La mariposa ahogada en el tintero (.. cómo sobrevivir en la penumbra cultural)
... Bajó el bachiller Botelus por la rúa de los Balcones, saludando a diestro y siniestro, abriendo las blancas manos sobre el pecho por si alguien salía a admirárselas, silbándole a un perro, canturreando ejemplos de Quintiliano, a veces la flor latina del retórico interrumpida por un regüeldo aguado y áspero del conejo en salmorrillo del almuerzo...
(A. Cunqueiro, de "Vida y fugas de Fanto Fantini")
Recientemente visité una exposición en un conocido y cercano centro de arte. Era un proyecto de un prestigioso comisario, y similar a otras muestras que podemos ver en espacios artísticos de categoría parecida. No se si porque me acerqué a alguna de las obras con ciertos prejuicios basados ya en la experiencia, o por qué, pero la cuestión es que me sentí cansada (la verdad) y hastiada de ver lo mismo una vez más (aunque reconozco que para estas cosas, cada vez voy teniendo más sentido del humor). En una sala estaba prohibido entrar, tenías que descalzarte para llegar a contemplar algo al fondo, en otra había que pedir un permiso y luego te prestabas a un juego "muy divertido" en el que el "portero" (que creía también formar parte de la obra) te podía cerrar la puerta en diferentes habitaciones. Si eras admitida, debías prestarte a ser encerrada... No acepté las reglas, ya que las experiencias que "otro" tiene del arte o de la vida, no deseo "sentirlas" físicamente en mi propia carne. No quiero subirme a una noria para saber lo que es el vértigo, ni quitarme el aire para saber lo que es morir ahogada, y sobre todo sin que sirva para nada.
Comentarios recientes