El conjunto arqueológico de época medieval de "San Pantaleón" (La Puente del Valle, Valderredible) Excavaciones 1998-1999

Carmelo Fernández Ibáñez, Pedro A. Fernández Vega, Javier Peñil Mínguez, Carlos Lamalfa Diaz, Miguel A. González de la Torre y Serafín Bustamante Cuesta

INTRODUCCIÓN
Valderredible constituye una comarca geopolítica enclavada en el extremo más meridional de la actual Comunidad de Cantabria, y que es compartida en pequeña proporción con la lindante provincia de Palencia. Se encuentra compuesta esencialmente por un magnífico valle con abundantes recursos naturales, fruto de un ecosistema particular, lo que unido a su inmejorable emplazamiento geográfico, ha hecho que no pasara desapercibida a los diferentes grupos humanos desde la antigüedad. Es por ello que muchos de sus pintorescos y bien abastecidos rincones se han convertido hasta el día de hoy en asentamientos donde el hombre, siglo tras siglo, fue estableciendo sus diferentes lugares para vivir y también para morir. Las razones por las cuales escogían unos u otros constituyen por el momento una más de las incógnitas históricas que este lugar encierra.
 
Figura 1. La Peña de San Pantaleón desde el oesteAl hilo de esto, resulta no menos curioso que una comarca tan prolija en multitud de temas para su estudio y disfrute (Alcalde Crespo, 1998), y tan rica en manifestaciones artísticas y arqueológicas del pasado, sea un territorio prácticamente virgen para los especialistas de la antigüedad. Algo tan básico como pueda ser una sistemática prospección a raíz de la cual poder contar con un inventario de Bienes Patrimoniales de tipo artístico, arqueológico e inclusive etnográfico, se encuentra aún por hacer. Está claro que el interés que demuestra tener Valderredible pesa menos que la lejanía provincial que padece, al encontrarse emplazado en uno de sus vértices. Quizás este panorama cambie una vez hayan mejorado ostensiblemente las proyectadas y futuras comunicaciones terrestres que se dirigen hacia la Meseta Norte.
 
Lo hasta ahora conocido y publicado (ya que pese a todo se conocen otros yacimientos aún inéditos) son hallazgos de arte rupestre adscritos a la Prehistoria Reciente (Díaz Casado, 1998) (Gutiérrez Morillo y García Aguayo,1998) (Teira y Ontañón,1997) (Mínguez Alvaro y Ramírez Díez,1984), el medievo (Rincón Vila,1993) y la época histórica (Lamalfa Díaz y Fernández Ibáñez, en prensa). Así mismo existen gran número de iglesias/eremitorios y necrópolis medievales -entre los que se encuentra nuestro yacimiento- (Bohigas Roldán, 1986) (Bohigas Roldán, 1997) (Lamalfa Diaz, 1991), y que hasta ahora, junto a las iglesias románicas (García Guinea, 1979) suponen los monumentos más emblemáticos de Valderredible en la antigüedad.
 
Uno de los principales protagonistas en y de este valle a lo largo del tiempo geológico e histórico sin duda ha sido el río Ebro, que entrando en él perpendicularmente desde el Norte, discurre a lo largo de las dos terceras partes del mismo a través de su vertiente meridional. Es parte responsable en su conformación física y vegetal así como principal vía de penetración hacia la montaña o de salida hacia el Mediterráneo o la Meseta, de los grupos humanos a través de su cauce, Y proporcionó fertilidad a las tierras inmediatas donde se ubicaron las poblaciones. Un ejemplo de esto último lo constituyen el grupo de hasta seis meandros donde el río se retuerce en el centro- sur de Valderredible, y donde precisamente se encuentra emplazado el yacimiento arqueológico motivo de estas notas.
 
SITUACIÓN Y ANTECEDENTES
El conjunto de restos arqueológicos de época altomedieval denominado de San Pantaleón se encuentra ubicado en la cima y alrededores de un pequeño promontorio calizo del mismo nombre junto a la población de La Puente del Valle (Figura l).
 
Es posible acceder al yacimiento por vías diferentes, pero una de las más directas es la que a través de la carretera N-611 (Santander -Palencia), y en territorio de esta última -una vez dejadas atrás las poblaciones cántabras de Reinosa y Matamorosa-, llega hasta el cruce cercano a la población de Cabria. Tomar la carretera comarcal S-614 en dirección al pueblo de Quintanilla de las Torres, Pasado éste con dirección a Polientes, capital de Valderredible, nos lleva directamente al cabo de aproximadamente 40 minutos a La Puente del Valle una vez dejados atrás Cezura, Lastrilla, S. Andrés de Valdelomar, S. Martín de Valdelomar, Castrillo de Valdelomar, Susilla, Báscones de Ebro y Villanueva de la Nía. Tomaremos la desviación a mano derecha (que atajando la carretera principal se dirige también a la cabeza del Ayuntamiento) por un puente que cruza el río Ebro, y que discurre en meandro a los pies del yacimiento. Nada más sobrepasarlo, a la derecha, y frente a las primeras casas se alza imponente la Peña de San Pantaleón, enmascarada por maleza y un hermoso bosque de robles jóvenes. Llegaremos a ella siguiendo algunos cientos de metros la carretera, y tomando un camino que nace al Norte junto al cruce que conduce a las poblaciones de Sobrepenilla y Montecillo. Desde su cima es posible deleitarse con una magnífica vista del entorno inmediato, sólo frenada por la masa geológica de la Lora burgalesa que se eleva imponente hacia el Sur.
 
Figura 2. Boca de acceso al cubículo nº 1 situado al NW de la cimaVarios son los autores que de una o otra manera y por diversos motivos han mencionado este yacimiento, ya sea desde el punto de vista eminentemente arqueológico o bien paisajístico. Fue descubierto este lugar por R. Bohigas y publicado por primera vez, a raíz de un estudio con ocasión de haberse efectuado varios descubrimientos relacionados con el mundo rupestre de época medieval (Bohigas Roldán, et al¡¡, 1982:286288) (Bohigas Roldán, et alii, 1997:13) tan rico y característico de esta zona, que es meridional para Cantabria y Norte para Castilla y León (provincias de Palencia y Burgos).
 
El monumento se encuentra constituido por una necrópolis o cementerio medieval de la cual y hasta finales de los años noventa eran conocidas una veintena de tumbas (saqueadas la mayor parte de ellas) repartidas entre las dos elevaciones anejas que conforman el techo de la peña (denominadas por nuestro equipo como Sectores "A" y "B"), junto a los restos de un edificio (?) excavado en la roca, al cual se accedía mediante una escalinata tallada en el lado Norte. Finalmente se contabilizan hoy cinco cubículos (Figura 2) de diferentes dimensiones tallados así mismo en la caliza, y que presentaban desiguales estados de conservación, perimetrando los costados Oeste y Norte fundamentalmente (Larnalfa Diaz, 1991) (Lámina I).
 
Por entonces también se conocía un pequeño conjunto de hallazgos, como eran varios fragmentos de cerámica (Fraile López, 1990:467), y una estela anepígrafa de arenisca -la cual es posible suponer que proviene de la necrópolis- en muy mal estado de conservación y que hoy se encuentra en el Museo de Santander (Martín Gutiérrez, 1992: 144-145).
 
LA INTERVENCIÓN DE 1998: LA ERMITA
Figura 3. Escalera tallada en la rocaLos primeros trabajos de excavación en el conjunto arqueológico fueron llevados a cabo en el año 1998 por el equipo que firma este trabajo (arqueólogos, restaurador y topógrafo), una vez nuestro proyecto fue estudiado, convenientemente evaluado y aprobado por la Consejería de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria, que extendió el correspondiente permiso; avalado a mayores por el Instituto "Sautuo1a" de Prehistoria y Arqueología. Dicho equipo de excavación y estudio se ha visto reforzado por otros profesionales (documentalista, antro-paleopatólogo, dibujante, químicos, palinólogo...), que forman un cinturón perimetral de apoyo, encargándose de los correspondientes análisis, estudios, tratamiento y evaluación de muestras y datos que tan imprescindibles e ineludibles nos resultan siguiendo la moderna metodología de trabajo de campo y laboratorio. Fundamentalmente, buscamos el más perfecto conocimiento de cualquier yacimiento arqueológico y por ende, del o de los periodos históricos que allí se hayan desarrollado. De esta primera campaña fue publicada la correspondiente memoria (Fernández Ibáñez, et alii, 1999), así como otro tipo de noticias (Fernández Ibáñez et alii, 1999). Hacer constar también, que tanto la infraestructura como estas primigenias labores de campo fueron sufragadas por los miembros del equipo, sin ningún tipo de ayuda económica institucional.
 
La excavación se centró fundamentalmente en la estructura excavada en la roca que corona el lugar, y donde excavadores clandestinos ya habían vaciado la parte Oeste así como librado de tierras la escalinata tallada en la roca de acceso por el Norte (Figura 3) (Lámina II), respecto a lo que ya se conocía de antaño. Se removió un total de 28 M2 de tierra con una potencia desigual, y que en el lugar más profundo alcanzaba 40 cm (centro de la estructura) (Figuras 4 y 5) mientras en el ábside prácticamente afloraba la roca de base. La sencilla secuencia estratigráfica en base a tres claros niveles (que se pueden apreciar en el testigo conservado en el centro de la nave), correspondía al derrumbe de un pequeño edificio compartimentado en tres áreas, cuya estructura aérea se sustentaba en pies derechos con estructura de madera, todo ello apoyado en paredes levantadas con piedra irregular. Se trata de los restos de un pequeño templo de tipo ermita que comprende la nave con restos de un tan característico banco corrido (Monreal Jimeno, 1989:246), un estrecho Toro Bajo" (Monreal Jimeno, 1989:247) en el centro y la cabecera al Este. El acceso al interior del edificio es doble, uno de ellos por su lado Norte (ya visto) (Figuras 4 y 5) y el otro mediante un par de escalones tallados en la puerta Sur (Lámina II).

 
Las paredes interiores se uniformaron mediante un revoco con una masa de cal y arena para proporcionar uniformidad a las ásperas paredes de mampostería. Finalmente le fue aplicado una acabado blanquecino con una lechada de la misma materia, pero diluida. De todo ello el derrumbe excavado en la nave nos ha proporcionado una gran cantidad de fragmentos de reducidas dimensiones.
 
Esta campaña concluyó tras el sencillo -y a la postre vimos que eficaz- acondicionamiento llevado a cabo en una pequeña zona junto a la boca del cubículo 4. Para evitar que su interior se colmatase de nuevo con agua de lluvia, dado que su boca de acceso se encuentra a media ladera y en el cono de derrubios, ascendiendo el cual se puede llegar al yacimiento por el lado Norte, excavamos un pequeño canal de desagüe que desviase las aguas de escorrentía. Nos permitió verificar también que se trataba de un depósito arqueológico, algo que lógicamente ya suponíamos.
 
LA CAMPAÑA DE 1999: LA NECRÓPOLIS
En la campaña de 1999 se ha tratado de perfilar mejor los restos del edificio eclesial y fundamentalmente su entorno, interviniendo en el lado Sur (Figura 6), donde el resultado ha sido el descubrimiento del primitivo atrio de ingreso, y también en el lado Este por donde la necrópolis continúa sin solución de continuidad hasta lo que suponemos era uno de los antiguos caminos de acceso desde el valle, Así mismo, se han llevado a cabo últimas y puntuales intervenciones en el testigo del interior de la nave.
 
Figura 4. La ermita una vez excavadaComenzando por esta última, se procedió a la limpieza de los cantiles del testigo dejados la pasada campaña de excavaciones, degradados por una erosión medioambiental que es especialmente intensa en la destacada cima de la peña por condicionamientos fáciles de imaginar. Se determinó configurar este testigo en forma regular de triángulo, impuesta por los condicionantes naturales de espacio y volumen sedimentológico. Estos trabajos perseguían el objetivo científico de proceder a nuevas verificaciones estratigráficas con el fin de comprobar la correspondencia entre los restos del derrumbe interior y el exterior, así como observar la incidencia de las violaciones o destrucciones de las tumbas próximas y el masivo arrasamiento de la piedra con la cual se habían levantado los muros del edificio, cuando el lugar fue a la postre utilizado como cantera. Esta revisión permitió volver a contrastar aspectos de técnica constructiva y de revestimientos ya tratados con anterioridad (Fernández Ibáñez et alii, 1999:48 y 53).
Al excavar este área Sur de la iglesia, se pudo sacar a la luz una zona bastante bien acotada en planta por las posibles marcas de apoyo y asiento de pies derechos en madera, y que ha de corresponder al atrio o lugar de ingreso (nártex), lugar guarnecido de las inclemencias para que -entre otros posibles usos- los fieles se congregaran y aguardaran el momento de poder entrar en el templo. También se ha registrado la presencia de una suave escalinata de acceso hacia este atrio y su puerta tallada en la roca, que avanza ladera abajo preludiando una dirección de acceso y futuros lugares de excavación.
 
Al hilo de esto hemos de comentar algo importante, y es que se ha corroborado la conservación de los restos (muy arrasados hasta la misma base) de la línea de un muro excavado en la roca y que se correspondía con parte del lienzo Sur del edificio. Más concretamente, la parte izquierda con respecto a la puerta de acceso. Así mismo se ha constatado la existencia de un nuevo banco corrido en el interior (posteriormente arrasado) excavado en la pared Sur, y se continuaba con el existente en el Oeste de la nave ya comentado. En tanto que en el lado Norte la profunda alteración que ha sufrido -y sufre- la roca, no ha permitido saber si existió. Algo que suponemos no resultaría nada extraño.
 
Figura 5. Vista de la nave desde el Este, en primer término la escalera de accesoEn el atrio hay que constatar el hecho importante de la aparición de una tumba, que por su reducido tamaño correspondería a un niño de muy corta edad (Lámina II, VIII), tallada en uno de los escalones de acceso. Este hallazgo es necesario valorarlo como el mantenimiento de la necrópolis posiblemente tras la caída en desuso de la ermita. El hecho de seguir enterrando en lugares para entonces ya en desuso, pero que indudablemente continúan siendo sagrados para una parte de la población, es también un hecho constatado en otros lugares del valle del Ebro (Monreal Jimeno, 1989:270). Otras pequeñas tumbas cercanas tan sólo llegaron a esbozarse (Lámina II, l).
 
Por último, hay que consignar la aparición en las inmediaciones de la puerta de la iglesia, de un pequeño hueco tallado en el suelo, de unos 15 cm de profundidad y de forma troncocónica invertida, al que de momento no hemos hallado interpretación funcional.
 
También y dentro de esta campaña se han realizado excavaciones en la zona Este, donde se ubica la cabecera de la ermita. Aquí apareció un conjunto "homogéneo" de seis tumbas excavadas en roca (Lámina II, IX a XIV), que guardan sintonía de caracteres con el resto de los enterramientos del entorno. Entenderíamos por este término, el que junto a dos que por su tamaño pudiesen albergar personas adultas (a veces de distinta altura como es nuestro caso), se unen una o más de tamaño más reducido y que pudiesen haber alojado a niños o adolescentes. Esta fórmula ha dado en ocasiones lugar a la hipótesis de enterramientos de grupos familiares, hallados también en necrópolis de este mismo horizonte cronológico e inclusive geográfico, como es el caso de Revenga (Burgos) (Castillo, 1972:13).
 
Se concluyó esta campaña con el sondeo realizado hacia el N.E. respecto a la cima y junto al camino de acceso, con el fin de comprobar la existencia de sedimento arqueológico hacia ese lado y en el entorno inmediato; estructuras y características.. relacionado y contemporáneo o no a lo que nos encontrábamos excavando, etc. El resultado, inesperado en todos los sentidos, fue la aparición de una nueva necrópolis medieval, pero esta vez con tumbas de lajas, sobre los restos (aún no concluidos de explorar) de lo que podría ser un hábitat (?) de la Edad del Bronce. Es más que evidente que el lugar encierra mucho más de lo que aparentemente sobre él se suponía, y abre un largo y esperanzador periodo de excavaciones e investigación y un banco de datos y conocimientos no menor.

 
 
CULTURA MATERIAL
Con respecto a los objetos arqueológicos recuperados en el yacimiento, éstos han sido más bien escasos dentro de lo que suele ocurrir en cualquier otro yacimiento arqueológico, por ejemplo de tipo hábitat, y algo normal en lo que a número y cantidad suele arrojar la excavación de una necrópolis medieval. De todas formas, lo que a cada campaña se va sumando conforma un conjunto que comienza a ser significativo del momento y las circunstancias que nos encontramos explorando, aportando datos que complementan y ratifican la información que otro tipo de restos -estructuras del edificio y tumbas- ya de por sí arrojan. Hasta ahora y en cuanto a materias podemos hablar de cerámica fundamentalmente (Lámina III), hueso y metal.
 
La cerámica, como era de esperar, es de entre todo lo recuperado, lo más abundante. Se confeccionaron recipientes con arcilla muy limpia, llegándose a alcanzar finos grosores de pared mediante el uso del torno alto. Las coloraciones grises, beiges y ocres nos hablan de que durante la cocción (de tipo oxidante) se alcanzaron altas temperaturas. La mayor parte de los fragmentos corresponden a cuerpos o galbos, aunque también hay fondos planos y bordes de labio redondeado. En aquellos las decoraciones son incisas, fundamentalmente de tipo estriado (peinado) (Lámina III, 4) o bien con pequeños acanalados paralelos (Lámina III, 5). Sólo hemos localizado un fragmento con bandas pintadas. Las formas reconstruibles son parciales, y en ellas vemos la presencia de grandes recipientes de tipo cántaro con cuellos cilíndricos (Lámina III, 1) y base/fondo planos (Lámina III, 6) , que suelen llevar la característica asa de cinta. Sospechamos haya jarras con bordes de tipos apestañados y engrosados, cuellos carenados (Lámina III, 3), etc. La decoración de algunos fragmentos nos hablarían que proceden del cercano alfar constatado en la población -de sugestivo nombre- de Olleros de Paredes Rubias (Lámina III, 2) (Lamalfa Díaz y Peñil Mínguez, 1990). En general, esta cerámica guarda en su conjunto similitud con la producción alfarera obtenida en las cercanas excavaciones de la torre también medieval de Las Henestrosas (Valdeolea) (García Alonso, 1999).
 
También en cerámica, pero lógicamente utilizando una masa más basta mezclada con sílice según el sistema tradicional, se confeccionaron las tejas que -a veces unidas con mortero de cal y arena-, impermeabilizaban el tejado. Su presencia es tan abundante como su fragmentación. Conocemos una variada gama de tipos y aunque no contamos con ninguno completo, parecen corresponder a un modelo "alto", hemioval en sección (Fernández Ibáñez et alii, 1999:52-53).
 
De metal y sobre todo de hueso se han recogido muy escasas y poco elocuentes evidencias. únicamente algún resto de fauna y varias osamentas humanas fragmentadas, procedentes de la escombrera que se fue creando en la ladera Norte tras haber arrojado allí el contenido de las tumbas una vez iban siendo saqueadas.
 
CONCLUSIONES PROVISIONALES
De los datos de que hasta ahora disponemos y en espera de lo que futuras campañas puedan ampliar, cambiar o corregir, en torno a los siglos IX-X existía en la zona un grupo humano que habitaba suponemos no muy lejos del actual núcleo de la Puente del Valle (1), y cuyo poblado aún no nos ha sido posible localizar. Sus habitantes erigieron sobre la peña cercana una pequeña ermita que, como es natural, al poco tiempo hizo las veces de camposanto.
 
Para ello eligieron un lugar idóneo y excavaron la mitad inferior de la nave en la roca caliza existente en el lugar más alto. Posteriormente completaron el edificio en altura con aparejo de mampostería, madera, teja y lo acondicionaron, enlucieron su interior. Era un grupo muy integrado en su entorno de donde tomaban todo lo necesario para su subsistencia, y de esta manera se encontraba desarrollada la agricultura y la ganadería, la alfarería, cantería, carpintería, caleros, etc. Debió de ser un lugar próspero, dada la riqueza del ecosistema. además del lugar escogido para su emplazamiento al lado de una calzada que discurría junto a una arteria fluvial de vital importancia desde la prehistoria. Cruzaba un espacio geográfico que unía diferentes sistemas geográficos diferentes y enlazándolos con la Montaña, siendo además la llave hacia el Mediterráneo y otros lugares más lejanos a través de su curso y afluentes. Ideas y cultura material debieron de discurrir en abundancia por estos hoy apartados lugares.
 
Figura 6. Campaña de 1999. Tumbas III y IV del sector "A" al finalizar la excavaciónDado que el lugar escogido se encuentra en la cumbre de un altozano, conocidas las características climatológicas del lugar y los abundantes restos de reparación hallados, suponemos que el edificio debía de padecer las fuertes inclemencias del tiempo en todos los sentidos y necesitaba de continuos cuidados. No sabemos por qué, un día fue abandonado su culto y trasladado con seguridad a otra iglesia de construcción más sólida. No obstante la sacralidad del lugar nunca se perdió, como lo demuestra que siglos después la población cercana tomara el nombre del santo cuya advocación allí se veneraba, y el cementerio siguió en activo, pero suponemos que no por mucho tiempo. Mismamente esto ocurría con los eremitorios excavados en la roca (Monreal Jimeno, 1989:270).
 
Probablemente durante el siglo XII este lugar pierde todo o casi todo el carácter sagrado que le caracterizase antaño y se transformó en cantera; si no es que con anterioridad ya lo hubiese sido. De lo que hasta ahora sabemos y podemos documentar es más que probable que la ermita estuviese arruinada; entonces la población literalmente arrasó con la totalidad de las piedras que constituían las paredes. Es más, tanto los bancos corridos como las paredes inferiores, todo ello tallado en la frágil roca caliza, fue arrancado hasta su misma base a golpe de maza y cincel para transformarlo en material constructivo.
 
La necrópolis corrió la misma suerte, ya que de hecho no se conserva el menor rastro de los grandes ortostatos pétreos con los cuales se cubrieron las tumbas. Algunos de estos los suponemos tan pesados, que en alguna sepultura tuvieron que abrir entalladuras por donde introducir una barra y poder apartar la pesada losa. Los huesos humanos eran arrojados por el cantil del lado Norte de la peña, creando un gran depósito de derrubios o cono deyectivo junto a otras materias que se iban acumulando de forma natural (tierra, vegetales, cerámica ... ). No conformes aún con esto, también fueron destruidas las paredes de aquellas tumbas talladas de forma exenta. Todo servía.
Pero no fue suficiente, y suponemos que la prosperidad económica y por lo tanto el crecimiento humano del lugar hizo necesaria la obtención de más piedra, y así es como apreciamos cómo muchos de los roquedales que componen la Peña de San Pantaleón tienen muy claras huellas de haber servido corno frente de cantera, lo que tampoco excluyó nuevamente a ciertas áreas con restos arqueológicos.
 
Las motivaciones pueden ser muchas, tal vez la ampliación del poblado o construcción de un núcleo mayor en otro lugar. Quizás, la erección de una nueva ermita, pero con el nuevo estilo románico. Es el extremo de la punta de un iceberg histórico, del que por el momento no hemos hecho sino constatar su existencia.

NOTAS
(1) De este pueblo tenemos constancia ya a principios del siglo XV cuando, contrariamente a como se denomina hoy en día, era conocido con el sugestivo nombre de la Puente de San Pantaleón", evidenciando muy claramente lo que con seguridad era una pervivencia del topónimo tomado del lugar motivo de nuestras excavaciones y muy unido a este enclave que siempre fue un paso sobre el río Ebro. Por lo tanto, y de forma indirecta, también conocemos un lugar por donde discurría una calzada medieval, quizás inclusive heredera de otra anterior de época romana, dada la absoluta necesidad de su existencia y nuestra actual falta de datos.

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