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Más historias para contar

Ramón Rodríguez Cantón

   En la pequeña villa que era Reinosa a últimos del siglo XIX, se dio la circunstancia, con efectos de providencia, de reunirse un grupo de campurrianos, nativos unos y otros residentes, con cierto nivel cultural en artes y letras, principalmente, que sitúa a Reinosa en un destacado puesto dentro de Cantabria, en este terreno, según acertada observación de José María de Cossío en su obra "Rutas Literarias de la Montaña". Muy relacionados con la capital, algunos fueron asiduos colaboradores de la prensa provincial, otros en actividades artísticas y en cuantas obras de carácter cultural se emprendían, llegando varios de ellos a justificar una importante situación a escala nacional.

Campoo, cántabro y legendario

Ramón Rodríguez Cantón

  Decía en mi libro anterior, REINOSA Y LA MERINDAD DE CAMPOO, que la leyenda ha sido más generosa en datos sobre nuestra comarca que la propia historia y citaba algunos personajes de la obra "Población Eclesiástica de España y Noticias de sus Primeras Honras", en la que sus autores nos cuentan cosas tan peregrinas como que "Sibyla Eritrea, hija de Noé, mujer y hermana de Jafet y madre de nuestro Patriarca Tubal (...) vivió los últimos tercios de su vida en España con su hijo Thubal y la tenemos enterrada en la villa de Reynosa, dentro de los cántabros, que era lo primero y más poblado que había entonces".

La comida en Campoo

Ramón Rodríguez Cantón

Obrador de Nicanor García. Según se dice el invertor de la pantortilla

EL YANTAR COMO DELEITE
Si el simple hecho de tratar el tema de la comida en su más recta y simple acepción, que es nuestro deseo, nos trae a la mente, como una tentación, el señuelo de un banquete o de una cuchipanda, no vamos a desperdiciar la ocasión de referirnos a alguno de los casos que hicieron historia, y lo haremos seguidamente:

La caza en Campoo

Ramón Rodríguez Cantón

Los escritores que se han ocupado del tema de la caza, sobre todo si a la vez que investigadores son aficionados a este deporte, suelen ser indulgentes al tratar el tema de los cazadores furtivos, que, como dice Hoyos Sainz, "son los cazadores primitivos y naturales, el enemigo admirado y envidiado por el cazador de alcurnia". De ellos se ocupó el Conde Yebes en su obra Veinte años de caza mayor y el poeta Villalón les dedicó un poema.
 
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