Dice Enrique Franco en un artículo escrito en “Fontibre, revista de Campoo” editado por la Casa de Cultura Sánchez Díaz de septiembre de 1956 “...Un hombre va por el camino. De pronto rompe a cantar. Triste o alegre, según su estado de ánimo. Lo que el hombre canta es algo que ha escuchado cantar a otros... pero cuando él canta lo que aprendió de otros pone matices personales y ocasionales. Pone el timbre de su voz, distinta a las demás, como la huella digital del sonido, pone además la especial cadencia de su manera de hablar... Pero el hombre del camino es, consciente o inconscientemente, capaz de convertirse en instrumento musical, capaz de producir música, capaz de establecer un orden entre los sonidos que produce su manera de sentir y de pensar.... El hombre del camino hace música por espontánea necesidad y dentro de un estilo que le impone el tiempo, las fuentes donde las aprendió, el lugar donde nació y vive y los sentimientos de su propia intimidad....
Es muy común que todos conozcamos a nuestros padres, y también a nuestros abuelos; ya más rara es la referencia a los bisabuelos, y muy difícil la de tatarabuelos, sobre todo si ha de transmitirse por vía oral. Hasta aquí o más allá, la inutilidad aparente de toda búsqueda nos desanima y desinteresa sin más.
Hace veinte años, tuve la suerte de rescatar una colección de documentos familiares en una vivienda de Loma Somera, que llevaba al menos otros veinte deshabitada, y los papeles estaban metidos en un viejo arcón. Es la casa de mis abuelos maternos.
Siempre se ha hablado de Reinosa y Campoo como una zona de tránsito, como un valle abierto, en el que una vez superado los puertos de entrada por el sur o bien por el este y el oeste, se descubre la llanura de Campoo. Esto ha permitido que las distintas corrientes culturales y económicas penetrasen en el valle de manera continua.
La prensa de Cantabria, como toda la prensa española, fue muy sensible ante el desarrollo de los conflictos coloniales promovidos en Filipinas, Cuba y Puerto Rico. También en nuestro modesto semanario EL EBRO dirigido por D. Demetrio Duque y Merino, que inició su publicación en 1884, años antes de que el problema colonial alcanzara su infausto desenlace, se observa ya esa exaltación patriótica como consecuencia de la, hasta entonces inédita, presunción de infortunio a nivel nacional y que ha dado lugar a detenidos análisis de cronistas y críticos contemporáneos:
"Es curioso observar, dice un comentarista, cómo la pérdida del continente americano, en tiempos de Fernando VII, apenas trascendió a la opinión española (...) en cambio la pérdida de las últimas islas provocó una de las más tremendas crisis de conciencia interior de nuestra historia. La derrota fue como una violenta pedrada en el tranquilo remanso de la restauración."
De entrada confieso que, si no me lo hubiesen encargado, no habría escrito el presente artículo, ya que no estoy plenamente seguro de la etimología que propongo. La Lingüística es una ciencia exacta… a condición de que se disponga de los datos suficientes; como en este caso faltan datos definitivos, me limitaré a exponer el estado de la cuestión hasta donde se puede llegar con los datos disponibles.
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