Decía en mi libro anterior, REINOSA Y LA MERINDAD DE CAMPOO, que la leyenda ha sido más generosa en datos sobre nuestra comarca que la propia historia y citaba algunos personajes de la obra "Población Eclesiástica de España y Noticias de sus Primeras Honras", en la que sus autores nos cuentan cosas tan peregrinas como que "Sibyla Eritrea, hija de Noé, mujer y hermana de Jafet y madre de nuestro Patriarca Tubal (...) vivió los últimos tercios de su vida en España con su hijo Thubal y la tenemos enterrada en la villa de Reynosa, dentro de los cántabros, que era lo primero y más poblado que había entonces".
Mencionamos en aquella ocasión las descalificaciones que ya el Padre Mariana dedica al Beroso y al cronicón del monje Humberto, artífices de patrañas tan inauditas como ésta dedicada a Reinosa.
El historiador Manuel Assas en su "Crónica de la Provincia de Santander", hace alusiones del mismo estilo, en plan de censura, señalando, entre otras fuentes, a Castañeda, Guerra de la Vega y Sota, entre otros, cronistas de los siglos XVI y XVII.
Citamos, al pie de la letra, la siguiente noticia: "Tubal, nieto de Noé, habiendo venido con sus descendientes, en el año 2163 antes del nacimiento de Cristo, a poblar la península española, hizo su primer asiento en el país que después se denominó Cantabria, y hoy Montaña, provincia de Santander. Acompañole hasta allí su madre la Sybila Eritrea, hija de Noé y esposa de Japhet, hermano, por consiguiente, de ella misma. Tubal enseñó a sus descendientes la Ley Natural". Sigue la curiosa narración dándonos cuenta de que el propio Noé vino a visitar a su nieto, Tubal y a su prole y "fundó en nuestra provincia el pueblo, hoy ciudad, de Santander". Termina afirmando que Tubal está enterrado "dentro del término de Maoño, en un hoyo que los habitantes de la comarca apellidaron Tubaliu".
A mayor abundamiento, y pasando de Israel a Egipto, nos cuentan que Astur, hijo de Isis y nieto de Osiris, heredó de su hermano Horo "el terreno que derivando su nombre del de este mama, se llamó desde entonces Asturias". Seguimos aportando nuevos datos: la segunda mujer de Astur fue Eritrea, hija del gigante, rey de España, Gerión, sospechando que sería la famosa Sybila Eritrea. "Se asegura haber sido sepultada en la ribera del Ebro, a dos leguas de sus fuentes, en un risco llamado desde entonces la peña del sepulcro, cerca del pueblo que se dice Bustasur, por haber quizá quemado allí el cadáver de aquel soberano". En la trascripción de Assas, no trata de identificar tal lugar, pero si vale nuestra aportación a tan pintoresco estudio, nos atrevemos a sugerir que existe un pedrusco, con formas sugerentes y nombre parecido, cerca de Bustasur, efectivamente, en el monte que da cara a Montesclaros.
Pero aún existe otro caso similar, según el Padre Sota, quien afirma que Rhadamante reinó en la parte septentrional de España, allí murió y fue sepultado frente a Bustasur a la otra orilla del Ebro, en un pueblo llamado Bustamante, lo que "parece indicar haberse quemado en él el cuerpo de Rhadamante". Y dice Assas: "El Padre Sota confunde y amalgama la historia con la mitología, convierte la mitología en historia ..." Sigue insistiendo de manera contundente en su crítica, calificando de ridícula la conclusión a que llega, pues por el hecho de llamarse Bustasur una aldea de la Montaña, deduce "haberse sepultado en ella las cenizas de un rey, apoyándose en que la voz latina
bustasum significa paraje en donde se queman cadáveres". De la misma forma reacciona en el caso de Bustamante.
Concluye Assas, echándole humor al tema, ante las endebles razones de los cronistas, con el supuesto de que en la provincia de Santander había estado el Paraíso Terrenal y que Asur, rey de Asiria, había venido a Campoo de Yuso y al ver la gran ciudad de Bustasur, émula de las grandezas de Babilonia, fundó en su reino otra población, tomando como modelo ésta de la Montaña.
Ninguno, entre los campurrianos, amantes de la tierra y dispuestos a cantar sus grandezas, hubiéramos podido imaginar la extraordinaria distinción que se le atribuye al sencillo pueblo de Bustasur, con el que me honro de mantener lazos familiares.
Assas, siguiendo ya a los historiadores, romanos, concluye que los cántabros, de raza celta, "se fijaron junto a las Fuentes del Ebro". Para algunos historiadores, el nombre de Cantabria procede de canta iber, "habitante del Ebro"; otros opinan que las raíces del vocablo son celtas y viene a significar algo así como "gente de las peñas o de las montañas".
Resulta curioso comprobar cómo el nombre de Cantabria deja de mencionarse tras la desaparición del Imperio Romano. Los historiadores al uso, desde la más baja edad media, la desconocen y, cuando su nombre aparece para designar alguna comarca, no suelen ser muy precisos, en buena parte porque se habían olvidado los orígenes, aunque figurara como toponímico en regiones como la de Asturias, La Rioja o la meseta leonesa. Cantabria quedó sumida en la niebla del Medievo y pasarán siglos hasta recuperar su identidad.
Tras las aludidas polémicas, ya en la Edad Media, sobre si podía identificarse con Navarra o con el pueblo vasco, la obra del agustino Fray Henrique Florez, publicada en 1768, coloca a Cantabria en su sitio, reforzando las tesis de Zurita y Sota. Asimismo, quedó aclarado que las ruinas halladas en Retortillo, del Ayuntamiento de Campoo de Enmedio, correspondían a la ciudad romana de Julióbriga. La Cantabria de los romanos comprendía con creces nuestra actual región autonómica, a la que tendríamos que añadir una buena parte de Asturias, León, Palencia y Burgos. Lo que está fuera de duda es la importancia que llegó a adquirir el poblado de Julióbriga, en su estratégico emplazamiento, que llegó a ser el principal asiento de los romanos en Cantabria.
Adriano García Lomas, en su "Mitología y Supersticiones de Cantabria", trata de una "raza primitiva cántabro montañesa", a la que da la consideración de autóctona, investida de carácter troglodítico, que vivió como "colmenas humanas", "domicilia cavernosa". Después de haber recibido influencias de los pueblos iberos, ligures y, muy especialmente, de los celtas, en distintas épocas y con procedencias distintas, se manifestó claramente como pueblo singular, de características muy definidas. "La unión estaba ya consumada y con ella la irrupción en la historia del pueblo que, a partir de entonces, será conocido unívocamente con el nombre de
Cántabro. Los siglos que median entre el V y el I antes de Cristo, serán suficientes para que esta simbiosis se consolide". No obstante, el propio autor admite que hacia el siglo II se dejó sentir un cierto influjo celtibérico que venía a través del Valle del Ebro.
Echegaray describe a los cántabros como un pueblo esencialmente guerrero, sobrio, amante de la independencia y sus tradiciones y con bajo nivel de desarrollo cultural y económico. Resulta natural que un pueblo de estas características, temeroso ante cualquier fenómeno natural y con el propio recelo ante lo inexplicable, reaccione con espíritu de sometimiento ante todo lo que le rodeaba: la misma tierra, las piedras, el agua, las fuentes, los pozos, el bosque... es decir, ante cualquier manifestación de la Naturaleza. Pasar de esta actitud a la creencia en fantasmas o en espíritus, más o menos malignos, a quienes rendir culto, parece ser un proceso normal, con las consiguientes apariciones de brujas y sus aquelarres y la creencia en hechizos, filtros y cualquier tipo de magias.
Están muy presentes en lo que podríamos llamar religión de los cántabros, las prácticas funerarias; se ha dicho, a propósito de ellas, que las sepulturas eran los templos de aquella sociedad primitiva. El culto a los muertos, con todas sus derivaciones de fórmulas mágicas, bien como simple evocación o para salir al paso de enfermedades o cualquier otro tipo de desgracias, en el ámbito familiar o tribal, resultaba una práctica normal y muy extendida entre los cántabros. Los investigadores que han tratado de este tema en Cantabria han tenido muy presente la significación de las piedras sagradas, objeto de culto; así, refiriéndose a Campoo, nos han presentado a la Peñona de Izara y la Peña Larga o del Fraile en Fresno del Río, así como el Dolmen del Abra o de Peña Labra, que bien pudo ser un altar en el que se practicaran cultos con alguna periodicidad o siempre que las circunstancias de algún hecho extraordinario lo requiriesen. Existen, o han existido discusiones, a un alto nivel, sobre si estos monumentos son debidos a la mano del hombre o son simples fenómenos naturales.
El Dolmen del Abra se encuentra al comienzo de los puertos de Iger, en la vertiente meridional, y muy cerca de lo que hoy llamamos Cuesta Labra, a pocos metros del lugar donde se erigió la primera ermita de Las Nieves. Se alza sobre un amplio campo "bastante llano y extenso como para reunir a una asamblea numerosa y es muy probable que los sacerdotes de aquel altar no desatenderían semejantes situaciones para imponer, con elementos tan grandes como sencillos, a un pueblo también sencillo y grande", son palabras de Ángel de los Ríos, que nos da información completa de esa especie de túmulo: la piedra superior tiene veintidós pies de larga, diez de alta y veinticinco de circunferencia y comenta que ve allí "palpablemente la mano del hombre". Se le han atribuido diversas finalidades como la ya apuntada de altar o, también, la de lugar de enterramiento, pues como a otras muchas construcciones análogas se las califica de túmulos.
Como rastro de la mitología céltica, se considera a las llamadas, en lenguaje técnico o erudito,
Piedras Oscilantes de la Boariza, que son, según Ángel de los Ríos, dos de las que más llanamente bautizó con el apodo
Cantos de la Borrica, situados en la sierra de Sejos, según antigua descripción "en el camino de Reinosa a Liébana". La grande, pues así se las distingue: "la grande y la chica" de la Boariza, está formada por una aglomeración de guijarros gruesos, junto con otros menudos y colocada en desconcertante equilibrio sobre otra piedra de índole distinta. La chica, que es similar, dista de la grande unos cien pasos y siguiendo con la descripción de Ángel de los Ríos, ambas son trémulas, oscilantes, vacilantes y giratorias. El historiador Assas, que sigue al docto escritor campurriano, manifiesta que se ha venido creyendo que fueran utilizadas con "fines probatorios", es decir, para averiguar la culpabilidad de los acusados, teniéndolos por convictos cuando no podían moverlas. Según García Lomas, en "Mitologías y Supersticiones de Cantabria", testimoniaron la pureza de las doncellas, de acuerdo con una leyenda que se mantuvo hasta finales del siglo XVII. Parece ser que en la antigüedad se reunían periódicamente, alrededor de los pedruscos, un grupo de jóvenes adornadas con flores blancas que simbolizaban su virginidad y una vez, ocasión memorable, una de las congregantes, al intentar situarse junto a la peñona, siguiendo el rito previsto, resbaló, golpeándose fuertemente en la cabeza, por lo que falleció en el acto. El acontecimiento dio lugar al inconsolable llanto de sus compañeras y a comentarios entre los asistentes, concluyendo García Lomas: "este acontecimiento se cubrió por las gentes con el negrísimo celaje de la cruel sospecha, que atribuyó el hecho a que la castidad de la víctima había sido mancillada".
Los Cantos de la Borrica han venido siendo objeto de la curiosidad de tantas gentes como merodean por estas alturas bien sea por el ejercicio de la caza o por el más simple de caminar y así se explica que se les conozca por tres distintos apelativos, ya que, además de los citados, deben su celebridad también a otro más extraño y aún con mayores pretensiones de leyenda y no es ni más ni menos que "Las Largas del Diablo", que menciona José María Cossío en "Rutas Literarias de la Montaña", haciendo alusión a la leyenda, según la cual, algún esbirro de Satanás, que portaba a cuestas y por los aires piedras con destino al acueducto de Segovia, sufrió un accidente o quizá quedaría harto ya de carga tan pesada que las dejó caer, cuando cruzaba la sierra, quedando diseminadas por las brañas del Collado de Sejos. Como "Arroyo del Diablo" se conoce también al que nace junto al Cueto de la Horcada y vierte en río Saja.
El citado autor, García Lomas, recoge otra leyenda, consignada por Cayo Suetonio, que fue considerada como presagio. Algún tiempo después de haber llegado a España el cónsul Galba, que fue más tarde emperador, ocurrió en Cantabria un suceso extraordinario. Ni más ni menos que en un lago de nuestra región cayó un rayo, apareciendo en la superficie del agua doce "segures". El segur, según la Academia de la Lengua, es "el hacha que formaba parte de cada una de las fasces de los lictores romanos", lo que se interpretó como señal o augurio de un presunto poder imperial, "ya que eran doce los segures que llevaban los lictores ante los dos cónsules". Como se sabe, Galba sustituyó a Nerón como emperador romano, gracias a la ayuda de los pretorianos, quienes, más tarde, fueron sus ejecutores. Así pues, el tiempo vino a demostrar que el presagio, en principio feliz, tuvo un final funesto. Según el insigne arqueólogo alemán Schulten, el lago donde descargó el rayo fue, ni más ni menos que el que se forma en Fontibre, a pocos pasos del nacimiento del Ebro. Otros autores afirman que el lago de la leyenda fue la Laguna de Pozazal.
Otro hecho de funesto augurio se produjo en uno de los más famosos manantiales de Cantabria: Fontes Tamarici, en Velilla de Guardo, según unos autores y entre Campoo y Cabuérniga, según dictamen de otros. Estas fuentes constituían un grave peligro simplemente por el hecho de acercarse a ellas, aunque no fuera más que por visitarlas, ya que eran intermitentes y, de acuerdo con la leyenda extendida por toda Cantabria, si coincidía la visita en un momento en que estaban secas, daba lugar a un grave presagio. Esto fue lo que le ocurrió a Larcio Licinio, gobernador, que alternaba su función política con su dedicación a la ciencia. En un viaje, diríamos de estudios, llegó a este lugar cuando las fuentes no manaban, falleciendo a los ocho días. Nos lo cuenta Plinio, amigo de la víctima, además de historiador muy generoso en alusiones a Cantabria.
Don José Calderón, conocedor de las costumbres de Campoo y sabedor, como pocos, de cuantas historietas y leyendas circulaban entre la sencilla gente campurriana, menciona en su libro CAMPOO, varias leyendas y prácticas persistentes en nuestra tierra, como la del perro que ladra a la luna, anunciando que el enfermo morirá enseguida, el canto triste de la nuétiga que, fatalmente es presagio de desgracias; las mozas que beben agua de una fuente que llaman "de la Salud", porque tiene la virtud de proporcionar novio o el hecho de administrar muérdago a las vacas que se resisten a limpiar, después de parir, como lo harían los celtas hace más de veinticinco siglos. Calderón comenta, tras exponer estos casos: ¿Verdad que en punto a creencias nos diferenciamos poco de los que bautizaron la Peña de Abiada con el nombre de Cantu Tescoru?
Este nombre, tan cuestionado en cuanto a su procedencia, parece ser que se deriva tesquia orum, nombre no latino, pero latinizado, según García Lomas, que significa "lugar donde se toman los augurios", observando en este caso el vuelo de las aves que en tal piedra se posaban o sitios elegidos para ser consagradas en el campo de alguna divinidad pagana. Los comentaristas destacan los dones de los pájaros, que conocen mejor que el hombre, cómo deben sortear ciertos fenómenos meteorológicos y su misterioso instinto de observación.
También procede del Campoo Cántabro el mito del unicornio con una variante que le diferencia del más generalizado consistente en utilizar las raspaduras del cuerno como medicina ante cualquier enfermedad. En este caso especial, denominado el "Alicornio", bastaba con introducir un asta de corzo joven, sin ramificaciones aún, en agua corriente y moliente, la cual se convierte en el acto en medicinal, sin utilizar más requisitos de importancia. Nos lo cuenta Arturo de La Lama, añadiendo que el tal "alicornio", único conocido, era propiedad de un vecino de Campoo, pero, por discreción, se abstiene de hacer público su nombre y el del pueblo de su residencia. El poseedor anónimo no dio explicación alguna, aunque trataron de convencerle de que eran nulos los efectos de la cornamenta; estaba convencido de que no constituía una acción supersticiosa, sino que la virtud del agua, en contacto con el "alicornio", estaba dispuesta por el Creador, y él continuaba con su pretensión de hacer milagros. El Sr. de La Lama disponía de un enlace para comunicarse con el "dueño del tesoro", según sus palabras, el cual le comunicaba, en el año 1964, que no había conseguido que le hiciera entrega del "alicornio, que podría ser una pieza curiosa para el museo. Le guarda como una alhaja".
Todos estos mitos que privaban en la antigüedad, dieron lugar a una serie de creencias, fábulas y supersticiones, distribuidas por toda la región con desigual intensidad, en cuanto a que hacen referencia a la vida cotidiana y dio origen a una mitología para andar por casa, pero muy definida en algunas zonas. Según Hoyos Sainz, en Campoo tuvo asiento la leyenda de la
Ojáncana, que transmitía el recuerdo del hada que apareció al concluir el periodo glaciar, aclimatándose en las selvas o bien se transformó en bruja de las malas, aunque, según parece, cualquier versión podría servir según las comarcas. Podríamos poner muchos ejemplos de costumbres que han llegado hasta nosotros, pero comentaremos una de ellas muy conocida en Campoo y que tuvo sus derivaciones: la de las
Bijaneras, que danzaban incansablemente, haciendo sonar las campanas. Se presentaban disfrazadas de animales, siguiendo la tradición prerromana en Cantabria. Hoy se ha desvirtuado totalmente y sólo ha quedado la petición de regalos, labor a la que se entregan, con entusiasmo las partidas de mozos. Un residuo de esta costumbre es la de los
aguinaldos, que permanecía hasta hace bien poco tiempo, tanto en Campoo como en Cabuérniga.
La creencia en brujas parece ser fenómeno común a todo el territorio nacional, Cantabria no iba a ser menos y respecto a Campoo lo han venido observando los tratadistas y lo reconoce hoy el propio pueblo. García Lomas concreta más cuando dice (en 1964) que todavía en Campoo hay brotes de la antigua creencia en brujas y de saludadores o saludadoras, para curar la hidrofobia. Él mismo recoge y menciona el hecho de que se moteje de brujas y brujos a las mujeres y hombres del pueblo campurriano de Cañeda. Martín del Río, oriundo de Campoo, escriturario y filólogo , en su libro "Disquisiciones mágicas", escrito en 1612, consideraba una realidad que las brujas se trasladaran en un macho cabrío o en una escoba. Apunto este hecho en defensa de nuestros paisanos de Cañeda.
Duque y Merino, en su "Cuento de Invierno", recoge una sencilla historia de brujas que relata la tía Silda, vieja campurriana, al amor de la lumbre: Resulta que la Migia había embebío a Fonso, dándole el lamberizu y, como antídoto, la tía Curruca le da unas yerbas cocidas "como quien cuece manzanillas", sin dengún veneno para que las tome, las conserve en la boca y las escupa después delante de la Migia, sin volver la cara atrás. Al comprobar que el bebedizo no da resultado, le hace comprar en el mercado del lunes de Reinosa, unas ligas para que se las ponga en su presencia y santo remedio, al ver el Fonso unas medias toas arrugas y unas piernas delgauchas y encanijás perdió el encanto y, cuenta la tía Silda que la dijo: "¡Adios, Migia!, y no volvió a hablarla en jamás de los jamases ..."
En torno a la lumbre, comienza la discusión:
- ¿No fue así, Lito?
- Y tanto que fue así, ¡concho!, ¿y no es bruja la que hace eso?
- ¡Qué ha de ser bruja, hombre!
- Pos, ¿y los polvos que echó a las ligas?
- Pos si la Migia hubiá tenio más limpias las medias...
- O si hubiá tenío las piernas más redondas y lavas... observó Pablones.
El costumbrista cabuérnigo, Manuel Llano, comenta que tanto en Campoo como en otras comarcas de Cantabria, le han hablado de brujas buenas, sin la denominación de
anjanas, con pleno asiento en Cabuérniga, que tienen tesoros escondidos o, mejor aún, lavan la ropa a las ancianas, "aquedan" el ganado de los pastores viejos y limpian las huertas de las madres con muchos hijos. Pero hubo personas, muy allegadas a Manuel Llano, que opinaban sobre la extrema bondad de este distinguido cabuérnigo y decían que ésta era la causa de que tratara tan bien a sus personajes y eliminara lo que en ellos encontraba de maldad, lo que le llevó a elaborar cierto tipo de brujas al estilo del hada madrina.
Entre sus "Mitos y Leyendas de Cantabria", figura un capítulo con el título de "El Caballero, la Señorita y el Jándalo". Han pasados muchos siglos desde los albores de la mitología cántabra y en este capítulo, Manuel Llano trae hasta nuestro tiempo el episodio de un viaje desde Los Tojos hasta Campoo, en el que la señorita, que "era muy blanca y muy colorá en los carrillos y tenía las trenzas muy majas y brillantes", decidió castigar a un jándalo que había regresado de la Andalucía, por haber engañado a cinco mozas, "sin remordimiento alguno de la conciencia", y trató de hacer lo mismo con la propia señorita. Ésta había llegado a Los Tojos con un caballeru vieju que, según decía, era su padre. Los dos tenían previsto seguir el viaje hasta Campoo, cabalgando en sendos caballos blancos. Al parecer, ella se dejó querer y cameló al jándalo para que los siguiera andando o, más bien, corriendo. Al llegar a la cuesta de Tajahierro, "anjeaba de puru cansau" y ella se volvía para decirle: "fueron una, jueron dos, jueron tres y jueron cinco... Esto lo repitió varias veces hasta que el jándalu se convirtió en un perru muy grande y muy flacu ..."
"Y diz que le comieron los lobos en Campoo aquella misma noche..." La señorita y el viejo eran dos anjanas.
Comentarios recientes