Las coplas del Vijaneru

Museo Etnográfico El Pajar

La quema de los males del año, una tradición olvidada en la comarca de Campoo
 
De él se puede decir que en la noche vijanera (noche vieja) renace de sus propias cenizas. Este es un personaje viajero, burlón, criticón, desvergonzado, parlanchín, engañador, enredador de los asuntos amorosos y un sin fin de adjetivos que se le puedan dar a un personaje que no es aceptado por su comunidad.
Quema de muñecos del vijaneru en Olea. Museo El Pajar

Los encargados de llevar a cabo su presencia ante la vecindad son los mozos y mozas del lugar, que después de la cena familiar de la Vijanera, se reunirán en la cantina (si esta no estaba abierta lo hacían en casa de algún vecino), trayendo consigo trapos o ropas viejas con que poder confeccionar el muñeco que representará al Vijaneru. En principio se proponían una serie de personajes y se decidía uno para representar. Unos cosían las ropas hasta formar el volumen del personaje, procediendo a continuación a rellenarlo por dentro, con hierba seca, helechos o ramos de escoba, materiales combustibles para su quema. Una vez rematado, se procedía a colorearle la cara y marcar sus rasgos con un tizón de la lumbre sobre la misma tela, mientras los demás iban componiendo y escribiendo las coplas. En algunas ocasiones el muñeco representaba a una mujer, si alguna del lugar entraba en la lista de los personajes propuestos y ganaba su candidatura.
 
Una vez finalizado el muñeco, se hacía un chocolate para todos los asistentes y después se procedía a llevar al Vijaneru al lugar donde quedaría expuesto; hasta la iglesia del lugar, en la mayoría de los casos, pero también podía ser encima del cañizu de la fuente. Su traslado se hacía con cierta burla, unas veces vapuleado, a rastras o a hombros de un mozo. Llegado al lugar se le colgaba de la rama de un árbol o se le dejaba sentado o de pies a la puerta, expuesto en público para ser sometido ajuicio después de la misa mayor del día de Año Nuevo.
 
 
 
Demandas no cumplidas
 
Era costumbre dejar con el Vijaneru las coplas metidas en un bolso de la ropa o en un capazo. En ellas se destacaban los acontecmientos habidos en el lugar, quedando reflejados la mayoría de los vecinos. Otras veces se lo colgaba del cuello un cartel con la demanda no cumplida del año.
 
Terminada la faena, de camino hacia casa, si el tiempo lo permitía, se divertía la mocedad dando una vuelta por el pueblo, haciendo alguna zalagarda en casa de aquellos vecinos que habían descuidado algunos de sus enseres y estos eran cambiados de lugar apareciendo en los corrales de otros vecinos, ocasionando las risas o enfados, dependiendo de cómo se tomaran la broma.
 
El día de Año Nuevo según iba acudiendo el vecindario a la misa, observaban al Vijaneru y a la salida se congregaban a su alrededor, haciendo los comentarios oportunos del personaje representado, se le retiraban las coplas, y se procedía a su lectura: 
 
Vine del Collau
y al pasar por Parralozas
me viene a la memoria
que en Campoo de arriba
está lleno de mozas.
 
Otro día a la mañana
cuando iba a amanecer,
me levanté del escobal
y me fui a pretender.
 
Al llegar a Entrambasaguas
vi a la hija de Lolita
me supongo que a por agua
con una hermosa botija.
Entre otras cosas me dijo
que no tiene agua en casa.
 
Son temas muy raros
del alcalde de Entrambasaguas.
La vi con cara de sosa
y sin más mediar me fui
a rondar a otras mozas.
 
Sin más contemplaciones
subí unos linderones
con Ignacio me encontré,
me invitó a comer con él.
 
Cuando llegué a su casa
Mariángeles me sacó
un plato de calabazas.
Y yo, como no soy tonto,
enseguida comprendí
que esta familia quería
que me fuera de allí.
 
Por el camino los Riberos
hacia Villar me marchaba
pueblo de gran fama
por tener buenas muchachas.
 
En la Varga del Pollo
me han dicho que
hay buen material;
hacia allá me dirijo
a ver lo que puedo pescar.
 
El doctor tiene varias hijas,
tres casaderas son;
mucho arroz para un pollo
cuanto más para un gorrión,
que cavila como meterse
por las rejas del balcón.
 
Salían por la portilla
y me dijo la mayor,
que tenía mucha prisa
hoy es año nuevo
es menester ir a misa.
 
De éstas me despido
que afortunado no he sido.
Termino señores
por lo mal que me han tratado
en estos pueblos y en Villar. 
 
Las coplas no cuentan con un número regular de versos. Pueden constar de entre 2 y 6 aunque predominan las de 4 y 5. Los versos tampoco tienen un número fijo de sílabas por verso; su rima es recurrente y eran firmadas con seudónimos como Zoilo Caparrota o Floripondio Lavativas Cagueta.
 
Finalizada su lectura se procedía a su veredicto, que los presentes gritaban «Que arda el Vijaneru». Ante tal condena, son los niños los primeros que proceden a apedrearlo e insultarlo, procediéndose a continuación a su quema ante la algarabía de los presentes. Con la quema del Vijaneru se va todo lo malo que sucedió durante el año: desgracias, malas cosechas, desamores y todo aquello que impidió que el año fuera favorable, dando entrada a un nuevo tiempo lleno de buenos deseos.
 
Las autoridades ejercieron la censura de las coplas y del personaje representado, dado que políticos y clero salían a veces malparados en esta representación, lo que dio con el declive de esta tradición ancestral. Hoy en día pocas personas recuerdan ya al vijaneru. En los últimos años esporádicamente se ha expuesto el muñeco del Vijaneru en el pueblo de Villar (Campoo de Suso), del cual se han escogido estos fragmentos de las coplas del año 1988. También en Olea (Valdeolea) el año pasado se ha tratado de recuperar la quema del Vijaneru.
 
Los encargados de llevar a cabo su presencia ante la vecindad son los mozos y mozas del lugar, que después de la cena familiar de la Vijanera, se reunirán en la cantina (si esta no estaba abierta lo hacían en casa de algún vecino), trayendo consigo trapos o ropas viejas con que poder confeccionar el muñeco que representará al Vijaneru. En principio se proponían una serie de personajes y se decidía uno para representar. Unos cosían las ropas hasta formar el volumen del personaje, procediendo a continuación a rellenarlo por dentro, con hierba seca, helechos o ramos de escoba, materiales combustibles para su quema. Una vez rematado, se procedía a colorearle la cara y marcar sus rasgos con un tizón de la lumbre sobre la misma tela, mientras los demás iban componiendo y escribiendo las coplas. En algunas ocasiones el muñeco representaba a una mujer, si alguna del lugar entraba en la lista de los personajes propuestos y ganaba su candidatura.
 
Una vez finalizado el muñeco, se hacía un chocolate para todos los asistentes y después se procedía a llevar al Vijaneru al lugar donde quedaría expuesto; hasta la iglesia del lugar, en la mayoría de los casos, pero también podía ser encima del cañizu de la fuente. Su traslado se hacía con cierta burla, unas veces vapuleado, a rastras o a hombros de un mozo. Llegado al lugar se le colgaba de la rama de un árbol o se le dejaba sentado o de pies a la puerta, expuesto en público para ser sometido ajuicio después de la misa mayor del día de Año Nuevo.