ganado el único recurso de que se disponía para obtener ingresos en metálico, el campesino se veía obligado a mantener un rebaño relativamente numeroso, siempre superior al que con sus escasos prados podía alimentar, con el fin de asegurarse unos excedentes más o menos seguros y estables. En los inviernos no demasiado rigurosos, se podía mantener el ganado en régimen de semiestabulación aprovechando los pastos de los montes y ejidos comunales próximos al pueblo, con lo que sobreviviría la mayor parte del mismo y los ingresos en la primavera-verano podrían ser elevados; pero en aquellos inviernos es que la presencia de la nieve era habitual, es decir en la mayor parte de ellos, la estabulación era obligada, con lo que la hierba almacenada se consumía con rapidez obligando al labriego a malvender parte de la cabaña. Para paliar estas dificultades era práctica habitual recurrir a la hoja de acebo para alimentar al ganado, razón por la cual en todas las ordenanzas municipales se prohíbe la tala de este arbusto en los montes comunales; las ordenanzas de Celada Marlantes del año 1697 en su artículo 1º señalan ... que no se corte en las dehesas ningún pié de roble o acebo o haya no otro género pequeño o grande salvo para reparar su casa. En el mismo sentido abundan las Ordenanzas de Requejo en su artículo 43, expresando ... que ninguno sea osado cortar ninguna cosa verde ni seca, hescepto (sic) pértigas de avellano para el servicio de sus casas, e que si alguno cortase roble, haya o acebo pague de pena... (13). Pero el rigor no era en absoluto tan extremo ya que en las mismas ordenanzas se recogía el derecho de cada vecino a ... cortar la cantidad que se determine y en las acevas previamente señaladas por una comisión de marcadores. Una vez cortadas se sorteaban por adras, es decir, públicamente, en la casa del Concejo (14). El inevitable recurso a la ampliación de la superficie destinada a prados de guadaña o de diente no siempre era viable; los roturaciones del monte estaban muy limitadas por la necesidad que de él se tenía, y los ejidos comunales, cuando se rozaban eran destinados a ampliar la superficie cultivada.
El remedio a los inconvenientes estructurales representados por un terrazgo exiguo y una propiedad individual muy pequeña se encontraba tanto en el aprovechamiento colectivo -en derrota- de todos los prados y tierras de propiedad particular, por parte del ganado que bajaba de los puertos altos en otoño, como en el aprovechamiento de los prados y ejidos de propiedad comunal; en ocasiones se realizaban las labores colectivamente, repartiéndose los frutos a partes iguales entre los vecinos(15). Una solución parcial a la escasez y aun a la falta de tierras propias de un elevado número de vecinos. No es extraño, por ello, que si el terrazgo cultivado apenas podía asegurar la subsistencia de la población y los prados eran insuficientes para alimentar el ganado, se tuviesen que buscar soluciones complementarias en la única superficie disponible en el espacio comarcal: el monte. Su aprovechamiento se perfila, de este modo, como un recurso obligado en la tradicional economía de subsistencia campurriana.
EL APROVECHAMIENTO DEL MONTE
En la economía rural tradicional , generadora de rentas muy escasas, y capaz tan sólo de mantener en precario equilibrio a una población reducida, la explotación ordenada del monte jugaba un papel fundamental. De él obtenía el campesino una parte nada desdeñable de sus ingresos en metálico, merced a la elaboración de carbón vegetal así como de una variada gama de aperos de labranza, con destino a su venta en ferias y mercado comarcales y regionales y muy especialmente en Castilla. Pero en no pocas ocasiones, la explotación del monte constituía la única fuente de subsistencia para aquellos vecinos que carecían de tierras y ganado o que poseían ambos en una cantidad muy pequeña, siempre insuficiente para el mantenimiento de sus familias; y es que si la economía campesina apenas permitía una subsistencia digna para la mayor parte de los vecinos, eran también considerable el número de "... vecinos que no tienen ganados y labran maderas en los montes porque no tienen otra granjería y con las maderas que llevan a vender a Castilla compran pan para sus hijos y mujeres, durmiendo en los montes, comen de pan y agua y solo de esto se sustentan" (16). La importancia de este recurso viene dada por la superficie que ocupa la comarca -mas del 70 por 100 de la superficie y si bien no toda ella era susceptible de un aprovechamiento similar, la superficie arbolada era ya, a mediados del siglo XVII, ciertamente muy pequeña -entre el 7 y el 15 por 100- en relación con los arbustos y praderas, debiéndose este hecho tanto a las sucesivas roturaciones del monte como a la sobreexplotación de los hayedos y robledales por la Marina, para la fabricación de los navíos de guerra. Por ello, su aprovechamiento general y maderero en particular, aparece en todas las ordenanzas estrictamente regulado, reservándose las mayores penas para quienes infringiesen las normas relativas a su ordenado aprovechamiento.
La elaboración de aperos de labranza para el autoconsumo y para su venta en Castilla ocupaba un lugar preferente en la preocupación de una gran parte de la población campesina que, junto con el ganado y en ocasiones la sal adquirida en las salinas de Cabezón para su posterior reventa, proporcionaba el conjunto de los ingresos en metálico a los que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, hay que añadir los obtenidos por el acarreo de granos desde Alar del Rey hasta las fábricas de harinas y almacenes de grano de Reinosa, o de harina con destino al puerto de Santander para su envío a las Colonias Ultramarinas. Pero era del artesanado de la madera del que se obtenía una parte sustancial de tales ingresos; y ello pese a que la disponibilidad de la madera no era ilimitada ya que cada vecino sólo podía hacer, fuera de las partes vedadas o concías, dos carros de madera anualmente, uno por San Juan y otro por San Martín de cualquier especie menos de roble. Además de estar regulada la madera que se podía cortar, en algunos lugares aparecía también regulada la madera que se podía vender fuera de la Comarca; una disposición que, junto a otras menores, estaba destinada, sin duda, a proteger a aquellos vecinos que, no teniendo ganado con el que transportar las maderas elaboradas para su venta, pudiesen realizar esta operación dentro de la propia Comarca a través del mercado de Reinosa. Según las ordenanzas de la Hermandad de Campoo de Suso del año 1551 sólo se podían hacer ... treinta docenas de palas, valoradas en treinta reales, 35 docenas de garauja-horcas, rastrillos, bieldos etc .. dieciséis artesas y sesenta sillas mayores y menores. Dos limitaciones venían a regular, de modo estricto, el aprovechamiento del potencial maderero de la Comarca; una de ellas tiene un sentido eminentemente solidario, y se recoge en las ordenanzas de la citada Hermandad de Campoo de Suso, señalando que "..por cuanto hay gentes en la dicha hermandad que no tienen bueyes con que carretear se han de mantener con el trabajo de sus personas, ordenaros que los tales que no hicieran otras maderas para llevar a vender, puedan hacerse y hagan fuera de las concías, en los montes bravos, cada vecino veinticinco pares de abarcas e no más", en tanto que la segunda permite intuir una encomiable preocupación por mantener la explotación del monte, dentro de unas condiciones de aprovechamiento razonables; éste parece ser el sentido de la prohibición consistente en que " .. ningún vecino pueda llevar la leña a vender fuera de los lugares de la dicha hermandad que sea de los montes y concías de ella o la prohibición de hacer carbón o, excepcionalmente, la limitación a dos carros de carbón que podían hacerse anualmente (17). Y es que, de forma coyuntural, también se llegó a explotar el monte para la fabricación de carbón con que alimentar las pequeñas fraguas que se fueron instalando en comarcas vecinas desde mediados del siglo XVIII, así como la única que se instaló en Campoo, en la localidad de Ormas, propiedad de un vecino de Reinosa. Inició ésta su actividad en 1754 y funcionó regularmente hasta 1840, año en que figura ya como arruinada; entre las causas de su ruina cabe señalar la imposibilidad de hacer frente al abastecimiento de combustible, debido a " .. no dejarle cortar la madera de roble que necesitaba aún estando noticioso (sic) de haber muchos tirados de despojos en el monte del Concejo Mayor de Valdearroyo, los vecinos se lo estorban". Las limitaciones apuntadas se contemplaban también en los acuerdos, suscritos básicamente para regular el aprovechamiento de los pastos de montaña, con otras comarcas o concejos. En los acuerdos de la comunidad de Campoo-Cabuérniga, que resultan del todo punto modélicos, se prohíbe la tala del acebo, se limita el número de maderas que se podían cortar e incluso se delimitaba el lugar en el que se podían vender; en la Concordia celebrada entre Campoo y los vecinos del valle de Cabuérniga se ordenaba que "... cualquier vecino de los dichos valles que cortase árboles de la dicha Cueva del Poyo e Bullevaniego, lo hayan de llevar a su valle, e no lo puedan sacar a Mostajo ni a Tajahierro más de lo que hayan de llevar a cargar a dicho valle de Cabuérniga so pena de que si otra manera lo cargaren, que lo puedan tomar sin pena alguna salvo el borne, que lo pueden llevar con bueyes e la madera que no la puedan llevar, salvo a cuesta al dicho valle". Aún más, cuando el acuerdo se adoptaba con otros valles, las restricciones eran mucho más estrictas ya que tan sólo se permitía “... a los pastores que guarden las dichas vacas que puedan hacer cabañas para que duerman y abarcas las que hubiera menester para sus personas, e jarras para sus cabañas y puedan cortar madera de los dichos términos para hacer lo susodicho e cortar leña para quemar (18). Se pretendía con ello evitar la competencia con las maderas elaboradas en Campoo, que, de este modo, monopolizaría gran parte de la oferta de productos artesanos en el interior, es decir en Castilla.
Este sostenido equilibrio entre las necesidades particulares y vecinales se ira quebrando paulatinamente, al orientarse la explotación de la madera hacia actividades extrañas a la comarca. A mediados del siglo XVIII, la Ordenanza de la Real Marina limitó considerablemente la tala de árboles de los montes comunales ya que de ellos se había de obtener, como si de una reserva estratégica se tratase, la madera para la construcción de embarcaciones de guerra, tan necesaria para la defensa de los, por otra parte, menguantes intereses político-territoriales de España. Es cierto que la Marina pagaba a los Concejos hasta un real por cada codo cúbico de madera de roble y cuatro por una medida similar de haya, pero no es menos cierto que con ellos sólo se lograba sanear, a lo sumo, la economía de los diversos Concejos, a costa de arruinar paulatinamente una forma de vida secular, y , de hacer inevitable el recurso a la emigración. A mediados del siglo XVIII un Informe sobre el estado de las Fábricas Comercio, Industria y Agricultura en las Montañas de Santander apuntaba ya que "..si se escuchara el voto de la provincia, acaso no se hallará en el un hombre que deje de decir que han sido los reglamentos sobre montes y matrícula las dos únicas causas o las más principales de todos los males que padece y efectos de ellas, la emigración y la desidia" (19). Y es que, la explotación del monte sirvió, generación tras generación, para sortear o paliar el efecto de las frecuentes crisis agrarias, pero su importancia irá menguando al compás del crecimiento de la población, la extensión de las roturaciones para ampliar la superficie de prados necesaria para la alimentación de un ganado cada vez más productivo, pero también más exigente. La pérdida de significado del monte en la economía tradicional, el cambio en la composición de la cabaña ganadera, la extensión de los prados y la desaparición de las tierras de pan llevar, unido a la incipiente industrialización de Reinosa, irá sumiendo en el olvido unas prácticas, usos y costumbres agrarios ancestrales, al tiempo que provocarán un cambio en el paisaje agrario tan acelerado y de tal envergadura, que sólo las viejas generaciones conservan, más o menos vivo, en la memoria.
NOTAS
(1) Cada labrador-carretero obtenía en cada viaje y por cada par de labranza, es decir por cada yunta de bueyes o de tudancas, un beneficio medio de treinta reales, o lo que es lo mismo noventa reales cada temporada, ya que eran tres los viajes que habitualmente se realizaban al año. Esta renta no pasaba de ser un mísero complemento ya que guardaba una enorme desproporción con el precio de algunos artículos de primera necesidad; un dalle costaba, por ejemplo 12 reales, un hacha 11 reales y un arca de carga y media de trigo 26 reales.
(2) Averiguación para el Encabezamiento de Alcabalas. Lugar de Soto. 1561. Archivo General de Simancas (A.G.S.) Leg. 70, fol. 53.
(3) Ibid.~ Lugar de Suano. Año 1561. A.G.S. Leg, 70, Fol. 52.
(4) Ríos y Ríos, A. de los,- Memoria sobre las antiguas y modernas comunidades de pastos entre los valles de Campoo de Suso, Cabuérniga y otros de la provincia de Santander. Santander 1878,88pp.
(5) "...Que se desocupen los ejidos y que todos planten huerto, y quien no lo tuviese lo haga en ejido por tres años" Ordenanzas del Concejo de Entrambasaguas y la Lomba por donde se rige y gobierna dicho Concejo, nuevamente reformadas en este año de 1716. Artículo 45.
(6) Amillaramientos. Marquesado de Argüeso 1850. Archivo del Ayuntamiento de Espinilla. Sin Catalogar.
(7) "...a la cuarta pregunta respondieron que en este término las tierras son de secano, que se siembran de centeno cada segundo año, necesitando otro intermedio para descanso y poder abarbechar. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. Lugar de la Serna. A.G.S. Lib. 634, fol.446.
(8)"...todo lo que hay en este termino fructifica de este modo: lo que es y llaman trigal se siembra dos años seguidos, el primero de trigo y el segundo de cebada o de una especie que llaman franco, y el tercero descansa. La Zeñal, que es aquella que se siembra de centeno, produce con un año intermedio de descanso y los prados de guadaña que producen generalmente por todos los años". Id.ibid. Lugar de Requejo. A.G.S. Lib.633, fol.273.
(9) Ibid. Lugar de Servillejas. A.G.S. Leg. 634, fol.408.
(10) En lugares como Proaño ni los pobres ni los ricos el que más pan coge de su labranza no coge para cuatro meses del año, y los más ni para dos no para uno. Averiguación ... Año 1597, Op. Cit. Leg. 70, fol. 56.
(11) Calderón Escalada, J.- "Que se hagan roturas cada tres años". Revista Fontibre. Mayo de 1957 ng 9, pág.4.
(12) "Los prados de primera clase de secano producen el alirnento (sic) de un carro, o sea 20 áreas, 460 kg., los prados de segunda calidad y secano 391 kg., y los de tercera y secano 345 kg. Amillaramiento de la Riqueza Rústica y Pecuaria. Ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso, año 1881. Archivo del Ayuntamiento de Espinilla. Sin catalogar.
(13) Biblioteca Menéndez Pelayo. Colección Pedraja. Ms. 432 Doc. 485, fol.66. (Celada Marlantes), y fol. 341 (Requejo).
(14) Calderón Escalada, J.- Campóo. Panorama histórico y etnográfico de un valle. institución Cultural de Cantabria. Diputación provincial de Santander. Santander 1971, 226 pp.
(15) ...posee este común igualmente varias tierras y prados que las administran por si dicho común, repartiendo sus frutos a partes iguales entre los vecinos..." A.G.S.: Catastro de Ensenada. Lugar de Abiada. Lib. 626 fol: 282, respuesta 23.
(16) Averiguación para el Encabezamiento de Alcabalas. Año 1597. Lugar de Soto. A.G.S. Leg. 70.
(17) Ríos y Ríos, A.de los.- Copia de unas ordenanzas de la Hermandad de Campoo de Suso. Año 1551. En Antología de Escrtores montañeses. Santander 1952, pp.87.
(18) Escagedo Salmón, M.- Costumbres pastoriles cántabromontañesas. Santander, Imprenta Provincial, 1921, pp.144.
(19) Martínez Niara, T.- Estado de las fábricas, comercio, industria y agricultura en las montañas de Santander (siglo XVIII). Estudio, Santander 1979, 304 pp.
BIBLIOGRAFÍA
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