INTRODUCCIÓN
Seguramente la principal manifestación lúdica, de cualquier civilización conocida, se ha expresado a través del juego. Individual o colectivamente, sus individuos, valiéndose de los elementos y espacios más simples encontrados a su alcance, se las han ingeniado para transformarlos en diversos artilugios y campos para su divertimento.
El primer humano que arrojó un canto, con la intención de ejercitar su puntería sobre un tronco, palo, piedra, etc., puso en marcha un entretenimiento que con el devenir de los tiempos, derivaría en las diversas modalidades bolísticas.
En las aldeas de la Merindad de Campoo, este primitivo esparcimiento orientó a sus moradores, fundamentalmente hacia dos fórmulas de práctica del juego de los bolos: el pasabolo-tablón y, en especial, el predominante bolo palma o montañés.
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