
A partir de ese día, y hasta el 13 de diciembre de 1975, se suceden 65 años de ininterrumpidas y minuciosas observaciones diarias. En las dos últimas tarjetas (las correspondientes pluvio y termométrica), enviadas al Centro Meteorológico del Ebro en Zaragoza, hace notar lo precario de su salud. Tiene ya casi 87 años y, en la tarjeta pluviométrica, tras el último día de observación, escribe: "no he podido hacer más por enfermedad". Falleció el 30 de julio del año siguiente.
Juan Francisco Hernández González-Orejón de la Lama nació en Laredo el 8 de febrero de 1889. Obtuvo el Título de Maestro de Enseñanza Superior el 6 de junio de 1910 y plaza, seguidamente en Reinosa. El Maestro de la Villa -título popular que allí recibiría- contrajo matrimonio el 3 de enero de 1912 con la reinosana Mª Pilar Treceño Morante. A una de las dos hijas que aún viven, Pilar, -que conserva con esmero los documentos de su padre en la misma casa desde la que, durante tantos años, observó el tiempo- debemos datos biográficos y comentarios, imprescindibles a la hora de preparar este artículo.
En los comienzos del historial de la estación climatológica de Reinosa coinciden dos circunstancias relevantes. De una parte, en el verano de 1906 se instala en la capital campurriana Manuel Lorenzo Pardo, con objeto de afrontar el trabajo de campo de lo que en 1917 constituiría el proyecto de embalse del Ebro. A poco de llegar Francisco Hernández surgiría la amistad entre ellos pues consta que asesoró a Manuel Lorenzo sobre el medio físico de Campoo (FERRER TORÍO & RUIZ BEDIA, 2000: 15). Además los años 1910 y 1911 son trascendentales en la historia de la red climatológica. El entonces director general del Instituto Geográfico y Estadístico, Ángel Galarza, emprende en 1910 la reorganización del servicio meteorológico español y establece una red pluviométrica fundamentada en colaboradores altruistas para completar la que funcionaba hasta esos momentos, a todas luces exigua. El apoyo que recibió de los maestros nacionales, a instancias del director general de la Instrucción Pública, fue determinante, "pasan de 300 los ofrecimientos, y es preciso tener en cuenta que sólo se pidió el de aquellos que, por tener jardín ó huerta, estuviesen en condiciones de instalar debidamente el pluviómetro y los termómetros para temperaturas extremas" (Resumen de las observaciones meteorológicas efectuadas en la Península y alguna de sus islas adyacentes durante el año 1910. Dirección general del Instituto Geográfico y Estadístico. Madrid, 1912).
A pesar de lo dicho anteriormente, corroborado en un resumen anual manuscrito, de 1911, en el que Francisco Hernández anota: "Empiezan las observaciones el día 9" (de julio) y lo otra vez recordado años después -en carta dirigida al Centro del Ebro el 1 de mayo de 1961- "El día 9 del próximo mes de julio (D.m.), hará 50 años que empecé a colaborar en Meteorología, con observaciones pluviométricas", lo cierto es que en el archivo climatológico del Centro Meteorológico Territorial en Cantabria y Asturias -de Santander- se conserva una tarjeta pluviométrica suya aún más antigua, aislada pero prácticamente completa, la que recoge los datos observados en febrero de 1911. Desde luego, es la primera por la antigüedad de los datos contenidos de las existentes en el archivo del Centro. Manuel Lorenzo, director de la División hidráulica del Ebro, confió, además, al maestro de Reinosa la inspección de otras estaciones que la División fue instalando en la comarca entre 1912 y 1914 -Cabañas de Virtus, La Población de Yuso, Abiada, Orzales, Fombellida, Arroyo de Valdearroyo, Mazandrero- , en 1921 -Soto de Campoo- y hacia 1928 -Santa Gadea- . A éstas se desplazaba en bicicleta, y reunía, clasificaba y ordenaba los datos medidos por los colaboradores de dichas estaciones. Un buen número de tarjetas de todas ellas fueron confeccionadas por Francisco Hernández. A partir de abril de 1931 pudo dedicarse con exclusividad a Reinosa y los otros colaboradores enviaron desde entonces sus datos directamente al Centro del Ebro.
En cuanto a la capital de Campoo, al pluviómetro Hellmann enviado por el OCM y emplazado en un patio de la escuela pública se le une -a partir de últimos de marzo de 1912- garita, instalada en la huerta de la misma escuela, con termómetros de máxima v mínima facilitados también por aquel Organismo, con lo que a partir de abril comienza la serie de tarjetas termométricas.
Y desde enero de 1913 en la estación ya hay instrumentos gracias a los que aporta la División hidráulica para considerarla como completa. Por añadidura "son en extremo detalladas y concienzudas las observaciones que esta Estación nos comunica de toda clase de meteoros" (comentario recogido en el Resumen de las observaciones efectuadas durante el año 1914). Hay que aclarar que, en las primeras páginas de estas publicaciones periódicas, encontraremos descripciones concisas sobre responsable de la estación, ubicación e instrumentos que la componen y, por tanto, comentarios al margen como el claramente elogioso dedicado a Francisco Hernández son harto infrecuentes. Por otra parte, no todos los instrumentos que poseía le habían sido cedidos por los anteriores Organismos; él mismo adquirió algunos.
Como consecuencia, desde 1913, las climatologías de Reinosa que rellenó el observador llevan datos referentes a pluviometría, termometría, presión, humedad, viento, meteoros y nubosidad, entre otros. Desde el 8 de julio de 1952 hasta julio de 1965 (aunque falta el período abril de 1964-marzo 1965) el colaborador mide la insolación a diario, con un heliógrafo Jordan. No podemos saber con exactitud el período durante el cual Francisco Hernández realizó observaciones específicas destinadas a confeccionar los partes para Aviación que, telegráficamente y en número de 5 ó 6 envíos, mandaba a Valladolid y Santander. Las observaciones se hacían en invierno a las 7, 8, 10 y 14, y en verano a las 5, 8, 10, 14 y 16, 30 horas. Así queda recogido en el número correspondiente a marzo de 1957 de la revista campurriana FONTIBRE, que dedicaba su sección "La entrevista mensual" al Maestro de la Villa. Debió de comenzarlas el 1 de enero de 1938; lo dice en dos resúmenes manuscritos que poseemos: el referido a la cantidad mensual de nubes bajas y el de visibilidad media mensual. Abarcan el intervalo 1938-1945. Conservamos en el Centro Meteorológico tablas con datos suyos -sobre el estado del tiempo pasado, altura de las base de las nubes bajas, cantidad de nubes bajas, visibilidad, fuerza y dirección del viento- que comprenden desde 1950 a 1956. En carta fechada el 1 de febrero de 1966 y dirigida al jefe del Centro Meteorológico del Ebro informa que "he dejado de hacer los partes para aviación". Fue una actividad en la que debió implicarse toda la familia a causa del manifiesto incremento de trabajo que supuso.
Con el traslado de vivienda, en e1 verano de 1930, de la escuela a la calle José Antonio, 1(actual Avda. del Puente de Carlos III), también cambió de ubicación la estación -pero a escasos 300 m del anterior emplazamiento- , que pasó a situarse en la azotea, a 9.50 m de altura de la calle y a 11.20 del río Ebro, en cuya margen izquierda está la casa, aislada y libre de la influencia de edificios inmediatos. El barómetro [altitud de la cubeta del barómetro: 851,7 m sobre el nivel del mar], barógrafo y registrador del anemocinemógrafo están en el despacho de la casa. Así se especificaba en el Resumen de observaciones meteorológicas impreso en 1952 por el Servicio Meteorológico Nacional.
Lo único publicado que conocemos de Francisco Hernández es el artículo "Climatología de Reinosa", en el número correspondiente a agosto-septiembre de 1959 de FONTIBRE. Pero resúmenes en cifras -con datos normalmente anuales- aparecían también en esa revista. A lo largo de su vida le fueron concedidas varias distinciones: la Medalla de Plata de la Ciudad de Zaragoza -el 27 de marzo de 1918- , la Cruz de Alfonso X el Sabio -el 26 de noviembre de 1958- , el Título de Comendador de la Orden del Mérito Civil -el 20 de septiembre de 1961- y la Cruz de Tercera Clase con distintivo blanco de la Orden del Mérito Aeronáutico -el 15 de julio de 1972.
La temperatura media anual en Reinosa, para el período 1911-1975, es de 9,1 °C, con un valor máximo de 10,5 °C (en 1926 y un mínimo de 7,6 °C (en 1956); sucediéndose de forma más o menos regular los intervalos cálidos y fríos, con ligera tendencia a la disminución de la media hasta principios de los años ochenta en los que comienza un aumento que subsiste en la actualidad.
La temperatura media anual de 1961(10,1 °C) es ya bien superior a la normal, extraordinariamente cálido el final del invierno y suave la primavera. Le siguen años, o pequeños subperiodos, alternativamente por encima o por debajo de los 9,1 °C, hasta que hacia comienzos de los años setenta se produce otro intervalo frío, tras el cual las temperaturas en Cantabria entran en una dinámica de continuo aumento que culmina en la fase excepcionalmente templada que estamos viviendo. La interrupción de esta serie en el año 1975 nos impide seguir su correspondencia con la de Santander, estación en la que se aprecia la elevación mencionada, a partir de los años ochenta (fig. 1).
Se observa durante los años cuarenta una apreciable disminución de las precipitaciones. Ello aunque los temporales de frío del NW dejaran 332,4 l/m² en enero de 1945 a base de intensas nevadas, porque febrero resultó ya extremadamente seco -0,2 mm- y entre el 30 de enero y el 23 de marzo únicamente se pudieron recoger 1,2 mm. Fue anuncio de las sequías que estaban por llegar y que alcanzarían su culminación en 1948 -el segundo más seco de la serie- con 572,0 mm. En marzo de 1948, las altas presiones sobre Europa dan lugar a una situación de bloqueo, causante de que entre el 27 de febrero y el 26 de marzo no caiga ni una sola gota de agua, predominando cielos despejados y altas temperaturas; al final, ese mes, aportó 5,1 l/m² únicamente y además su temperatura media (9 °C) estuvo tres grados por encima de la normal. El resto del año siguieron escaseando las precipitaciones y la sequía se mantuvo hasta la primavera de 1949.
En cuanto al meteoro más representativo de Reinosa, y refiriéndonos, como siempre, al período de la serie estudiada diremos que se contabilizan allí 36 días de nieve al año, por término medio. El máximo lo ostenta el año 1917, con 62 días; en el otro extremo 1959 y 1961 con 16 días de nieve solamente. En enero de 1945 nevó 22 días, y 20 en febrero de 1930 y en diciembre de 1933. Fueron los meses más nivosos -si nos atenemos exclusivamente a número de días de nieve- de la serie. Desde un punto de vista anecdótico señalaremos que parece más fácil ver unos copos en junio -días 2, 4 y 5 en 1936, día 4 en 1953 y día 10 en 1957- que librarse de la nieve en enero -sólo en los correspondientes a los años 1916 y 1925 no nevó- , febrero -no nevó en 1926, 1945 y 1961- o diciembre -1961 y 1974- . Incluso se ha visto nieve en septiembre; precisamente el día de San Mateo del año 1919. La estadística que se ocupa de los días con el suelo cubierto de nieve nos dice que la media anual es de 34. El año con más días fue 1953, -78- y muy cerca estuvieron 1954 y 1917, con 75. Los años 1959, 1966 y 1921 con tan solo 3, 5 y 6 días fueron especialmente llamativos. Durante 80 días -del 28 de diciembre de 1952 al 17 de marzo de 1953- estuvo la nieve cubriendo el suelo de Reinosa; es el período más amplio que se ha conocido.
El semanario CAMPOO también ofreció puntual información acerca de otro evocado temporal, el de enero de 1895. Empezó el 28 de diciembre de 1894 y prácticamente no remitió hasta el día 9 de enero "los ocho días transcurridos desde nuestro anterior número (el del día 3) han sido verdaderamente de prueba, y no viéndolo, no se concibe que en tan corto tiempo, haya podido caer tal cantidad de nieve pues no exageramos al decir que ha alcanzado por término medio, una altura de muy cerca de dos metros. El recio viento con que caía la ha amontonado en algunos sitios formando inmensas moles de cuatro y cinco metros de altas". Transcurrieron un par de semanas de deshielo favorecido por el viento sur y las abundantes lluvias y el día 24 de enero entra un nuevo temporal que se prolonga hasta el 30. Esta vez le sucedieron varias jornadas de frío muy intenso; los días 4 y 5 parece que el termómetro descendió a -18 °C.
Aparece 1917 como especialmente significativo en cuanto al frío y la nieve. Fue el año con más días de temperatura mínima igualo inferior a 0 °C (123), en el que nevó mayor número de días, el segundo en cuanto a persistencia de la nieve sobre el suelo y también el primero si nos atenemos al espesor acumulado anual (medida teórica, resultante de sumar los espesores parciales de las nevadas, fig.3), con 5,80 m. Sobresalieron dos nevadas. Una se prolongó del 20 al 28 de marzo y llegó a rebasar el metro, permaneciendo el suelo cubierto hasta el 11 de abril. Otra la conformaron los dos episodios de diciembre -días 16 a 19 y 25 a 29- para alcanzar la nieve 1,3 m. el último día. Quedó como el diciembre más frío de toda la serie, con una temperatura media de 0,1 °C. Siguieron doce días muy fríos llegando en alguno de ellos a marcar el termómetro -16,5 °C y -17,0 °C, y por ello hasta el 21 de enero del año siguiente no se deshizo la nieve.
El enero más frío -y segundo mes más frío de toda la serie tras febrero de 1956- fue el de 1945. Comenzó a nevar el día 4, el día 12 proseguía y para entonces Francisco Hernández evaluaba el espesor en 1,6 m. Los días 13 y 14, con temperaturas bajísimas, no dejó el temporal de acumular nieve -otros 20 cm- y aunque el 15 y 16 aquéllas ascendieron bastante, todavía pudo medir 20 cm más. En total la altura máxima de esta nevada se aproximó a los 2 m. y la nieve no desapareció hasta el 12 de febrero.
En la entrevista de marzo de 1957 -a que aludíamos en el apartado biográfico- el periodista de FONTIBRE le preguntaba a Francisco Hernández acerca de la mayor nevada que había conocido. Mencionaba la de la primavera de 1917, y la de enero y febrero de 1953, pero apostillaba: "Y en cuanto a nieve caída superó a todas la de 1954, porque a los 2,80 metros caídos en Enero hubo que agregar 1,24 metros de Febrero, cuando todavía quedaba mucho del mes anterior, juntándose los 2,5 metros sobre el suelo". A renglón seguido se le pedía una comparación de las últimas nevadas con la de 1888. Daba su opinión, autorizada, sin duda: "Por los datos de que disponemos, sin tener en cuenta lo que dice la tradición, pues siempre se alteran las cosas que se cuentan de palabra, fue mayor la nevada del 54 que la del 88". Las nevadas de 1954 empezaron la noche de fin de año de 1953. El primer episodio del temporal se prolongó hasta el día 8 de enero -nevando casi de continuo- fecha en que la nieve llega a 1,40 m. Siguen días relativamente bonancibles hasta que el día 22 descienden nuevamente las temperaturas y el 26 comienza a nevar, para no cesar prácticamente hasta el 7 de febrero, con el resultado ya comentado por Francisco Hernández. Hasta el 10 de marzo no desaparecería la gran cantidad de nieve acumulada.
nieve. Los días 2, 3 y 4 la temperatura máxima no superó los -4,4 °C y la mínima el día 4 llegó a los -12,0 °C. Este día se percibe un debilitamiento de la borrasca existente sobre el Mediterráneo occidental, el anticiclón se desplaza hacia Europa central y se suavizan las temperaturas máximas a partir de entonces. El día 9 vuelve otra vez el anticiclón sobre Escandinavia, ejerce el bloqueo sobre la circulación atlántica y nuevos frentes fríos procedentes del N y NE atraviesan Cantabria entre los días 9 y 12. La máxima del día 10 se queda en -8,2 °C, la mínima baja a -10,8 °C y nieva abundantemente. El día 12, según las notas de Francisco Hernández, hay 1 metro de nieve. Tras un brevísimo paréntesis -los días 13 y 14 nieva también algo- el anticiclón retorna a su posición de bloqueo y el día 16 se reaviva el temporal, descienden las temperaturas -el día 17 la máxima queda en -1,0 °C y la mínima en -13,0 °C- y nieva continuamente hasta el día 21. El día 22 la máxima fue -1,6 °C y la mínima -16,0 °C y al día siguiente caen otros 20 cm de nieve con temperaturas entre -0,6 °C y -15,2 °C. Luego mejora definitivamente el tiempo, pero las fuertes heladas nocturnas de la primera decena de marzo contribuyen a mantener la nieve hasta el día 17. Todavía enero de 1957 es pródigo en nieve y también lo fue enero de 1960. Desde 1975 hasta ahora, únicamente las nevadas caídas en febrero de 1983, enero de 1985, febrero-marzo 1993 y febrero de 1996 entrarían dentro del capítulo de "grandes nevadas".

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