A partir de 1980, existió en España un enorme interés por recuperar el patrimonio fotográfico y elaborar una historia de nuestra fotografía. Desde ese momento y gracias al tesón de muchos historiadores especializados, las imágenes fotográficas, siempre entendidas como objetos modestos y poco importantes, pasaron a ser consideradas atractivos documentos históricos, y desde los diferentes estudios que fueron publicándose, aparecieron autores fotográficos cuya obra permitía comprender la importancia que en el pasado tuvo la Fotografía en sus múltiples usos sociales y culturales.
Dentro de esa corriente de recuperación del pasado fotográfico, uno de los libros pioneros fue el titulado "
Cien Años de Fotografía en Cantabria" obra de Ángel de la Hoz y de quien escribe este artículo, con un interesante prólogo de José Luis Casado Soto. El libro se fue gestando desde 1981, en el que fuimos publicando la semblanza de algunos fotógrafos de Cantabria en la prensa regional. Tuvimos la suerte, en 1987, de contar con el apoyo de una importante editorial de Barcelona, especializada en arte y fotografía, la editorial Lunwerg, que apostó por un libro en el que las imágenes fotográficas fueran reproducidas con enorme calidad, lo que nos permitió dar a conocer una gran cantidad de imágenes de Cantabria, inéditas hasta entonces, y revelar públicamente la labor que desde el siglo XIX habían llevado acabo autores fotográficos, desconocidos en ese momento, pero que mostraron la importancia que la fotografía había tenido en Cantabria desde los primeros años de su invención y desarrollo. Ese trabajo fue el punto de partida para que otros estudiosos se preocupasen por la fotografía como fuente artística y documental y a lo largo de estos años han surgido en diferentes lugares de Cantabria iniciativas locales de valoración y recuperación del patrimonio fotográfico cercano, dando lugar a exposiciones y libros que siempre han tenido una excelente acogida.
Una tarea pendiente es la continuación de aquel trabajo de investigación que dio lugar a esta publicación a la que nos hemos referido, y a otra, más especializada y sin apenas imágenes, que se publicó en 1986 en Sevilla con motivo del primer congreso nacional de Historia de la Fotografía en España. En ambas visiones históricas resaltamos la importancia que ha tenido Reinosa en la fotografía española, y muy recientemente, en la prestigiosa publicación norteamericana "
History of Photography", considerada la revista de referencia internacional, publicamos un artículo en lengua inglesa sobre las fotografías del ingeniero británico William Atkinson, en la línea del ferrocarril de Alar a Reinosa resaltando su importancia en el ámbito de la fotografía europea decimonónica.
A Campoo le cabe el honor de haber sido uno de los lugares de experimentación fotográfica del ingeniero británico William Atkinson, que llegó hacia 1855, en el equipo del contratista George Mould, y además de trabajar en el ferrocarril, indagó con una nueva tecnología de representación gráfica, que en aquellos años estaba todavía muy poco desarrollada, ya que no hay que olvidar que la fotografía se inventó en 1839. Atkinson utiliza la línea del ferrocarril para hacer un estudio geográfico, antropológico y monumental desde Aguilar hasta Reinosa, dejando en sus vistas de gran tamaño y en la colección estereoscópica con imágenes en relieve, una valiosa visión de lo cotidiano a través de la imagen fotográfica, que tiene unos niveles de veracidad que ninguna otra representación gráfica puede igualar.
Personalmente siento una gran atracción por la imagen que muestra al primer jefe de estación de Reinosa, D. Sandalio de Orbieta, fotografiado junto al depósito de agua que utilizaban las locomotoras, y por la fotografía de la flamante locomotora "Isabel II" en la estación de Reinosa en 1857. Toda esta colección fotográfica es la más antigua que se conserva en España de la construcción de un ferrocarril, y si esa circunstancia es ya de por sí determinante, lo es más aún, el hecho de que William Atkinson se dedicara no sólo a reflejar los aspectos técnicos de la construcción, sino todo el entorno donde se hizo aquella obra de ingeniería civil. Se ha resaltado por algún autor que Atkinson es el primer fotógrafo extranjero que mira a su alrededor con la cámara sin usar los tópicos románticos de los que otros autores están abusando profusamente en su visión de España.
No hay que olvidar que nuestro país era un destino "exótico", muy económico para viajeros franceses y británicos, que necesitaban "ver" la diferencia sin viajar a África o a Oriente. La fotografía, como antes la litografía, servían a este propósito, y el interés de William Atkinson en su trabajo fotográfico en Campoo es, precisamente, que usa la cámara para explicar cómo es un territorio y una sociedad que va a quedar alterada por la llegada del ferrocarril, pero que en las imágenes que capta huye de los tópicos tan del gusto de los fotógrafos y dibujantes románticos y concibe cada toma como un documento objetivo.
Por lo demás, la difusión de la fotografía presenta, en el caso de Cantabria, las mismas características que en el resto del país. La primera oleada de fotógrafos comerciales son de carácter ambulante. A medida que la sociedad adquiere más fotografías, sobre todo de retratos cuyo precio desciende vertiginosamente a partir de 1860, algunos fotógrafos ambulantes se hacen estables y montan sus estudios permanentes en las localidades de cierta importancia. De este modo, la profesión fotográfica se va implantando, primero en las localidades más pobladas, (que garantizan un trabajo constante) y luego en las cabeceras de comarca. Mientras se da todo ese proceso, el fotógrafo establecido en localidades como Santander o Torrelavega, actúa de ambulante en poblaciones que le quedan en su radio de influencia (sobre todo si existe en el eje una vía importante de comunicación) y que todavía son numéricamente más pequeñas en población. Reinosa no fue una excepción a esta norma. Aunque a finales del siglo XIX ya se anuncian fotógrafos estables en la capital campurriana, como es el caso de Espetón y Caridad en 1896 que se publicitan en la prensa local y cubren los trabajos especializados de un fotógrafo de la época: retratos, ritos de paso, postales y vistas de la zona y en la medida que la fotografía penetre en la prensa, imágenes de actualidad.
El segundo hito de Reinosa en la historia de la fotografía española, lo constituye un autor, durante muchos años olvidado, y que hoy se considera un fotógrafo de enorme importancia nacional. Me refiero, por supuesto, a Julio García de la Puente, de quien Cantabria tiene pendiente un reconocimiento, y cuya obra y trabajo ha merecido la atención de investigadores internacionales como el norteamericano S. Carl King, que lo cita en su estudio de 1989 sobre el movimiento pictorialista en España.
Julio García de la Puente fue ante todo una persona de su tiempo, apasionada por rescatar y difundir todo un pasado que se estaba transformando y que desde su visión de la modernidad de un nuevo siglo, intentó explicar gracias a las técnicas "nobles" de la fotografía pictorialista, sirviéndose de un imaginario campurriano, muy idealizado pero enormemente atractivo. García de la Puente usará uno de los medios modernos de difusión de este imaginario: la tarjeta postal ilustrada, en la que reflejará sus temas preferidos, y obtendrá un enorme éxito en la época. La moda de la tarjeta postal sostiene toda una red de coleccionistas internacionales que difunden e intercambian imágenes de todo tipo. Julio G. de la Puente en sus series de postales refleja ese cruce entre el pasado que la imagen quiere conservar y la mirada de un presente que usa la fotografía como instrumento de la memoria colectiva. Además de sus series de postales, y de su obra etnográfica, este fotógrafo que capta el imaginario campurriano es hoy enormemente valorado por sus fotografías al carbón, una técnica exquisita que ha hecho que apareciera como uno de los autores destacados de la fotografía pictorialista española de principios del siglo XX en la exposición que la Fundación "La Caixa" realizó en 1998, bajo el comisariado de Cristina Zelich.
En 1906, Julio G. de la Puente publicó en Bilbao un libro sobre la técnica de fotografía al carbón de la que era un verdadero experto nacional. Se trata de una obra que hoy se encuentra con mucha dificultad y de la que poseemos una copia en la Universidad de Cantabria. En esta obra, diferente de sus libros sobre Cervatos, Torrelavega o Reinosa y el Valle de Campoo, J. G. de la Puente muestra el enorme conocimiento de la técnica fotográfica que poseía y su conexión con lo más destacado de los fotógrafos artísticos de la época que se expresaban en las revistas especializadas en pleno auge y debate estético, en las que este autor colaboraba con frecuencia.
Las fotografías de Julio García de la Puente están dotadas de una enorme elegancia y un atractivo singular, tanto por los temas que trata como por lo cuidado de su composición y puesta en escena. Esperamos que en breve podamos dar a conocer un estudio con la obra de este importante autor que, nos parece, no debe quedar por más tiempo sepultado en el olvido.
A grandes rasgos, la obra de William Atkinson y la de Julio G.de la Puente, son dos hitos de la fotografía española que tuvieron como escenario Campoo. junto a estos hechos sobresalientes, muchos fotógrafos, de manera anónima en algunos casos, fueron dejando día tras día huellas de la memoria colectiva con sus cámaras. Nos toca a las generaciones actuales descubrir su trabajo, ponerlo a disposición de la sociedad, y valorar la importancia que la fotografía tiene como documento y como expresión artística.
BIBLIOGRAFÍA
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Rodríguez Cantón, Ramón. "
Julio García de la Puente, escritor, fotógrafo y artista". En:
"Cuadernos de Campoo" Nº 10. Reinosa. Diciembre 1997 Páginas 29-31.
Zelich, Cristina. LA FOTOGRAFÍA PICTORIALISTA EN ESPAÑA. Fundación "La Caixa" Barcelona 1998.
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