Reinosa: forja artística

José Antonio Gutiérrez Delgado

INTRODUCCIÓN
Comenzaremos delimitando el tema sobre el que va a tratar el presente artículo, ya que el título puede pare­cer un poco pretencioso. No se trata de estudiar toda la producción que exhiben los edificios de Reinosa de elementos arquitectónicos de hierro, sino de fijarnos en lo más representati­vo que son las rejas y los balcones. Sin embargo, es necesario enu­merar los diferentes trabajos de forja que se hallan distribuidos por la ciudad. De modo general se pueden observar bastantes "ver­jas" que cierran sobre los muros bajos los jardines de casas y cha­lés, así como las correspondientes puertas de acceso. Entre los nu­merosos ejemplos se puede citar el cierre de los jardines del edi­ficio de Hacienda y los existentes a lo largo de la calle Castilla. En ocasiones también hay puertas de hierro aisladas, como la que cie­rra el antiguo cementerio, en el paseo de San Francisco.
 
Con relación a las puertas de las viviendas hay que describir una solución que se da con bastante frecuencia: los adornos de hierro que protegen los cristales. Quizás, inicialmente, cuando en Reinosa predominaba el sector agrario y ganadero, las puertas de los portales estuviesen divididas en dos partes como en los pue­blos: la puerta bajera y la encimera. Ésta permitía que al abrirse entrase la luz para iluminar el suelo y el arranque de la escalera, mientras que la de abajo resguardaba del frío y evitaba la entrada sin estorbo de cualquiera, fuese persona o animal. Con posterio­ridad este tipo de puerta fue sustituida por el de división en hojas verticales por lo que hubo que buscar una solución para los mis­mos fines. El problema se solucionó colocando cristales que de­jan pasar la claridad, pero que corren el peligro de romperse ante cualquier golpe fortuito o intencionado. Por eso se colocaron "salvacristales" de la mitad para arriba de las puertas. La tipología es muy variada, pero casi todos tienen una composición estética dig­na de admirar. Un caso especial es el de las grandes puertas re­matadas en un semicírculo; el acabado de la forja permite adap­tarle a la redondez del espacio disponible y buenas combinacio­nes nuevas de elementos. Éste es el caso de los "protegecristales" de las puertas de la Plaza de Abastos en los que se ha aprovecha­do para colocar la fecha de construcción.
 
Como vestigio de las diversas soluciones quedan lo que se de­nominan "cancelas"; son puertas bajas de hierro forjado que se presentan como una segunda puerta de seguridad cuando la prin­cipal, de madera, permanece abierta. Dos ejemplares que se pue­den admirar aún se hallan en el edificio n° 28 de la calle Mayor y en el n° 1 de la Avda. de Cantabria.
Además de mencionar los bancos con respaldo de forja de la Plaza Juan XXIII también existen trabajos de rejería en el interior de la Iglesia de San Sebastián, como son las rejas de los coros -ba­jo y alto- escalera de acceso a este último, cierre de capilla y reja del pequeño baptisterio.
 
En cuanto a la calificación de artística, si nos atenemos a las grandes obras de arte como es la gran rejería del Renacimiento y el Barroco, y más próxima en el tiempo, la modernista, tenemos que afirmar que la existente en Reinosa no se aproxima a ella en casi nada, sin embargo, si consideramos al herrero como creador de una obra nueva, quien con unos elementos sencillos, combi­nados de distintas maneras con unas formas simples y un único material -el hierro- consigue, aparte de la utilidad, una composi­ción bien diseñada, con enmarques casi perfectos, una división y ocupación del espacio adecuada y un querer acercarse a los cá­nones de la belleza, podemos asegurar que además de artesano es también un poco artista en mayor o menor medida.
La rejería de Reinosa en su mayor parte ha sido producida por artesanos locales o de la comarca, pudiéndose en algunos casos adjudicar ciertas obras al mismo herrero, ya que la forma de los dibujos y la técnica de trabajo es la misma.
 
Las muestras de rejería más importantes se hallan a lo largo de la vía central de la ciudad, desde la Avda. de Castilla hasta la Av­da. de Cantabria, sin olvidarse de algunos casos aislados en otras calles, principalmente en las perpendiculares en las zonas más próximas a ella.
En cuanto a su antigüedad, se puede decir que su producción y colocación tiene lugar a finales del siglo XVIII, a lo largo del si­glo XIX y primer tercio del siglo XX. Es muy significativo que en la actualidad, desde hace unos quince años, los balcones de hie­rro se vuelvan a utilizar en las fachadas de los edificios de nueva planta que se construyen en la ciudad. Por supuesto que estos balcones y antepechos realzan la estética de las casas por la com­binación de elementos: placas de imitación de piedra o de ce­mento y hierro, aunque la fabricación difiere mucho de las técni­cas antiguas.
 
En fin, el disfrute de la visión de estas obras debe hacerse personalmente, paseando las calles de Reinosa, despegando la mirada del suelo y elevándola hacia las alturas de los edificios. Además es muy conveniente repasar las fotografías que apare­cen en el libro "Catálogo monumental de Reinosa" (Reinosa, 1995), donde se puede apreciar la rejería de cada edificio en la que aparece y su tratamiento como elemento constructivo den­tro del plano general.
 
 
LAS REJAS
La reja, como estructura arquitectónica de hierro, a mo­do de entramado que, con el fin de proporcionar una protección en las ventanas u otros huecos de un edi­ficio, a los que se podría tener fácil acceso desde el exterior, ya era utilizada en la Edad Antigua por algunos pueblos. A partir de entonces su uso ha llegado hasta nuestros días a través de las dis­tintas épocas y sin cambios estructurales de importancia.
Al principio fueron unos simples barrotes de sección cilíndrica o cuadrada, los que sirvieron para cerrar los vanos de la pared, principalmente en la planta baja de las edificaciones. Cuando el hueco es grande los barrotes se entrecruzan con otros, ya se trate de una pletina central, de dos o de tres, incluso más. De estos mo­delos quedan bastantes en Reinosa y se pueden apreciar al me­nos dos técnicas de construcción: una en que los barrotes cua­drados verticales colocados siempre con las aristas hacia el plano exterior, son rodeados horizontalmente por dos llantas que toman la forma de ellos al cruzarse en un saliente denominado "papo" y que en los espacios intermedios se sueldan entre sí "a la calda". Estas rejas van encastradas entre los sillares de la ventana y se co­locan a la vez que se levanta el muro con lo que resultaría muy di­fícil sacarlas de sus encajes.
 
La otra modalidad consiste en agujerear la llanta de hierro, bien con el material caliente, bien trabajando con cortafríos cuan­do la chapa es de poco grosor.
Pero también existen otras rejas en las que las barras metáli­cas se transforman a merced del arte del forjador y añadidos de elementos decorativos, en una obra de sugerencias estéticas. Co­mo ejemplo se puede citar unas rejas empotradas en las ventanas de la casa n° 8 de la calle Juan José Ruano. Se caracterizan por te­ner tres llantas horizontales, cinco barrotes verticales y cuadrados y con el frente plano, terminados en punta de barreno; las chapas que forman los adornos en espiral se unen a los barrotes con co­llarines o abarcones.
Del mismo estilo existe otra reja en la casa adyacente, con adornos de círculos y "eses" enfrentadas y la terminación plana de los barrotes verticales en forma de punta de lanza.
 
Otro conjunto de rejas lo constituyen las que se colocan en el exterior de las ventanas. Se sujetan a la pared por medio de espi­gas y en algunos casos, las barras de los extremos suelen ser lige­ramente más gruesas. Sin embargo su función sigue siendo de se­guridad ya que no disponen de barrotes laterales que las separe más de la pared y permita la visión lateral de la calle.
El ejemplar más sencillo es el modelo utilizado en la casa de los Cossío a comienzos del siglo XX. Es de cuadradillos finos, or­namentación escasa, basada en filas de círculos, un pequeño co­ronamiento en óvalo y las barras exteriores rematadas en senci­llas volutas hacia el exterior. Su fabricación parece totalmente artesanal con uniones de remaches.
 
Las rejas del edificio de "La Casona" son más complicadas; los barrotes son de fundición, con formas variadas redondeadas y cilíndricos. Las barras de los extremos son cuadradas y se adornan con trabajos en "ese" de forja y se rematan en punta también ador­nada de forja con igualmente el friso inferior y el excelente coro­namiento que se remata en cruz con cuatro rayos diagonales.
 
Con similar estructura tenemos la reja de la ventana de la Casuca Ascensión. Los barrotes con formas tornadas de fundi­ción son cortos y se sujetan, a dos frisos de forja, uno inferior y otro en la parte superior. Dispone de un coronamiento sencillo pero efectista que culmina con lo que parece un sol con seis ra­yos sinuosos.
 
De fecha algo posterior son las rejas del colegio Concha Es­pina. Consta cada una de siete barrotes redondeados, de ellos los dos exteriores culminan en adornos de forja semejando una flor. Tiene dos frisos que se rellenan con círculos y el superior se remata con una pletina lisa. Tiene trabajo de forja en la parte inferior de la reja, lo que la singulariza, y el remate superior se hace con una cruz que guarda cierta similitud con las de algu­nas órdenes militares españolas y refuerza la creencia del senti­do protector de este signo.
Un caso especial, aunque su conservación no permita disfru­tar de toda su belleza, lo constituyen las nueve rejas de la casa de las Princesas. Se diferencian del resto por varios motivos: en pri­mer lugar porque sabemos su origen; están realizadas por la Ce­rrajería Artística Juan Pérez, sita en la calle Mayor Antigua, 67 de Palencia, según rezan las placas identificativas que se conservan remachadas a algunas de ellas. En otro orden de cosas, porque protegen vanos que no se corresponden con ventanas sino con balcones y finalmente por el uso que se hace de chapa estampa­da para formar adornos como rosetas, guirnaldas y un medallón de gustos principescos. El trabajo de forja se aprecia en las dos partes en que se divide la reja correspondiendo a dos planos dis­tintos: se rodea en los laterales con círculos y figuras curvas alar­gadas y se corona con friso de círculos estampados y adornos en "ese" y "espirales". También con 8 espirales se rodea el medallón central de la mitad superior.
La fecha de instalación puede pertenecer al primer tercio del siglo XX. De acuerdo con la tipología y con los testimonios orales que dicen que se colocaron cuando el edificio fue dedicado a la actividad bancaria.
Para finalizar con las rejas hay que destacar el aire de cierta monumentalidad que presentan las rejas y la puerta de las ofici­nas del Banco de Santander (C/Mayor, 23).
 
 
BALCONES Y ANTEPECHOS
La palabra balcón se aplica a dos obras distintas pero re­lacionadas entre sí en muchos casos. Por balcón se en­tiende una ventana grande abierta desde el suelo de la habitación. Si en la Edad Media las ventanas de las casas eran de pequeñas dimensiones, a partir de la Edad Moderna comienzan a construirse más grandes hasta llegar posteriormente a la dimen­sión de balcón. También se llama balcón al saliente o voladizo construido enfrente de la antedicha ventana grande, rodeado de barandillas.
La historia arquitectónica del balcón la describe el Espasa de la siguiente manera: "En la Antigüedad no se construían balco­nes, al menos con el carácter que hoy tienen, pues sólo se cono­cía la moeniana, especie de terrados abiertos sobre los pórticos. Tomaron su nombre de cierto Menius romano que al vender una casa que tenía en el foro se reservó el derecho de presenciar los espectáculos desde el balcón o terrado. Pero los primeros balco­nes no aparecieron en Italia hasta la Edad Media, hacia el siglo XV. En la época del Renacimiento adquirieron mayores propor­ciones, distinguiéndose por la riqueza de la decoración, y de la época de Luis XV se conservan artísticos balcones en piedra y en hierro forjado".
 
El balcón representa un intento de ocupación del espacio pú­blico sin tener que tocar el suelo. Una forma de expresión de ri­queza que da lustre a sus poseedores. Desde el balcón se vigila la calle, se ven los desfiles, las procesiones, algunos espectáculos... Los propietarios exhiben su fortuna luciendo sus vestiduras, en­galanándolos con tapices, banderas... Los habitantes de las vi­viendas invitan incluso a sus amigos más íntimos a disfrutar de las vistas sobre los actos que se desarrollan en el entorno. Por eso en Reinosa casi todas las casas blasonadas disponen de algún tipo de balcón. Un caso especial lo constituyen los balcones de edificios públicos, destacando los del Ayuntamiento. Sirven para colocar las banderas, presidir actos públicos, pronunciar mítines políticos, dar la bienvenida a gentes de otros pueblos, etc.
Sobre los balcones de Reinosa haremos únicamente descrip­ciones generales, ya que individualmente se pueden conocer a través de la aportación fotográfica o bien, directamente, locali­zándolos en los edificios. La mayor parte están constituidos por un solo balcón para cada hueco. Hay algunos balcones "corridos" que sirven para dos o más del mismo piso; un caso singular es el existente en el torreón Navamuel, lindante con la Casa Consisto­rial, donde la construcción del balcón se aprecia bastante forza­da, ya que hay dos voladizos de piedra individuales.
 
Reja de La CasonaLa estructura típica muestra las tres caras de la barandilla del : balcón, siendo la más importante la que da al frente. Ésta repre­senta en muchos casos un rectángulo que se cubre totalmente con los barrotes verticales y los adornos. Otros presentan el es­pacio rectangular dividido por una o dos cenefas que se corres­ponden con la parte superior y la inferior, quedando la parte central para la ornamentación. Muy pocos presentan una dispo­sición horizontal, con cuadradillos en esta dirección y adornos más escasos entre ellos.
Los barrotes suelen ser lisos, parcial o totalmente retorcidos y remachados en las llantas donde se soportan, con salientes en el centro o en otros puntos o torneados si son de hierro fundi­do. Las barras de las esquinas son más fuertes y presentan algún trabajo especial de forja; a veces terminan en una espiga que acoge remates en forma de bolas, de cono, de piña y otros dise­ños que pueden ser de hierro o de bronce. Se constatan algunos casos en los que los barrotes o balaustres no son tales sino que se sustituyen por pletinas dobles o sencillas que enlazan el pa­samanos y la llanta inferior. En un balcón han sido sustituidos por chapa gruesa recortada simulando columnas torneadas (C/Concha Espina, 8).
Reja calle Juan José RuanoEl elemento decorativo se consigue con la repetición de un motivo, por ejemplo, una pletina plegada en forma de "ese", en los ejemplares más sencillos, o con la combinación debidamen­te estudiada de varios de ellos: "ees" y "eses" de varios diseños y colocados en posiciones diferentes y en tamaños distintos, aros, semicírculos, óvalos, arcos cruzados, bolitas, espirales, etc. Un caso distinto lo constituye un balcón ya desaparecido (primera fachada de la calle Peligros) que tenía recubierto el espacio rec­tangular con rombos y aros. Aún se puede apreciar el diseño en un antepecho que se halla en la misma fachada.
 
También hay que mencionar los antepechos exteriores y el bal­cón de la parte posterior del chalé de Alfa, que pertenecen a la épo­ca del modernismo de comienzos del siglo XX. Se aprecia en los adornos de hojas con nervios y en los tallos de "golpe de látigo".
Los balcones de la casa de la calle Ramón y Cajal n° 3,5 y 7 se adornan con chapas estampadas que presentan relieves formados por apliques de hierro fundido de tema vegetal, colocadas en las esquinas y en la parte inferior de las tres superficies.
El piso o suelo de los balcones también tiene variantes. En las fachadas nobles está constituido por el mismo voladizo de piedra que soporta la rejería del balcón. En otras ocasiones el suelo es una plataforma de hormigón que hace cuerpo con la pared. Fi­nalmente hay muchos casos en los que el solado se construye con un entrelazado de pletinas gruesas y anchas sobre el que se colo­can losas finas de piedra. Para soportar el peso se disponen so­portes de hierro que pueden ser escuadras, o tener forma de grue­sas "eses" de hierro redondo o semejar ménsulas de forjado con diseños diversos.
 
Por último hay que dejar constancia del grupo de balcones fabricados con métodos más modernos que los de la fragua, co­mo es el de la fundición. Presentan adornos mucho más compli­cados, casi de filigrana en alguno de ellos, por lo que son fáciles de identificar.
El antepecho es una barandilla que se coloca en el hueco de los balcones como medida de seguridad y que va empotrado en los costados de los muros de piedra laterales. Casi todos son de hierro forjado y muestran trabajos similares a los de los balcones salientes. En las fachadas que comparten ambos tipos de cons­trucción, antepechos y balcones comparten la misma tipología es­tética. Si aparecen aislados la calidad artística varía, dependiendo de la riqueza del propietario.
Igualmente existen muchos antepechos de tamaño pequeño que se colocan en las ventanas con la misma finalidad de preve­nir caídas a la calle y que presentan idénticos patrones de belleza que los de tamaño normal. Antepechos, balcones y antepechos de ventana pueden darse juntos en el mismo edificio.
 
Y para terminar de enumerar las obras menores de la artesa­nía del forjado, mencionaremos los elementos colocados en los salientes de las ventanas para colocar los tiestos con plantas, que también muestran el buen gusto de algunos artesanos, llegando en ocasiones a conformar balconcillos, con casi todas las caracte­rísticas de los grandes.
Para finalizar, vayan estos apuntes de género menor. El aca­bado que más destaca en los trabajos de hierro es la pintura ne­gra mate o de tono satinado. En Reinosa existen varios ejemplos de rejería que están pintados de blanco o de verde con lo que no se puede apreciar la calidad del trabajo en toda su dimensión.
La combinación que mejor queda a la vista en los balcones es el negro de los barrotes o balaustres y el colorido de los geranios, que se pueden colocar tanto por dentro como por fuera y que pro­porcionan sensaciones de calidez y recuerdo del sur de España.
Y señalar que la huella de los balcones también está presente en el folclore como nos recuerdan estos versos de una canción campurriana:
 
"Algún día los hierros de tus balcones
fueron testigos mudos de mis amores".