En la década de los años cincuenta excavaba en Julióbriga, dirigiendo los trabajos durante varios años, una figura de reconocido prestigio en los estudios clásicos, el Dr. don Antonio García Bellido, con quien tuve la suerte de colaborar y convivir y, como consecuencia, llegar a valorarle no sólo como uno de los arqueólogos de mayor talla internacional en aquellos momentos , sino (y esto para mí es aún más importante) como excepcional persona, siempre próximo humanamente, siempre bueno en la más amplia acepción del adjetivo, y cargado de una vitalidad arrebatadora y una vocación por sus investigaciones que pienso fue el gran motor de todos sus éxitos.
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